Partida Rol por web

Los tipos del descapotable abren fuego con sus rifles automáticos alegremente. En la zona delantera Katerine siente como las balas le atravesaban el costado. Drexler no tiene mejor suerte aunque su armadura le ayuda un poco a encajar el daño. Y las drogas, claro. Un mercenario bien drogado siempre es un mercenario feliz aunque reciba plomo¹.

Cegada por su dolor Katherine embiste a los pandilleros sólo que no calcula bien la intensidad de la embestida.

Veámoslo en perspectiva: ambos vehículos a toda pastilla por el interior de unos túneles que hace tiempo que han sido abandonados y que acumulan tanto despojos como desprendimientos a lo largo de su trazado. Una furgoneta de comida rápida que embiste con todo su peso contra el pequeño descapotable. Los tipos del descapotable que pasan de la felicidad más intensa a la cara de pánico al comprender que Kat está loca (o no sabe conducir, todo es posible) y que se ven aplastados irremisblemene contra la pared provocando la explosión de su depósito de combustible debido a las chispas y la simple fuerza del aplastamiento.

Y luego cristales rotos, humo, fuego, comida cayendo de todas las estanterías. ¡Descontrol!²

Y de frente el túnel se estrecha mientras la furgoneta da bandazos de forma descontrolada.

En el interior del vehículo Drexler intenta incorporarse sin mucho éxito mientras se saca de encima todo tipo de cajas de comida y sustancias pegajosas³. Es probable que Alden esté recuperando una fe perdida mientras ve como el inevitable hormigón se aproxima a gran velocidad. ¿Y Kat? Pues su cara está cubierta por la sangre que han provocado los cristales y le duele todo el cuerpo. Es posible que tenga algo roto pero eso no va a hacer que suelte el volante⁴. ¿O sí?

Saltar del vehículo en marcha podría ser una opción pero tendrían que realizar el resto del recorrido a pie. Eso siempre sería mejor que estamparse contra el hormigón y metal del túnel. Claro que existe alguna posibilidad de salir con el vehículo intacto si es capaz de controlar el volante⁵. Es un buen momento para echar de menos al demencial Roy.

Katerina Misckovkaia, hija de uno de los mayores importadores de carne sintética de los sistemas conocido. Un negocio poco limpio pero muy legal, y sobre todo muy lucrativo.

La hija primogénita de los Misckovkaia había recibido cuando nació el sobre nombre, de la princesa de la carne. Un moto horroroso, pero al que simplemente siempre se sintió ligada.

La carne para ella habían sido siempre los interesados y que iban y venían de las distintas mansiones de su familia. Las garrapatas que medraban a base de lamer culos 24/7.

Y aquello siempre le hizo tanta gracia, que siempre quiso mangonear a la gente. Y cuando se dio cuenta de que simplemente lo conseguía como una niña mimada, se volvió mas ambiciosa, y quiso hacerlo por otros medios. Dolor, miedo, placer sexual….

Ahora a punto de estamparse a toda velocidad contra un muro infranqueable, y notando cómo el volante se había quedado en una posición que no rotaba ni para izquierda ni para derecha solo pudo pensar en una cosa.

Qué pena que el imbecil de su padre y la arrogante de su madre se perdieran aquello. Los volvería locos verla palmar de una manera tan épica y patética al mismo tiempo. Y si conseguía avergonzarlos una ultima vez y morir como vivió, con sus propias reglas. Aquello seria un final digno de…………….

La cosa no pinta bien, disparos, golpes, volantazos... la carrera por la supervivencia nos ha puesto en una mala posición.

- Kat vamos a chocar contra ese muro de hormigón, por el amor de lo que más quieras, ¡frena! - fue lo único que alcancé a decir antes de darme cuenta que mi compañera no va a dar su brazo a torcer.

El vehículo de comida rápida (nunca mejor dicho) se precipita a toda velocidad contra el muro de hormigón y la única reacción posible que me sale para evitar ese cruel destino es el de abrir la puerta y saltar.

