Partida Rol por web

— ESPERA QUE ME QUEDA POCO, ESPERADME Y SUBO EN UN MOMENTO — gritó Jeremy mientras terminaba de abrir la puerta.

— ID A POR COMIDA MIENTRAS YO COJO LAS PIEZAS — y de una patada abrió la puerta, apuntando con el arma por si había alguna sorpresa.

Entro en aquella planta del sótano y buscó el interruptor para abrir la luz, necesitaba luz para trabajar y la linternita esa no servía de mucho. Primero de todo trató de localizar algún coche versión mas antigua de los de arriba para intentar recuperar las piezas necesarias para la bomba de agua.

Tampoco había tenido tiempo de traer las herramientas así que buscó en el lugar si había algún pequeño taller o compartimento donde pudieran guardar algunas herramientas básicas, total para desmantelar tampoco necesitaba gran cosa.

Jeremy, hay todas las herramientas que necesites y que puedas imaginar. Si tuvieras tiempo las cosas que podrías construir aprovechando los recursos de este lugar cortarían la respiración a cualquiera y probablemente más cosas. Pasas la mano acariciando las herramientas que vas viendo desperdigadas por aquí y por allá; todo esto bastante mango por hombro, quizás porque se abandonó el lugar así, quizás porque alguien más halla estado rebuscando por aquí.

Tras unos pocos minutos estás seguro de tener todas las herramientas que necesitas, has visto un par de coches en la zona de trabajo que te dan buena espina, son clásicos, antiguos. No tendrán todas las piezas que necesitas, pero es un buen lugar por el que empezar.

La única nota que empaña tus buenos descubrimientos es cuando has pasado cerca de un interruptor que ibas a encender por costumbre (no hacía falta porque prácticamente todas las luces del edificio están encendidas). Al tocarlo has tenido una mala sensación que eres incapaz de precisar. Algo te dice que tomártelo con calma podría ser una muy mala idea.

Shatura, te acomodas en los escalones del último sótano donde estabas hablando con Jeremy. Cuando echaste un vistazo rápido dentro de la planta, después de que Jeremy abriera la puerta, te confirmó que aquello no era un lugar que contase con comodidades. Aquel era un lugar para trabajar, para estar de pie, aprovechar los espacios de las paredes y despejar el espacio entre ellas para poder poner los coches y la maquinaria pesada necesaria para montar en ellos las piezas pesadas como los motores, elevarlos y poder trabajar debajo de ellos. Las escaleras era lo más cómodo. Te habías abierto a la vorágine psíquica en peores sitios.

Regresaste justo a donde lo dejaste. Volvías a ser una fruta madura, de piel tersa e interior podrido relleno de hongos y gusanos. La lluvia caía de nuevo sobre ti. Podías sentirte conectada a cada gota que tocaba tu piel y a las gotas que tocaban la piel de tus hermanos. Más allá podías sentir como las gotas caían sobre otras frutas, como alimentaban los hongos de descomposición que crecían en ellas hasta devorarlas por completo o restaurarlas.

Pero no eras una fruta, no. Habías probado a conectar con la vorágine puesta hasta arriba de mierdas alucinógenas de Jeremy para experimentar cosas nuevas, como la noche antes de la operación del pequeño Timmy. Aquella vez fue una mala idea, pero te sirvió para dejarte llevar mejor con la ola de la vorágine en vez de luchar contra ella.

Eres una persona. Tienes manos de persona aunque acaben en uñas afiladas como garras, ¿o tal vez es la última falange distal de tus huesos asomando por la carne putrefacta de tus dedos?

Allá ves los restos de las motos que sufrieron la explosión. De pie junto a ellas ves a tus dos hermanos que se llevaron la peor parte. Están parcialmente chamuscados, pero son capaces de mantenerse en pie aunque no sean capaces de mantener los hombros rectos alineados y cojeen al andar. Parecen estar dónde tumbos sin rumbo. Deben tener hambre como tú. Lo único en lo que eres capaz de pensar es en el hambre. El hambre es todo tu mundo. Tú eres el hambre.

Te giras. Ves la entrada del edificio. Por la esquina está girando tu cuarto hermano. Va a la parte de atrás a buscar comida, como tú. Él anda bien como tú. Te acercas con pasos rápidos hasta la puerta de entrada que está medio suelta. La agarras con una mano a la altura de tu cara y con la otra todo lo que la puedes estirar. Tiras de ella. Resiste. Vuelves a tirar de ella. Resiste. Sueltas un grito furioso cargado con tu frustración. Vuelves a tirar con toda tu rabia. No resiste.

No empujas la puerta de cristal, la atraviesas. Estás dentro de una gran habitación iluminada. No puedes ver bien, pero si hay luz hay comida. Seguro. Tú la vas a encontrar.

El repiqueteo de la lluvia sigue siendo tu única compañía. ¿Dónde maldita sea se han metido esos cabrones? No se pueden haber ido, los vehículos están fuera. ¿A dónde se han ido abandonándote como a un puto perro?

