Partida Rol por web

El hombre acerca a una de las mesas auxiliares un vino sin abrir, y cinco copas. En ese momento sienten que la lluvia se pone más fuerte.

Oh   veo- responde a cada uno cuando comentan sobre sus vidas y a cada uno le responde algo.

-Oh Callum bienvenido,  ya ves- le dice señalando la ventana que observa-  aquí hay terrenos para construcción,  podrias pensar en venir a vivir aquí y seriamos vecinos- el hombre se rie un poco nerviosamente-  Son tantas cosas las que me cuentan, sí, sí,  hay siempre problemas  y cambios - mira a Rogelio- alguna conferencia posible, no lo habia pensado, si haces las gestiones me comunicas,  es una buena idea sí, sí

Luego mira a la mujer.  Era complicado el tema de esa estatuilla,  bastante antigua, y hermosa, los japoneses son  personas bastante tradicionales, no les gusta que los extranjeros se lleven sus reliquias,  pero tampoco son bobos, si  les dan un buen precio haran negocio, sólo conozco de su cultura por los libros,  nunca viajé a Japón, y ya a esta edad creo que no lo haga.

Y luego le contestó a Pietro: -Es una pena que deseen quitarle partes a tu obra, !es una falta de respeto!, es cierto que deben existir correcciones en  forma,  pues a veces el editor busca coherencia, pero no mutilar un escrito.

Se levanta y enciende la chimenea con algo de  dificultad.

-Oh esta lluvia, esta noche hará frío. Si pueden ayudarme más adelante a poner más madera a la chimenea lo agradecería.

Y mira a todos para terminar de decir

-Realmente quisiera decir que ahora estoy haciendo algo más,  digamos el día a día, la comunidad es pequeña, y aún así creeran que no conozco a todos los vecinos,  hacen algunas reuniones comunales, y es posible que me encargue de la biblioteca, pero son por el momento especulaciones,  a veces me cuesta hablar con los vecinos,  aunque todos parecen muy amables eso sí..

Es entonces que mira el reloj y dice:

Bueno, les propongo que subamos a la segunda planta,  se pongan cómodos

Realmente  frente al comentario de llevarlos al segundo piso se levantaron de sus sillas y lo siguieron con sus respectivas maletas. Al subir las escaleras hay un pasillo que conecta las distintas habitaciones.  El profesor  subio las maletas de Mariam   de manera muy amable y las puso al frente de una puerta.

El anciano viendo la cara de algunos  dice. Oh he sido tremendamente descortes posible, ustedes deben estar muy cansados, Este es el segundo piso, pueden instalarse.  Evidentemente Mariam, esta habitación será para tí (*), espero no se molesten en compartir una habitación los caballeros, tengo tres habitaciones extras, y en las otras hay camarotes... lamento, sé que no es muy cómodo, pero  creo que  es suficiente para pasar una par de dias.

Hay dos baños que pueden compartir en esta casa,  esta este - lo señala- en el segundo piso, y el de la primera planta que esta en el pasillo que conecta al comedor.

A Pietro le sorprendió que en una casa tan grande, tan solo hubiera cuatro dormitorios. Pero al fin y al cabo, Arthur vivía solo. No necesitaba más que un dormitorio y con su edad, veía imposible que fuera a hacer planes de futuro que incluyeran a más moradores de la vivienda.

- No tengo problema en compartir habitación. - Les dijo el italiano con una amplia sonrisa. - Pero advierto que ronco como un oso cavernario.

Acto seguido de instaló en la habitación que daba a la parte frontal de la vivienda. Ya que les habían dejado escoger y nadie se había pronunciado, creyó conveniente romper el hielo en ese aspecto. Las vistas estaban bastante bien y la ventana no estaba encima de la cama, por lo que si se colaba aire o agua no le molestaría tanto como en e otro caso.

- Si nadie tiene nada en contra, me instalaré aquí. - Concluyó finalmente. - La verdad, ha sido un día agotador y me gustaría comer algo rápido y subir de nuevo a descansar. - Miró a Hopkins. - Si no le importa y no tenía nada preparado para la velada, claro...

