El auto los conduce a la casa. El anciano que conducía parecia bastante feliz, aunque algo nervioso porque ustedes estuvieran cómodos. La via estaba perfectamente pavimentada, fue entonces que pasaron una esquina, y vieron una casa de dos pisos que tenia una perfecta vista al mal y al alcantilado abyacente.
Y siguieron la via recto bordeando la isla.
Es extraño, en cuanto el carro da la esquina sientes que alguien os mira desde la ventana del segundo piso de aquella casa que da al acantilado, es una sensación que te llega de repente, pero al no parecer tan importante continuas disfrutando de las vistas.
Es extraño, en cuanto el carro da la esquina sientes que alguien os mira desde la ventana del segundo piso de aquella casa que da al acantilado, es una sensación que te llega de repente, pero al no parecer tan importante continuas disfrutando de las vistas.
Es extraño, en cuanto el carro da la esquina sientes que alguien os mira desde la ventana del segundo piso de aquella casa que da al acantilado, es una sensación que te llega de repente, pero al no parecer tan importante continuas disfrutando de las vistas.
Es extraño, en cuanto el carro da la esquina sientes que alguien os mira desde la ventana del segundo piso de aquella casa que da al acantilado, es una sensación que te llega de repente, pero al no parecer tan importante continuas disfrutando de las vistas.
Oh maravilloso. Sigue hablando el anciano mientras conduce dejando atrás esa casa. Estamos a punto de llegar, oh que buenos tiempos recuerdo con cada uno de ustedes, la verdad me alegra tanto que hayan venido.
La lluvia continua de manera leve.
Esa casa que ven al fondo- sonrie- esa es la mia, y si notan la carretera termina justo ahi, no han contruido más, aunque claro estan buscando gente que se una al proyecto. Oh solo espero que no sean muy molestos los trabajos de construcción, ya saben lo que digo, no estoy para escuchar todo el tiempo martillos.
Cambia de tema entonces.
Sabeis que mi amigo Victor Strauss , tambien viene, es un músico muy bueno, concertista de piano, tiene una hermana en a dos islas de aquí y quedo en pasar luego, tiene una lancha, o eso me dijo... así que en cualquier momento me llama.
Y bueno amigos. Dice mientras voltea a la izquierda. Esta es mi casa.
La casa tenía un aspecto ingles, dos plantas y parecia demasiado grande para un viejo. El jardín era enorme, y se veía que había otros lotes con letreros de A la venta cerca, pero ningún edificio aledaño, era obvio que en algún momento comenzarian los molestos ruidos de construcción, pero el hombre al parecer había sido el primero en comprar en esta área.
Comenzamos con el desafío.
Era una casa bonita y parecía confortable y de nueva construcción. Por alguna razón, Pietro estaba convencido de que al llegar al hogar de su amigo, se le iba a revelar una mansión muy antigua, de más de cien años, un tanto oscura y con un amplio jardín de árboles retorcidos, pero no... Lo que tenía enfrente era todo lo contrario.
- Bonita casa, Arthur. - Comentó el novelista. - Parece muy acogedora. - Comentó entonces. - A decir verdad, me esperaba otra cosa. Algo más antiguo, más "siniestro"...- Sonrió de oreja a oreja. - ¡Supongo que es defecto profesional!- Y soltó una poderosa carcajada.
Pietro descendió del vehículo y pasó a la parte trasera. Abrió el maletero y sacó su equipaje y el de la señorita Mariam. La maleta de ésta, pesaba horrores.
- ¿Pero que lleva aquí? - Preguntó sin dejar de sonreír. Estaba de muy buen humor por haber llegado al fin. Necesitaba cambiarse de ropa, ponerse cómodo y descansar un rato. El viaje había sido agotador.
A pesar de la lluvia y del día gris que los había recibido, Mariam tenía que reconocer que el paisaje era encantador e intentaba imaginárselo bajo un cálido sol primaveral. Desde luego era el lugar ideal para descansar, pero seguía pensando que para vivir a ella le resultaría deprimente. Pasaron al lado de una casa cuyas vistas del mar y los acantilados debían ser privilegiadas y, observando la casa, la mujer tuvo la sensación de que alguien los observaba detrás de una ventana pero, cuando se fijó mejor, no vio a nadie. De todas formas consideró que en un lugar tan solitario como aquel cualquier novedad, como la llegada de forasteros aunque sólo fuera de visita, llamaría rápidamente la atención, por ese motivo pronto dejó de pensar en ello y se dedicó a seguir mirando el paisaje.
—Desde luego que es una bonita casa... Muy inglesa —dijo con una amplia sonrisa una vez llegaron al hogar de Arthur.
