Son las siete de la tarde un domingo. Las 18:55 horas en Madrid. Es un frío 19 de Enero de 2020. Lleva todo el día nevando y la ciudad parece haberse colapsado por una fina capa de nieve. Ha habido varios accidentes de coche en la ciudad y los hospitales se han colapsado por las caídas. Hay muchos Trending Topic en twitter que piden la dimisión del alcalde de Madrid porque ha nevado y claro, eso es imperdonable en la capital del Reino de España.
Habíais quedado a las 19:00 en la Puerta del Sol, cerca de la parada de metro. Cuando faltan 5 minutos para la cita, todavía no ha llegado ninguno de vosotros.
Hace una semana exactamente vuestra amiga Sara os había dado indicaciones precisas. El domingo anterior todos habíais recibido un mensaje de voz de Sara.
"Me marcho de viaje, algo.. de trabajo. Os lo explicaré todo cuando vuelva. Si no vuelvo en 7 días, venid a buscarme. Solo puedo confiar en vosotros y que vosotros confiéis en mi. Os quiero mucho a los tres."
Acaba de vencer el plazo de 7 días de vuestra amiga. Cuando le llamáis, no da señal. Sara no tiene redes sociales ni perfiles en internet, lo borró todo cuando empezó en su nuevo trabajo.
De hecho, todo empezó con su nuevo trabajo. Le apasionaba, os contaba encantada cómo por fin trabajaba en lo que a ella el gustaba, la física cuántica. Había tenido otros trabajos antes, en un laboratorio, en una empresa de investigación, en la universidad... pero siempre acababa dejando los trabajos porque no terminaban de atraerle. En cuanto terminó la carrera, se puso a trabajar, de un lado a otro buscando su sitio. Hasta que encontró este empleo. Poco sabéis, es una empresa extranjera y le pagan muy bien, pero ella siempre os ha dicho que le hicieron firmar un contrato de confidencialidad porque eran temas delicados.
Cuando empezó en ese trabajo, era una mujer muy feliz y realizada. Y así fue durante el primer año y medio. Hace seis meses empezó a cambiar sus hábitos. Faltaba a alguna de las quedadas mensuales y eso era raro, porque ninguno os las saltabais nunca. Empezó a dejar de hablar por el grupo de watsap un día seguido, luego dos, luego tres. Cuando le preguntabais ella siempre decía que había empezado un nuevo proyecto y que eso le llevaba mucho tiempo pero que cuando lo terminara todo volvería a la normalidad. No le distéis mucha importancia, de hecho incluso pensasteis que podía haberse echado un novio en el trabajo.
En la noche de reyes del 5 de Enero. La visteis muy cansada y parecía preocupada. Pero pensabais que acabaría cancelando el plan y como apareció y pasasteis una buena noche, más allá de problemas en el curro, no le disteis mucha importancia. Esa noche fue como las veladas de antaño. Lo pasasteis muy bien, os pusisteis al día y reísteis mucho. También bebisteis algo más de la cuenta. Eso os reconfortó, vuestra amiga seguía siendo la misma de siempre.
Hasta hace 7 días. El domingo 12 de enero recibisteis ese mensaje de voz y os preocupó.
Empezamos el prólogo, no hay prisa. Esto os va a servir para rodar un poco vuestros PJ y para recabar algo de información del contexto de la partida. Y nos va a servir a nosotros también para empezar a rodar en la dirección de esta partida.
Cualquier duda o sugerencia nos decís ^^
Aparqué la moto, mi puta moto, en uno de los parkings cercanos a la plaza. No iba a dejar a mi burra ahí tirada, a la intemperie. Me cago en la madre que me parió. Qué puto frío que hace. Me subí el cuello de la chaqueta de cuero, encendí un cigarrillo, y caminé aprisa extremando las precauciones para no pegarme una santa hostia. Toma ya. Si antes lo digo…Una tía se cayó de culo y espalda delante de mí. Joder. Le echo una mano porque está macizorra la pava.
-Vaya puto guarrazo que te has dado. Con cuidado. Así, que de esto te jodes la espalda de por vida. ¿Bien? Oye, ¿nos conocemos? ,¿no te he visto por el Atlantis? Claro, ya lo decía yo. Bueno, que tengo prisa, me esperan los colegas.
Los colegas, sí. Su puta madre. Pillo el móvil y hago una llamada grupal.
-Joder, cabrones, se me está helando el puto culo. Llevo un cuarto de hora esperando, no siento las pelotas. ¿Quién tuvo la cojonuda idea de quedar aquí esta noche? Me cago en la puta, daos prisa.
