Partida Rol por web

Die Glocke

Das Venusfuchs (Capítulo II)

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20/06/2017, 04:08
Erwin Rommel

Era el despacho del coronel, pero ahora lo ocupaba él. Tenía una gran pila de lo que parecían ser una especie de manuscritos semejantes a rollos de pergamino, junto a libros y un par de planos que estaba revisando. Se quedó un momento en el umbral, sin poderse creer lo que estaba viendo. Realmente era Erwin Rommel, el que salía en los periódicos y noticiarios del Reich. Al menos hasta que anunciaron su muerte a causa de aquel accidente con el caza aliado y una larga convalecencia.

Podía ver que no había salido incolume de aquella ordalía: tenía un brazo paralizado, al estilo lord Nelson, una cuenca de un ojo vacía y unas feas cicatrices en ese lado del cráneo. Un aspecto además algo más enjuto que cuando servía al Reich en África y Europa, pero la misma expresión de decisión y cercanía.

-El doctor Bernstein -dijo, invitándole a pasar con la mano- Esperaba poder hablar con usted, y me alegro de que sea tan pronto. Ha de disculparme, por no haber acudido a usted antes. Pero como puede ver, hay muchos planes que llevar a cabo y el tiempo es oro. Podría decirse que en éste caso es un consuelo que los días venusianos sean tan largos.

Parpadeó con el ojo sano.

-Por favor, tome asiento.

Esperó a que lo hiciera. Tenía bastantes cosas que decirle pero, primero, quería que él le contara el por qué de su visita.

-Ha estado hablando con la señorita Wirth, me han comentado...

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20/06/2017, 06:56
Hans Topf

- Si Her Comandant.

Contestó con un taconazo y poniéndose firme durante un instante.

- Y a eso se le podría añadir una mañana, de esas que empiezan muy temprano, pala en mano, reforzando las posiciones defensivas.

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20/06/2017, 08:40
Damien Krieg

Sobre la alianza que tenemos también me comento mi mujer, debemos de tener cuidado, la reina se decantara siempre por el caballo ganador. Ahora mismo, somos nosotros. Pero cuando otra fuerza más temible haga acto de presencia, no dudará en aliarse con ella para conservar su poder, esa es la advertencia que también me comento mi mujer - dice aun muy serio.

 

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20/06/2017, 16:27
Adeline Grasser

Adeline se daba cuenta de que aquello era tan grande que tendrian que derribar a muchos y pasar por encima de ellos para poder sobrevivir del lado de los buenos o al menos del que ellos querían.
-Pues entonces debemos ser los primeros en dar un buen golpe, uno devastador que no se lo esperen y luego que nos deshagamos de los espias, tal vez podamos infiltrar a uno de los nuestros.

Ella miró a Hagall.

-Yo misma puedo hacerlo.

Sólo había una cosa que no creía y era que la mujer de Krieg hubiese sido usa y engañada como una blanca Paloma pero no dijo nada al respecto.

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20/06/2017, 21:00
Helmut Bernstein
Sólo para el director

Intentó aparentar estudiada indiferencia al ver al gigante negro de la entrada y le devolvió una leve sonrisa.

Debe ser una especie de Espada Juramentada de Rommel... ¿Y ese uniforme? No parece suyo, a fin de cuentas.. y no me extraña. Será venusiano.

Mientras esperaba observó la agitación de la zona. Todas las mujeres cosiendo en sus máquinas. Nuevos uniformes. ¿Era necesario? ¿Cómo serían? Seguro que era una treta del Zorro del Desierto. 

Pasó cuando se lo indicó el negrazo y saludó a aquella leyenda.

El Profeta Helmut, supongo.

Y se sentó. El aspecto de aquel hombre era inquietante. Aquellas heridas tan horribles debían de causarle mucho dolor. Tanto físico como emocional. El hombre iba al grano. Era algo bueno. Odiaba las vueltas de las conversaciones.

Sí. Me temo que ciertas ideas que han surgido en una comida informal no han sentado demasiado bien. Quizás usted, como experto militar, encuentra uso a lo que vengo a sugerirle, aunque quizás ya se lo han contado.

¿Quién? Wirth? No creo. ¿Quién? Acaba de suceder, maldita sea.

Se trata de usar a los virus en nuestras filas. Podemos hacer llegar presentes a los Nuaki que contengan virus. Unos vestidos infectados, al estilo de las ropas envenenadas de Hércules... Aunque no tan dramático, por supuesto. También he pensado en los reparos de muchos de los asistentes. Son... Son comprensibles. Pero tampoco hace falta hablar de un virus letal. Algo que los incapacitara una semana sería suficiente para decantar la guerra a nuestro favor. Y sin derramamiento de sangre.

Hace una ligera pausa para tomar aire.

La srta. Wirth comentó el hecho que usted lleva tiempo alzando a la población local contra los nuaki... Esto también evitaría muertes entre nuestros aliados. Y nos daría cierta aura de divinidad ante ellos. Eso es peligroso, claro, pero a corto plazo puede ser muy beneficioso. 

Ahora es un momento ideal para un intercambio de presentes. No despertaría sospechas y al ser algo entre nuakis y nosotros no debería de afectar a los locales. Al menos no en gran medida. No soy experto en enfermedades, pero un rotavirus, o una gripe... La doctora Dietrich comentó que era factible. Desconozco si tenemos casos actuales de algún enfermo o si trajimos cepas de enfermedades.