Te giras de golpe levantando el fusil inútil y encasquillado al oír el primer tirón brusco de la persiana metálica de la puerta de entrada. No hay nadie.

Un nuevo tirón como si alguien estuviera intentando desencajarla como si fuera una bestia.

Retrocedes varios pasos despacio por lo que pudiera ser, sin apartar la mirada.

Un tercer tirón. La bestia ahora está realmente furiosa. La persiana ha caído. Algo ha atravesado los cristales que han saltado hechos añicos en todas direcciones.

Sigues sin ver a nadie. Sigues estando tu solo.

Notas como si algo te atravesara. Los sentimientos te inundan. Son sentimientos sencillos, primitivos. Furia, ira y, sobre todo, hambre. Un hambre voraz e insaciable. El hambre ocupa todos tus pensamientos por un momento, no hay nada más salvo la furia, la ira y la frustración que surgen de ese hambre y de no poderla saciar.

Pasa.

Todo queda de nuevo en silencio. Salvo por la lluvia que repiquetea fuera. Ahora puedes oírla mejor a través del agujero que antes era la puerta de cristal.

—Vienen

Shatura abrió mucho los ojos, al ver a aquellos moteros ponerse en pie a pesar de que prácticamente habían reventado. Y no parecían temer a la tormenta, ni por supuesto a ellos. La médico bajó los escalones que quedaban hasta llegar a Jeremy para avisar de lo que había visto. 

—Hay tres por la parte de atrás— en aquel momento sintió alivio por haber retirado la escalera, de forma que no les siguiesen con facilidad— Y uno ha entrado por la cristalera. Dos de ellos están más o menos bien y los otros dos son los que Azotitos hizo reventar. Han visto la luz y vienen a por comida... Si encuentran a Azotitos y Eliza... O a lo mejor ya los ha encontrado y por eso chillo. O a lo mejor aún no han entrado, pero van a entrar.

Como siempre que abría su mente, la médico sentía una resaca espectacular y le costaba centrar la vista o distinguir presente de pasado y futuro. De hecho, había trastabillado un par de veces al bajar la escalera debido al mareoby por un momento, llegó a pensar que tenía que buscar a Ruth para curarla, que la acababan de llamar. La joven se apoyó en el coche que el genio estaba empezando a registrar. Tenían que conseguir la pieza, ayudar a Azotitos y coger la comida para la chica tiburón. ¡La chica tiburón! Puede que temiese a los comecaras, pero si invadían su territorio, seguramente lo defendiese

—Te ayudaré a sacar la pieza— resolvió el ángel. No era la mejor mecánica, pero sin duda, era buena siguiendo instrucciones... aunque nadie sabía cuanto durarían los efectos secundarios de la tormenta. Aquella resaca podía durar unos segundos, unos minutos, o como el día de la operación unas horas. Con movimientos torpes, se arremangó— Eve, ¿se te ocurre alguna forma de parar al tipo que ha entrado? ¿O de avisar a Eliza y bajar entre las dos a Azotitos?

Jeremy estaba nervioso, ansioso, contento y asustado. Se maldecía por haber encontrado aquel paraíso en un momento como eso, le daba la sensación que era un tesoro trampa, que si lo tomaba iba a caer por un agujero.. o algo peor.

Cuando llegó Shatura asustada y diciéndole todo eso no le ayudó demasiado.

— Joder... ya voy ya voy... cogé ese martillo de ahí, necesito que des golpes para ayudarme a sacar una pieza, mientras yo desatornillo los remaches.

Los golpes de Shatura tienen poca maña y falta de fuerza, quizás más por carecer de la técnica para ello, hasta el punto de preguntarse Jeremy si le está siendo realmente de ayuda allí y si no sería más útil en otro lugar. Entre los dos consiguen sacar varias piezas del motor que les harán falta, pero los golpes de Shatura han dejado inservibles otras tantas piezas que podrían haber aprovechado.

Arriba, lejos podéis oír los golpes contra una puerta. Por la distancia y la intensidad del sonido podéis deducir que se trata de la puerta que separaba el taller de la planta baja de la zona de exposición. Por la fuerza de los golpes llegáis a temer que pueda echar abajo la puerta. Al fin y al cabo esa puerta era una puerta normal. Si ya ha entrado es cuestión de tiempo que la rompa y llegue al taller de la planta baja a donde saldréis cuando salgáis de la escalera.

Otra pregunta os acosa al oír los golpes. ¿Y si no está solo? ¿Y si han entrado más de esas cosas que hay ahí fuera?

Eve había bajado al sótano junto a sus compañeros. Iba sumida en sus pensamientos, tranquila. Muy tranquila divagando.

Al escuchar el aviso de Shatura entrecerró los ojos. Era ella la psíquica, pero desde la última vez que trató con la tormenta estaba muy reticente a mantenerse abierta.

El golpe en la puerta terminó de despertarla.

-¿Te queda mucho, Jeremy? -preguntó mirando escaleras arriba- Déjame la escopeta...