Vaya mierda como un piano. Desconecto. Sara por supuesto que ni se deja ver. Sera hija de puta, ¿dónde mierdas se ha metido? Si ya le dije mil veces que su rollo no me gustaba, que no podía ser bueno tanto curro, y no darse un maldito descanso. No te puedes fiar de esa mierda de empresas extranjeras. Son todas unas hijas de puta que te exprimen igual que un limón. Como aquella tía holandesa, que me folló hasta matarme el verano pasado. Qué puta zorra. Bueno, las multinacionales de aquí no es que se queden cortas. Si ya lo digo, trabajar es para los gilipollas y los tontos del culo.
Joder, qué puto frío de los cojones.
Disculpad el lenguaje. Voy a ver por dónde llevo a este hombre, cómo tiro con él.
Es invierno y con ello hay una serie de rituales que para mí son necesarios: cuidar el cutis, beber chocolate caliente con mi serie favorita endulzando los oídos y el fuego del hogar. No hay nada como esos pequeños placeres que le dan gustito a la vida, ojo, tampoco descarto la dulce compañía de alguien, pero curiosamente llevo un tiempo sola padeciendo algo parecido a: no encuentro a alguien que valga la pena o me siga el tren. Y con esa lamentable sensación de soledad, decido que es hora de juntarme con los amigos debido a la situación de Sara y su mensaje enigmático.
Sinceramente no sé qué pensar de mi amiga, tengo momentos en donde la razón me supera y comprendo que un trabajo te absorbe, yo me pasó meses lejos de mi casa buscando en la tierra algo significativo y que sea un resquicio de historia a conocer, mientras que ella se pierde en el mundo de las fórmulas soñando a hacer magia en el mundo de la ciencia. Somos parecidas y diferentes, ambas amamos nuestra profesión y a su vez, el extremo nos lleva a olvidarnos de que somos mujeres, humanas y lo peor... Personas. Pero bueno, toca vestirse, coger el coche y pensar que todo esto puede ser una tontería más de sus curiosos días.
Ya ataviada con un vestido, medias gruesas, botas y una chaqueta de pana bien gruesa, decido sacar mi precioso auto negro para dirigirme al punto de reunión. Hace frío, eso lo noto y sé que la carretera será un maldito dolor de cabeza. ¿Quien me manda a vivir un poco alejada de la ciudad? Soy así, especial a medio tiempo. Una vez estoy en carretera, me distraigo con la música, es John Lennon que me despierta ese interés inusitado a volar un rato mentalmente. Sus clásicos, ese tema con la paz y su amor puro, hacia Yoko. Vaya locura tenía, aún así, encontró su par, su media naranja. Yo solo pomelos y en mal estado.
Pero en medio tanto pensamiento, caigo en la cuenta de que veré a Alejandro y algo en el pecho me resuena. Intento no pensarlo, es mi amigo y ya, aún así surge sin más. Por esa razón cuando llego al lugar y lo veo hablando con una chica, pongo mis ojos en blanco sin poder evitarlo, es así. No cambia más, maldita decepción. Suspirando bajo del coche y tras cerrar todo, me acerco a saludarlo. - Hey, tanto tiempo. ¿Cómo estás?- digo sin más, natural, habla la amiga no la que siente algo por él. Y mientras espero su respuesta, desvío la mirada hacia la calle, esperando a Óscar. - Vaya día, me estoy congelando... Hermosa llamada. Conté menos vocabulario mal sonante. ¿Estás bien? - bromeo divertida, tengo que meterme con él.
Cuando miro el reloj me doy cuenta de que me he confiado. Es lo que me pasa siempre cuando quedo al lado de mi casa o del curro, que me creo que voy sobrado, que si venga, me fumo un piti contigo, que si venga una birrita rápida... Y cuando me quiero dar cuenta me toca echar una carrera para no llegar tarde. Y está el suelo como para andar haciendo los cien metros lisos, ¿sabes? Que sí, que habrán echado sal y todo lo que quieras, pero ya he visto a un par de personas agarrándose a las farolas para no irse de morros.
Paro la música de los Ramones cuando suena un pitido en los cascos y freno un poco la carrera para escuchar el audio de Alex. Al escucharlo me río por lo bajo conmigo mismo. No respondo porque tengo los dedos tan helados que sólo quiero volver a meterlos en los bolsillos. No sé qué pasa este invierno que parece que estemos en Moscú, macho.
Cuando me acerco a la boca de metro veo que llego el último y aprieto el paso otra vez. Además de la parka verde oscura llevo con los pantalones del curro, negros, tipo cargo, llenos de bolsillos por todas partes, y unas botas también negras y de suela gruesa. Colgada de un hombro llevo la mochila negra del curro, con un montón de cosas útiles dentro.