Se daba miedo por lo que decía, pero que demonios, la colonia dependía de cosas como aquella. No quería una lucha con fanfarria de trompetas y caballeros con brillante armadura cabalgando colina abajo. Quería vivir.

¿Qué opina, señor?

Tenía muchas preguntas en su cabeza para el mariscal, pero lo primero era lo primero.

 

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21/06/2017, 03:08
Erwin Rommel

Escuchó lo que le dijo el científico con cierto interés. A pesar de sus preocupaciones, no vio en él una "cara de preocupación" cuando habló de aquel tema tan escabroso, pero si entendió que sopesaba el alcance de aquellas palabras. Posiblemente hubiera terminado acostumbrado durante largos años a escuchar como otros proponían genocidios o el uso de armas de destrucción masiva como la panacea para terminar con las guerras. Pero él mejor que nadie sabía que no lo eran, ni mucho menos.

-Entiendo lo que propone, y es realmente tentador. Sin embargo, me temo que va a tener que posponerlo hasta que consiga averiguar que vacilo afectaría solo a los Nuaki y no al resto de la población del planeta. Hasta donde yo se, las diferencias entre unos y otros no estriban tanto en las características físicas, como el acceso a cierta tecnología que les proporciona su proverbial longevidad.

Parpadeó.

-Entenderá que hasta que no de con ese gen milagroso, o podamos capturar a uno de ellos para que lo estudie debidamente, no voy a consentir que se diezme a la población nativa local... máxime cuando es mi firme intención provocar un alzamiento de la misma a nuestro favor. Imagine que se enteran de donde viene esa enfermedad extraña que ha provocado tan enorme mortandad, que lo terminan averiguando... Los Nuaki serían el menor de nuestros problemas.

Tamborileó los dedos en la mesa, como si quisiera cambiar de tema. Sabía que el buen doctor era una persona en cuya cabeza bullían millones de ideas. Algunas eran sinceramente geniales, otras más bien normalitas, pero unas pocas podían entrar dentro de la categoría de locuras. Había estudiado bien su perfil y leído alguno de sus trabajos durante el largo exilio. Simplemente, había que reconducir aquella potencial genialidad.

-He oído algo sobre un proyecto de usted para convertir ésta colonia en una ciudad móvil al estilo de las ciudades Nuaki. Y debo confesar que la idea es harto atractiva, al menos a medio o largo plazo. Ahora mismo, ha de saber que se ha pactado entregarnos ésta estrecha franja de terreno entre el imperio de Madhuvanti y el reino de su hijo rebelde, Rama. No es precisamente un territorio extenso, pero hemos incluido en él algunas minas que pueden ser de gran utilidad, incluidas las de mercurio, necesarias para toda esa tecnología nativa que espero que podamos adaptar como motor para nuestros propios vehículos. Seguir dependiendo de la gasolina en éste planeta me parece atroz, porque hay que pensar en el futuro.

Asintió, despacio.

-Como verá, a diferencia de otras personas yo no rechazo las ideas nuevas. Pero es necesario situarlas en un orden de prioridad. Como usted mismo ha admitido, tenemos un problema serio entre manos y una amenaza certera. Y los colonos son... bueno, son muy pocos. Pero eso está a punto de cambiar.

Señaló la mesa, sobre el mapa.

-Una avanzadilla de "conversos", por así llamarlos, está a punto de llegar a la colonia. Vienen de Rajpur y de otras ciudades, atraídos por las profecías que yo mismo difundí. No le prometo que serán un contingente asombroso, pero estamos hablando de una cifra de varios miles. Ahora mismo la prioridad será procurar que sean alojados en condiciones dignas, y que les ponemos a trabajar en las más diversas áreas, desde la producción fabril a la agricultura, pasando por... las fuerzas militares y el staff de operarios para proyectos de investigación. El futuro pasa por ésta colaboración, y con un poco de suerte, nuestros primeros éxitos no harán sino atraer a más colonos potenciales, descontentos con la situación del planeta. Quizá no sean tantos como nuestros enemigos, pero debemos asegurarnos de ofrecerles el empujón tecnológico que todos necesitamos para que la balanza comience a inclinarse de nuestro lado. Debemos procurar ese mismo objetivo para nosotros mismos y, sobre todo, redefinir lo que somos y lo que seremos.

Hizo un gesto con la mano, como apartando algo.

-Olvide las viejas ideas sobre qué es ésta colonia. Ya conoce la verdad, imagino. No hemos sido sino una avanzadilla prescindible de cuyos errores otros están aprendiendo para llegar aquí con fuerza abrumadora. Si nos oponemos a ellos, nos barrerán. La gente de éste planeta, se lo aseguro, perecerá en masa o será esclavizada si el ejército del general Kammler consigue su objetivo y nos barre del mapa tanto a los Nuaki como a nosotros. Por eso... hay que asegurarnos de que nuestra bandera es algo más que un eterno recordatorio de las crueldades del nacionalsocialismo. Debemos procurar ser un estandarte, un ejército libertador, una esperanza para éste mundo.

Se inclinó un poco hacia él.

-Me temo que debo hacerle la gran pregunta, doctor. ¿Puedo, o no puedo contar con usted para éste proyecto de futuro?

