Todo parecía ir en su contra y parecía estar cada vez más claro que no iban a salir de aquella. Lucie empezaba a perder los nervios al ver cómo su final y el de sus amigos se acercaba pues, como no ocurriera un milagro de aquella no los salvaba nadie. Pero la tensión que dominaba todo su ser se fue diluyendo poco a poco hasta transformarse en calma al escuchar la música de Stacey, sintiéndose en paz con el mundo y consigo misma.
Pero quizás sí existían los milagros y alguien desde lo alto, o pudiera ser desde el mismo infierno, velaba por ellos porque, bien por la música de Stacey, bien porque el amanecer ya había llegado, los pasos dejaron de escucharse sobre la cubierta indicando que aquellos seres venidos de las profundidades ya se habían ido. Habían logrado aguantar toda la noche y aún tenían todo un día por delante para buscar una solución a su grave problema.
Contenta por haber sobrevivido unas horas más, Lucie subió a cubierta siguiendo al resto y alucinó al ver que la maldita isla de barro había desaparecido y de nuevo se encontraban navegando en alta mar, lo que desató la euforia de todos. Si no hubiera sido por los restos de algas y el lodo que manchaba todo el barco hubiera jurado que todo se había tratado de un mal viaje por culpa del alcohol y los petas.
—Acojonante... ¿Qué ha pasado? ¿Dónde coño se ha ido todo? —No podía dejar de alucinar al ver cómo todo parecía haber vuelto a la normalidad. Pero lo mejor de todo era que todo volvía a funcionar... la radio, el motor...—. Volvemos a casa chicos.
Todo eran besos y amor entre el grupo de amigos que tan mal lo habían pasado los últimos días pero, lo que era por parte de Lucie, prefería acordarse de los primeros días donde todo era música, borracheras, juerga y amor a tope, pero aún así en su cabeza seguía instalada la idea, aunque por ese momento muy escondida en el fondo, de intentar averigüar qué había sucedido con aquella extraña isla y los seres que los habían visitado, saber si alguien había publicado algo al respecto o si se había tenido algún avistamiento o a alguien más le hubiera sucedido cosas raras como ellos. Pero por el momento volvían a casa y tenían que aprovechar a tope el final de las vacaciones.
Las manos de Oliver no paraban de temblar, pero no era esa sensación de sobre esfuerzo y fatiga muscular que tenía después de entrenar, era otra sensación mucho más fuerte. Mientras sus compañeros corrían de un lado a otro alegres y preparando cocteles, él sujeto con fuerza el interfono de la radio. Aquí Saint Louise. Le recibo fuerte y claro. Contesto con la mayor entereza posible, pero la voz salió a borbotones y temblorosa. Solicito ayuda. Continuo. Dejo de pulsar el botón del interfono y respiro profundamente. ¿Qué les podía decir para no quedar como un estúpido? ¿Quién iba a creer a un grupo de estudiantes en un barco lleno de alcohol y drogas? Tenían la misma credibilidad que un redneck de lo más profundo de Luisiana, que los gordos sebosos con la cabeza envuelta en papel de aluminio escribiendo sobre abducciones ovnis en internet. Nuestros medios de navegación están fallando. Continuo. Nadie les iba a creer, ni el mismo se lo creia del todo. Solicito escolta hasta puerto más cercano. Fin de mensaje.