Con grandes dificultades y algunos gruñidos doloridos, el líder de los hombres-oso logra ponerse de nuevo en pie y se retira de regreso a su cabaña. La más grande del poblado y, aun así, demasiado pequeña para una criatura de sus dimensiones.
El alabardero ursoi que os trajo hasta aquí os conduce entonces hacia una segunda cabaña de planta cuadrada separada de la del líder unos veinte metros. Os hace indicaciones inequívocas de que esperéis en la puerta, pues el lugar es demasiado reducido como para que entréis todos, y entra él solo cuando un gruñido responde a su llamada desde el interior.
Unos cuantos gruñidos más tarde, sale de nuevo acompañado de una hembra unos treinta centímetros más baja que él pero igualmente robusta y con el cuerpo decorado con una pintura de guerra de un azul tan antinatural y brillante como el que emiten sus ojos.
—Os esperaba, forasteros. Sed bienvenidos a mi morada. El Hielo me anunció vuestra venida, pues permite atisbar fragmentos fugaces en el Río del Tiempo a quienes sabemos interpretarlos. Instantes de aquello que ha sido, de aquello que es y de aquello que podría ser.
»Yo soy Bearnice, la norna invernal del clan. Hallbeard me ha dicho que os atacó un espectro helado y os robó una parte de vuestros recuerdos. Me temo que yo no puedo devolvéroslos, pero he visto en el Hielo que el remedio contra el Olvido ya obra en vuestro poder, guardado en una torre entre montañas en el lejano norte, custodiado por un dragón que vela a la Estrella Durmiente.
- Que amables... - Dijo con extrema sinceridad la Goblin.
Si no fuera porque aquel lugar no esa apto para criaturas con un porcentaje corporal de grasa no inferior al setenta por ciento, se plantearía quedarse a vivir entre aquellos valientes y hospitalarios osos. Quizás con el tiempo, hasta podría acabar por entender sus gruñidos.
- ¿Quién sabe? Si encuentro una ropa que me proteja bien del frío y consigo acabar con todos los estúpidos miembros de mi lista... - Empezó a divagar.
Fue entonces cuando apareció aquella en apariencia mujer-osa, anque tampoco tenía muy claro si era hemrba o varón. ¿Sería ella la chamán de la tribu? Sus pinturas de guerra podían indicar que si. Por lo que fuera, Kyliana saludó con una leve reverencia.
- Saludos. - Saludó sin darle demaisadas vueltas. - Mi nombre es Kyliana de Mem. Nunca podré agradecer como es devido el trato que nos ha proporcionado su pueblo. - Le dijo de forma sincera.
Freya observaba con cierta sorpresa la diligencia con que sus compañeros de viaje se ofrecían a inmiscuirse en los asuntos de aquella región, los cuales, sin lugar a dudas, quedaban bastante fuera de su alcance, salvo que la lanza milagrosa de Huma pudiese dar muerte a la dragona blanca. La qualinesti abrió y cerró el puño instintivamente, recordando con frustración cómo el maldito dragón marino Tempestad se les había escapado malherido, impidiendo completar con éxito el mandato de su señor.
No... no pudimos con el dragón marino, y menos aún podremos con esta bestia helada. Si apenas logramos mantenernos con vida ante las inclemencias del tiempo de la región...
Suspiró. Todo aquel asunto les quedaba grande, y ya se sentía bastante fuera de lugar por el mero hecho de estar allí. Recordaba con tristeza a Tsilme, que había muerto inútilmente, congelada en aquellas tierras baldías. Quería convencerse de que aquello había sido por algún buen motivo, y el descenso al abismo, si es que era posible, era el único que se le ocurría. Podía agradecer la hospitalidad de aquellos hombres oso regalándoles algún juguete brillante, o algo así, pero no se inmiscuiría en sus guerras. No obstante, no dijo nada. Ya tendrían tiempo de pagar el precio de la ligereza de sus palabras.