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21/06/2017, 04:32
Hagall Wirth

Estuvo sumamente atenta a las reacciones de Fegelein mientras le resumía la actualidad del asunto pero cuando Krieg intervino y confesó haberle contado todo a la ayudante del doctor a Hagall casi le da un infarto. Su mandíbula tembló hasta que fue capaz de exhalar estupefacta -¡¿Que ha hecho que?!- ¡¿Cómo podia ser tan ingenuo?! Ella mordiéndose la lengua durante el almuerzo por que no se fiaba de la muchacha y ahora iba éste y se lo soltaba todo!!!! -le abrí los ojos- … “Sí claro… no habrá tardado ni un segundo en ir a su tío con el chisme” casi podía oír el segundero del reloj acelerandose a causa de aquella fuga de información.
Pero ahí no se quedaba la cosa, no… (temía que llegara la noche porque cada minuto de ese dichoso día estaba siendo de traca) Entonces les dibujó un retrato aun más psicopático de su mujer. Si alguna vez Hagall creyó estar en cierta sintonía con ella, entender sus motivaciones y su forma de actuar… se acabó para siempre. Una mujer que ordena que violen a otra era uno de los mayores monstruos que la sacerdotisa podía concebir, un ser desnaturalizado que había perdido el derecho a pertenecer al género femenino y humano.
-No voy a entrar en juicios sobre su esposa por respeto a usted pero si voy a decir una cosa- sus ojos ardían –Kammler es mío, si alguien va a sacarle las tripas con la mano seré yo. Que haga lo que quiera con Rama pero que ni se le ocurra interponerse entre ese malnacido y mi venganza. Nadie tiene más derecho que yo- bajó el dedo con el que señalaba al cielo a causa de la presencia del teniente, él no sabía de la historia detrás. Aun…
Volvió a apoyarse en los cojines para escuchar los pormenores del dossier desclasificado por el coronel, datos que Rommel ya les había adelantado en Rajpur y por tanto no la sorprendían en lo más mínimo pero hurgaban en la herida ¡Cómo se habían reído de ella! Al final su vida podía resumirse como un cúmulo de humillaciones. Ella que tan orgullosa había sido, que tan fuerte creía que pisaba… Cruzó los brazos pellizcando la tela de la túnica compulsivamente.
Nidhogg bajó de la cama para acercarle la compresa húmeda. Al bichito no le gustaba cuando la cabeza de su madre se llenaba de nubarrones y pensó que aquello la confortaría. Hagall se refrescó presionando diferentes puntos del cuerpo (las sienes, la nuca, el interior de los codos y los pies)y luego soltó la corona de trenzas. Intentaba por todos los medios mantener la calma.
No respondió a la pregunta del ingeniero, era obvio que todos querían conocer cuales eran las nuevas que les traía, miedo le daba…
Pese al día duro que llevaba también a sus espaldas, el teniente, tomaba buena nota de cuanto decían y mentalmente iba haciendo sus cábalas. Hagall escrutaba cada uno de sus movimientos, pero los ojos fueron más allá haciendo su análisis antropológico acostumbrado con un nuevo filtro, un filtro menos científico y más artístico podría decirse, más… romántico… aunque poniéndose serio como se había puesto, concentrado en entender la situación, perdía parte de su encanto. Le gustaba más cuando parecía menos militar y más torpón.
El ensimismamiento cesó rápido en cuanto Fegelein comenzó a hilar los datos que ellos tenían con algunos de su propia cosecha. Ahí estaban las pruebas que faltaban para corroborar lo que la intuición le había dictado –Lo sabía y os lo dije- afirmó inclinando la mirada hacia Adeline, a la que precisamente esa misma mañana había advertido sobre esas personas –Si hay alguien fiel al Reich son los Zimmermann. Especialmente Hulda, menuda bicha, se la llevan los demonios porque no es capaz de meter la zarpa entre mis feligreses- sonrió malévola –Cómo le gustaría tener mi cargo y manejarlos a todos como marionetas- hizo un gesto de asco –la maruja esa…- las mujeres del Reich, amantes esposas y madres, hacendosas, rectas, perfectas amas de casa, serviles y pulcras le daban una grima insoportable. Y Hulda era el epítome del arquetipo, probablemente por eso también era una maldita amargada y la odiaba tanto. La simple existencia de Hagall era una afrenta a su estilo de vida –Reuniones a puerta cerrada... Vaya, vaya… con lo que criticó mis ventanas*…-  pero Rudolph prosiguió y a Hagall no le gustó nada lo que oyó –Tenía unas anotaciones al margen que se parecían mucho a su letra, señorita Wirth-
La lividez y el sudor frío regresaron, o le daban algo de comer con urgencia o la iban a matar con tanto disgusto  –Con… anotaciones… al margen… un alfabeto… con anotaciones…- musitó espectral –No puedo creerlo. Bernstein… Maldito el día que te conocí y maldito el día que decidí confiar en ti!...- arrugó la frente y miró a Krieg después de una breve pausa –presté al doctor mis libros de védico- él había sido testigo de aquello –le dije que eran un bien muy preciado para mi- se tapó la boca un momento buscando atinar con las palabras –esas anotaciones son… privadas… y él… ¡Ha hecho fotocopias y las ha repartido!- Nidhogg saltó a su regazo emitiendo un quejido, a su madre se le iba a salir el corazón por la boca –Ahora entiendo que algunos estuvieran tan pulcramente empaquetados… ¡Mierda! Se me olvidó llevármelos del almuerzo…- subió una rodilla y clavó la frente en ella . De haber tenido energías habría ido a por él con la fuerza de un yak de las montañas, por suerte para ese parásito apenas se sostenía en pie. Pero ya se cruzarían ya… al tiempo… -Tengo que recuperarlos…-  era una cuestión de honor “Maldito seas hijo de Abraham y de Moisés. Traidor, ladino y machista como ellos. Mil veces maldito...”
-Ha descubierto su esposa la diplomacia ingeniero…- respondió amargamente a Krieg sin mirar –como todo político, la reina, se arrima al árbol que más sombra da ¿No hemos hecho nosotros lo mismo?- el rictus en la cara de Hagall era triste y apagado, aparentemente ausente… pero no –Una idea muy inteligente señorita Grasser- tenía los ojos fijos en el cielo sobre ellos –un caballo de Troya… incluso podríamos fingir una acalorada discusión y diga que la escandalizo, que soy excentrica o algo así... odiarme es un pasaporte directo al corazón de Hulda- intentaba mostrarse sarcástica como acostumbraba para disimular que en realidad estaba profundamente dolida. Nidhogg le propinó uno de sus cabezazos "de amor" en la mejilla.