Al alcanzar a Alex y Helena me paro con una sonrisa. Al final ni tan mal, con la carrera he entrado en calor.
—Ey, tío —le choco la mano a él, palmaditas incluidas en el hombro, y luego me giro para darle un abrazo a ella—. Helena, ¿qué tal?
Me vuelvo a meter las manos en los bolsillos en cuanto les saludo. Hago una mueca con la boca.
—¿Y qué? ¿Sara sigue sin dar señales? —pregunto para sacar el tema, porque la respuesta ya la sé. Ninguna señal desde hace siete días, desde el mensaje de voz más raro que un perro verde. Y el día de reyes, mirándolo bien, estaba también rara de narices—. ¿Tiramos para su casa o qué?
Hubo un tiempo, en el insti, que era ver a Helena, y ponerme becerro. La hostia, me empalmaba directo. Aquellas curvas metiditas en la falda ceñida, su camiseta empitonada, joder, es que me ponía ciego. No solo yo, claro. Medio insti. La mitad que eran tíos. Y algunas tías también. A las que les iba más el pescado que la carne. Y Helena lo notaba, seguro, la muy zorra. Luego llegó la amistad, mis ganas de follarla no es que menguasen pero la cosa cambió, se transformó en una gran amistad. Una putada, porque me cortó el maldito rollo de probar de tirármela.
Le di dos besos en las mejillas.-Qué pasa, tía. – Para ella siempre tenía mi mejor sonrisa disponible. Seguía buenísima. Sin embargo nunca le dije nada. Para no estropear la cojonuda amistad que teníamos. O porque soy un cagao de mierda en el fondo y me asusta que me rechace. En realidad no deseo que un polvo mande a la mierda lo que tengo con ella. La única tía auténtica que me quiere junto con Sara. Le di una calada al cigarrillo- Es que el puto frío me hiela la lengua. Y tú eres tan finolis que me corto contigo. Eh, mira , se acerca el panoli.
Saludé a Óscar. – Joder, macho, una puta vida llevamos esperándote. Si tenías un ligue habértela traído. –Sonreí, divertido. Qué gran tipo era el cabrón de Óscar. ¡Qué gran rival con las tías! Qué tiempos. Paseé la mirada de él hacia Helena, y luego a la circulación, fumando, recordando. Nunca supe si estos dos follaron juntos o qué. Nunca lo pregunté. El tema era recurrente cuando nos pasábamos con el alcohol y nos poníamos tibios. Risas y mamonadas, ya está. Según Sara, no sucedió nada. Confiaba en ella.
-Nada, tío. Ni una palabra. La he llamado mil veces. A todas las putas horas del día – miré a Helena, con la interrogación en mis ojos- ¿Y a ti? ¿Alguna cosa? Como sois tías, entre mujeres os habláis y eso.- Apagué el pitillo- Pues vamos. Lo que sea, antes se seguir aquí congelándome los huevos.
Os ponéis rumbo a la casa de Sara. Vive cerca de donde estáis, en la calle de Tetuán número 25. No deberíais tardar ni 5 minutos pero el estado de las aceras alarga un poco el camino.
El frío está presente y no parece que se vaya a ir. La nieve puede que sea más pasajera, para una ciudad como Madrid, no acostumbrada a estar cubierta de nieve y hielo cada hora que continua nevada es casi una tragedia nacional.
Hace unos meses que Sara vive en ese apartamento, antes vivía en uno lejos del bullicio de la ciudad. Cuando os comentó que se mudaba al pleno centro de Madrid en parte os sorprendió, no era una mujer a la que le gustara el ajetreo y la aglomeración de gente. Para poder pagar un apartamento de esas caracteristicas ella sola sin duda debían pagarle bien en su trabajo.
Cuando llegáis al portal veis que las paredes aledañas están cubiertas de grafitis nada artísticos, muy típico del centro de madrid. Algunas pintadas reivindicativas, otras no tanto. Un gran "Almeida carapolla" sobresale por encima de todos los demás. Llamáís al timbre, es el 1B y como imaginabais nadie os responde. Una vecina que3 sale a la calle os abre la puerta.
- Puto frío y puta nieve.- dice la señora mirando con recelo la acera. Es una señora mayor, de unos 55 años. Os mira sin prestar mucha atención.- Espera no me lo digáis, venís a regar las plantas de la rubia del primero. Me dijo que vendrían tres amigos suyos.- la señora sale a la calle pero os mantiene la puerta abierta.- Que se iba de viaje ¡En pleno Enero! Esta juventud... no sabéis lo que es trabajar a jornada completa... qué desperdicio .- lamenta en voz alta.- Pasad, pasad. Cuando la veáis recordadle que todavía no ha pagado la cuota de la comunidad de Enero.- os avisa y se marcha.