- ¡Mierda, salta Drexler! - grito antes de abrir la puerta y saltar al exterior.

No tengo ni puta idea de lo que está pasando. 

Intento nadar en un mar de botellas de salsas mientras me doy cabezazos contra los armarios. Noto una humedad desagradable corriendo por mi cuello que lo mismo podría ser sangre que mostaza o Churrups^TM. Oigo a los otros dar voces en medio del tiroteo. A saber de qué coño están hablando. 

Entonces siento una sensación rara en la nuca. Los veteranos lo llaman "instinto" y los médicos, "neurosis de guerra" pero los síntomas son los mismos: notar algo raro cuando se están rifando hostias. Hay algo evocador en la manera en que se mueve la furgoneta, algo que sólo notarás si estás cegado, tirado y sin mirar por la ventanilla. Tengo un flashback de cuando la nave de desembarco de mi regimiento fue impactada por un misil a siete mil pies de altura. 

Ah, joder.

Mi mano de hierro aferra un gancho de colgar sartenes y me incorporo en medio del caos. Cualquiera sabe dónde está el Brontos ahora pero lo que prima es salvar la piel. Si yo no sobrevivo no habrá nadie que les haga de niñera a los demás. Ruedo por encima del mostrador pegajoso de grasa de comida rápida y me precipito al vacío. 

Si salgo de esta tengo que recordar que le debo unas cervezas a Madigan. 

En las holopelículas la protagonista siempre logra dar un volantazo en el último momento. Es ese instante en el que todos los espectadores, tensos en sus asientos mientras contienen las palomitas en la boca, esperan el pequeño milagro de gloria para los héroes de la proyección.

Claro que esto no es ninguna proyección y nuestros protagonistas, aunque heróicos a su manera, carecen de esa 'armadura de guión'. Y por si no quedaba claro la furgoneta lo demuestra estampándose brutalmente contra la pared. Por supuesto Kat se lleva la peor parte en el frontal. El morro del vehículo se comba como si fuera de cartón y luego gira sobre si mismo. La muchacha siente un dolor intenso en las piernas antes de desmayarse pensando en el dinero que se necesitará para recomponer su espina dorsal y meter cromo suficiente como para volver a respirar sin ayuda de una máquina¹.

Justo antes de que esto suceda Alden acaba de saltar del vehículo en marcha. Cuando se golpea contra el suelo siente un dolor intenso² pero cualquier cosa resulta una caricia comparada con ver como da vueltas de campana el furgón en el que iban.

Drexler se abre paso por la puerta trasera y aunque su armadura parece brindarle una mejor protección algo se complica durante su caída³.

Por detrás de ellos, acercándose, se oye el rugido de los motores de los pandilleros que los perseguían. Por delante el furgón, casi atravesado delante del túnel por el que iban a pasar, empieza a arder con Katerina gravísimamente herida todavía aferrada al volante. La postura de sus brazos y piernas es totalmente anormal, como la de una muñeca rota y está claro que está en las últimas.

¿Huirán los dos supervivientes dejando a la chica a su suerte antes de que lleguen los pandilleros? ¿O intentarán rescatarla?

Ruedo por el suelo levantando una nube de porquería. Choco contra algo sólido perdiendo el aliento y tosiendo como un asmático. El zambombazo de la furgoneta contra el hormigón despeja el aire a mi alrededor con una ráfaga de aire caliente cargada de esquirlas de metal. 

Noto un impacto en la cabeza. Mis nervios sintéticos y las drogas atenúan lo que en principio debería ser una herida traumática. Un cosquilleo desagradable en la cara, la pérdida de visión y la tirantez de la piel al fruncir el ceño me indican que acabo de destrozarme la cara. Palpo un trozo de metal incrustado en mi cráneo cruzando mi ojo izquierdo. Joder.

Calma, has estado peor. 