Notas de juego

*Hagall no puso ventanas en el piso de abajo y por tanto no puede verse el interior desde la calle ni nadie puede colarse furtivamente sin llamar la atención. Hulda aprovechó para alimentar el cotilleo y ponerla verde diciendo algo tendría que esconder... que esa casa era un putiferio en el que no paraban de entrar y salir hombres XD

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21/06/2017, 09:13
Damien Krieg

Puedo intentar hablar con Hulda, no se que tipo de información sacaré o si no me apresaran en ello, pero por intentar y tener mas información, mejor sabremos por donde van los tiros y que elecciones tomar...- dice confiado Krieg con una extraña sonrisa.

Lo mismo esos apuntes y libros, fueron tomados antes de que se los prestara a Bernstein o que los cogieran cuando estaba distraido..- dice de alguna manera como defendiendole, o tal vez, solo compañerismo científico.

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22/06/2017, 18:01
Adeline Grasser

Adeline escuchaba en silencio intentando retener toda la información que le fuera posible. No era algo difícil, durante mucho tiempo se había dedicado a eso precisamente y ahora a preguntaba si no estaba mejor donde había estado antes donde al menos sabía qué esperar del enemigo. Había demasiada mierda entre todos aquellos y por más que se quisieran minimizar los actos de algunos, lo cierto era que no se podía.

-Nadie está seguro si han empezado a traicionar a supuestos aliados, señorita Hagall, no piden confiar en nadie que no esté aquí y ahora.

Se levantó y suspiró pausadamente como si le costara trabajo respirar.

-No sería la primera vez su finjo algo así, hagámoslo así y evitemos que Krieg sea arrestado o algo peor dadas las circunstancias.

Tal vez tendría que hacer cosas que no le gustaran pero estaba acostumbrada a ello y por terminar con todo aquello, bien valía la pena.

-Si puedo ayudar a recuperar sus cosas personale, lo haré. No lo dude ni un poco.

Ella estaba lista en cualquier momento y para no incomodar a Krieg, no emitiria juicio al respecto de su mujer.

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23/06/2017, 01:37
Hagall Wirth

Había que reconocer la Buena predisposición de Krieg y su buen fondo. Era un personaje de novela, noble, rudo, una fuerza de la naturaleza con corazón de oro, era… Portos de los Tres Mosqueteros. Sonrió enternecida por la defensa que Damien hizo del doctor ¿Valoraría Bernstein el calibre del amigo que tenía? “No se hizo la miel para la boca del asno” pensaba ella. Había aprendido a esperar lo peor de cualquiera y sin embargo, contra todo su credo, depositó esperanzas en él, fue más que amigable, le abrió su corazón! Y él, como tantos otros, también se había reído de ella… era más fácil que Hitler se convirtiera al judaismo que que el doctor volviera a tener una oportunidad de caerle en gracia.

-No se moleste ingeniero- se refería a lo de ir a hablar con la mujer de Zimmermann –Hulda será mucho más accessible a Adeline. Imagino que Olsen les tendrá en alerta contra usted y sabrán de nuestra buena sintonía. La señorita Grasser cuenta con la ventaja de ser mujer y ser una recién llegada, nadie sabe de que cuerda va y muy facilmente puede jugar la carta de la pobre desvalida. Nadie dudará de ella si se muestra desconfiada con usted a causa del maltrato de Margot y… decir que le parezco un ser horrible y que huye de aquí porque esto es una casa de locos… están tan predispuestos contra mi que se tragarán el anzuelo con mosca y sedal incluídos- sonrió bajando la mirada.
-Sobre los libros… no… estaban guardados en baúles de los que solo yo tenía la llave ¿Lo recuerda?- sacó del escote la cadena de la que pendía la llave –Se la di a usted para que se la entregara y me la devolvió con el poemario- volvió a guardarla –Hoy, cuando quiso regresarme los libros, me di cuenta de que unos estaban visiblemente usados, desordenados y con papelotes entre las hojas, pero otros estaban pulcramente empaquetados y encordados… quien los ha copiado no lo ha hecho a escondidas- Hagall presionó el puente de la nariz con ambas manos y cerró los ojos, solo de pensar que sus secretos de niñez podían estar siendo descifrados por cualquiera en la colonia le causaba escalofríos.