Shatura no parecía preocuparse de no haber hecho bien la primera parte. Estaba ya demasiado preocupada por lo que había arriba y por nada del mundo quería pensar en ello, de modo que se centró de nuevo en ayudar al viejo, dedicando toda su atención e imaginando, por un momento, que aquellos coches eran seres vivos. ¿La puerta para llegar a ellos? El bisturí que corta la carne en una operación. ¿Hay que extraer algo? Una simple extracción de riñón. A ser posible el defectuoso. ¿Y como se extrae un órgano? Con cuidado. Con cuidado se perfusionaa por la aorta y se drena a través de la vena cava...¡¡Y se arranca!! No espera, eso no. En el coche tampoco...

La médico caminaba despacio, interrumpiendo su silencio de cuando en cuando para murmurar ininteligible palabrería médica cada vez que Jeremy le daba una instrucción, como si se la estuviese traduciendo a sí misma a un lenguaje que pudiese comprender.

- ¡Tormenta psicodelica de los cojones!

Le espeto enfurecido al agujero de lo que fue la puerta de cristal. Estaba claro que nada de aquello estaba pasando realmente. Era solo un mal viaje de los calmantes de Shatura o las drogas de Jeremy o la puta tormenta.

Mi cerebro no paraba de disparar señales random que estallaban en forma de recuerdos, imágenes y emociones extrañas. Todo estaba dentro de mí.

Lo último: aquella rábia, había pasado pero me había dejado molesto.

"¿Me han abandonado?"

Los dientes se me aprietan al pensar en esa posibilidad y los ojos se me anegan un poco. Normalmente soy yo el que abandona a los demás y no a la inversa. Precisamente para que no ocurra eso.

Los imagino felices a los 4. Jeremy bromeando con Eliza, Eve curioseando y Shatura escandalizada por alguna tontería. Quizás en un coche rumbo al asentamiento. Y yo arriesgando mi pellejo por ellos.

Rabia otra vez.

"Jeremy es un viejo sucio, Eliza una desgraciada desesperada por un polvo, Eve un puto freak desubicado y Shatura una imbecil a la que todos usan. Estaré mejor sin ellos de todas formas. ¿Me cayeron bien en algún momento?"

- ¡MARC! ¡¡¡SAL, JODER!!!

Doy una patada a lo primero que se me cruce por delante. Tengo ganas de romper algo bonito.

"pues si nadie quiere estar conmigo, saldré por mis propios medios"

Me pongo en modo supervivencia. Tengo que encontrar un automovil. En una fábrica de coches no debería ser complicado.

Jeremy estaba consiguiendo algunas piezas pero entre Shatura que le rompía la mitad y otras que estaban mordisqueadas se estaba quedando sin recursos en esa planta.

— Joder Shatu.. dale un poco mas flojito que no estás arreglando huesos. Piensa en las piezas como si fueran venas o ligamientos.

Luego se giró a Eve y le tendió su escopeta, el dolor del brazo apenas le dejaba sostener aquel cacharro tan pesado.

— Nos quedamos sin tiempo, vamos al -1 que estaremos mas cerca de la salida, por si tenemos que salir por patas, ahí cogeremos las piezas que nos faltan.

Subió por las escaleras y se dispuso a abrir la siguiente puerta.

En algún momento los golpes de arriba, que sonaban junto a los porrazos que arreaba Shatura a la maquinaría que Jeremy se esforzaba en salvar, habían parado. Ahora no estaba claro que era más inquietante, si los golpes insistentes que amenazaban con romper la puerta de arriba o que hubieran cesado. ¿Qué significaba exactamente que hubiesen parado? Los tres solo os podíais mirar de hito en hito en el sótano antes de subir al primer sótano y reanudar el trabajo de buscar las piezas por los cajones, muebles y armarios donde había más espacios vacíos de los que inicialmente esperabais, pero que facilitaba la tarea. En pocos minutos teníais todo lo que necesitabais. Una sensación de satisfacción, un pequeño subidón por conseguir aquello por lo que habíais arriesgado tanto viniendo hasta aquí, os llenó rodeados por el ominoso silencio.

Aquel lugar estaba lleno de vehículos de exposición. No tenías que buscar nada, estaban allí mismo delante vuestra desde que entrasteis por la puerta. Ese no era el problema. El problema era que los depósitos estaban secos y aunque hubieran tenido gasofa a los motores les faltaban piezas por todos lados de manera bastante aleatoria, aunque podías fijarte en que faltaban sobre todo las partes más blandas de los mismos.

¡BAM!

El primer golpe te cogió por sorpresa con la cabeza metida en un capó. Por suerte el golpe no había sido el capó al caerse sobre tu crisma.

¡BAM!

El rifle ya estaba en tus manos de manera mecánica, por más que te recordarás una fracción de segundo después que estaba encasquillado.

¡BAM!

Los golpes venían de la puerta que había al fondo del área de exposición, la misma puerta que se cerraba cuando bajaste hasta aquí.

Te moviste tomando una mejor posición sin perder la vista del lugar de donde venían los golpes. Estabas preparado para el siguiente golpe, que nunca llegó. A tu alrededor solo te rodeaba el ominoso silencio.