Escena 1. Los pj's se montan en el yate y salen de la costa tratando de rodear la isla donde se encuentran para ira una cala exclusiva donde se supone que hay una discoteca en una cueva natural. Fiesta en la cubierta etc...
Escena 2. El motor de la barca se avería. Tratan de comunicarse por radio con el puerto pero les es imposible. Para más inri, una densa niebla aparece de pronto en escena imposibilitando la visión. Algo golpea el casco y comienza a entrar agua. la corriente les ha llevado mar adentro. Por suerte logran comunciarse con los guardacostas y les dan ubicación de su última posición.
Escena 3. ante ellos se abre paso la extraña llanura de lodo. Y si salen a investigar pasaran cosas raras y finalmente se enfrentaran con los hombres pez.
Escena 4. El rescate. Finalmente llegará un grupo de rescate que los salvará, si es que siguen vivos...
LOCALIZACIÓN:
Extraño lodazal.
Una vez salieron al exterior, pudieron comprobar que era lo que había sacudido la embarcación. Ante ellos se abría paso una transformación del paisaje tan prodigiosa e inesperada, que casi creían que estaban soñando. Pudieron observar que se encontraban ante una especie de lodazal viscoso y negruzco que se extendía a su alrededor, con monótonas ondulaciones hasta donde les alcanzaba la vista. El yate se había adentrado unos metros en dicho lodazal y había quedado aparentemente embarrancado. La zona estaba corrompida de peces descompuestos y otros animales menos identificables que se veían emerger en el cieno de la interminable llanura. Nada alcanzaba a oírse; nada había a la vista, salvo una vasta extensión de légamo negruzco y una absoluta quietud y la uniformidad en el paisaje provocaría un terror nauseabundo hasta en el más valiente.
Llegarán a este punto durante la noche. Se encontrarán en los camarotes.
Si alguien trata de pisar sobre el lodazal se hundirá.
TIRADA DE AGILIDAD: CD 5 para no hundirse.
TIRADA ESPÍRITU: CD6
Ante el nauseabundo olor y la pavorosa visión de aquella extraña tierra que se abre ante ti, quedas afectado. -1 a todas las tiradas hasta que pases la prueba. Se puede tirar una vez cada 8 horas de juego.
EXPLICACIÓN DEL LODAZAL:
Posible tirada de conocimientos: CD6
Una conmoción volcánica del fondo oceánico había emergido a la superficie sacando a la luz regiones que durante millones de años habían permanecido ocultas bajo insondables profundidades de agua.
TIRADA DE NOTAR:
La extensión de esta nueva tierra es tan grande que apenas se logra percibir el más leve rumor del oleaje por mucho que trates de agudizar el oído. Tampoco se escuchan o se ven aves marinas que traten de alimentarse de todos aquellos peces muertos.
LOCALIZACIÓN:
Extraño lodazal.
Por la mañana comprobáis que el suelo estaba bastante seco para andar por él con comodidad. El hedor a pescado era insoportable; pero eso no era lo que más os preocupaba sino cosas más graves, como para que os molestase este desagradable inconveniente.
TIRADA NOTAR: CD 4
Os percatáis que no muy lejos de donde habéis embarrancado, en dirección oeste según vuestra brújula, se halla una lejana colina que descollaba por encima de las demás elevaciones del ondulado desierto. Calculáis que para llegar hasta ella, deberéis andar no menos de una jornada entera.
Si deciden acercarse a la colina:
Al atardecer lleguaís al pie de dicha elevación, que resulta ser mucho más alta de lo que os había parecido de lejos; tenía un valle delante que hacía más pronunciado el relieve respecto del resto de la superficie. Está muy oscuro, demasiado para seguir avanzando. La colina tiene una pendiente pronunciada y muchos riscos salientes y afilados con los que os podéis cortar fácilmente, además estás cansados. Quizás sea buen momento para descansar.
Al amanecer:
Al alba os despierta un sol abrasador y decidís comenzar a ascender la colina. Cuando llegáis a los alto del monte, veis que al otro lado de este, se abre ante vosotros una inmensa sima o cañón, cuya oscura concavidad no llega a iluminar la luz del sol. Os parece que os encontráis al borde del mundo, escrutando desde el mismo canto hacia un caos insondable de noche eterna.
Esta escena tendrá lugar la primera mañana después de embarrancar.