-Nadie está seguro si han empezado a traicionarles sus supuestos aliados…no pueden confiar en nadie que no esté aquí y ahora- dijo Adeline
-Ajá- asintió Hagall con la cabeza –Así es el día a día en las altas esferas del Reich. No existen la amistad ni el honor, solo la lucha por la supervivencia. Estimulante si te gusta vivir bajo la ley de la selva pero un infierno si tienes conciencia ¿Por qué cree que soy como soy?- Sí, había sido víctima de aquel mundo despiadado pero ella tampoco se había quedado corta –la sociedad es un reflejo de lo que propugnan sus líderes y en la Alemania del partido los ciudadanos son sus propios policías, así que no es sorprendente esta cuestión de los… “espías”- pareció darle un poco de risa –Ya quisiera el gato lamer el plato… estos están muy lejos de merecer llamarse así… en fin… la señorita Grasser les dará una lección con su savoir faire, estoy segura de que vivir en la sociedad Nuaki la ha convertido en una experta, lo que nos permitirá ir siempre un paso por delante- luego miró a Damien –y usted ingeniero… usted también jugará su papel. Que haya confesado su parecer a la ayudante del doctor lejos de ser un escollo lo convertiremos en una ventaja. Estoy casi segura de que los Olsen querrán hacerse pasar por sus aliados para averiguar más sobre nosotros- sonrió malévola –lo que no se esperan es que a través de usted les daremos información falsa- le guiñó un ojo, gesto absolutamente insólito en ella –imagino que sabrá alterar los planos de cuanto diseñen para introducir fallos que pasen desapercibidos. Errores de cálculo y esa clase de cosas, pero…- le miró con cierto pesar –es algo que no debe contar a nadie que no seamos los presentes, ni al doctor… como bien ha dicho ella… no podemos fiarnos de nadie- tener la cabeza ocupada en cosas útiles le sentaba bien, la molicie del desmayo parecía haberse diluído casi por completo y ahora las tripas le rugían de hambre –¿Qué me dicen?- miró a cada uno y por último al teniente -Todos para uno... y uno para todos?- esperaba que se hubieran leído el libro*

Notas de juego

*Sabe que el teniente sí xq mientras le ha durado el "alucine floral" XD la ha llamado por un montón de nombres mitológicos y noveleros como Prudr, Ayesha, Salambó, Dejah Thoris, Pentesilea... y Milady

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23/06/2017, 09:17
Damien Krieg

Me encanta ese libro, Uno para todos y todos para uno.. - en el fondo le parecía una chiquillada, pero que demonios.

y en cuanto a los planos, ya me adelante a eso.. - le devuelve el guiño

Con mi segundo, desde me entere que a mis espaldas mandaba científicos y gente aquí, antes de montar la campana, le digo lo justo, aunque fuera porque no tenia otra, pero que me lo ocultara todo también él, me ha dejado claro la clase de persona que es.. - dice serio y con cara de enojado.

 

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24/06/2017, 22:00
Ilse Dietrich
Sólo para el director

Para Ilse, verse de nuevo en la seguridad que le ofrecía la enfermería resultó un bálsamo para todas sus preocupaciones. Muchas eran las cosas que habían pasado en muy poco tiempo, y los cambios que se habían operado durante los últimos días, aunque alguno de ellos fuera una gran mejoría para ella, alteraban por completo el orden, la estructura y el equilibrio de todos sus pensamientos y acciones.

Pero verse inmersa en la rutina de un trabajo que tanto había llegado a amar, con su mente ocupada en una tarea para la que siempre había estado convencida de que había nacido, aliviaba cualquier pensamiento, cualquier idea, cualquier duda y cualquier temor que hiciera tambalear sus principios y creencias, tan arraigados en su educación como en su vida diaria.

Se centró en lo importante, que no era otra cosa que atender las pequeñas cosas cotidianas como curar a los heridos y sanar el cuerpo de los enfermos. Eso se le daba bien, conocía su trabajo y sabía lo que tenía que hacer en cada momento. Pensar en tramas políticas, en engaños, en todas las miserias del mundo no era lo mejor para que Ilse se concentrara en su trabajo, por eso había desarrollado la capacidad de dejar el mundo exterior fuera de su propio mundo compuesto por bisturíes, tijeras, sedantes, vendajes y toda clase de material quirúrgico necesario para curar las heridas del cuerpo. Su propia alegría y un poco de dulzura serían suficientes para aliviar las heridas del alma, aunque sabía que eso no sería suficiente para sanarlas.

Cuando todas las tareas urgentes fueron terminadas, Ilse se dirigió al que sería su nuevo despacho, el mismo que había ocupado hasta ese momento el doctor Kleiber. Sentada detrás del escritorio lleno de papeles y libros que, con toda seguridad, tendría que volver a repasar a fondo, sintió una mezcla de orgullo y tristeza. Saber que había llegado tan alto en un campo exclusivamente cerrado a los hombres hacía que se sintiera más que satisfecha pero, saber a qué precio lo había conseguido la dejaba a su vez con un sentimiento de pesadumbre que tardaría en desaparecer, sobre todo si veía a menudo al doctor Kleiber. De todas formas, el sentimiento ganador era con creces el orgullo.

Se alegró de ver a Mitzi cuando, después de mandarla pasar, la vio ante ella. Asintió con una media sonrisa en sus labios, ya que tenía que disimular su satisfacción ante el resto de sus compañeros, cuando la enfermera la felicitó a la vez que le hacía un gesto para que se sentara en la silla frente a ella.

Gracias Mitzi, aunque es difícil alegrarse cuando mi ascenso ha sido por los motivos que ya conocemos. —Esperaba no haber sonado como una hipócrita ya que, en el fondo, le dolía ver al doctor en su actual estado—. Gerde sólo necesita tiempo, si no para olvidar por lo menos para mitigar el dolor, y sobre todo necesitará todo nuestro apoyo. Cuando se sienta con fuerzas volverá a trabajar, y eso será la mejor cura para ella.