Me saco del bolsillo el pastillero de emergencia. Lo vacío en mi boca sin pensar en sobredosis ni efectos secundarios.

Me incorporo notando la tirantez en la piel de la cara. Estoy sangrando como un cerdo. Bien, todavía me queda el machete. Lo desenfundo y busco a mis compañeros entre el humo. Espero, por su bien, que no me cruce antes con uno de los mamoncetes que nos ha rociado de balas porque todo este asunto me está poniendo de una mala leche colosal y alguien va a acabar pagando por mis nervios. 

Quiere la suerte que primero me encuentre con Madigan. Está mirando la furgoneta en llamas como idiotizado pero se le pasa de golpe en cuanto me ve aparecer con la cara hecha una mierda machete en mano.

-En pie-gruño cogiéndole del brazo. Joder, hablar duele un huevo-Hay que seguir adelante. 

El contacto con el suelo no es suave, que más quisiera yo. Ruedo por el suelo durante unos metros, no se cuantos, tanta vuelta no me deja pensar con claridad, y al detenerme me tapo la cabeza con las manos, colocándome boca abajo. El estruendo de nuestro recién adquirido food-truck contra el hormigón armado es horroroso, es eso o es el pensar que Katerina se ha quedado con el vehículo y lo que de verdad me duele es saber que ese ruido incluye a una persona en su interior.

Levando la cabeza de esa posición en el suelo y miro el amasijo que ha quedado del vehículo, casi anonadado, o anonadado entero, voy levantando poco a poco mi cuerpo hasta quedar de rodillas mirándolo. Siento el cuerpo resentido por la caída, pero es soportable. El vehículo comienza a arder y yo no puedo evitar quedarme mirándolo, incrédulo. En mi visión periférica siento moverse algo o alguien, salgo de mi trance y miro en dirección al cuerpo que se acerca a mí. Es Drexler, no está completo, pero es el.

Me agarra del brazo y me ordena ponerme en pie.

- Joder, te recuerdo más guapo - bromeo de forma inevitable -. No creo que haya quedado mucho de Kat por recuperar, vamos mejor.

Me levanto y comienzo a caminar junto a nuestro experto en armamento. La salida del submundo no queda lejos de donde se ha quedado nuestro puesto de comida rápida, al pasar junto a el no puedo evitar mirar de reojo, se distingue bien a Kat, o lo que queda de ella, las llamas no tardarán mucho en consumirla, intentar rescatarla será un trabajo en vano.

Desenfundo mi arma, aquella que espero no tener que usar nunca, pero si aparece uno de esos pandilleros tendré que echarle un cable a Drexler.

La supervivencia se basa en tomar las decisiones correctas, por duras que resulten moralmente. Darle agua a un moribundo en un planeta árido es desperdiciar un bien vital. Rescatar a Kat entra dentro de ese paquete. Aunque pudieran sacar el cuerpo de entre el amasijo de hierros antes de que llegasen los demás asaltantes sería casi imposible cargar con ella en ese estado y salir del planeta. ¿Cómo la curarían?

Eso, al menos, es lo que los fugitivos quieren pensar mientras se cuelan entre la furgoneta en llamas y el túnel dejando atrás a su compañera. La explosión que casi los tumba cuando ya están fugándose les asegura, irónicamente, un poco de paz. El túnel ha quedado impracticable a sus espaldas y los carroñeros del subsuelo tardarán en encontrar una vía alternativa. Kat, como un ave fenix, les ha cubierto el culo por última vez.

Alden revisa su holomapa. Aunque los informes que había conseguido no incluían el subsuelo completo es fácil montar el puzle teniendo en cuenta lo que hay en la superficie. Ahora que no están en un vehículo pueden atravesar unos cuantos túneles de servicio estrechos que les asegura traspasar la barrera policial. De hecho ahora reconocen el lugar en el que se encuentran: estos túneles van a dar al espaciopuerto. Parece que fue hace dos vidas cuando hicieron el camino contrario acompañados del maltrecho androide.