Cuando apareció la norna invernal, Freya se mantuvo en silencio. Dudaba de que la pudiesen entender, y tampoco sabía bien qué decir ante una criatura como aquella. Parecía un ser acostumbrado a ser reverenciado, y todas las palabras resultarían torpes e inadecuadas.
Aquellas criaturas no dejaban de sorprenderle. Bearnice resultaba impresionante, aún sin llevar ropas, simplemente con aquellas pinturas azules. ¿De dónde debían sacar la sustancia necesaria? Tal vez de aquellas minas.
Pero si su aspecto resultaba ya impresionante, ni qué decir había de sus palabras. Era una mística y tenía que sonar sabia y misteriosa, pero de ahí a que hubiera podido adivinar detalles como aquellos... había un buen trecho. No eran trucos, aquello era verdadera magia de adivinación. Tenía que serlo.
─"Una torre entre montañas en el lejano norte", esa es nuestra torre, donde hemos vivido estos últimos meses... Y el dragón que vela a la Estrella Durmiente tiene que ser el cachorro de dragón que custodia a aquella mujer, ummmm, ¡Lluvia Estelar! ¡Eso es! ¿La que-shu tenía entre sus posesiones algo contra la pérdida de los recuerdos? Bueno, tiene cierto retorcido sentido. Cosas más raras habré visto... ─reflexionó Wylas en voz alta.
La sola idea de que Bearnice hubiera acertado tales cosas le resultaba sorprendente y estimulante a partes iguales.
»Merece la pena intentarlo. La torre está en un valle, en la región montañosa situada a unas quince millas al oeste de Palanthas, en un pequeño cerro situado en las inmediaciones del angosto y escabroso paso que conecta la capital imperial con la pequeña ciudad portuaria de Daron, a unas veinte millas al noroeste. Allí, en una torre nueva, descansa el cadáver de una de las heroínas que lograron recuperar la Dragonlance. Por lo visto se sacrificó para conseguirla y llevaba consigo una cría de dragón que al caer la que-shu se aferró a ella y no quiso abandonarla. Así que se quedó con el cuerpo, conservado en una especie de ámbar amarillo, y ahora que éste ha sido trasladado a la torre, el dragón se ha trasladado con él. Los compañeros creo que respetaron todo su equipo, así que es posible que entre sus pertenencias haya algo que te pueda ayudar. Tendría cierto rebuscado sentido. Desde luego ella no puede haberse inventado algo así, ha tenido que tener... ayuda.
Magia, magia divina, era de imaginar. O la ursa era una hechicera con poderes muy específicos, cosa tampoco descartable. Fuera como fuera, esa predición o adivinación no era sencilla, hacían falta grandes poderes. Algo meritorio.
»Podría acompañarte a la torre, para abrirte las puertas y guiarte hasta Lluvia Estelar. Imagino que una vez allí podrías encontrar lo que necesitas con facilidad. Lo único es que si nos vamos, podríamos estar condenando a los demás a morir de frío, sin refugio...
El vaticinio de la guía espiritual de los ursoi carece de sentido para mí, pero aparentemente no para Wylas, quien se apresura a ofrecer una interpretación de la predicción que acabamos de escuchar.
Lo cierto es que no sé qué es un "que-shu", ni llego a entender con exactitud todo lo que dice mi compañero humano. Sin embargo, parece apuntar a que la cura para mi amnesia existe y se encuentra a más de mil kilómetros al norte de aquí. Si dijera que se encuentra sumergida en lo más profundo del Mar Sangriento, no resultaría más inaccesible.
Me sentiría profundamente desesperanzado, si no fuera por el asombro que me han causado Bearnice y sus augurios. Desde la Segunda Guerra de los Dragones, hace más de tres mil años, la luna plateada ha favorecido a los profetas. Pero es la primera vez que escucho que el hielo atesora los secretos del pasado, del presente e incluso del porvenir.
—Decidle a vuestra sabia norna invernal que yo también soy un poderoso augur —le indico a nuestro intimidante guía e intérprete ursoi—. Desearía no solo compartir con ella mis vastos conocimientos en esta materia, sino también aprender lo que vuestra generosa cultura esté dispuesta a enseñarme.
