Adam no parecía del todo cómodo en ese lugar, aunque tampoco es que le disgustara. La Umbra era muy bonita y todo eso, pero su misticismo y los supuestos peligros que acechaban tras cada pliegue dimensional le confundían, le hacían sentir fuera de su elemento. Mejor el mundo real, donde las cosas son más claras y directas... e igualmente resultaba irónico que pensara eso, teniendo en cuenta todo lo que estaba descubriendo esos días.
Se guiaba por un férreo principio de "ver, pero no tocar", por si acaso acercaba el dedo a algo que no debía y lo terminaba perdiendo. El tema de los ancestros ni le iba ni le veía, total, ¿qué iba a invocar él? Los Moradores no eran ya apenas asiduos a esas prácticas —o aquello le habían comentado— y él no conocía a su familia. De hecho, quizás debería de investigar más sobre ellos cuando volviera a casa...
La idea de invocar a la Cucaracha le gustaba; a saber cómo era ver a uno de esos asquerosos insectos a un tamaño enorme y hablando... perturbador pero igual de interesante, probablemente. No obstante, Cassandra aplastó esas ilusiones sin miramientos.
Suspiró y se sentó con los demás, atento al ritual aunque a fin de cuentas aún sintiendo que todo aquello era mucho "abradacabra pata de cabra" para su mente. No obstante, la visión de la lúnula le dejó con la boca abierta.
—Wow, qué bonito... —musitó en voz baja.
Quedó embobado hasta que la aparición del portal reclamó su atención, aunque su boca continuó abierta. ¿Ahora iban a otro Túmulo? La montaña rusa no dejaba de tener sorpresas.
Se alzó con el resto y acabó atravesando el umbral, aunque antes se aseguró de echarle un buen vistazo y rozarlo con el dedo... a ver si lo perdía.
Me senté junto a Cassandra. Cristine, con su habitual entusiasmo, mostró también interés por sus Ancestros. Creo que intentó contactar con alguno. Después se sucedieron solicitudes para convocar a espíritus tribales. No estaba segura, pero también sospechaba que eso no sería nada común. Finalmente, Cassandra decidió por nosotros y empezó con algo fácil. Adoptó una postura de meditación, cantó en griego y, al cabo de unos minutos, unas tiras de luz azulada giraban en torno a ella como un haz de estrellas alrededor de un personaje de Disney. Las miré embobada como una niña. Cuando se detuvieron, conformando algo más tangible en apariencia, pareció hablarles. Me di cuenta entonces del poder casi mágico de una Theurge: un portal, que a mí me parecía de luz lunar y ondulante, surgió en la orilla del lago. Al otro lado, entreveía un sendero iluminado como una noche de plenilunio en verano, con sombras tenues, fantasmagóricas, a ambos lados. Después de que cruzaran algunos muchachos, me levanté dispuesta a caminar a algún lugar distante a través de un espacio que bien podría ser un agujero de gusano.
Boris llevaba callado un rato, es mas que probable que no se estuviera enterando de lo de la Lúnala, o incluso de que se iban a otro sitio.
Estaba quieto, mirando algo, escuchando algo, y de repente, tal como se quedo embobabo, volvió a la realidad.
- Así lo haré.- Dijo al aire.
Se puso en pie, y parecía aturdido, quizás había tenido la visita de uno de esos ancestros, o puede que sencillamente se hubiera dormido con los ojos abiertos. No se podía saber, al menos sin preguntarle.
Vio el túnel de luz, y sin pensarlo siguió a Rafael.
Tras Boris sigue Cristine, demasiado embelesada por la belleza de aquel ser, cuya aparición había hecho que la canadiense dejara a un lado su intento de conectar con su ancestro el maestro cervecero. Guarda silencio y con los ojos abiertos como platos, se las arregla para tener la mirada fija en el espíritu brillante, aunque no se ha quedado con el nombre por el cual Cassandra se ha referido a él y le sigue a él y a sus compañeros.
Llamémoslo por su nombre: curiosidad.
No es que sintiera algo especial por seguir aquel bicho, según Cassandra era un Lúnula, vamos un Yanglino de toda la vida, el típico gusiluz de los anuncios de niños, algo similar. Bueno, la cosa era seguir al grupo y no destacar mucho, así que, fui tras Cristine en aquel apasionante viaje a través del túnel - oh, qué bonito - sí, lo reconozco, demasiado vacío mi comentario, cualquiera que me conociese sabría que estaba mintiendo pero me resultaba interesante aquel lugar, eso sí; también la propia constitución del gusiluz con aquellas cintas en azul y oro ¿he dicho oro? mmm interesante.
- Vamos a atravesar el puente lunar... ¿qué hay al otro lado?
Tras un pequeño tiempo caminando, por fin veía el final del camino, el espíritu salió el primero y yo detrás de él. Me giré y avise al resto de que ya habíamos llegado.
Nada más salir mire alrededor y recordé lo que nos dijo Cassandra. Me puse ambas manos el los lados de la boca, para hacer de altavoz y dije en voz alta. ¡SOMOS LOS CACHORROS DEL TÚMULO DE ALABAMA!
Alexis salió detrás de Erik y se apartó unos pasos antes de quitarse el pantalon de basquet y cambiar de forma, su aullido de presentación siguió al grito de su compañero, - Hominido, Ahroun, Hijo de Gaia - . Esta vez la modulación fue impecable, y tras completarlo volvió a cambiar, se vistió, y se sentó a esperar a que saliera el resto y fueran a buscarlos.
Motivo: Lupus
Dificultad: 6
Tirada (7 dados): 9, 2, 5, 7, 10, 1, 5
Éxitos: 2
Adam salió poco después de Alexis. Iba con las manos en los bolsillos y no parecía preocuparle demasiado eso de dar aviso ni presentarse a los posibles vigilantes al otro lado. Quizás es que ya había escuchado a la "avanzadilla" ocuparse del asunto, o también podía ser que estuviera haciendo gala de su chulería habitual, difícil saberlo...
La travesía fue fantástica y misteriosa, casi tétrica. A mis ojos, la Lúnula nos guiaba como una luciérnaga de destellos azules que parecían ejecutar una danza en la oscuridad. El sendero surgía de la nada a su paso, un retazo de luz lunar que hacía y se abría camino en un bosque solo perceptible por el aroma de una vegetación oculta y presente. No miré atrás en ningún momento, pero tuve la certeza de que el rastro de luz desaparecía detrás de Cassandra. Era parecido a navegar en la mar durante la noche en una pequeña embarcación. Un mar tan inmenso que hacía del tiempo y del espacio conceptos prescindibles y maleables.
Llegamos a un lugar parecido al de partida. Erik anunció a viva voz lo que Cassandra nos mandó decir. Alexis cambió de forma y se presentó como también ella nos había enseñado. Yo no sabía muy bien qué hacer. Decidí esperar a que llegara nuestra guía física. En ese preciso instante, me pregunté si allí éramos entes corpóreos o espirituales.