—¡Pyresanth, claro! —exclama el seguidor de Solinari, golpeándose la frente por no habérsele ocurrido a él aquella solución— ¡Pyresanth, et convocabo!
Las lenguas de fuego surgen de la esfera ardiente de Kenthalas y materializan al elemental que en tantas ocasiones os ha salvado la vida desde que llegasteis a Tirintaal. No tenéis mucho tiempo para ver cómo el ser de sombra y el de fuego se enzarzan el uno contra el otro bajo la lluvia de polvo dorado conjurado por Kento. No importa si Pyresanth no puede vencer o si sus golpes atraviesan al espectro sin causarle daño alguno, solo necesitáis tiempo.
Durante su huida, Lithiniel cree ver pisadas que se van formando mágicamente sobre el suelo polvoriento en dirección al balcón situado frente a vosotros pero no tiene tiempo para pararse a analizarlas. Alcanzáis la puerta y seguís corriendo sin molestaros en cerrarla tras de vosotros. ¿Qué sentido tendría cuando la criatura que os persigue puede atravesar puertas y paredes?
Bajáis los peldaños de las escaleras de dos en dos, de tres en tres. Cada segundo cuenta. Zeverúth va en cabeza y Ashe no se suelta de su mano. La druida trata de alcanzarlos y Kento va el último tras haber invertido un tiempo precioso en hacer uso de su magia para obstaculizar el avance del espectro.
Llegáis a la planta baja, a la sala donde está la fuente. El techo comienza a desmoronarse sobre vuestras cabezas pero, afortunadamente, ningún cascote de gran tamaño os alcanza a ninguno de vosotros aunque varios os pasan muy cerca. Solo os faltan un par de habitaciones más y seréis libres.
El hall de entrada, donde la estatua que os dio la bienvenida a Tirintaal a vuestra llegada ahora está tirada en el suelo hecha añicos. El monje alcanza la salida y tropieza con algo tirado en el suelo, cae de bruces sobre el puente y arrastra a Ashe en su caída. Desconcertado, Zeverúth se da cuenta de que acaba de tropezar con Gwyn, que estaba ahí agachado nadie sabe haciendo qué.
A través del techo emerge la figura del espectro, persiguiéndoos. Lithiniel y Kento todavía están dentro y no pueden salir porque sus tres compañeros les obstruyen la entrada.
Ashe → 4/26
Gwyn → 17/24 (más 1 de daño no letal)
Kenthalas → 2/15 (conjuros gastados: arma mágica x2, armadura de mago, comprensión idiomática, escudo, manos ardientes, esfera flamígera, proyectil mágico, apertura, luz, partículas rutilantes)
Lithiniel → 4/26 (conjuros gastados: curar heridas moderadas, convocar aliado natural I, orientación divina x4, gracia felina x2, flamear, buenas bayas, curar heridas leves x2)
Zeverúth → 6/27
El mar estaba revuelto y embravecido por la tormenta infernal que había alrededor, el viento amenazaba al pequeño elfo con arrastrarlo al agua, mientras los rayos caían con furia sobre el portal. Le dolía el tobillo por la caída, tras aterrizar de modo seguro sobre el puente, cuando el monje lo golpea sin la menor consideración. - Hey, fíjate por dónde caminas!- No sólo lo habían dejado atrás sino que ahora lo golpeaban como si fuese una bolsa.
Al menos tuvieron su merecido, pensó mientras veía en el suelo a Zeveruth y a Ashe delante de él, tras un golpe que de verlo ya causaba dolor. Atrás pudo ver la mirada desesperada de Kento y Lithiniel, que a poco estaban de ser devorados por el espectro. - Vamos, no se queden ahí, muévanse !! - les grita a sus perezosos y desorientados compañeros, mientras él comienza a correr hacia el portal.
A ver quién llega primero ;)
Cuando algo puede salir mal, sale mal... pero en este caso esa frase era un eufemismo, ¡todo estaba saliendo fatal! ¿qué demonios hacía el maldito Gwyndaewar agazapado en el suelo? Nada tenía una respuesta lógica cuando se trataba de él, pero no importaba ahora. Tenía ganas de matarlo. El monje, un elfo por lo general templado de carácter, que había pasado por mil y una penalidades, estaba ya al borde de cometer cualquier locura.
- ¡¡Cállate, idiota, y corre!! - como pudo se incorporó de nuevo, agarró a Ashe, e intentó seguir corriendo.
No sé si tengo que tirar algo, dios, la cosa esta que arde jajaja
La sorpresa de la druida al ver a Gwyn intentando esconderse en medio de un derrumbe monumental cual infante disminuido psiquicamente mientras juega con su cuidador, sólo es superada por el odio que ello le infunde, por lo que desde la salida de sala se puede escuchar a la alta elfa gritando con un tono aún más terrorífico que el del espectro:
-¡Gwyndaear! ¡¿te has empeñado en volverte más inútil por imposible que pudiera parecer?! ¡te dije que corrieras hacia el portal! ¡¿por qué demonios te paras para impedirnos seguir?! ¡vamos a morir por tu culpa! -exclamaba totalmente desesperada dispuesta a pisotearle la cara al rechoncho kirath si tuviera la oportunidad, pues sin duda se merecía quedar el último y que el fantasma se diera su último banquete, aquel que ella misma no debió haberle negado...