Agarráis la puerta del portal antes de que se cierre y entráis en el portal. Una mirada al buzón de Sara os llama la atención que hay bastante correspondencia, hace días que no lo abre. Subís las escaleras hasta su piso. El edificio está completamente restaurado y es bastante moderno. En la primera planta hay 3 puertas y os dirigís al 1B. Parece una puerta normal pero no tiene llave sino un teclado con números del 0-9 y letras de la A-D. El número de caracteres a introducir es indefinido.
Os miráis confundidos hasta que recordáis que tenéis un código desde el instituto, 6A8A3A5A, un número elegido por cada uno de vosotros y la letra que tenéis en común en el nombre. Helena da un paso al frente e intriduce ese código. Tras unos segundos la puerta hace una serie de ruidos extraños, entendéis que son los diversos candados que se están abriendo. Finalmente la puerta se abre muy despacio y entrais en el apartamento.
Cuando pasa el ultimo de vosotros la puerta se cierra de golpe, es de esas puertas que tienen cierre automático.
Encendéis las luces y veis el apartamento de Sara. Lo primero que os llama la atención es lo mal que huele, hay algo podrido en la nevera sin lugar a dudas. Hay muchos papeles por el apartamento, también tiene bastantes libros de Historia y de mitos y leyendas dispersados por el salón. Esto es muy raro pues a Sara nunca le había interesado la historia ni las humanidades en general, ella era ciencia pura.
El apartamento consta de un salón con una cocina separados por una barra americana. Tiene un baño bastante grande con bañera y ducha. Luego está la habitación de Sara con una cama de matrimonio perfectamente hecha, un armario empotrado, una habitación que usa de despacho y una pequeña despensa. Es un piso muy grande y bonito.
A simple vista parece una puerta normal pero tú sabes que no es así. Es una de las puertas de mayor seguridad del mercado. Te consideras bastante experto en cerraduras y sabes que las de esa puerta están fuera de tu alcance, del tuyo y del alcance de cualquiera, o se conoce el código o hay que arrancar la pared entera para entrar. También sabes que son muy caras.
La puerta tiene varias marcas que podrían pasar desapercibidas para cualquiera... menos para ti, alguien ha intentado abrir esa puerta antes que vosotros.
El abrazo es sentido, me nace sin más con Óscar desde que nos conocemos y es agradable su presencia. Más allá de mis delirios en estado de borrachera que he dejado sepultados en el placard, bien lejos donde esta Narnia. Hay cuestiones que por mera cortesía y conservación interior no suelo tocar, además con Alejandro delante mío, es imposible pensar en algo más ya que me inquieta e irrita de la misma manera que al ser adolescentes. Supongo que es su efecto afrodisíaco, y ese lenguaje tan funesto, tan de barrios bajos termina comprando. Maldita seas. - Te ves genial, echaba de menos esto. - confieso al mirar a los dos, muy apuestos pero sin dejar de ser los chicos que conocí. - No me digas, que ahora te corta mi formas. Curioso, Ale, muy curioso. - bromeo y una sonrisa se dibuja en mi rostro.
Pero ante la propuesta de mi amigo, me agrada sin más ya que en ello había pensado y lo comparto. - Pues, poco. Recuerda que estuve un mes ajena de todo en medio de un lugar árido y antes de que me digas que soy un perro escarbando huesos, ya te digo que sí. - me atajo rápido, sé que me tirará la puya y yo lo miraré roja un breve instante, queriendo callar su bocaza con un beso. Vamos, la misma tediosa dinámica de siempre que por alguna extraña razón no termina de surgir. - No tengo idea de Sara y me preocupa, pero es un buen momento para ir a su Departamento como dijo Óscar y de paso nos quitamos la duda. - comento mientras ya decididos todos iniciamos la marcha, el asunto es que queda cerca de este punto de encuentro y caminar por la acera con tacones no es plan.
Los resbalones que tuve son dignos de risas, así que me coloqué en medio de los chicos y caminé con ellos. Me sentí poderosa allí, rodeada de semejantes hombres. Tan buenas personas, que de alguna manera los quiero cuidar pese a mi idiotez incesante de burguesa en apuros. Una vez llegamos al edificio, una ceja se alza sorprendida por la ubicación y la apariencia. La mujer puede ser la madre perfecta de Ale, y se lo hago saber. - Ya sabemos de dónde has salido, ve a decirle: Hola Mamá. - vuelvo a meterme con él en un susurro, ya ingresando al lugar mientras cojo todo lo que hay en el buzón así podemos hallar algo significativo.