¿Creía en verdad lo que estaba diciendo? Eso era lo que Ilse deseaba ya que, de otra forma, quizás no supiera cómo enfrentarse a la situación y, tal y como estaba contando Mitzi, personal sanitario era lo que no les sobraba.

Frunció el ceño al escuchar la propuesta de su compañera, no porque no entendiera que necesitaban toda la ayuda necesaria, sino el hecho de trasladar a aquellas gentes unos conocimientos que no creía que tuvieran derecho a saber. Se estremeció ligeramente sólo de pensar que las manos de un venusiano pudieran estar tocando su cuerpo mientras la operaban.

Ilse cerró los ojos unos instantes antes de respirar hondo con resignación. Pensó en las cosas que le había dado Hagall y que habían funcionado estupendamente, aunque le costara trabajo reconocerlo, y quizás lo que deberían hacer era un intercambio de conocimientos.

De golpe se acordó de lo hablado con el ingeniero, sumado a todo lo que había visto y escuchado hasta el momento, y de nuevo su mundo se tambaleó durante unos instantes como si de un terremoto de corta duración se hubiera desatado en su cabeza.

Observó a Mitzi sujetando la fotografía del anterior ocupante del despacho.

El doctor Kleiber podría ser un gran profesor. Se mantendría ocupado y, en cierta forma, no estaría separado de la medicina que tanto ama. Creo que hablaré con él y si al coronel no le importa y le parece bien, podríamos ir programando un plan de estudios.

Hablaba casi más para ella misma que para la joven que tenía enfrente, pensando en demasiadas cosas a la vez. Desde el incidente, apenas había hablado con el doctor Kleiber y, ahora que conocía ciertos detalles que le había descubierto Krieg, quizás fuera un buen momento de intentar sonsacarle algo al doctor, sobre todo teniendo la disculpa que le ofrecía la propuesta de que fuera él el encargado de impartir las clases.

Por otro lado quizás fuera prudente hablar primero con el coronel o, en su caso, cruzar unas palabras con el teniente Fegelein para que la orientara sobre cual podría ser la mejor manera de actuar. Pensar en el teniente consiguió turbarla, algo que la molestó bastante, sobre todo porque sabía, o por lo menos esa impresión era la que tenía después de haber observado ciertas reacciones en el militar, que el teniente debía sentir algo hacia Hagall, como la mayoría de los hombres que pisaban en esos momentos el planeta, fueran alemanes o venusianos.

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26/06/2017, 06:48
Adeline Grasser

El plan no le parecía para nada descabellado. Sin duda confiarian en ella y mucho más si como había dicho Hagall, protagonizaban una falsa pelea que a ojos de los demás las hiciera ver como un par de enemigas, además, no le costaría nada decirles exactamente lo que querían oír pues en eso la habían instruido mucho más que bien.

-Siendo de esta manera y estando todos de acuerdo, deberíamos ponernos con el plan ésta misma noche, debemos decidir muchas cosas, como nos comunicaremos y dónde montaremos la escena de nuestra pela.

Hizo un alto, la verdad era que en ese moemnto se daba cuenta que no habían comido nada en el tal almuerzo y que su anfitriona debía estar igual.

-Podríamos hacerlo mientras comemos. Estoy segura que Daman y Fegelein pueden apoyarnos en cuanto a la técnica y bueno, ya sabemos de sus capacidades, señor Krieg.

La rubia se encogió de hombros y sonrió de una manera mucho más amplia y sincera q otras veces.

-Y todos para uno...

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26/06/2017, 11:20
Helmut Bernstein
Sólo para el director

Las respuestas de Rommel eran las esperables. No le gustaban algunas de ellas, por supuesto que no, pero entrar en discusiones sobre vectores de dispersión de los gérmenes con un militar era como hablarle a una pared. Un desperdicio de energía.

Decidió callar. A veces la causalidad pone las cosas en su sitio. No iba a forzar los acontecimientos. Iba a jugar con ellos.

Cuando sacó el tema de los conversos asintió y frunció el ceño.

Conseguir varios miles de hombres es positivo. Necesitamos gente. Aunque poder asimilar ese contingente va a absorver todas nuestras energías. Energías que no vamos a poder dedicar a otros temas. Es una apuesta. Supongo que es la opción más lógica. Los nuaki adivinarán nuestras intenciones en cuanto detecten el flujo de inmigrantes. Quizás lo toman como una traición de sus vasallos, o un ataque a sus intereses, o una excusa para romper la tregua. O todas esas cosas a la vez. Quizás buscan una excusa para atacarnos. Si lo hacen, aún no estaremos preparados y nos barrerán. 

Pensó en las opciones. Hacer un bunker para tante gente era inviable. Debía de hacer algo con su tecnología. Sin ella nos nuakis no eran nada. Esa era la clave.

Entonces el general le cuenta algo. Algo que no había tenido en cuenta. Estaba demasiado preocupado mirando los árboles y no había visto el bosque. Todo tenía sentido. Kammler lo sabía. Sabía su secreto. Por eso estaba allí. Prescindible. Todos allí eran prescindibles. ¿Cómo le sentaría eso a la orgullosa Wirth? Krieg? O a Topf? No le gustaba todo aquel tufo nazi. Lo que le ofrecía Rommel era un sueño. Si era verdad. Aquello sonaba a golpe de estado. Esa pregunta implicaba que habría dos bandos.

¿Hay gente que no quiere ese proyecto?