Enrielle asistía a aquellos encuentros en segundo plano, pero levantó la mirada al escuchar que hablaban de Lluvia Estelar.
—¿Está hablando de Lluvia Estelar? ¿Cómo sabe quién es?—preguntó asombrada —Sí, las cosas de Lluvia Estelar las está guardando Jilhazí, pero no permite que se acerque nadie. Tal vez si hablásemos Kyliana o yo con él lo podamos convencer.
»¿Pero cuál se supone que es el plan? ¿Llevárnosla a Palanthas? — ladeó la cabeza. —¿Cómo? Y en ese caso... ¿no podría ayudar a Lluvia Estelar de algún modo?
Resulta evidente que vuestro intérprete tiene serios problemas para traducirle a su compañera el monólogo de Wylas, no solo porque no da abasto, sino porque tampoco comprende gran parte de lo que el humano dice más para sí mismo que para otros. Hasta el punto de que el alabardero termina dándose por vencido.
A quien sí logra traducir es al elfo primero y a Enrielle después, provocando que la norna invernal replique con un gruñido a la batidora de la Legón de Acero antes de acercarse al silvanesti para examinarle con mayor atención mientras lo olfatea con curiosidad.
—Mi lugar está con mi clan —sentencia, ante la sugerencia de Enrielle de que os la llevéis con vosotros a Palanthas.
Por la ferocidad y rotundidad con que lo afirma, tenéis la impresión de que no resultará fácil convencerla de lo contrario.
—Hace ya un siglo que el Hielo amó por última vez a un Heredero de Silvanos, un Renegado de la Alta Hechicería —añade, tras olfatear un rato al mago elfo—. Pero también estaría dispuesto a amar a un Devoto de las Tres Órdenes que se hiciera merecedor de este amor. Alguien con talento natural para ver el porvenir y con la humildad intelectual para dejarse enseñar en las tradiciones y los rituales de los Nornir Invernales. Cuando estés preparado, ven a mí y te guiaré en el Amor del Hielo.
─Vaaaale, esto sí que no me lo esperaba. Un silvanesti aprendiz de una norna invernal de los ursoi. Eso sí que es nuevo. Hace unos pocos días ni siquiera sabía de su existencia... ─musitó para sí Wylas, olvidándose nuevamente de que los demás no podían entender lo que la norna había dicho.
De todas las cosas raras que había visto a lo largo de su vida, esta era de las más inesperadas. Es decir, vale, un poderoso mago elfo, eso es algo que aparece en cualquier historia. Pero un silvanesti capaz de dejar a un lado su arrogancia y ponerse al nivel de una especie que ni siquiera es capaz de hablar en común... eso estaba a otro nivel. No dejaría huella en las historias, pero era como para hacerlo. Aunque nadie se lo creería.
─Hallbeard, ¿sería posible ver el túnel de la colina antes de que se ponga el sol? No quiero abusar, pero me gustaría hacerme una idea de dónde nos vamos a meter antes de hacerlo... Un poco de previsión nunca está de más ─dijo con una medio-sonrisa el pícaro al alabardero.
La escueta respuesta de Bearnice tiene algo de ofensiva. Le estoy ofreciendo la generosa posibilidad de aprender de mí para beneficio de su pueblo y ella ni siquiera da muestras de sentir el menor interés por lo que yo pueda enseñarle. Bien al contrario, parece sugerir que yo ni siquiera cumplo los requisitos mínimos para ser instruido por ella.
Sin embargo, da la sensación no solo de que está dispuesta a aleccionarme, sino que no es la primera vez que un silvanesti aprende los secretos de su magia ancestral.
No tengo del todo claro de qué clase de magia es esta, si una forma primitiva de magia salvaje e indómita, o una forma poco convencional de acrecentar aun más mis ya extensos conocimientos en el arte de la adivinación.