Y mientras intento recordar cómo puede ser el código de acceso al piso de nuestra amiga, voy tecleando lo que creo que es y zas, allí dentro estamos. - Vaya, voy a abrir las ventanas. - digo al sentir como golpea el olor en la nariz y como suele darme una repugnancia desbordante, no quiero vomitar mientras pierdo el glamour en el proceso. - ¿Hay algo en mal estado? ¿Muerto? - pregunto pálida, abriendo el ventanal. La idea se pasa por mi mente, espero que a Sara no esté muerta, eso sería muy doloroso. - Tenemos que revisar... ¿De dónde viene ese olor? - pregunto asqueada, busco en mi cartera la colonia importada y coloco un poco debajo de la nariz, así puedo hacer algo más coherente.
Ya un poco recuperada, me dirijo al baño para ver si está allí.
Pongo los ojos en blanco como respuesta al saludo de Alex.
—Sí, claro. Para que me la quites.
Cojo a Helena del brazo y me río por lo bajo mientras echamos a andar. Así caminando los tres agarrados parecemos unos teletubbies de esos que hacen el espectáculo sobre hielo y lo más gracioso es que como se vaya uno de culo, nos iremos los tres.
Por el camino aprovecho para contarles mis avances con Silvia, la técnica de luces que ha traído la compañía que está haciendo temporada en el teatro desde el día dos. Y es que buah, me tiene loco esa pava. Sólo de pensar en su sonrisa cuando le propuse quedar la semana que viene fuera del curro me pongo tontorrón. A Alex y Helena ya les hablé de ella el día de reyes cuando nos juntamos los cuatro, además que seguro que les di una buena chapa, porque me cogí un pedo bien guapo y cuando estoy borracho siempre se me suelta la lengua con esas cosas.
Al llegar al portal de Sara miro hacia arriba. No le pega nada vivir en pleno centro y no quiero ni pensar en lo que debe costar su piso. Vamos, que yo lo sé bien, que vivo con otras tres personas para pagar el alquiler del mío y no está muy lejos de aquí. Al menos vale para algo el curro ese de mierda que le está sorbiendo el seso y la vida.
A la señora le sonrío ampliamente. Siempre me he llevado bien con las madres de todo el mundo, amigos, novias... Se me dan bien las señoras, de siempre.
—Diga que sí, mujer —asiento con la cabeza según habla—. ¿A quién se le ocurre irse de viaje con este frío? Si a mí lo único que me apetece es tomarme un caldito y meterme debajo de la manta en el sofá. Pero oiga, que no se preocupe, que se lo diremos. Vaya con cuidado, ¿eh? —le recomiendo, echando una mirada hacia abajo—. Que el suelo resbala. Yo creo que no nevaba así desde el dos mil cinco. Por lo menos.
Paso para dentro riéndome entre dientes.
—Qué graciosa la señora. Joder, Sara tiene el buzón petado.
Ya arriba flipo millones con la puerta que se ha montado nuestra colega. Dejo que Helena y Alex pasen primero y me quedo atrás para examinarla mejor.
—Buah, troncos. Esta puerta es la caña. Esto no lo abre ni Houdini, en serio. Ostras, mirad qué paletones. —Yo, a mi movida, que estas cosas me pirran cosa mala—. ¿Pero cuántos pistones tiene esto? ¡Qué barbaridad! Le ha tenido que costar una pasta, pero pasta gansa, ¿eh? Oye, ¿a qué huele? Qué asco.
Para ese momento ya me he agachado para ver la cerradura de cerca. Y entonces me callo un momento y ladeo la cabeza aguzando la mirada. Paso el dedo despacio por la superficie y frunzo el ceño. Aaaamigo, esto sí que no me está molando nada.
Me levanto y miro hacia fuera, a ambos lados en el descansillo y también hacia arriba y hacia abajo por el hueco de las escaleras. Luego dejo que la puerta se cierre otra vez y me voy tras ellos.
—Eh, tíos —les llamo, aún con el ceño fruncido—. Alguien ha intentado forzar la puerta antes de que viniéramos.
-La puta hostia, ¡qué pestazo! ¿Qué cojones pasa aquí? -¿Sara se había dejado comida fuera de la nevera?
Estaba ya en el comedor cuando McGyver nos dice no se qué de la cerradura. Regresé sobre mis pasos.-¿Qué qué? A ver…¡Hostias! Pues es verdad. –miré con cara de asombro a Óscar- ¿Que coño..? Se habrán enterado de que no estaba y los cabrones ya han querido robar en el piso. Menos mal que la puerta es como esas del tesoro americano de las pelis. Fort Knoxx o como coño se diga.
