Partida Rol por web

Os dividís en tres grupos, los que montan guardia se supone que aún están lejos y el ruido que hacéis no es significativo como para ser vistos, el mapa que trazó el prisionero resulta de ayuda inestimable pues la niebla no deja ver más que diez metros.

Hador con sus dos guardias se pierde de vista en la niebla, la suerte está echada, en pocos minutos el destino de valientes aventureros y ladrones estará marcado.

-Cuiden sus pasos-

El susurro del rohir se disipó entre la niebla espesa, mientras el trío de impostores recorría aquella colina plagada de enemigos, en una misión arriesgada, pero honorable. Aunque... no veo lo honorable en limpiar la garganta de un hombre desprevenido, pensó, torturándose en vano, aunque habiendo asumido su deber.

Lo único que se insinuaba más allá de la bruma era los sinuosos relieves de la tierra, mas ninguna estructura aparecía a la vista. No obstante, Hador confiaba en hallar el edificio que albergaba la cocina, y logró acercarse lo suficiente como para ver su estructura erguida en la oscuridad. Hizo una seña a los guardias para que se agazaparan junto a él contra la pared.

-Sean disimulados. Detrás de este edificio hay un puesto de guardia, y podrían haber algunos rondando por la base- susurró. -Tomaremos al guardia por sorpresa luego de asegurarnos de que no hay nadie en los alrededores-

Los guardias asienten con la cabeza y te siguen colina arriba, llegas casi junto a la pares trasera del edifico, la entrada está por el otro lado, este edificio sin duda te resguarda algo de ser virto y algo de ser escuchado.

Hador de forma inteligente trata de resguardarle tras los muros de un edificio, por el momento todo va bien, no se escucha absolutamente nada, los guardias y tú sois bastante silenciosos y tampoco se escucha nada en el resto de la colina. Todo parece ir bien.

Hador avanzó los pocos metros que le separaban de la cocina hasta apoyarse en la pared junto a los guardias de Dol Amroth. Les señaló a ambos, para luego indicarles, con un ademán, que rodearan el edificio. -Rodearemos el puesto- susurró, para luego asentir y recorrer el trecho que le separaba del pequeño edificio adyacente a aquel donde se resguardaba.

Una vez allí, dedicó todos sus sentidos al paisaje, en busca de presencias furtivas y murmullos apagados por el cansancio nocturno. Además, asomó su cabeza apenas, para comprobar la forma del puesto de vigilancia, así como los puntos de acceso y la dirección en la que el guardia se concentraba.

Te mueves con ligereza y los guardias también, estáis apostados tras una pequeña construcción, no has podido apreciar nada de particular.

En loca la colina no se oye nada, es un gran mérito pues sois muchos y un pequeño tropiezo lo puede tener cualquiera. La visibilidad sigue siendo la misma, diez metros.

Hador avanzó, seguido de los guardias y agazapado contra la pared de aquella pequeña construcción, hasta la esquina este de la misma. Allí, asomó la cabeza nuevamente, pues desde el otro la densidad de la umbra no le dejaba ver el puesto de vigilancia.

Bordeas, el edificio 11, los guardias no se atreven a moverse hasta que les des indicaciones, no pasas por ninguna puerta pero si hay una pequeña ventana alta, no llegas a ver el interior pero si que está oscuro.

Te asomas por la esquina, estas a la distancia perfecta para mirar en dirección al puesto de vigilancia, al un ladrón allí, está quieto, demasiado quieto ¡Parece que está dormido!

En ese momento escuchas un sonido a tus espaldas en dirección sur, como si alguien se hubiese caído, pero no se escucha nada más, al menos no suena ningún silbato…

Hador volteó, alarmado. En un parpadeo, sostenía el hacha con fuerza, y el corazón le bombeaba aceleradamente. Oteó la oscuridad, esperando que las figuras ocultas en la misma emergieran para trabar combate, pero nada sucedió.

Angainor...

Casi sonrió ante el recuerdo de lo vivido, y de la poca discreción del enano, o más bien, su mala suerte. Nadie había dado la alarma, por lo que decidió aprovechar aquel momento para actuar rápidamente. Les hizo señas a los guardias, señalando el puesto de vigilancia, y oculto por la umbra, marchó agazapado hacia el guardia durmiente.