En cualquier caso, mi curiosidad y mi avidez por aprender son genuinas, así que le ofrezco mi sincera gratitud por su buena disposición. Tal vez en un futuro no muy lejano pueda plantearme aceptar su generoso ofrecimiento, pero este no es el momento propicio para hacerlo. Máxime cuando ni siquiera domino su curioso idioma gutural para formularle mis dudas sin ayuda de un intérprete.
Por mi parte, estoy listo para acampar en el poblado ursoi, aunque no convocaré el refugio hasta haber descansado previamente una horita (lo justo para dejar de estar exhausto). Si mientras tanto mis compañeros quieren dedicarse a explorar la cueva, me parece bien, pero no será conmigo.
- Muy ineresante... - Dijo una esperanzada Kyliana.
Aquella expedición había empezado a cobrar interés para la goblin en el momento en que contactaron a aquellas civlizadas bestias del hielo, pero conocer a la norna invernal había sido un paso más allá. Escuchó atentamente las palabras de la úrsida, traducidas por el alabardero y éstas hablaban de su hogar, del ya no tan pequeño dragón latonado y de Lluvia Estelar. Fue en ese momento cuando decidió que era necesario entender de primera mano lo que aquella vidente tenía que decir.
- ¡Oh Chemosh, permíteme comprender a la ursoi! - Imploró en un murmullo.
Kyliana se puso en pie y se dirigió al alaberdero que habalaba común.
- Por favor, ¿puede traducirme? - Le preguntó, pero no esperó respuesta. - Dile que durante muchos meses he tratado de descubrir que clase de dolencia mantiene a Lluvia Estelar en un estado suspendido de no vida o no muerte. Dile que no he alcanzado respuestas en mi fe, ni en los libros de remedios. Pregúntale si sabe de que adolece la mujer encerrada en el féretro de ámbar y encerrada en la torre, custodiada por el dragrón. - Miró al alabardero emocionada y muy nerviosa. - Por favor...
—La Estrella Durmiente que vive, morirá como es el destino de todos los mortales. Y la Estrella Durmiente que ha muerto, vivirá como es el destino de todos los inmortales —pronuncia su críptica respuesta la hembra ursoi al escuchar de labios del alabardero la traducción a las palabras de Kyliana—. Eso es cuanto sé y ni aun eso puedo asegurarlo, pues el Río del Tiempo discurre por muchos cauces.
El sol todavía luce en lo alto cuando Hallbeard, vuestro guía y traductor ursoi, os acompaña hasta el extremo septentrional del poblado.
Allí el hielo es tan denso, que resulta muy difícil saber si la colina está hecha por debajo de tierra y roca o es un conglomerado de capaz superpuestas de nieve apelmazada y helada.
La entrada de la cueva es ancha e irregular, ensanchada de forma artificial por un puñado de hombres-oso armados con grandes picos. Cuando los grandes trozos de hielo desprendidos a golpes se empiezan a amontonar, los excavadores ursoi los sacan al exterior en carretillas de madera.
Ninguno de los trabajadores os molesta cuando Hallbeard les informa de que vuestra presencia aquí ha sido autorizada por el líder del clan.
Sorprendentemente, la temperatura aquí no resulta tan gélida como podría parecer, puesto que la cueva os protege de los vientos helados. Y tampoco es un lugar tan oscuro como otras cuevas que hayáis visitado con anterioridad pues la luz proveniente de cualquier fuente se refleja y magnifica en su interior como si sus paredes fueran de espejo.
Sin embargo, a medida que os internáis en ella para explorarla superficialmente, no tardáis en daros cuenta de que los túneles se ramifican rápidamente dando lugar a un auténtico laberinto subterráneo. Uno del que, no tardáis en constatar, los ursoi carecen de mapa alguno. Ellos no los excavaron, no saben quiénes lo hicieron, ni a dónde conducen.
Por el momento, los hombres-oso se limitan a ensanchar la entrada lo suficiente como para dar cabida a un pequeño contingente de ellos en caso de que su clan se vea obligado a refugiarse en su interior frente a un ataque exterior o un fenómeno climatológico adverso.
