Tibasfor despertó finalmente, ya que estaba en buenas condiciones. No sabía por qué había desaparecido y había acabado allí. Los aventureros fueron a entregar el artilugio al rey de los orcos, que los recompensó debidamente. Karg se alegró de verlos de nuevo, aunque no sabía que su hermano fue asesinado por ellos. De saberlo, no sólo Karg estaría a favor de ajusticiarlos, sino todo el pueblo orco.
Finalmente fueron al reino humano, donde les esperaba su señor. Éste se enfadó muchísimo cuando escuchó varias excusas sobre la imposibilidad de recuperar el artefacto. Pero fue con la noticia tardía de que el rey Orco lo había conseguido que exilió a los héroes de su reino, intuyendo que habían sido ellos los que habían vendido el brazalete a otro.
A partir de este momento, los aventureros tuvieron que irse a vivir a otro remoto lugar. No sería difícil, pues el dinero que habían conseguido era suficiente como para toda una vida de lujos.