Y ahí están las escaleras que conducen al interior del restaurante, desde donde sería factible llegar hasta el Escurridizo. Sólo hay que sortear a la Policía Planetaria que haya en el astropuerto, llegar a la nave y arrancarla sabiendo que está libre de su presa magnética.

Tras todo lo sucedido hasta parece fácil.

¿Cómo lo enfocarán nuestros supervivientes?

Hemos llegado, al fin, al espaciopuerto de marras. Ahora solo tendremos que entrar y salir por patas, pero primero tendremos que comprobar como está la seguridad del lugar.

Subimos las escaleras, Drexler "El tuerto" y yo, hacia la cafetería del espaciopuerto, ahí donde había comenzado toda esta locura que ha hecho que perdamos dos compañeros, donde habrá más presencia policial, aunque espero que el revuelo montado en la periferia haya hecho que su investigación se haya movido lo suficiente para que podamos pasar sin demasiados problemas.

Asomo la cabeza por la escalera para ver el escenario del tiroteo. La cafetería luce diferente con la ausencia de personas sumado a las varias mesas y sillas que hay esparcidas por el suelo en una postura en la que ningún ser humano sería capaz de usarlas sin ser tachado de tarado mental. Cintas holográficas que lucen el símbolo de la policía y que invitan a no traspasarlas rodean la zona en la que habíamos estado listos para proceder con el intercambio.

- No parece haber nadie - digo en un susurro dirigiéndome al ex-marine.

Siempre me pasa lo mismo, se que no debo hablar demasiado, pero aún y así lo hago. Al instante en el que le digo las palabras mágicas a Drexler un par de maderos con actitud relajada salen de una puerta al lado de la barra de la cafetería y, charlando de sus cosas, van avanzando hasta otra puerta, la que parece llevar a la zona de hangares.

- Bueno, hay alguien - le confieso a mi compañero.

No parece problema el llegar a cruzar por la cafetería, los civiles habrán sido puestos a la salida del lugar, me imagino que debe haber una buena tropa de policías intentando aplacar a la masa enfurecida que ha visto como un grupo de gilipollas ha hecho que anclasen su nave o cancelasen su pasaje, las compañías de viajes deben tener los teléfonos echando humo recibiendo aluviones de reclamaciones y los transportistas deben estar barajando ya una marcha lenta a la salida del espaciopuerto, cuando les dejen salir con sus transportes.

Pero lo verdaderamente interesante estará cuando lleguemos a la zona de los hangares, puede que haya un mayor paso de policías, una vez llegado al lugar deberemos hacer cada paso con mucho cuidado.

Invito a Drexler a seguirme mientras salgo de las escaleras del túnel de servicio y, en pose de agachado avanzo hasta la puerta que da a la zona de hangares, la entreabro y echo un vistazo.

Me duele la cabeza y voy dejando un rastro de sangre.

Bien, nadie dijo que sería fácil. La sobredosis de fármacos me mantiene en pie pero también me nubla la mente. Me tambaleo al lado de Madigan intentando mantenerle el paso: el cabrón ha salido casi ileso del cebollazo y le sobra la energía.

Intento concentrarme en algo para no pensar en el ojo. El Escurridizo, por ejemplo. Aunque Roy era el que se encargaba de pilotar ese cacharro, cualquiera puede hacerlo si emplea el interfaz neural. Tenemos un casco de repuesto en alguna parte. La contraseña para desbloquear el monitor principal es DXXIOADK563279. O algo así.

Soy vagamente consciente de las siluetas dibujadas con tiza por el suelo. El androide mamón montó una buena escabechina. No me extraña que los polis estén cabreados: entre agentes muertos y civiles implicados aquí hubo su buena docenita y media de trabajadores que no cobrarán la baja por enfermedad.

Ah, mira, esos dos son míos (el que hay despatarrado más lejos realmente fue un daño colateral, no debería haber permanecido detrás de alguien al que le disparan con un calibre 96).