Entonces repasé el correo que había podido coger del buzón, por si encontraba algún sobre interesante y no todo eran facturas, mientras nuestra Helena ventilaba el piso y buscaba por ahí. Yo me encendí un cigarrillo para espantar el olor a perro muerto, me armé de valor, miré en el dormitorio, le eché un vistazo por encima a los papelotes y libracos esparcidos, para comprobar que leía o se interesaba Sarita, que a mí siempre me ha molado un poco el rollo de la historia, en plan aficionado. Luego en la cocina. Y cómo tengo un par de huevos decidí abrir la puerta del refrigerador maldito. ¿Estaba apagado?
-Esto me recuerda cuando de pequeñajo se murió mi tía Lidia. No veas, guardaba en la nevera la cabeza de su mascota, un perro , no me acuerdo de qué raza, de esos con el morro metido para dentro. Qué susto nos pegamos, la leche, fue la hostia. Anda que no estaba pirada la tía.
En el correo, a parte de publicidad encuentras una carta de una inmobiliaria. Al abrirla descubres que es un contrato de alquiler de una nave en la Calle Industrias en Tres Cantos. Te suena que está cerca de Burrolandia, pero eres incapaz de saber por qué recuerdas ese puto lugar o de qué carajo te pueda sonar.
Cuando rebuscas entre los papelajos que hay por la casa encuentras un factura de la luz adscritas a la nave de Calle Industrias en Tres Cantos. Te llama la atención la cantidad elevada de la factura que es de 1342 euros.
Revisáis las estancias de la casa.
Encima de su mesita de noche, junto al despertador veis que Sara tiene una foto bastante reciente de los cuatro cuando estuvisteis en Burrolandia de domingueo. En ella aparecéis todos haciendo el símbolo de la victoria con los dedos, pero por alguna extraña razón, Helena, Oscar y Sara lo hacen detrás de la cabeza de Alejandro que lleva unas gafas de sol. La borrachera de la noche anterior fue de órdago, sobretodo para Alejandro que se pasó casi dos días recuperándose.
El baño está bastante recogido y limpio, aunque se nota por el cepillo de dientes seco que hace mucho nadie usa ese baño. Los tampones usados dentro de su envoltorio en un pequeño contenedor de metal no es un espectáculo agradable en vuestro registro, pero descartáis eso como el foco de mal olor.
Es en la cocina donde localizáis el responsable una pechuga de pollo sobre un plato, dentro de una bolsa de descongelación. Es difícil saber cuanto tiempo lleva allí, pero fácilmente podría ser una semana.
Al abrir la nevera os dais cuenta de que una malla de limones mohosa y un par de bandejas de embutido resecas tampoco ayudan al buen aroma de la cocina, el brick de leche abombado os dice que es mejor no abrirlo
Entre la pila de libros encontráis muchos que ni siquiera son de historia. Son más bien mitos y leyendas europeas, pero no encontráis relación alguna entren sus trabajo de ciencia, los libros de historia Europea y los de mitos y leyendas.
Entre todas las cartas desperdigadas en una mesa, encuentras un patrón de orden. Por un lado parece haber facturas de la vivienda. Esta en la que estáis en Tetuan 25. El consumo de luz y agua se ha reducido drásticamente hasta los mínimos en los últimos tres meses.
Por otro lado aparecen facturas de un local en la calle Industrias 33, no tienes ni idea de dónde puede estar eso pero los consumos de agua y luz de allí se disparan a limites insospechados.
Entre unas cuantas cartas localizas un sobre que al principio pasas por alto pero que al cabo de un momento tu cerebro te incita a volver a mirar.
Es un sobre de alto gramaje, de calidad. Serigrafiado con relieve. En él, aparte del nombre de tu amiga, no entiendes nada. Bajo un logo en forma de dos círculos concéntricos con otro en el exterior, aparecen letras en chino mandarin, o japones, o koreano... Vaya usted a saber... pero parece un logo empresarial.
Dentro hay una nómina. Con lo que cobra Sara en un mes podría vivir el bloque entero sin problema. La nomina es de junio del año anterior.
Metí la puta pechuga junto con los limones, el tetabrik y las bandejas de embutido en una bolsa de basura, bien cerradita. Me apoyé en un mueble del comedor, fumando a la vez que ojeaba el correo. Hum.
-Hostia. Esto es un contrato de alquiler de una nave, en Tres Cantos. Calle Industria. ¿Tenéis alguna idea? –la verdad era que yo no, conocía poco de las historias privadas de Sara. Sus neuras o rolletes, alguno, que me iba contando cuando necesitaba desahogarse. – La cosa es que coincide con esta otra factura, estaba entre los libracos. Una factura de la luz de casi 1400 euros. Joder. Eso es un pico.