LOCALIZACIÓN:
Descenso a la sima:
Al observar con mayor detenimiento, os percatáis de que las laderas del valle no son tan completamente perpendiculares como habíais imaginado. La roca formaba cornisas y salientes que proporcionaban apoyos relativamente cómodos para el descenso; y a partir de unos centenares de pies, el declive se hacía más gradual.
Comenzáis el descenso trabajosamente por las rocas, hasta el declive más suave, sin dejar de mirar hacia las profundidades estigias donde aún no había penetrado la luz. Entonces os percatáis de algo. Un objeto singular que había en la ladera opuesta, el cual se erguía enhiesto como a un centenar de yardas. El objeto que brilló con un resplandor blanquecino al recibir de pronto los primeros rayos de del sol ya descendente. De buenas a primeras os parece una piedra gigantesca, pero a medida que os acercáis os dais cuenta de algo. Pese a su enorme magnitud, y su situación en un abismo abierto en el fondo del mar cuando el mundo era joven, os dais cuenta sin posibilidad de duda, de que el extraño objeto era un monolito perfectamente tallado, cuya imponente masa había conocido el arte y quizá el culto de criaturas vivas y pensantes.
Una vez en el fondo, observáis un ancho curso de agua que discurre por el fondo formando meandros, perdiéndose en ambas direcciones, y casi lamiéndoos los pies donde os habéis detenido. Al otro lado del abismo, las pequeñas olas bañaban la base del ciclópeo monolito, en cuya superficie podía distinguir ahora inscripciones y toscos relieves.
MONOLITO:
Al acercaros al monolito observáis con más detalle los relieves y las inscripciones. La escritura pertenecía a un sistema de jeroglíficos desconocido distinto de cuantos habíais visto en los libros, y consistente en su mayor parte en símbolos acuáticos esquematizados tales como peces, anguilas, pulpos, crustáceos, moluscos, ballenas y demás. Algunos de los caracteres representaban evidentemente seres marinos desconocidos para el mundo moderno, pero cuyos cuerpos en descomposición había visto yo en la llanura surgida del océano.
Sin embargo, lo que más os sorprende son una serie de bajorrelieves que representaban seres humanoides. Pretendían representar hombres... al menos, cierta clase de hombres; aunque aparecían retozando como peces en las aguas de alguna gruta marina, o rindiendo homenaje a algún monumento monolítico, bajo el agua también.
Seres grotescos y detestablemente humanos en general, a pesar de sus manos y pies palmeados, sus enormes ojos abultados y vidriosos, tones, que carecían aparentemente de nariz y con grandes bocas de labios espantosamente anchos y fláccidos que ocultaban unos afilados colmillos. Curiosamente, parecían cincelados sin la debida proporción con los escenarios que servían de fondo, ya que uno de los seres estaba en actitud de matar una ballena de tamaño ligeramente mayor que ellos.
ATAQUE DEL SER:
Entonces, de repente, lo vi. Tras una leve agitación que delataba su ascensión a la superficie, la entidad surgió a la vista sobre las aguas oscuras. Inmenso, repugnante, aquella especie de Polifemo saltó hacia el monolito como un monstruo formidable y pesadillesco, y lo rodeó con sus brazos enormes y escamosos, al tiempo que inclinaba la cabeza y profería ciertos gritos acompasados.
Frenética subida por la ladera y el acantilado, ni de mi delirante regreso al yate varado...
Una vez dejaron atrás aquella preciosa cueva, siguieron navegando paralelo a la costa. Cuando finalmente acabaron los acantilados, vislumbraron una playa a lo lejos. Ya estaba cayendo la noche y tan solo unos pocos vecinos o turistas se encontraban paseando por la arena. Sobre los acantilados se veían unas preciosas mansiones y aunque la zona parecía un paraíso, tampoco se veía mucho movimiento de ocio nocturno. Igual si hubieran llegado antes, podrían haberse acercado a la playa aunque en ese momento, no parecía la mejor idea.
Al amanecer reemprendéis la marcha. Por extraño que parezca y aunque estaba siendo un verano caluroso, ha amanecido algo nublado y las temperaturas han descendido bastante. Es en ese momento cuando echáis de menos haber traído algo más de ropa. Por suerte, tras consultar en vuestros teléfonos móviles, parece que aquel extraño descenso de temperatura no va a durar demasiado, pues la información meteorológica, prevé temperaturas de treinta grados para arriba toda la semana y además, no amenaza lluvia.