NOTA: En cualquier momento del día o de la noche, moverse por los túneles helados requiere un TS de Fortaleza contra el daño no letal por frío similar a los que debéis hacer al moveros por el exterior durante las horas más cálidas.
NOTA 2: Podéis internaros en los túneles, o acampar en el exterior y explorarlos la próxima jornada habiendo preparado los conjuros que estiméis oportuno para ello.
Ailas → 42/42 [soportar los elementos1, armadura de mago2, exhausto3, resistir energía4, comprensión idiomática7; -8 CAR]
Enrielle → 65/68 [soportar los elementos1]
Freya → 57/57 [soportar los elementos, hipotermia6; 2 puntos de daño no letal por frío]
Kyliana → 74/74 [soportar los elementos1, comprensión idiomática7]
Wylas → 46/46 [soportar los elementos1]
1: Soportar los elementos [permanece confortable entre -10ºC y 60ºC; durante algo menos de 20 horas]
2: Armadura de mago (NL 10) [+4 de armadura a la CA, durante algo menos de 6 horas]
3: Fatigado [no puede correr, ni cargar, -2 FUE y -2 DES; hasta que descanse 8 horas]
4: Resistir energía (NL 10) [RE 20 (frío), durante algo menos de 20 min]
5: Ojos fisgones (NL 10) [13 orbes situados a 500' de Ailas regresarán a él si ven acercarse algún enemigo, durante algo menos de 7 horas]
6: Hipotermia [no puede correr, ni cargar, -2 FUE y -2 DES; hasta que se caliente de nuevo]
7: Comprensión idiomática (NL 11) [permite comprender cualquier idioma, durante algo menos de 50 min]
Aquella era la siguiente etapa de su epopeya: recorrer unos gélidos túneles laberínticos de los que tres magos de la torre de Wayreth no habían logrado regresar. Y, claro, el grupo de héroes era más ingenioso que los... vale, tal vez no. Era difícil ser más inteligente que un trío de magos de cierto nivel. Pero, claro, ellos carecían de una humana arquera, una clériga del dios de los muertos y un... ¿cómo podía definirse a sí mismo? Ummm, ¿un tipo con recursos? Bueno, aunque sus capacidades mágicas fueran menores que las del trío (cosa cuestionable, con el túnica blanca que llevaban consigo), ellos podían enfrentarse a una variedad mayor de adversidades con posibilidades de supervivencia. Y no eran de los de derrumbarse derrotados a la primera de cambio. Más bien todo lo contrario.
─Tenemos que idear una manera de no perdernos. Podríamos dejar una señal en el túnel que tomemos... que no se vería porque todo es blanco. Valeeee. ¿Una moneda? ¡Una moneda! Ummmm, tengo 9 monedas de cobre ─dijo tras extraer su bolsa de monedas de su morral y rebuscar en ella─ No sé cuántas bifurcaciones pueda haber, pero 9 ya son unas cuantas. Y también tengo abrojos, que también pueden servir. Voy a hacer la prueba de dejar una moneda de cobre y un abrojo clavados en la pared, a ver si aguantan, desaparecen o qué pasa con ellos. Idealmente serán fáciles de ver. Si a alguien se le ocurre una idea mejor, soy todo oídos.
Wylas procedió a clavar una moneda en la pared de hielo ayudándose de un pequeño martillo que portaba también dentro de su morral, procediendo a continuación a clavar un abrojo igualmente en la pared, no muy lejos de la entrada, dando con ello zanjado el asunto de identificar por dónde iban, al menos de momento.
─Podría colarme hacia el interior, pero preferiría que fuéramos todos juntos, la verdad. Si el suelo cede o sale un depredador o un espectro de hielo de esos... En fin, que no me gustaría ir solo. Además, por aquí hay que avanzar con luz y eso es imposible de ocultar, así que...