Le di una profunda calada al cigarrillo. Me guardé en el bolsillo interior de la cazadora ambos papeles. Seguí echándole un vistazo al tocho que había dejado un momento. –“Mitos y Leyendas de la Europa Antigua”. –Fui pasando las páginas. Mucho texto y muchas imágenes. Estaba guapo- ¿Encontráis algo? Esto es una mierda y no mola nada. No es el comportamiento normal de Sara. Y si lo juntamos con lo que dijo, esa manera tan enigmática de, “venid a buscarme”, como que me cago en Dios. Habrá que ir a ese almacén o lo que sea, a ver que hostias pasa.
Me mantengo centrada en la correspondencia, revisando con atención mientras alzo una ceja sorprendida. Los consumos están en los mínimos, dando a entender que en verdad ha estado viviendo muy poco aquí, pasando todo el día fuera o algo similar. Esto me remonta a sus ausencias, a esas expresiones que en su momento me sembraron tantas dudas que ni siquiera supe encontrar un instante para hablarlo y ver que sucede. De alguna manera me siento muy impotente, inútil por haber sido una amiga que deja pasar estas cosas por alto. La verdad es que me preocupa, en demasía.
Y mientras los demás continúan en lo suyo, sigo con los sobres, revisando o leyendo con más atención. Hay un patrón, algo que no pasa desapercibido en mi mente y posiblemente por profesión, soy una mujer de detalles. No por nada me lo paso 10 horas escarbando la tierra para encontrar algo significativo y ahora es lo mismo. Hay una dirección que es rara, no tengo idea de donde queda, pero es evidente el consumo allí, así que pillo el móvil y lo busco en google.
- Chicos, esto es muy raro... Parece que no ha estado aquí en los últimos meses, pero vienen facturas desorbitantes en otras direcciones y a su nombre. Miren. -les digo, sin haber prestado mucha atención a las palabras de Ale. Pero caigo en la pregunta de mi amigo, tardíamente. - Ya, tengo facturas de ese lugar y lo estoy buscando en el móvil. - respondo y sigo. - Menos vas entender si miras este sobre y chequeas la cifra de esto... ¿En qué diantres estaba metida? - comento mientras les doy el sobre con el logo extraño, además de que la serigrafía, el papel, es muy especial.
- ¿La puerta? Joder, que raro todo. Está metida en algo muy turbio... Espero esté bien ella. - respondo a Óscar.
Toda esta movida me está dando un mal rollo de la hostia. Es como si mi colega de siempre tuviese una doble vida de lo más chunga. Voy dando una vuelta por la casa, pero al final acabo en el salón cerca de la ventana. Que no hay quien respire con esa peste. Y ya aprovecho que Alex ha roto la veda y me enciendo un piti yo también. Me cuesta prender el mechero porque me tiemblan un poco los dedos de los nervios y todo, pero pronto estoy aspirando el humo lentamente. Así sí, mucho mejor.
Lo suelto hacia fuera y luego inspiro profundamente el aire viciado del centro de la ciudad antes de volver a mirar hacia dentro.
—A ver —le pido a Helena el sobre raro con un gesto, para echar un ojo al logo. Pero no me suena de nada—. Ni idea de todo esto, pero no me está molando nada. No sabía que tuviese una nave en Tres Cantos ni nada.
Me quedo pensando un par de segundos y miro alrededor otra vez, entrecerrando los ojos.
—Pero, tíos. Sara es lista de la hostia, ¿no? Si nos dijo que viniéramos a buscarla... ¿no nos habría dejado alguna pista o algo así para que supiéramos dónde iba?
Con esa idea en mente me doy otra vuelta por el piso, a la caza de cualquier cosa que pueda ser un mensaje en clave para nosotros o alguna movida así. A lo mejor estoy viendo demasiadas series últimamente, pero ya que estoy pillo la foto de los cuatro.
—¿No hay ninguna carta de su curro? Podríamos buscar el nombre de la empresa en google. O vamos tirando para la nave esa directamente.
La única pista que os queda es el local de la avenida de la Industria. Así pues decidís ir para allá. No tenéis como ir a estas horas de la noche, así pues no os queda otra que pillar un taxi. Llamáis a Radio Taxi y aunque parece que os van a poner pegas para llevaros a Tres Cantos a esta hora, os dicen que en siete minutos un compañero se personará en la puerta de casa. Sabéis que os cobrará un pico pero con la nomina de Sara seguro que os invita a una cena y unos tragos cuando todo eso acabe... o algo...
Salís por la puerta que se cierra con un siseo hidráulico tras de vosotros. Alejandro carga con la bolsa de basura. En la puerta del portal os volvéis a encontrar con la mujer de antes que entra cargada con bolsas de la compra. El taxi espera en la puerta.
-Gracias mozos -os dice según abrís la puerta -¿Ya están regadas las plantas? -os sonríe y entra mascullando juramentos -Maldito frio de la Capital...