Oliver ha decidido hoy adentrarse un poco más en el mar. Dicen que por aquella zona en la que os encontráis, se avistan ballenas con gran facilidad. No quiere perderse aquel espectáculo, pues aunque le encanta la fiesta, en el fondo también es un aficionado de los misterios del océano y al fin y al cabo, unas cuantas millas mar adentro, pueden continuar la fiesta de todas formas.
Y en un momento dado, cuando la costa ya estaba muy lejana, fue cuando avistaron algo impresionante. Debajo de ellos y nadando alrededor del yate, pudieron ser testigos de como gran cantidad de delfines nadaban junto a ellos acomopañándoles en su travesía. Parecía que estaban contentos de estar a su lado y casi se podía decir que estuvieran saludándoles. No eran los únicos que estaban siendo testigos de aquello. Un pequeño barco de pesca con dos hombres abordo sonrieron al ver aquello y saludaron con sus manos.
Finalmente los delfines desaparecieron. Sin embargo, decidieron mantenerse un rato en la zona, pues lo cierto era que había sido una experiencia impresionante y podía ser que aquellos mamíferos marinos regresaran. Nadar con ellos sin duda era una experiencia que no podían perderse. Parecían amistosos, así que si volvían a tener la oportunidad, se lanzarían al agua sin dudarlo. Al fin y al cabo eran jóvenes y tenían que vivir la vida. Estaba allí para vivir experiencias.
Mientras esperaban a que aquellos cetáceos decidieran regresar o no, la fiesta continuó abordo. Sonaba música a todo volumen. Allí no molestaban a nadie salvo quizás a los peces. El alcohol, el tabaco, la maría y los juegos eróticos no paraban de sucederse uno detrás de otro. Estaban siendo unas vacaciones de lo más sonado. Nunca olvidarían aquello. De eso estaban todos bien seguros.
Fue en un momento dado, tras una canción de Rita Ora titulada Let You Love Me, que todos conocían a la perfección, cuando sintieron un golpe fuerte en el casco del yate. La embarcación se movió de lado a lado y cayeron varios vasos que se sostenían sobre una de las mesas de la terraza superior. Stacey, que se encontraba de pie junto a la proa, casi pierde el equilibrio y Hugo, quien estaba caminando a hurtadillas para darle un susto a Lian, acabó resbalando y él si que besó la tarima del barco.
Oliver rápidamente se acercó a la zona donde se había producido el golpe, pero no vio nada. No parecía que nada estuviera roto, aunque por el meneó que fuera lo que fuera había pegado a la embarcación, podría haber abierto una brecha en el casco. Por suerte, no parecía el caso. Y entonces de nuevo se sintió un golpe en la parte inferior de la nave. Algo serio estaba pasando, algo peligroso y lo mejor iba a ser alejarse de allí cuanto antes.
El ascenso fue duro y bastante penoso. En más de una ocasión resbalaron acabando cayendo contra el duro y cortante suelo de afilados riscos. Su ropa se enganchó continuamente en las rocas afiladas y acabó rasgándose y hecha jirones con las continuas caídas. Por suerte, salvo algunas heridas menores, no sufrieron más contratiempos serios que amenazaran su vida, aunque cierto era que el ascenso durante la noche fue realmente arriesgado.
Una vez lograron ascender a la cima, observaron frente a ellos, que del otro lado de la montaña, había una gran sima cuyo fondo era imperceptible a sus ojos. La oscuridad de la noche les impedía ver nada más que un enorme manto oscuro. Agotados, sudorosos y lacerados por aquel terreno lastimero, se detuvieron unos instantes a reflexionar ante aquella insondable inmensidad. Se encontraban ante un lugar insospechado olvidado por eones de tiempo, que había resurgido de las profundidades sólo para capturarles a ellos en un cúmulo de extrañas y desafortunadas coincidencias.
Ni rastro había allí arriba de nada que pudiera hacerles entender que era lo que había refulgido llamándoles poderosamente la atención. Lo que si hacía era frío. Un frío que llegaba con la helada brisa procedente del otro lado de la montaña que acababan de ascender. Un frío helado que cortaba como cuchillos. Quedaban todavía algunas horas para el amanecer y ya se habían arrepentido de no haber esperado a que el sol se elevara por encima del horizonte. Pero fuera como fuera ya estaban allí arriba y no iban a descender sin poder apreciar lo que había del otro lado.