- Oh vaya está lloviendo más fuerte, creo que hemos llegado justo a tiempo, argumentó por su curiosidad al mirar por la ventana. Después vio a Arthur que les ofrecía vino, y Callum se acercó tomando una copa: - Muchas gracias Arthur, se ve que piensas en los mínimos detalles, cuando le habló de que se podía construir una parcela para que fueran vecinos... - Amigo mío serían demasiados problemas, además allí tengo el recuerdo de mi difunta esposa, es lo único que me llena en las noches, y no quiero desprenderme de tan agradables recuerdos. No obstante, gracias por tu ofrecimiento, siempre te he tenido en buena estima Arthur, amigo mío, dijo al fin levantando la copa para hacer un brindis.

- Claro que sí Arthur, ¿tienes toda la madera en casa?, o vamos a buscarla... comentó con una sonrisa, queriendo ejercer esa parte humorística que Arthur había despertado con su comentario de los habitantes del segundo piso.

En cuanto escuchó de que quería conocer a todos sus vecinos y de que hacían de vez en cuando reuniones comunales... para después ofrecerse a llevar una biblioteca hizo que Callum sonriera: - Amigo mío creo que tenemos más cosas en común de las que imagine, sonrío otra vez a Arthur para después seguir a los demás hasta la planta de arriba, por ofrecimiento de Arthur, no sin antes tomar su maletín. 

Después de las explicaciones pertinentes de Arthur sobre los cuartos disponibles... Callum después de escuchar a Prieto se ofreció a ser su compañero de habitación. - Oh señor Prieto, si a vos no le molesta, me ofrezco a ser su compañero de piso. Sonrió otra vez recordando sus años en la universidad como estudiante, en el cual se hospedaba como casi todos, en los centros habilitados para ello que les ofrecía la universidad.

Cuando usted quiera preparo los papeles para el congreso. Dijo con tono animado, una nueva charla del profesor siempre era algo agradable y reconfortante, algo que le haría olvidarse de los problemas cotidianos.

Rogelio había ayudado a subir los equipajes, y se quedó esperando a que los otros caballeros eligieran habitación. En parte la espera fue por cortesía, y en parte, por desidia. Cuando su habitación fue designada por descarte, movió su escaso equipaje al cuarto. ¿Hay que ayudar en algo, profesor? Pregunto con el tono apagado de un becario que lleva demasiadas horas estudiando legajos y aún tiene que hacer trabajo extra ayudando al profesor al corregir los exámenes de los alumnos. El viaje le había dejado agotado y la necesidad de un trago habían minado su poca voluntad.

Aceptó la copa con una sonrisa pero apenas le dio un ligero trago, escuchando con interés las palabras de cada uno de los hombres que la acompañaban.

—Con una buena oferta sobre la mesa cualquiera es capaz de deshacerse de sus reliquias —dijo ante el comentario de Arthur—, pero les resulta mucho más difícil aceptar la propuesta si ésta viene de parte de una mujer —añadió, recordando los problemas que había tenido para hacer negocios allí. Por suerte empezaba a crearse un nombre en ese país, pero aún así a los japoneses les resultaba muy difícil hacer tratos de cualquier tipo con una mujer.

Agradeció el cálido fuego que encendió en la chimenea pues, escuchando la lluvia que había empezado a caer de manera torrencial en el exterior, la sensación de frío se había incrementado y Mariam sólo esperaba que las habitaciones fueran lo suficientemente cálidas para pasar una buena noche.

—Muchas gracias Arthur, eres muy amable —le dijo al hombre cuando éste subió su maleta dispuesto a enseñarles, por fin, sus habitaciones—. Es una habitación encantadora —fue su comentario cuando, una vez abierta la puerta, pudo ver dónde dormiría los siguientes días—. Tengo que reconocer que estoy cansada y, como bien dice el monsieur Salvatore, estaría bien poder comer algo y descansar.

De repente el teléfono suena desde el segundo piso. Arthur no les contesta nada de la conversación anterior. Camina ý contesta el teléfono.

-¿Hola?......ohhh maravilloso.... Sí sí.... no te preocupes, ya voy para allá... esperame. 

Cuelga el teléfono y luego les dice:

-Buenas noticias- añade con una sonrisa- ha llegado Victor, mi amigo músico. Iré a recogerle  y en cosa de nada  estaré aquí con él. No se preocupen,  ustedes   descancen y terminen de instalarse. No demoro,  mi casa es su casa.

Y sin dejar mucha discusión se va. Si alguno de ustedes  se asoma a la ventana, ve como él  entra en el auto, prende el vehículo y se marcha buscando la carretera.