Es por una buena causa. Es necesario.

El primero de los guardias tras la orden de Hador se precipita, patina con la gravilla de un pequeño derrumbe de la casa y se cae de bruces al suelo, saliendo su espada disparada a un par de metros de su mano.

Pero el otro guardia y Hador llegan al ladrón a tiempo de ver como este levanta confuso con su espada en alto, adiós al factor sorpresa, pero al menos estáis a su lado dispuesto a atacarlo, hay que acabar con él antes de que de la alarma.

- ¿Quién anda ahí? – se oye una voz en dirección este, parece del otro puesto de vigilancia ¡Peligro!

Maldita sea, ¿por qué no mira dónde camina?

Hador se hallaba enervado por la situación. Demasiado ruido, demasiado descuidado. En aquel momento, deseaba estar sólo. Pero no se permitió un retraso, y tampoco una distracción. No dejó de avanzar, como un gato en la noche, hasta el puesto de vigilancia, desenfundando su hacha en el camino. Sus ojos se abrieron de par en par al ver como este comenzaba a emerger de su letargo.

Su brazo se alzó en el aire, y el filo, resplandeciente a la luz pálida de la luna, descendió brutalmente sobre aquel bribón desdichado. Esperaba que aquel guardia de Dol Amroth supiera imitarlo.

El guardia 2 ataca al ladrón que pone la daga como puede para defenderse, pero su ataque es nefasto.

El guardia 1 recupera su espada y se apresura a atacar al aturdido rufián, este ataque es con decisión y certeza, el golpe se produce en toda su cabeza, en una fea herida que le produce la muerte instantánea.

Pero no hay tiempo para celebraciones, en dirección sureste se escuchan unos pasos que se acercan, como sea alguien que sople su silbato se va a armar en pocos segundos.

Hador se había movido en vano. Mientras que uno de aquellos guardias falló, el otro hizo el trabajo sucio con asombrosa agilidad. Una ráfaga de frustración le golpeó el rostro. ¿Para qué se había molestado en desenvainar su hacha? Mas no hubo tiempo de reprochar su lentitud, ni su repentino sadismo, pues se vio obligado a voltear para identificar el origen de aquel sonido.

No se tomó más de un segundo en mirar. Encaró a los guardias, señalando la estructura de la cocina con gestos frenéticos, y llevándose el índice a los labios. Emitió una sola palabra, en un susurro apagado. -Emboscada- El rohir entonces se separó del dúo de guardias, para ocultarse en la oscuridad nocturna, aprovechando la cobertura que la estructura desconocida le daba. Empuñaba su hacha. Apenas el ladrón se parara a observar el cadáver, le llegaría la muerte.

Uno de los guardias se oculta en el edificio 12 y tú con el otro guardia te colocas en la puerta del edificio 11, escuchas los pasos apresurados que se acercan.

El problema es que no sabes si va a pasar por donde estás o por la parte del edificio, puedes entrar y esperar a que pase o esperar al ultimo momento y si va a pasar por delante de ti ocultarte al otro lado del edificio, es delicado pero hay que decidir.

Finalmente el ladrón opta por el camino más alejado a ti lo que favorece tu estrategia, justo cuando te da la espalda y acaba de ver como hay un compañero suyo tendido en el suelo en una postura extraña ves como se lleva el silbato a los labios, va a sonar…

Pero entes una cosa se cruza en su camino, el filo de una hacha de un Rohir se hunde en su costado, entre costilla y costilla, trata de coger aire pero lo único que consigue es que sus pulmones se llenen de sangre, tras una última mirada el cielo cae desplomado, muerto.

Un poco lejos al sueste escuchas del ladrido de un perro, si lo has oído tu, se debe de haber escuchado en toda la base, posiblemente sea uno de los Sabuesos de Gabbon.

Escuchas silbatos de alerta, en dirección a los barracones, parece ser que el factor sorpresa ya no es importante, los guardias que te acompañan y tú comenzáis a avanzar en aquella dirección.

Todo parece indicar que la batalla de verdad va a comenzar.