Son las 12 del medio día. Pero ni el sol ni su calor han querido o han podido asistir a este día tan negro en el cementerio de la capital. Cómo si de una mala peli americana se tratase, unas nubes oscuras cubren el firmamento y una cortina de agua cae del cielo como si los mismísimos Angeles llorasen la perdida de vuestra amiga.
No es un funeral muy glamuroso, no hay militares disparando salvas de honor, ni banderas nacionales que doblar sobre un féretro lujoso. Bueno... en este caso... el féretro sí es lujoso.
En primera fila, a unos metros del ataud, los padres de Sara lloran desconsolados mientras Oscar les cubre con un gran paraguas negro. Hacía poco menos de dos años que habían perdido a su hijo en un accidente de coche. Como amigos de Sara asististeis a ese triste evento también. Hoy, os toca mucho más ya que es vuestra amiga de la infancia la que descansa en esa caja.
Junto a Oscar, justo un paso por detrás de los padres de Sara, Alejandro y Helena se cobijan bajo otro paraguas igual de grande y negro que el día.
Y esa es toda la familia que ha ido a la despedida de Sara. Al último adiós. Como he dicho al principio... un funeral nada glamuroso.
Una lapida simple de mármol gris con un nombre: "Sara Hidalgo" y una dedicatoria "Fui amada". Sin fechas... sería raro poner nacida en 1990 fallecida en 511...
Sólo dos desconocidos en el lugar, un joven y delgado skinhead que sostiene un mando para bajar el féretro al agujero que se tragará a vuestra amiga y se cubre con un chubasquero de goma... y la vecina de su portal, la mujer mayor con la que os cruzasteis hace una vida ya cuando fuisteis en busca de Sara. Ni sacerdote hay ya que vuestra amiga, una científica de los pies a la cabeza, no creía en Dios alguno.
La maquina del tiempo y sus secretos se perdían con la perdida de su gran intelecto, y con ello, la posibilidad de vivir futuras aventuras, viajar a Wenbley 86 o a Woodstock en el 69.