Imagino que lo ideal sería retirarse a descansar y ya meterse en los túneles al día siguiente. Tengo una antorcha siempreardiente, por si hace falta. Y supongo que abrojos habrá unas cuantas decenas de ellos en 2 libras, sino cientos...
Enrielle se asomó al agujero.
—Deberíamos pedir prestados un par de picos por si acaso hay que abrirse paso. —comentó, husmeando el corredor gélido ante ella — Podríamos hacer marcas en las paredes con los picos, a ver si los abrojos se cayesen o las monedas se las lleve alguien... aunque no sé quién lo haría, pero he visto cosas más extrañas en mis viajes. Como un enano estúpido atrapado en un disco flotante gigantesco en mitad de ninguna parte. —añadió recordando aquel extraño episodio.
Cuando se dio por satisfecha se apartó.
—Yo estoy preparada. Entraremos cuando vosotros digáis. Y buscaremos a esos tres. A propósito Wylas, ¿qué me respondió la osa? No parecía muy contenta de lo que comenté, pero con esos gruñidos es difícil no parecerlo.
─¿Cuál del millón de cosas que planteaste? Si te refieres a la sugerencia de llevárnosla a Palanthas con nosotros, dijo algo así como "Mi lugar está con mi clan" con tono místico y decidido, todo a una. Supongo que si no hubiera entendido su lenguaje a mi también me hubiera sonado a gruñido ininteligible.
Hacer de traductor era un trabajo difícil, ahora que lo había experimentado. No sabía cómo Hallbeard se mantenía tan calmado, con el trabajazo que le habían dado los del grupo. Tal vez no lo encajaba tan bien como aparentaba, pero claro, era difícil interpretar la gestualidad de los ursoi.
─¿Nuestro mago no tiene que descansar, preparar sus hechizos y tal? No estaría mal que descansáramos todos y comiéramos algo, la verdad...
No tengo más interés en instalarme en el campamento de los ursoi que en investigar la laberíntica caverna helada. De hecho, sigo pensando que yo no debería estar aquí y menos ahora que he ayudado a llegar a esta gente hasta el poblado de los hombres-oso donde, al menos en apariencia, ya no deberían precisar de mi ayuda para mantenerse a salvo del frío y de otras amenazas del Límite del Glaciar.
Pero Wylas parece decidido a disfrutar de la hospitalidad de mi refugio un día más bajo el pretexto de que soy yo quien lo necesito. Cuando lo único que realmente necesito yo es un remedio para mi amnesia que tampoco se encuentra en este lugar.
Como ya les dije, yo no sé nada de ningún mago desaparecido ni de ese Portal que andan buscando, pero estoy dispuesto a concederles a mis "compañeros" un último día de mi magnánima ayuda. Principalmente, porque yo también siento curiosidad por descubrir si el viaje hasta aquí ha servido para algo o ha sido una completa pérdida de tiempo.
Me siento realmente violento como huésped de los ursoi viendo que no hay entre quienes me acompañan el menor interés en corresponder con hechos a la amigable bienvenida recibida. Y eso que, hasta el momento, lo único que nos han proporcionado los lugareños es un pedazo de tierra al otro lado de sus murallas en el que levantar mi refugio y la libertad para ir y venir a nuestro antojo por su poblado.
Motivo: Maldición de los magos por "cobijo seguro"
Tirada: 1d20
Dificultad: 14+
Resultado: 20(+4)=24 (Exito) [20]
Motivo: Maldición de los magos por "cofre secreto"
Tirada: 1d20
Dificultad: 15+
Resultado: 4(+4)=8 (Fracaso) [4]
Por mi parte, si no hay sobresaltos durante la noche, prepararé la misma batería de conjuros que para esta jornada. No tengo ahora más idea de lo que nos espera dentro que la que tenía de lo que nos esperaba fuera.
Como siempre, renovaré "armadura de mago (prolongada)" y "soportar los elementos" en cuanto se acaben. Y, como de costumbre también, lanzaré "cofre secreto" y "resistir energía" en cuanto nos movamos hacia la cueva.