Jhonson cogió los prismáticos de la estantería y salió corriendo a la pasarela de la torre de control. El viento frío entró en la sala de control, trayendo un fuerte olor a plástico quemado.
Ramírez intentó infructuosamente hacer funcionar la radio, el radar, cualquier cosa que le permitiese tener un mínimo de información objetiva y sólida sobre lo que estaba ocurriendo.
La voz de Jhonson llegó temblorosa y casi incrédula:
- Señores... tenemos un Objeto Volador No Identificado estrellado a unas 6 millas de la Base... Hay que... Hay que iniciar el Protocolo de Recuperación... Hay que avisar a... hay que avisar a alguien de lo que está pasando.
¡Señor, sí, señor! Al fin, claridad. Cornelius sintió un tremendo alivio mientras le quitaban la responsabilidad de los hombros. Si lo desea, podemos salir a dar el aviso al Comandante, o al General. También puede que los sistemas no estén del todo fritos, y pueda recuperar al menos comunicación parcial, señor. Aunque mi area es la mecánica, tengo ciertos conocimientos de electrónica.
- No, ve a intentar avisar a alguien, rápido... Ramírez, intenta hacer funcionar la radio. Necesitamos avisar a alguien. Al NORAD o a la CIA a ver si alguein sabe qué carajo era eso.
Cornelius se dirigió a la salida de la torre a toda velocidad, encaminandose al edificio con los dormitorios de los oficiales. Empujó fuera de su mente toda pregunta sobre lo que pasaba o lo que había visto. No era su lugar preguntar, sino hacer lo que le decían.
Se aferraba a eso con toda su voluntad.
Al salir de la torre tropiezas directamente con la furgoneta negra. Los soldados de los cascos cerrados están tirados en el suelo, y flota en el aire un olor a carne quemada y plástico derretido. Parece que los rayos les impactaron a ellos.
Dentro de la furgoneta, la imagen es peor: dos hombres con aspecto de técnicos están muertos en los asientos delanteros. La cabeza de uno de ellos parece haber... reventado, llenando el parabrisas de sangre y restos. Del interior de la furgoneta surje el molesto zumbido, como de un motor en marcha.
Cornelius se quedó clavado un instante. Aquello... dios, que era aquello. Un soldado vive con la idea de que en cualquier momento le pueden mandar a Iran o a donde sea y acabar reventado, pero aquello...
No había tiempo, y tenía sus órdenes. Siguió corriendo. Todo lo que pudo.
El viento helado muerde con fuerza, sobretodo si no te has acordado de coger la chaqueta. El olor a carne y ropa quemada te acompaña bastantes metros mientras intentas distinguir a alguien en la oscuridad.
Y entonces se escucha una ráfaga de arma automática que te hiela la sangre aún más que el frío de Nebraska.
Seguimos en [El Interrogatorio]