Tras el dueño de casa irse, ustedes cuatro se quedan en la residencia, pueden  descanzar, o husmear.

Rogelio, aun con la maleta en la mano, balbucea un intento de contestación. Aquí le esperaremos… Entonces deja la maleta dentro del cuarto. En otra ocasión habría desecho la maleta inmediatamente como un buen caballero para impedir que la ropa se arrugara más, pero su ropa ya estaba más que arrugada. Había tenido que hacer la maleta a toda prisa, después le pediría al profesor la plancha para enderezar el estropicio de sus trajes. Que los trajes estuvieran arrugado era culpa de su mujer, no suya. El hilo de pensamientos de Rogelio fue cortado por el inconfundible sonido de una puerta al cerrarse.

Desinteresado volvió a salir al pasillo, y antes de bajar las escaleras para consultar la librería que creía haber visto en la sala principal, abrió la puerta del dormitorio principal y lanzo una escueta mirada.  No era un cotilla, simplemente tenia curiosidad por saber si la cama del profesor era doble o simple.

No esperaba que Hopkins les dejara solos en su casa. Era una oportunidad fabulosa para cotillear por las estancias de la mansión, sin embargo, Pietro no quería ser descortés y aunque el profesor les había dicho que se movieran por la vivienda como si estuvieran en su casa, él prefería quedarse en la sala saboreando aquel vino que les había servido. Aunque no era un experto, sabía apreciar el sabor de un buen vino.

- Por cierto... - Dijo entonces mirando a la señorita Lacroix. - ¿Dónde conoció a Arthur? ¿No lo ha dicho verdad? El resto es evidente que le conocemos de la universidad de Manchester, pero usted... - Carraspeó. - Perdone si soy un tanto curioso. - Sonrió. - Pero mientras esperamos al regreso de nuestro anfitrión, igual podríamos conocernos un poco más... - Dejó caer.

Caminas por el pasillo y abres levemente el cuarto de el anciano, hay una  cama matrimonial,  un armario con espejo y un pequeño escritorio con una pequeña silla de cuero. Tiene un pequeño librero en una esquina y eñ cuarto, supones conecta a un baño. Lo que ves es lo evidente.

El teléfono sonó fuerte y de manera persistente, era un sonido estridente, molesto. Callum se sintió inquieto hasta que Arthur lo descolgó para luego comunicarles que se ausentaba de la casa para traer a un invitado. - Vaya con cuidado, llueve fuerte. Repitió por si se le había olvidado el tiempo que hacía fuera de la casa.

Después depositó su maletín encima de la cama del cuarto compartido, en la cama que quedaba libre, la de arriba, mostrándole una sonrisa al señor Prieto para después percatarse de la salida de su cuarto del señor Rogelio. Callum lo siguió y viendo que se adentraba en el cuarto de Arthur lo acompañó. - ¿Ha encontrado algo interesante?, dijo con una sonrisa para después ver qué guardaba Arthur en su nueva casa. 

El teléfono había cortado de raíz cualquier oportunidad de seguir con la charla o incluso con la exploración de la casa, pues aquella llamada había servido para que Arthur tuviera que abandonar la casa y a sus invitados, aunque Mariam esperaba que por poco tiempo.

La mujer dedicó su tiempo a deshacer en parte su maleta, teniendo especial cuidado de sacar su ropa que colgó en el armario y sus enseres de aseo porque, después de un largo y fatigoso viaje, necesitaba asearse un poco y cambiarse de ropa. Al ver que en el aseo no se encontraba ninguno de sus compañeros aprovechó la ocasión y, después de refrescarse, se vistió con unos cómodos pantalones anchos de color negro, un suave jersey de cuello alto de color blanco y unos zapatos bajos de corte masculino, lo mejor para pasar un rato de manera confortable.

Y, una vez preparada, se dispuso a bajar a la sala principal para saborear el vino que había quedado casi intacto en la copa. Era una buena forma de tomarse un descanso, sentada en un cómodo sofá, con cualquier libro que pudiera encontrar que le resultara interesante y al lado del agradable fuego de la chimenea.

Cuando llegó a la sala se encontró que no estaba vacía como había pensado en un primer momento ya que el escritor parecía haber tenido la misma idea que ella. Saludando educadamente cogió su copa y se sentó en uno de los sillones, cambiando sus planes de leer por mantener una agradable conversación con Pietro.