Aguantaron el frío como pudieron y al alba les despertó un sol abrasador. Desde lo alto del monte, vieron que del otro lado de este, se abría ante ellos una inmensa sima o cañón, cuya oscura concavidad no llegaba a iluminar por completo la luz del sol. Les pareció encontrarse al borde del mundo conocido, escrutando desde el mismo canto hacia un caos insondable de noche eterna. Eso era lo que tenían delante, un descenso hacia lo que podía considerarse el mismísimo Gran Abismo en el que caían las almas de los difuntos para ser olvidados para siempre.
No se repitieron más destellos. Nadie respondió más a sus llamadas. La bengala se perdió en la distancia y su fulgor se apagó sin respuesta alguna. Poco podían hacer de todas formas. Viajar de noche era imposible. La luz que se reflejaba en la luna no era suficiente como para avanzar a través de aquella inmensa llanura de lodo. Lo mejor era esperar al alba y decidir una el sol les obsequiara de nuevo con su calor.
Comieron algo antes de retirarse a los camarotes. Todavía conservaban la esperanza de una respuesta, una señal indicando que todo iba bien. Una señal que no llegó de ninguna de las maneras posibles. Decidieron dormir los tres en un mismo camarote, pero a decir verdad, no conseguían conciliar el sueño. Todo era demasiado raro, demasiado misterioso. Lo que deberían haber sido una tranquilas, felices y etílicas vacaciones, se había convertido en una pesadilla de las que no desaparecen al deprenderse uno de los brazos de Morfeo.
Fue entonces cuando percibieron algo. Un sonido. ¿Eran pasos? Si, desde luego lo eran. Alguien estaba caminando en la cubierta de la embarcación. Alguien había subido al yate, estaban seguro de aquello. Podía ser que fueran sus amigos de regreso, al menos alguno de ellos, porque allí no había nadie más que ellos. Aguardaron unos instantes en los que, quienquiera que fuera que acababa de subir a la embarcación, debería haberse puesto en contacto con ellos, al menos si fuera sus colegas de regreso, pero no fue así. Si no eran sus amigos... ¿Quién era? Y si eran ellos... ¿Por qué no les llamaban, les anunciaban su regreso?
Tirar notar.
Pedir tiradas de espíritu si alguien desea subir a cubierta.
Llegó el momento de pasar la noche. Tenían un plan que podía resultar. No eran grandes estrategas ninguno de ellos, pero habían hecho lo que habían podido con los materiales que tenían a mano. Una alarma mediante una campana que situarían sobre cubierta y que estaría conectada a muchos metros de sedal que rodeaba todo el perímetro. A Lucie le había costado bastante conseguir que funcionara, pero finalmente lo había probado e iba a servir. Cristales rotos en el suelo en todos lo accesos a la embarcación, eso serviría para dos cosas, primero para hacer daño a aquellos seres que se acercaran al barco y segundo como alarma pues sin duda gritarían. La pizza intoxicada también podía ser una buena herramienta y finalmente las guardias por parejas harían que todo estuviera controlado.
Rápidamente y sin perder demasiado tiempo, todos los miembros del grupo se dirigieron a la zona de los camarotes. Escapar se había convertido en una utopía, por lo que acertadamente pensaron en que la única escapatoria que les quedaba era refugiarse en los camarotes y hacerse fuertes allí, confiando en que la luz del alba lograra alejar a aquellas bestias marinas del yate. Sólo de esa forma podrían sobrevivir, pues las intenciones de aquellos seres parecían cuanto menos proclives a despedazarlos a la más mínima oportunidad.
Fuera como fuera, recogieron todas las cosas que pudieron y uno a uno fueron adentrándose en la zona de los camarotes. Stacey fue la primera en hacerlo, seguida por Oliver, Lucie, John, Lian y por último Hugo, que se estaba entreteniendo en recoger cuantos más botellas posible, pues su intención no era otra que la de crear cócteles explosivos con los que animar a los seres marinos a marcharse por donde habían venido.
El joven Petersen fue el último en abandonar la cubierta y cargado con todo tipo de botellas y otros artilugios, fue testigo de como aquellos seres subían a la cubierta con una facilidad extrema, trepando desde todos los lados del casco del barco. Para cuando el primero puso los pies sobre la cubierta, un sinfín de seres ya se arremolinaron sobre él dispuestos a hacerle pedazos. Hugo corrió todo lo que sus piernas le permitieron y finalmente, en el último suspiro logró llegar a la puerta y cerrarla tras de sí.