A pesar de los pitidos de mis orejas, hay una tranquilidad casi escandalosa. Obviamente, la acción está en otra parte. O eso me repito: aferro mi machete con fuerza muy consciente de que si las cosas se ponen feas más vale que nos encontremos con los problemas a corta distancia...

Es un momento de paz. Desde que todo esto empezó la primera vez que se actúa con cautela, con sigilo. Se deslizan tras la barra siguiendo la ruta que ha trazado Alden¹. Tampoco es que los dos polis esperen encontrarse a alguien en este lugar. Como mucho algún reportero entrometido con ganas de sacar unas holoimágenes para la prensa sensacionalista. Pero la verdad es que con todo lo que está pasando en la Periferia este lugar es un remanso de paz ahora, de poco interés para ningún reportero.

Así que Drexler y Alden alcanzan el exterior sin problemas. Y desde allí trazan la ruta hacia la zona de los hangares. Y ahí es donde está el último gran escollo.

Cuatro soldados armados fuertemente vigilan la pasarela de acceso a la Escurridizo. No son policías: son militares. Mejor entrenados. Más letales. Peligrosos. ¿Qué hacen ahí? ¿Por qué vigilan la Escurridizo? Es muy probable que a estas alturas la implicación del equipo en lo sucedido con los androides de Midas sea ya conocido y quizás los consideren miembros de algún grupo terroristas. Palabras mayores...

-Esto pinta mal-murmura Madigan desde nuestro escondrijo-pero tengo un plan. Podemos...

Pero no le escucho. El ciego de trankimacines, esputolosina y neurocatecolaminas se mezcla con la tensión del momento, el cansancio y la pérdida de sangre. Mis nervios sintéticos queman provocándome dolorosos calambres. Detrás de mis ojos se suceden flashbacks traumáticos que llevo años intentando olvidar .

Las jodidas subrutinas de combate toman el control. 

Hay siete metros de distancia entre esos cuatro tíos y nosotros.

El de la izquierda se cae hacia atrás con el machete incrustado en el pecho. El de al lado tiene tiempo de alzar una ceja antes de que una maceta de treinta kilos incluyendo la tierra sintética y el ficus de plástico le deje la cabeza como un huevo pasado por agua. Los otros dos reaccionan a tiempo para plantar los pies, alzar las armas y empezar a disparar al pirao ensangrentado que corre como una exhalación hacia ellos.

No es un movimiento sensato pero es la guerra y un marine sabe que hay veces en que toca sacrificar peones para lograr la victoria. Ahora es mi turno. Otro día le tocará a otro. Espero que el plan de Madigan fuera algo así o voy a hacer el ridículo.

Recibo varios impactos de bala que frenan mi carrera pero no me detienen. Tengo suerte: de doce tiros que siento, sólo tres son mortales. Y todavía no.

Mi brazo biónico se estrella como un cañonazo contra el pecho del tercer soldado. Lleva un chaleco antibalas y blindaje dérmico pero, aún así, cruje como una galleta vieja y sale despedido hacia atrás. El mamón que queda me suelta una ráfaga a quemarropa que me abrasa las tripas. Mi brazo biónico se parte a la altura del codo mientras me derrumbo de espaldas. 

El soldadito cabrón se vuelve hacia Madigan, que ha soltado un gritito de espanto. Me ha dado por muerto dándome el tiempo justo de coger la pistola del señor Tengo Un Ficus En La Sesera. Le doy siete dosis de su propia medicina antes de que toque el suelo.

Ah, joder, ahora empieza el dolor. Agarro una metralleta de otro caído y me arrastro  hasta un escondrijo. Disparar con un brazo va a ser una puta fiesta. 

Tengo cubierto el acceso a la cafetería. Los refuerzos van a llegar por ahí.

-Vamos... -jadeo. No creo que Madigan me oiga pero espero que aproveche la distracción.