—Me resultaría extraño que un escritor de su categoría no resultase curioso —le contestó antes de dar un ligero sorbo al vino que calentó su cuerpo—. Hace ya tanto tiempo que casi ni recuerdo cómo empezó todo, pero sí le puedo decir que fue a través de mi marido —por un segundo Mariam se quedó perdida en sus recuerdos—. Mi difunto esposo contactó con Arthur para consultarle algún tema que ya no recuerdo, lo invitamos a cenar y congeniamos. Como amante de las antigüedades y del arte que soy, le he pedido a Arthur opinión en diversos temas muchas veces, y tengo que decir que me ha ayudado en más de una ocasión a tomar la decisión correcta en mis transacciones.

Mariam tenía que reconocer que se estaba a gusto en aquella sala. Un cálido fuego, una copa de vino, un cómodo sillón y una agradable compañía eran de esos simples y pequeños placeres que ella tanto echaba de menos en sus viajes y que, cuando podía disfrutarlos, lo hacía al cien por cien.

—Y dígame monsieur Salvatore, ¿a qué se debe esa pasión por el terror y la fantasía? —Preguntó a su vez con la misma curiosidad que había mostrado su interlocutor.

¿Ha encontrado algo interesante?

No, es una habitación normal. Contesto con tono apagado. El profesor seguramente duerma en una cama doble para estar más cómodo, no creo que haya una señora profesora. Contesto con una ligera sonrisa.

Luego decidió bajar al salón a consultar la pequeña biblioteca que había visto. Puede que el profesor tuviera algún libro raro o interesante.

El señor Rogelio sale  y tu entras a la habitación.  Sientes de primera mano un dejo de olor desagradable, como cuando las casas no están bien airadas. Luego  miras alrededor y se te da por mirar en el armario. Te llama la atención ver que no hay casi ropa. Un abrigo viejo, y poco más. La mayoría de las perchas están vacías.  Si por casualidad se te da por revisar el abrigo,  no tiene nada en los bolsillos que sea de interés.

El baño conectado  al cuarto esta también en buen estado de aseo, demasiado, si se puede decir.

Rogelio sale del cuarto principal, justo cuando Callum entra a verlo.  Mientras Pietro y Mariam conversan, Rogelio  baja para ver la pequeña biblioteca del anciano.

Justo en ese momento se siente que la lluvia se intensifica. Un trueno retumba en toda la casa y hace que las luces parpadeen, para luego volver a la normalidad. Todos saltan por la sorpresa.  Bueno, lo que es normal cuando uno esta tranquilo y suena un ruido fuerte.

La lluvia continua constante.

En la biblioteca hay varios libros,  la biblia, las  obras completas de Edgar Alan Poe, y las obras completas de lord Dunsany, un par de libros de historia y antropología.
 

Rogelio leía desinteresadamente un libro de historia, libro que ya había leído varias veces, cuando estallo el trueno. El sobresalto le hizo dejar caer el libro. Se maldijo por lo estúpido que era mientras se agachaba a recoger el libro de nuevo y volver a leer esperando el regreso del profesor.  

- La verdad es que no es una pasión, señorita Lacroix. Es toda mi vida. - Sonrió. - Verá, ya ni abuelo era un fanático del misterio. Escribió varías novelas aunque nunca las llegó a publicar. Yo las leí de pequeño y me fascinaron. Mi padre evidentemente le siguió la estela. El no escribía, pero era un estudioso de lo paranormal. - Elevó aún más su sonrisa. - ¡Jajaja! ¡Si, lo puede creer! Realizaba sesiones de espiritismo y le gustaba visitar mansiones antiguas con mucha historia... - Suspiró. - Ya me entiende. Aunque lo cierto es que quizás por su afición, no pasaba conmigo todo el tiempo que yo hubiera querido.

Pietro dio un largo sorbo a su copa de vino mientras fijaba la mirada en el infinito. Hablar de aquello parecía que le afectaba. Lo cierto es que su pose y se rostro denotaban ahora cierta tristeza. No obstante, enseguida se repuso y alzó la cabeza volviendo a mirar a Mariam con una sonrisa un tanto forzada.

- Por cierto. ¿No está tardando demasiado el profesor? - Le preguntó. - Empiezo a preocuparme. Con este tiempo...