Partida Rol por web

Sarah miro a Ginebra cuando escucho el sonido del arma del ranger. El señor Norris era de las personas más confiables con las que había viajado, y no dudaría en cabalgar hasta el infierno para ayudarlo. Pero se alegró al ver que no tendría que ir tan lejos a buscarlo.

—En su ausencia el pobre James ha desarrollado sus primeros cayos

—No fue una máquina. Fueron tres bestias. Mirad las marcas de las pezuñas.— dijo señalando las huellas en el suelo junto a las tumbas.

Mientras los otros observaban el rastro el sacerdote se aproximó a las tumbas y asintió a la petición de Sarah. Bajó la cabeza aguantando la biblia entre las manos.

—El Señor nos pone a prueba a diario en estas tierras. Los hombres y mujeres se labran un destino o caen en el infortunio. Pero a veces no es el Señor quien pone las pruebas. A veces el Diablo se alza en la planicie manifestándose en todo su obscena plenitud o mandando a sus hordas para que los inocentes sufran.

Su voz iba ganando fuerza. Sólo cuando rezaba era tan locuaz:

—Pero aquellos que dudan de la Fuerza de Nuestro Señor ¡Que no teman! Porque como dicen los Salmos, versículo 94: 'Jehová, Dios de las Venganzas, Dios de las Venganzas muéstrate, engrandécete oh juez de la tierra y da el pago a los soberbios, porque Jehová me ha sido por refugio, Y mi Dios por roca de mi confianza y él hará volver sobre ellos su iniquidad, y los destruirá en su propia maldad'.

Se quedó mirando fijamente a sus compañeros antes de fruncir los labios para sentenciar:

—Vamos a cazar a esos hijos de satanás.

Dicho lo cual se dirigió a su caballo.

Por la mente de Sarah pasaron varios chistes, pero en estos momentos no era conveniente enojar al Padre ni al Señor con su impertinencia. Se limitó a asentir y terminado el sermón se dirigió también a su montura.

—Padre, tome en cuenta el tiempo que... No, nada —se encaramó en la yegua de un salto.

Sarah Cooper, hija de Anna Storm la Sheriff más valiente de todo el condado de Pima, no le tenía miedo a la oscuridad ni a los demonios que rondaban en ella. Si salía alguna de esas bestias, les daría a aquellos civiles otra oportunidad de enfrentarse con ellos en el infierno. Sí. Y si no podían, que le telegrafiaran un mensaje y con gusto despacharía a esos monstruos de nuevo.

Una vez acabado el sermón, consiguiendo que las almas de aquellos pobres diablos que habían tenido la mala suerte de tropezarse con lo desconocido, poco más podía hacer la cuadrilla. Salvo perseguir a los culpables.

Espoleados por el padre Usher cabalgaron siguiendo las huellas que había encontrado. Las cuales se dirigían casi en la misma dirección en la que estaba el pueblo al que pensaban llegar para descansar. Aunque estas iban tirando más hacia la zona montañosa que había cerca.

No obstante estaba atardeciendo ya, y todos sabían que mejor no encontrarse con cosas extrañas en la oscuridad. Además las huellas eran cada vez más difíciles de seguir. Y si no habían alcanzado aquello que perseguían quería decir que eran rápidos. Fuese lo que fuese.

Ante ellos estaba la disyuntiva. Tratar de seguir las huellas o ir a descansar y recuperar fuerzas al pueblo.

—El Señor ama a los valientes pero no consuela a los idiotas.— sentenció Amon —El Infierno puede esperar un día más.

Y habiendo dado su opinión sobre el tema se encaminó hacia el pueblo. Sabía que en la oscuridad de la noche estarían en clara desventaja. Quería una venganza, no ofrecerle un nuevo sacrificio de almas despistadas a Satanás.

Norris ya estaba encaminando a su corcel por la senda a la zona montañosa cuando escuchó el aforismo del Padre Usher.

- Ejemm... mmm...

Tiró levemente de las riendas y con sutileza redirgió su camino hacia el pueblo, como si este fuese su objetivo desde el principio.

- Mmmm, sí, por supuesto. Descansemos. Mañana reanudaremos la persecución.

—Padre… ¿y qué dice el de arriba, de los jugadores? —inquirió por su parte el irlandés sin perder la sonrisa—. La verdad es que me apetece jugarme unos cuantos dólares, sobre todo si después vamos tras belcebú.

La mención a las huellas de pezuñas por parte del predicador había dejado algo inquieto a O’Callaghan. Mientras que otros no daban mucho pávulo a las palabras del diario más famoso de Tombstone, James sabía que escondían algo de verdad, especialmente desde que repentinamente el libro de los juegos de Hoyle había resultado ser algo más que trucos de cartas ideales para una timba.

Sin esperar respuesta o reprimenda del hombre santo, terminó por azuzar a su caballo hacia el pueblo adelantándose a los demás mientras pensaba en su fuero interno:

—Nunca se sabe y siempre viene bien encontrar una buena racha para mantenerla, sobre todo si vamos a apostar contra el diablo…

Sarah se quedó la última, observando como las huellas se perdían entre el polvo. No dijo nada, porque nunca era sensato estar de acuerdo con James en voz alta, pero estaba de acuerdo. Le apetecía una buena partida de cartas, y unas cervezas. También, alguno tenía que vigilar que James no se metería en problemas. La mayoría de las veces terminaban en problemas ambos. En esos casos, quitarle el sombrero a una persona con un disparo desde la cadera era suficiente para que la mayoría no quisiera "su dinero" de vuelta.

—¡Ha! —apuró el caballo tras el resto. Habían sobrevivido medio día más.

La cuadrilla ya era veterana en aquel extraño, y peligroso, Oeste Salvaje. Así que tomaron la decisión más sensata en aquel momento. Que fue dirigirse al pueblo que sabían estaba cerca a descansar, y posiblemente a más cosas, con más seguridad.

Llegaron casi cuando estaba a punto de anochecer, el cielo se teñía de rojo mientras se escondía por el horizonte cuando entraron en Bright Soul, aunque algún graciosillo había tachado Bright y añadido un Doom.