Mientras esperaba a que Pietro, muy caballerosamente, bajara su equipaje, ella se dedicó a contemplar la amplia casa, demasiado grande para un hombre solitario y, sobre todo, el enorme jardín. Se giró con elegancia hacia el italiano al escuchar su comentario.
—Querido, soy una dama ¿qué esperaba? —Le contestó con una sonrisa maliciosa. Sin saber el tiempo que iba a hacer, si podría tomar un poco el sol o, por el contrario, debía abrigarse por el frío, Mariam había decidido llevar ropa variada por si acaso. Eso sin contar la ropa un poco más elegante que debería ponerse durante las cenas, como mandaba cualquier buen protocolo de conducta—. Espero que, si llegan a hacer más casas, no te molesten demasiado mi buen Arthur.
Ragelio no paraba de revolverse en su abrigo. Dentro del vehículo hacía calor pero la simple visión de la lluvia y el mar hacían que sus huesos se helaran. No me gusta el mar, es un sitio húmedo donde las huellas del pasado se desvanecen. Como profesor de historia muchas veces se había encontrado que fragmentos de historia habían sido borrados por el agua del mar.
Una casa muy acogedora, y seguro que con mucha historia. No es necesario que una casa sea antigua para tener historia, muchas veces nos olvidamos de la historia reciente. La historia no pertenece solo a los griegos y a los romanos. También pertenece a nuestros padres que lucharon en la gran guerra. Por primera vez Rogelio había dicho más de dos palabras sueltas. Aunque sus palabras formaban parte del discurso inicial de alguna de sus clases y por ello las había pronunciado del tirón, casi de forma mecánica.
Escuchó a su amigo Arthur, y le sonreía de vez en cuando apartando la vista del libro para mirarle, le alegraba sobremanera ver a su compañero tan buen de ánimos. Parecía que había elegido el sitio donde quería pasar los últimos años de su vida...
La casa que vio de dos pisos daba al mar y al acantilado, a Callum le daba susto que una casa estuviera tan cerca de un precipicio y así lo dijo: - Por Dios Arthur, ¿no será su casa la del precipicio no?, nunca me han gustado las alturas me mareo. Comentó en un deje lastimoso aunque no siguió hablando más por respeto a los otros compañeros de viaje, a los que apenas conocía excepto al señor Prieto que ya le tenía una cierta confianza.
Una vez paró el coche Callum se bajó abriendo la puerta a los demás, y haciendo un acopio de caballerosidad hacia la mujer. Después preguntó a Arthur: - Por cierto Arthur, ¿vive solo?, me ha parecido que nos estaban observando desde la segunda planta. Dicho esto intentó coger su maleta después de que los demás cogieran sus pertenencias, esta vez sí guardó su libro en una de las fundas de la chaqueta.
¿Casa siniestra Pietro?- el anciano se rió con fuerza- Estas escribiendo demasiado suspenso Joven
Hopkins solía llamarlos a todos jovenes aunque no lo fueran
Si la casa estaba construida, era la modelo, como se diga, cuando la compre no tenía pintura, ni muebles... es nueva.
Pero luego mira a la segunda planta preocupado...
¿segundo piso?- mira- si yo vivo sólo.... oh Callum eres un bromista... dejemonos de cosas y sigamos, deben estar cansados, sigan sigan.
Cuando entran al recibidor lo encuentran limpio, hay un paraguero vacio, así como tambien un perchero vacio. Un imponente espejo de cuerpo completo se ve a nivel lateral, y sobretodo las escaleras que van al segundo piso.
Las personas que entren pueden ver más fácilmente a su lado izquierdo. Una sala de estar en completo orden, amoblada comodamente, con una imponente chimenea, un librero, y unas mesas auxiliares.
A la parte derecha solo se ve un pasillo desde el ángulo donde estan.
El hombre hace señales de que dispongan de perchero para dejar sus abrigos si eso desean.
Sigan a la sala, descancen un poco - dice el hombre- pongan las maletas en el recibidorm en un momento les llevo a las habitaciones, para que descancen. Dice con una sonrisa. Hace mucho que no pensé que tendría visitas...
Dice el hombre de manera rápida
Sientense en la sala, ¿cómo les fue en el viaje?, me encantaría saber de todos, por ejemplo saber si lograste comprar la estatuilla esa de la que me hablaste, la de la embajada japonesa, saber cuando van a publicar tu libro Piertro, cómo te va en las clases Rogelio, y bueno...- dice de manera muy amable- si te has sentido mejor Callum
Pietro tomó asiento en un cómodo butacón. La verdadera es que necesitaba relajarse. El viaje había sido largo. No estaba acostumbrado al mar y se había mareado un poco, aunque la charla con el señor Jones le había distraído de sus mareos.