Vaya tela con el elfo, si se empeña en hacer más daño a los suyos no le sale mejor XD.
Zeverúth no tarda en dejar atrás al cojeante y cargado Gwyn y Ashe también le adelanta sin esfuerzo. El monje es como una pantera, con nervios de acero entrenados para carreras como esta; lo de la semihumana parecen más fuerzas de flaqueza que otra cosa, o tal vez el estímulo de su enérgico compañero. Como quiera que sea, la entrada no tarda en quedar despejada mientras el trío de kirath sortean los restos esqueléticos que obstruyen el puente.
¿Y si resulta que precisamente ahora la criatura decide cobrar vida? Por fortuna para vosotros, no es eso lo que sucede y tanto Lithiniel como Kento logran salir medio a la carrera medio a gatas de la torre antes de que el espectro se abalance sobre ellos.
Ambos estarían perdidos si no fuera porque la fantasmagórica criatura no puede abandonar los límites de su prisión, como él mismo os confesó hace tiempo. Sus manos descarnadas arañan el vacío de la puerta abierta como si un invisible cristal le impidiera llegar hasta los elfos. Tan cerca y a la vez tan inalcanzables.
A vuestra derecha veis cómo el mausoleo de los nigromantes comienza a hundirse en el océano y a vuestra espalda la torre que acabáis de abandonar se está desmoronando. El puente todavía resiste, pero no pensáis que vaya a hacerlo mucho tiempo.
El círculo de piedras parece el epicentro del cataclismo que está teniendo lugar. Los rayos caen sobre él e incluso los menos instruidos en conocimientos arcanos podéis sentir su magia descontrolada en el hormigueo de vuestra piel. La construcción megalítica centellea, parpadea y zumba de manera ruidosa.
—¡Tenemos que entrar ahí! —grita Kenthalas, para hacerse oír por encima del estruendo—. Solinari, no permitas que muera en este lugar sin luz y lejos de mi patria, permíteme al menos que mi cuerpo sin vida halle reposo eterno en el suelo de Silvanesti.
Con esta última plegaria, Kento se arroja al interior del cromletch y desaparece.
Tirada oculta
Motivo: Solo para perturbar a los jugadores xD
Tirada: 1d20
Resultado: 7
Gwyn corría todo lo que daban sus piernas, que no era mucho al lado de lo que el monje podía correr, pero más de lo que la druida y el mago lo hacían, que aún estaban en la sala. Zeveruth, además de haberlo golpeado, se atrevía a insultarlo, pero los gritos de Lithiniel a sus espaldas resultaban aún más estridentes y molestos - Nos vas a dejar a todos sordos! - le contestó a la druida - Gwyndrahir, me llamo Gwyndrahir! - dijo mientras avanzaba por el puente - Y sí he corrido hacia el portal, y por lo visto mucho más rápido que tú, que ya he bajado dos pisos y tú ni has salido de la torre!! -
El espectro parecía abalanzarse sobre la dupla que estaba por cruzar la entrada - Si te atrapa es porque ibas a dejarme atrás, de lo contrario no estaría yendo por ti - sentenció el kirath, convencido de que ese era el único motivo para que el muerto viviente fuese tras ella. Pero la criatura no llegó a alcanzarlos antes de que saliesen, y quedó atrapada mientras la torre colapsaba sobre sus cimientos.
El esqueleto gigante se veía amenazador, pero el monje pasó primero sin ser atacado, así que Gwyn no se detuvo. Más terrible aún parecía el portal, que brillaba como si toda la magia de los elfos se hubiese concentrado en él. Kento fue el primero en entrar, Gwyn no sabía si su compañero se había transportado o si había sido consumido por ese poder, pero el puente se desarmaba a sus espaldas y no había lugar a dudas, así que corrió hacia la luz sin esperar a ver qué hacían los demás.
El monje corría casi con desesperación, la meta estaba tan cerca que parecía imposible no llegar a ella. Oyó los gritos de Kenthalas, había que saltar.
Y sin pensarlo más... saltó.
Desde el móvil
Kento desaparece el primero. Después lo hacen Gwyn y Zeverúth. Ashe no tarda en saltar al Portal en pos del monje y Lithiniel se queda allí un instante más, mirando, recordando.
A sus espaldas está la soberbia fortaleza de Tirintaal, el lugar que construyeron los irdas hace miles de años y que un arqueólogo elfo restauró siglos después. Ahora todo eso se ha perdido. Es también el lugar donde la propia druida perdió la vida y la reencontró, el lugar donde su esposo halló la muerte y fue destruido no una sino tres veces. Un lugar de pesadilla que jamás podrá caer en el olvido mientras el corazón de Lithiniel siga latiendo.
Tërevan, Erindel, Thorian, Ecthelion... parecen ya únicamente nombres vacíos en una interminable lista de elfos asesinados en este lugar y reanimados por una magia oscura y repugnante; antinatural. Ya ni siquiera os quedan los cuerpos para darles el funeral que los auténticos kirath se merecen.
Las imponentes torres de cuarzo rosa se desmoronan ante los ojos de Lithiniel, arrasados por las lágrimas. El espectro trata desesperadamente de escapar de su prisión pero desaparece cuando ésta se viene abajo. También el puente comienza a derrumbarse y a la druida no le queda más remedio que avanzar hacia el Portal si no quiere terminar sus días en el fondo del embravecido océano que ruge bajo sus pies.
Después... la Nada.