Justo entonces llegó el primer empujón contra la misma. Los seres golpeaban la puerta con furia mientras emitían estridentes sonidos que se mezclaban con la música a todo trapo que habían puesto en los altavoces del barco. Oliver, Hugo y Lian se mantenían apostados contra la puerta, tratando de resistir el asedio al que estaban siendo sometidos, mientras que el resto miraba de un lado para otro sin saber muy bien que era lo que debían hacer.
El grupo se encontraba encerrado en los camarotes. Los golpes contra la puerta que les era la única defensa contra aquellos seres, no cesaban. La puerta temblaba con cada golpe y con cada empujón. La madera empezaba a quebrarse y el marco de la puerta se astillaba por momentos. Resistir iba a ser una tarea realmente complicada, al menos tras aquella puerta. Todo lo que habían colocado para hacer fuerza, empezaba a ceder y en breves instantes quedarían a merced de los monstruos oceánicos.
Llegado un momento dado, cuando todo parecía que iba a tener un desenlace irremediablemente sangriento, los golpes empezaron a aminorar y a espaciarse. No obstante, los seres permanecían allí arriba. Escuchaban sus pasos sobre la cubierta, escuchaban su retorcido idioma lleno de chillidos agudos que reverberban contra sus tímpanos de forma casi dolorosa. De tanto en cuanto, se escuchaba a alguno de los seres acercarse a la puerta y dar un nuevo golpe, pero se trataba de un hecho aislado y no solían insistir con más de tres o cuatro intentos cada vez.
El grupo, sin relajarse ni un ápice, al menos pudo respirar y detenerse a pensar. Las horas iban pasando y los monstruos parecían haber perdido el interés en ellos. No obstante, seguían en lo alto del yate. Pronto llegaría el alba y posiblemente con la llegada del sol, aquellas bestias marinas se retiraran. Aunque... eso sólo eran suposiciones suyas. Podía ser que permanecieran allí también durante el día y eso si que sería un grave contratiempo.
De pronto, todos notaron una gran sacudida. El barco se había movido. Primero fue algo leve, que aunque todos percibieron, no le dieron demasiada importancia, aunque si que se mantuvieron alerta, por lo que pudiera pasar. Pero se repitió otra vez y una tercera. A la cuarta el movimiento fue más violento y quedó claro una cosa. Los monstruos marinos se habían puesto de acuerdo para mover de lado a lado la nave, como meciéndola. ¿Con que intención? ¿Querían volcarla? No podían saberlo...
Los primeros rayos de sol se filtraron a través de las ventanas del barco. Para ese entonces, hacía un buen rato que habían dejado de escuchar los pasos de aquellos seres sobre la cubierta. Quizás, ante la amenaza del sol apareciendo por el horizonte, aquellas bestias se habían marchado a refugiarse de la luz, algo que parecía no gustarles ni un pelo. Otra posibilidad, aunque también parecía bastante remota dado el comportamiento desorganizado, primitivo y vandálico que los seres marinos habían demostrado hasta el momento, era que estuvieran esperando en silencio a que abrieran la puerta.
Fuera como fuera, finalmente se decidieron a abrir y a salir a investigar. Con el corazón en un puño, los seis amigos salieron a hurtadillas a la cubierta y allí descubrieron que estaban solos. El suelo de la cubierta estaba lleno de algas, agua y suciedad esparcida por todo. Eso era algo dentro de lo normal, después de que aquel ejercito de monstruos permaneciera en el yate durante casi toda la noche. No obstante, lo que más les sorprendió no fue eso, sino que... no había ni rastro del lodazal.
El Saint Louise estaba navegando en alta mar. En todas direcciones había agua, océano. Por mucho que miraron a un lado y a otro no había ni rastro de aquella extraña isla, como tampoco de sus beligerantes habitantes. Iban a la deriva, les quedaban pocas provisiones y el barco estaba hecho una pocilga, pero... lo más importante era que estaban a salvo, al menos aparentemente lo estaban si no había nuevos sobresaltos.
Entonces escucharon algo procedente de la cabina de mando.
- ...salvamento marítimo para embarcación Saint Louise, me reciben... - ¡Era la radio! ¡Volvía a funcionar!
Ahora si que podían decir que estaban salvados. Lo primero que hicieron algunos de ellos fue revisar sus teléfonos móviles. Estaban operativos y un sinfín de mensajes empezaron a sonar. Llamadas perdidas, mensajes de texto y notificaciones de redes sociales empezaron a entrar en sus teléfonos de forma abusiva. Y entonces Oliver Roberts se puso a los mandos el yate, agarró la llave, encendió el contacto y... ¡Los motores arrancaron!