Subis al taxi y cuando le dais la dirección apaga el taxímetro. -Ya vais lejillos...40€ y pierdo dinero -os dice. No tiene sintonizada la Cope ni el fútbol. Suena música clásica. Parece que habéis tenido la suerte de toparos con el taxista más huraño y silencioso del país. -Como toda gran ciudad que se precie, parece que todos los idiotas esperan a que llueva o nieve para conducir sus autos... ¡Rediós! -y no dice nada más hasta entrar en Tres Cantos casi 50 minutos más tarde y girar a la derecha hacia la Avenida -¿A qué altura os dejo muchachos?
-Pasado el Instituto de Geología y minería -contesta Helena con presteza. A lo que el Taxista asiente sin más mientras enfila hacia arriba.
Durante el trayecto habéis tenido tiempo de buscar en google por el nombre de la empresa, pero sin resultados.
Pasada la rotonda os llama la atención un pequeño auto aparcado frente a un solar cercado que alberga una pequeña nave en medio. Es un Fiat 500 rosa y blanco. Os suena que Sara siempre había querido uno así.
Comienza una discusión entre Helena y Alejandro por pagar la carrera. Cosa que acaba haciendo Oscar, el "pobretón" del grupo.
El auto reposa sobre unos ladrillos, se han llevado las ruedas y los retrovisores. Una pintada con spray negro en el lateral reza: NO AY FUTURO. Todavía no han forzado las puertas, así pues el interior está intacto. Suponéis que esta noche o mañana volverán para seguir desmontando el turismo y llevárselo en cómodos fascículos.
Entráis en el cercado. La puerta esta cerrada con una cadena y un candado pero podéis pasar por debajo. De las pocas ventanas no cegadas de la nave sale una tenue luz blanquecina.
Los pelos de la nuca se os erizan debido a la electricidad estática dentro del solar. El aire es más denso y os cuesta respirar. junto a la nave hay un transformador eléctrico enorme. Zumba y vibra como el ronroneo de un felino enorme. Lo escucháis y lo sentís sobre vuestra piel y no es una sensación del todo agradable.
La nave es bastante vieja, las ventanas están cegadas con plásticos oscuros y cinta adhesiva, sólo un par donde los plásticos se han rasgado dejan ver que hay un enrejado cubriéndolas. Sin embargo, la puerta de la misma es como la de la casa de Sara. Usáis la misma combinación numérica, y por suerte se abre. Los siseos hidráulicos os indican la cantidad de pistones y pernos que están abriendo la puerta acorazada. casi esperáis que una niebla espesa, blanca y fría salga del lugar como en las pelis de terror y ciencia ficción, pero no ocurre.
Del interior sale una luz blanca y tenue. Según entráis, algún sensor de movimiento pone en marcha algo en el interior del complejo. La luz se hace más brillante iluminando un espacio de blanco y acero prístino como un laboratorio. una segunda puerta que se abre automáticamente cuando la puerta principal se cierra tras de vosotros, os da acceso al lugar.
Al fondo, a la izquierda hay una sala con grandes ordenadores aislada del resto del complejo.
Una voz sintetizada que reconocéis como la de Sara resuena por la nave a través de unos altavoces que no podéis localizar.
-Bienvenidos amigos. Sabía que podía contar con vosotros. Sólo espero que no sea demasiado tarde.
La electricidad estática comienza a acumularse en el interior también, hasta el punto de que el cabello de Helena y Oscar comienzan a elevarse, el cabello de Alejandro, siempre bien peinado y encerado no sufre esos efectos
Escucháis una especie de pitido familiar. Algo así como el flash de una cámara de fotos al cargar pero a lo bestia.
-Gracias por venir... y... lo siento -acaba de decir la voz sintetizada de Sara.
Sin previo aviso un flash casi os deja ciegos y un vórtice se abre delante vuestro, como un agujero negro que os engulle. La sensación de velocidad es simplemente indescriptible, como sacar la cabeza por la ventanilla de un tren que circule a más velocidad de la que un cuerpo humano podría aguantar sin protección, como si os estuviesen arrancando la piel de la cara del cráneo mientras que vuestros pies parecen fijos al suelo, como si estirasen cada musculo y hueso de vuestro cuerpo, indescriptible como iba diciendo... un sonido sordo, como de romper la barrera del sonido un millar de veces. Y luego...nada.
Si estuvieseis en la nave para verlo, veríais las quemaduras por radiación de cuatro cuerpos difuminándose en el suelo blanco del lugar mientras las luces volvían a apagarse, dejando el lugar en silencio, con aroma a ozono y lleno de estática. Si estuvieseis... porque no estáis...