- Pues tengo algunos problemillas con la editorial. - Confesó entonces. - Pretenden que condense en casi la mitad de páginas la novela y desde luego que no estoy dispuesto. Estoy negociando con ellos, pero si veo que no les convenzo, igual cambio de editorial. Eso retrasaría un poco más las cosas... - Se encogió de hombros. - ¿Y usted a que dedicada su tiempo, algún proyecto?
Las clases van bien. Los estudiantes cambian, algunos para pero y otros son... Magníficos, aportan sangre nueva y nuevas ideas. Comento escuetamente. Aunque, realmente, estaba disgustado con las nuevas generaciones de estudiantes no quería que el viejo profesor se preocupara. ¿Si quiere, podría invitarle a la universidad a dar una pequeña conferencia? Así podría viajar un poco... Y ver las nuevas generaciones.
De todo lo que había visto había un cosa que le llamaba poderosamente la atención, y era las muchas veces que Arthur repetía la palabra "soledad". ¿Tendría, al menos, a una sirvienta para la colada o una cozinera? No se imaginaba al antiguo profesor haciendo dichas tareas.
Nada más entrar a la casa, y con bastante discreción, Mariam echó un rápido vistazo a lo que llegaba a ver, sorprendiéndose por lo limpio y ordenado que estaba todo, sobre todo sabiendo que se trataba de un hombre y que supuestamente vivía solo. Era encomiable sin lugar a dudas que pudiera mantener la casa tan bien.
Se quitó el abrigo algo húmedo y lo dejó en el perchero tal y como Arthur había indicado, pasando acto seguido al confortable cuarto de estar donde se acomodó, sintiendo nada más sentarse lo cansada que se encontraba. Era un cuarto agradable y ordenado como todo lo que había visto hasta el momento, el único pero que le podía poner era la clara falta de una mano femenina en la decoración, pero por lo demás resultaba un hogar muy adecuado para un viejo solterón.
—Oh sí, al final conseguí la preciada estatuilla —contestó a la pregunta que Arthur le había hecho, a la vez que movía la mano elegantemente como si estuviera apartando algún mal recuerdo—. Pero reconozco que tuve que emplear todas mis artes para lograr hacerme con ella... El vendedor no me lo puso nada fácil —sonrió al recordar cómo había tenido que pelear por conseguir la ansiada estatuilla, pero había merecido la pena—. Y tú querido ¿a qué te dedicas aparte de pasear o leer? ¿Hay algo interesante que hacer en este lugar?
Callum siguió encogiéndose de hombros y con una sonrisa tímida debido al humor de Arthur sobre su comentario. Se acercó a la casa quedando el último de la fila mientras miraba alrededor... La verdad que era un sitio muy tranquilo, y por fin Callum respiró la paz del lugar y se relajó. Estar acompañado después de haber sufrido el fallecimiento de su esposa era de agradecer, ya que sin hijos y sin ella la vida se hacía muy difícil, y aunque asistía a certámenes, entrevistas y demás sabía que la vida no era solo el estudio.
Al entrar Arthur reposa su maletín en el suelo y deja el chaquetón en el perchero con el libro metido. Se mira en el espejo viendo la sombra de lo que fue un hombre joven y vital, ahora se le veía triste y deteriorado debido a su siempre limitada salud. Tras la invitación de Arthur a dejar las cosas en el recibidor y pasar a la sala, así lo hizo. Lo primero que hizo con tranquilidad fue asomarse a la ventana sin abrirla, pareciendo estar ojeando los pisos de enfrente... mientras lo demás hablaban, también Arthur se había referido a él y entonces habló: - Estoy... bueno puedo decir que tu invitación Arthur me ha venido como anillo al dedo, ya que estaba hastiado de tanta soledad. Terminó al final sabiendo que le debía una ligera explicación al menos por caballerosidad.
Motivo: Percibir
Tirada: 1d100
Dificultad: 45-
Resultado: 35 (Exito)
Cuando te asomas a la ventana, lo que ves, si buscas otras casas o estancias, es algunos terrenos con las bases de construcción, es decir, casas que se estan contruyendo pero que posiblemente al no tener un comprador, o un aporte económico, pues solo quedan algunas bases. Posible haya obreros que vengan al lugar, pero a esa hora no se ve nadie, es más, parece existir más naturaleza que otra cosa.
La casa de donde sentiste que te observaban queda a unos 3 o cuatro kilometros de aquí, desde donde estas, y debido a los árboles pues no se alcanza a ver. Cosa que seguramente sí se haría si te asomaras un poco a la carretera que bordea la isla.
Cuando te asomas a la ventana notas que la lluvia se vuelve más fuerte.