Se me ha pasado por la cabeza algo que podría funcionar, no se bien si lo he dicho en alto pero, si lo he dicho Drexler no me ha hecho ni puñetero caso. Con cara de sorpresa lo veo correr hacia los cuatro guardias y lo veo ir dando buena cuenta de cada uno de ellos.

Maldita carnicería la que está montando el marine. No era lo que había pensado, quizá algo como tomarles el pelo, crear una distracción desde un punto y colarnos por su espalda y entonces ya nos encargaríamos de las heridas que Drexler lleva hasta ahora, pero ahora mi único compañero en pie ha sufrido de lo lindo. Joder, el momento de tensión me ha hecho soltar hasta un maldito gritito, pero claro que sí, como no lo voy a soltar si esto parece una película de serie Z de estas que reeditan para los nostálgicos.

Drexler acaba con el cuarto en disputa, pasan algunos segundos en los que le veo arrastrarse con un arma en la mano y se posiciona para lo que parece que es, cubrirme el culo en caso que nuevas tropas aparezcan, no me extraña nada, al fin y al cabo se ha montado una buena fiesta y no creo que quieran perdérsela.

Reacciono y salgo corriendo en dirección a la pasarela de acceso a El Escurridizo, joder ya puedo verlo.

- ¡¿Qué haces? muévete! - le pregunto a Drexler cuando paso a su lado - Rasguñitos más graves has sufrido - eso quizá me lo he inventado un poco.

Tiro del cuerpo del ex-marine con fuerza para arrastrarlo por la pasarela de acceso.

- Colabora hijoputa, hemos perdido a dos compañeros en esta mierda de lugar no pienso perder a un tercero - le digo - ¿Quién coño va a salvarme el culo en mis siguientes metidas de pata?

Logro que reaccione o quizá sea la adrenalina, pero al final logro llegar con Drexler a rastras, apuntando hacia el final de la pasarela de acceso a El Escurridizo, doy la orden de apertura de la rampa de carga mientras me acerco y arrastro al ex-marine, muy malherido, al interior de la nave.

Cierro la rampa y me voy derecho a los mandos. Me pongo el maldito casco para pilotar nuestro transporte y enchufo, con dificultad por la tensión, la punta del cable que da a la conexión neural.

- Mierda, mierda, mierda.. ¡SÍ! - exclamo en cuanto encaja a la perfección.

Enciendo motores, es como si ya somos libres, pero no me relajo, hay que salir del espaciopuerto. Alzo el vuelo y pongo rumbo al exterior.

No paro hasta alejarme mucho, mucho, muchísimo. Salgo de la órbita, sin mirar atrás, en algún momento saldrán a buscarnos, no veo, de momento, que nadie nos persiga.

Hago saltar a El Escurridizo al hiperespacio, rumbo a un lugar que solemos frecuentar donde nadie nos suele buscar. Miro hacia atrás para comprobar que Drexler sigue bien, está tirado en el suelo, mueve la cabeza con el traquetreo de la nave, como si estuviera inconsciente, pero no me quiero mover del sitio, no al menos hasta que sepa que quedo fuera de la influencia de los que nos perseguían.

Finalmente me relajo, ya llevamos un buen tiempo con el rumbo fijado, puedo descansar. Me levanto y me quito el casco, voy a ver como está Drexler, desde el asiento del piloto se le ve muy jodido, pero es normal, ya había entrado a la nave hecho polvo, pero hace falta comprobar que sigue vivo, habrá que curarle todo ese plomo que le han metido.

Además, en este momento de relajación, no puedo evitar pensar en Roy. Joder estaba chalado, pero sabía como llevar El Escurridizo, hacía que pareciera que no lo conducía nadie, a veces si cerrabas los ojos parecía que no se moviera, yo soy un desastre, no hace falta nada más que montarse en esta atracción que he protagonizado en la huida. El cabrón nos había sacado de muchas más como esta, pero toda la tensión acumulada por lo que nos ha pasado con el androide ese hizo mella en el y acabó por volverlo majara o algo así, acabó por sacrificarse a lo tonto.