Y tras ello continuó con su disertación, como si no fuera con él lo que le había acabado de preguntar. Aquello olía a pelotones de la muerte y juicios sumarios. Cosas que no le gustaban al doctor. Esperaba que si no lo quería ver no lo vería. Como ya había pasado con los campos de exterminio.

Necesitamos algo que neutralice su tecnología. Hemos de investigar la naturaleza de sus armas. Y algo que destruya sus vimanas. O que los deje inservibles. Sí, es prioritario saber más de su fuente de energía. Quizás podríamos copiar sus principios, o usar lo que ya sabemos de la Campana para generar un enorme pulso electromagnético que inutilizara sus vimanas.

Con Himmler le había funcionado hacerse el loco. Ser el científico abstraido. Aislarse del mundo de locos sanguinarios que le rodeaba.

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28/06/2017, 12:16
Damien Krieg

Comamos tranquilos entonces, mientras nos centramos en los detalles de que haremos a partir de ahora, además de preveer algunos contratiempos, ¿ no pensáis igual ? - dice Krieg a los demás.

De momento solo podemos confiar los unos  a los otros, tenemos que formar una base sólida e ir con pequeñas cosas, para no llamar la atención, para ir creando un todo de algo mas grande e importante.. - se explica Krieg, mientras ayuda con el tema de preparar la mesa.

Tal vez decida cocinar nuevamente.

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29/06/2017, 02:46
Director

El día caía sobre la colonia cuando cada uno de ellos cargaba con sus propias cadenas. Las circunstancias, los secretos, el incierto futuro o un castigo ejemplar. El futuro era una incógnita y algunas lealtades estaban todavía por definir. Se hablaba de planes, de grandes cambios y la gente cuchicheaba, inquieta.

Cuando Bernstein regresó al laboratorio, todavía pudo ver al pobre Oldenkamp con sus compañeros, dando vueltas a la colonia con el macuto cargado de piedras. Alguno de ellos no pudo más, cayendo en redondo y vomitando lo poco que ya contenían sus estómagos. Algunos de los soldados que les veían en la lejanía se reían y les señalaban. ¿Era ese el saldo de la heroicidad?

Grandes problemas, grandes ideas, grandes conflictos. Negras sombras se cernían sobre ellos, a pesar de que habían evitado una temprana destrucción.

A la mañana siguiente, les vieron. Los guardias usaron la radio con insistencia, pero solo la intervención de sus oficiales superiores acalló las suspicacias. Una larga columna de hombres, mujeres, ancianos, niños y animales de todo tipo que se definía en el horizonte. Eran nativos, y venían cantando alegres canciones. Los colonos mostraron su inquietud, a pesar de las advertencias que habían recibido. Una batalla entre su educación supremacista y xenófoba y las necesidades de aquel conflicto en ciernes, de aquella colonia amenaza en aquel planeta lleno de enemigos.

Los rostros serios de los guardias no desanimaron a la muchedumbre, que venía con carros cargados de lonas y materiales de construcción. Con admirable ánimo y espíritu de trabajo, la muchedumbre se fue instalando conforme llegaba. Finalmente, los alemanes simpatizaron en mayor o menor grado. Después de todo, aquella gente, según la señorita Wirth, eran también arios, aunque algunos tuvieran la piel algo más oscura. No eran terrícolas, ni tenían todavía grandes prejuicios contra ellos. De hecho, los que les habían precedido demostraron ser muy útiles y con muchas ganas de aprender su cultura y estilo de vida, aunque los alemanes tuvieran la taza llena y no quisieran compartir tantas cosas de la suya. Pero a la fuerza, ahorcan.

No les habían pedido ayuda, más que para ésta o aquella herramienta. Los soldados recibieron órdenes de echar una mano, y después la recibieron las mujeres, aún cuando su líder se mostraba algo reticente a los recién llegados. "Alguien tiene que organizar a toda esa gente", dijo al final. Los ánimos se fueron relajando con el trabajo duro. Quizá parecieran afganos, o medio orientales, pero se trataba de gente muy trabajadora y formal, rasgos que eran apreciados por los germánicos. Sabían estar en su lugar y eran educados. ¿Que más se podía pedir? A pesar de que algunos soldados se mostraron hoscos, otros sonreían y les enseñaban cosas, ayudando con las labores. Las máquinas se pusieron al servicio de aquella gente, y se plantaron tiendas "solo provisionalmente". Los recién llegados asintieron cuando se les dijo que debían construir casas con materiales locales, por que aquello debía ser un asentamiento permanente.

Los científicos ayudaron en lo posible. Aquella gente se pondría a trabajar en los campos, en las fábricas, extrayendo minerales, acarreando pesos, construyendo... y habría más. A pesar de las protestas, se creó una canalización de agua y residuos para acomodar a toda aquella gente. La verdad es que las quejas se acallaban pronto por que no hacía falta gastar demasiado, ni emplear demasiado material. Eran ellos mismos, los recién llegados, los que traían valiosos minerales en sus carretas (cobre, hierro y estaño), los que desarrollaban la mayor parte del trabajo duro y los que sacrificaban a los animales que traían consigo para alimentar a la creciente prole. Era como si alguien les hubiera dicho todo lo que era necesario para que aquella venida, que se estaba convirtiendo en una gigantesca e improvisada operación de alojamiento, fuera un éxito en su primera fase. Y a nadie le cupo duda alguna de que fueron las profecías de Rommel las responsables de todo aquello.