Y Kat, comienzo a pensar que la decisión de habernos intercambiado el coche patrulla por la tartana en la que ha acabado sus minutos, envuelta en llamas, ha sido la que ha hecho que ahora no esté aquí. La tipa era letal, estaba ya mal de la cabeza, sabíamos todos de sobra que le daba igual lo que le sucediera, pero de no ser por ella, que se ligó a aquel puto comerciante gordo del mercado negro y le rebanó la cabeza antes de que pudieran hacérnoslo a nosotros, seguro que no habríamos llegado hasta aquí.

Y Drexler, joder no puedo decir que esté ya muerto, juraría que todavía movía los labios intentando decir algo cuando se apostó en una punta del pasillo de acceso para llegar a El Escurridizo. No es tan sutil como Kat, pero ambos eran igual de letales. Puedo hablar sin tapujos sobre aquella vez en Gognilus en la que el tío se enfrentó a veinte matones a sueldo, hay que decir que no fue tan a saco como ahora, pero era casi poético ver como partía cuellos, tanto que el ritmo que llevaba podría haberlo usado cualquier músico para componer un tema.

Voy como drogado a buscar el botiquín, habrá que limpiarle las heridas, no sea que se le infecten...

El Escurridizo navega por el espacio buscando un destino seguro.

Nadie saldrá en su persecución. De hecho nadie recordará jamás lo que sucedió en Signus. Nadie salvo Alden. El único superviviente de la masacre. Drexler era un tipo resistente pero no tanto como para poder sobrevivir si ayuda de una Unidad Hospitalaria de Emergencia. Y no hay nada de eso en el Escurridizo. Cuando Aleden pensaba que la cosa se iba a arreglar tuvo que contemplar como el cardiograma de su último amigo trazaba una raya blanca seguida de un pitido ensordecedor.

Ahora, en medio del espacio, el último superviviente de la tripulación del Escurridizo puede sentarse en la sala de recreo y servirse una copia de whisky para brindar con otros tres vasos que se mantienen delante de sillones vacíos. Otro día lloraremos. Hoy toca celebrar que al menos alguien ha salido con vida. Y si vienen a por él ¡que vengan preparados!

Pero nadie vendrá.

El Escurridizo volará sano y salvo hasta Bahía Calavera, un sector donde nadie en su sano juicio iría a buscar a un fugitivo. Alden tiene algunos contactos allí. Y allí se entarará de todo. El Sector Signus entró en cuarentena poco después de que él lograse saltar fuera. Durante una temporada las noticias fueran difusas: una rebelión planetaria, una infección que requería cuarentena, disturbios locales. Se desplegaron unidades de la Armada en todos los sectores aledaños con la orden de derribar a cualquiera que intentase salir del sector. Pero fue insuficiente. De Signus salieron decenas de naves de forma simultánea que no buscaban ni huida ni enfrentamiento: sólo contactar con el perímetro defensivo. Eso fue algo que nadie se esperaba. De pronto un virus digital infectó a las propias naves de la Armada. Se habían desoído los consejos de la Unidad de Formateadores para que las naves del cerco no tuviesen IAs avanzadas entre su tripulación. Como si de un cáncer galáctico se tratase repentinamente la mutación de IAs llegada de Signus se empezó a propagar por la galaxia. Cuando se dieron cuenta de la magnitud del suceso algunos sectores apagaron todos sus sistemas informáticos con inteligencia pero eso no hizo otra cosa que sumirlos en un caos interno.

Ahora la humanidad se enfrenta al mayor desafío desde que saltaron a las estrellas: una batalla a niveles interestelares contra las Inteligencias Artificiales Libres (la Nueva Inteligencia, como se hacen llamar).

Pero eso es otra historia para otra ocasión...