No dejaron de llegar durante una semana. Eran miles de personas, de diferentes edades. Luego, el goteo se hizo más espaciado, intermitente. Los que sabían leer y escribir hacían listas de nombres, edades, sexos y profesiones. El alto mando rechazó la posibilidad, alegremente sugerida por un teniente de las SS, de vigilarles con una valla y unas torres. "Ésta gente no es nuestra prisionera", le dijo el coronel. El primer recuento arrojó la sorprendente cifra de 5.400 personas, de las que 2.500 eran hombres en edad militar. Pero eso no suponía un problema, por que las mujeres venusianas estaban acostumbradas a desarrollar trabajos pesados en el campo. En cuanto se les explicó como operar la maquinaria en las fábricas o cual era el sistema de rotación de cultivos que se había institucionalizado, se pusieron manos a la obra.

La gigantesca ciudad crecía cada día, como un anillo alrededor de la colonia alemana, organizada de un modo muy occidental, casi con tiralíneas. Cada casa tenía un punto de agua y una canalización para los residuos, que se iban a reciclar como combustible para producir la energía con la que se dotaría de comodidades impensables a aquellas gentes: puro marketing. Cuanto mejor vivieran, más nativos tendrían a su disposición. Y la verdad es que después de las reticencias iniciales, en cuanto los campos se sembraron y la gente se puso a trabajar, industriosa hasta lo indecible, algunas muecas de asco se torcieron en sonrisas. La producción, ahora multiplicada, engrandecería la colonia de forma exponencial. Solo había que tolerar sus fiestas y jaranas de cuando en cuando, su particular religión politeista y cierta candidez en su forma de ser, exenta de muchos de los prejuicios que habían adquirido los alemanes.

El embajador de la reina Madhuvanti, que llegó en su "oficina volante" ofreció palabras de amistad y ciertas ventajas comerciales. Los regalos de los Nuaki se utilizaron para comprar materiales simples aunque necesarios. La primera caravana de comercio llegó desde el otro lado del lago, en grandes canoas y barcos hechos de junco, ofreciendo productos de primera necesidad para toda aquella creciente comunidad. Los traductores, obviamente, no daban a basto con todo aquello, aunque la población local tenía un gran interés en aprender la lengua alemana y dentro de unos meses quizá no fuera necesario tanto trabajo. Grandes clases al aire libre de gramática y vocabulario básico en la explanada del campamento, bautizado como Villa Venera, con niños que se reían y ancianos que se rascaban la cabeza, añadieron una cierta nota de humor. Comenzaron a escucharse los primeros "Ja" y "Nein" cargados de fuerte acento, y las mujeres alemanas descubrieron pronto que podían aprender cosas de sus homólogas, como el ingenioso sistema para lavar la ropa que usaba poca agua, gracias a un jabón local muy eficiente y el uso de unas pequeñas norias que filtraban el agua para su reciclaje usando como filtro vitelas de animales locales.

Los alemanes siempre estaban pensando en grandes proyectos, grandes avances y la producción a gran escala. Nunca les había molestado contar con "mano de obra nativa" para conseguirla, pero fue preciso que se mantuvieran ojo avizor para evitar maltratos. "Ésta gente no son como los eslavos", repetían una y otra vez. "Son de origen ario", decían alguno para convencerse, mientras que otros arrugaban la nariz y escupían a un lado. Estaba claro que una cosa era que toleraran su presencia, o que fueran amistosos con ellos siempre y cuando trabajaran y supieran estar en su sitio. Otra cosa era, y quizá nunca se pudiera conseguir, el mestizaje. Después de todo, su cultura germánica traducía toda aquella situación en un paralelismo colonial. ¿No habían trabajo con ellos e incluso luchado codo con codo los africanos en las posesiones coloniales del Segundo Reich durante la Gran Guerra? Entonces no se cometían limpiezas étnicas como a las que ellos se habían "acostumbrado", pero estaba claro que por muy bien que te cayera aquel askari, jamás ibas a consentir que ese negro le tocara a tu hija ni un pelo de la ropa. Inevitablemente, ciertas tensiones aparecían a ese respecto de vez en cuando.

Los grandes problemas quedaron en suspense, mientras toda aquella gigantesca obra de ingeniería humana, arquitectónica y social se iba fraguando. Todos estaban demasiado ocupados, incluso para las conspiraciones. Mientras, las primeras casas reemplazaron a las tiendas de campaña, casas en las que una simple bombilla o el agua corriente suponían una comodidad hasta hacía poco impensable para gente tan humilde. Algunos alemanes volvían a casa con una sonrisa, con la chaqueta al hombro, sucia de polvo y tierra, y la cabeza llena de buenos pensamientos. Aquella gente era educada, lo agradecía todo con una sonrisa, era hospitalaria y ofrecía regalos. A pesar de que algunos se quisieron aprovechar de aquella buena fe, la verdad era que para gente como la mayoría de los colonos, que habían escapado de las garras de la muerte y conocían el sufrimiento, la privación y el miedo, todo aquello resultaba un bálsamo para el corazón. ¿No era acaso el paraíso que se les había prometido en aquel planeta? Un paraíso hecho a su medida, construido a base de trabajo duro y sueños de futuro.

Era una lástima que todo aquello hubiera sido, simplemente, parte de las promesas vacías del general Kammler. Pero la propaganda es un arma de doble filo, y ahora sus enemigos la iban a ultilizar para crear en éste mundo el sueño de la tierra prometida.

Solo había que discutir unos cuantos detalles sobre cómo y para quién iba a ser ese sueño...

Notas de juego

Fin de la escena