Las ruinas ciclópeas permanecieron silenciosas a medida que el grupo de aventureros, la compañía Forjado a Fuego, abandonaba sus imponentes escaleras. Pocas horas después regresarían con la ayuda de Chinxero, el patrón de la barcaza que los había traído hasta aquí, con la intención de recuperar todo el material que los soldados de la Garra Esmeralda habían abandonado en su precipitada huida. El capitán de barcaza aceptó un porcentaje de al venta de todos aquellos objetos mundanos, por lo que la negociación fue muy sencilla para la compañía.
El regreso a Linde Tormentoso no estuvo exento de peligros. Varias criaturas conocidas como Yuan ti realizaron diversas emboscadas a lo largo de la rivera del río, sin duda atraídas por la posibilidad de un botín fácil de obtener. Por supuesto, los aventureros distaban mucho de ser fáciles de vencer.
En la propia ciudad, tras realizar las pertinentes ventas, compras y regateos, los compañeros aprovecharon el resto del día para sus propios recados unos, para abastecerse otros, y para desarrollar sus propias artes algunos. Finalmente, al día siguiente se reunieron a la hora acordada con el patrón del submarino, el capitán Byam. En aquella ocasión el gnomo optó por recorrer el camino más largo pero también más seguro, de regreso a Sharn, de modo que la compañía puedo relajarse y disfrutar de las vistas submarinas y de la deliciosa comida que pudieron ir pescando.
Y así, dejando algún cabo suelto imposible de atar, fue como Forjado a fuego regresaron a su nuevo hogar, la Ciudad de las Torres.
La lluvia caía atronadora sobre Sharn cuando la compañía arribó a los muelles.
El capitán Byam permitió a los aventureros descender de la nave submarina en un puerto secreto, una nave de madera situada en uno de los extremos meridionales de los puertos, que camuflaba perfectamente las idas y venidas del Dardo Veloz.
Los compañeros regresaron algo cabizbajos a su morada, dando vueltas al destino que aguardaba al mundo al haber permitido que la Garra Esmeralda se hiciera con semejante arma. Aunque tampoco tenían muy claro de qué tipo de arma se trataba.
Tras hacer una breve visita a la casa Cannith, sin encontrar a la dama Elaydren ni en ella ni en su propio apartamento, pasaron un par de días sin que supieran de la mujer que les había contratado. Sin embargo, un mensajero en su nombre se presentó pocas horas después citando al grupo en una taberna en una de las torres menos agraciadas de la ciudad. Un lugar poco recomendable ara una dama, si carecía de protección adecuada, o si no era una hueso duro de roer. Al parecer Elaydren encajaba en la segunda categoría, pues acudió sola a la cita.
La mujer recibió las noticias del fracaso de la expedición con gesto adusto. No le agradaban las nuevas que le daban, pero en su honor cabe decir que mantuvo un semblante impasible sin pestañear.
Lamento escuchar todo cuanto me contáis. repuso al acabar de recibir el informe de la misión El fracaso no es solo vuestro. Esto puede costar muy caro a mucha más gente de la que podáis soñar. Solo espero que alguien más sea capaz de detener a esos terroristas. Pero al menos habéis sido honestos conmigo.
La mujer extrajo un saquito bastante pesado de algún bolsillo invisible en el interior de su capa. Aunque no hayáis sido capaces de traerme los esquemas y el patrón de creación, me gustaría que aceptarais estas gemas como pago por el intento. Ni que decir tiene que no es todo el oro que os prometí si cumplíais, pero os lo habéis ganado. Y si en el futuro el azar os condujera de nuevo ante los esquemas, no dudéis en hacérmelo saber.
Aquella fue la última vez que verían a la dama Elaydren D'Cannith en mucho tiempo. O al menos, eso era lo que los aventureros creían...
La Dama os entrega un saquillo con 300 monedas de oro por cabeza. Como sois 8 de nuevo, eso hacen 2400 monedas. Intentáis regatear pero la mujer no cede. Como a pesar de todo parece seguir teniéndoos en cierta estima, nadie opta por amenazas directas.
En el saquillo también se encuentra una recomendación para que se os permita comprar una patente de Corso para vender los objetos de Xendrik. Sin su intermediación, no la obtendríais fácilmente.
El detectar pensamientos de Ten revela que Elaydren siente frustración, pena y preocupación por lo que está por venir. En ningún momento le parece que albergue ninguna intención hostil ni maliciosa con el grupo.
En lo más profundo del laberinto de cuevas que servían como Templo, Caronte realizaba un sacrificio ritual al Guardián.
El gnomo de pálida tez dejó que la sangre del pequeño felino que le habían entregado en prenda por un servicio menor resbalara por entre sus dedos, notando la calidez de viscoso líquido carmesí.
Una vez empapados sus dedos, el gnomo se llevó sendas manos a los ojos, embadurnándolos con la preciada vitae al tiempo que formulaba un conjuro de escudriñamiento. La esfera pétrea que se erguía en el altar a su derecha comenzó a vibrar cuando el sacerdote volcó en ella toda su atención.
Pliegues ondulantes sacudieron la piedra circular, formando extraños dibujos que el gnomo reconoció al cabo de un tiempo. Torres voladoras, galeones elementales, decenas de miles de individuos dedicados a sus quehaceres sin sospechar que nadie los vigilara.
Sharn.
Caronte sonrió maliciosamente.
Pronto El Guardián se cobraría su deuda.
Sentado en el camarote del capitán, Garrow apuraba una copa de un líquido rojizo. Relamiéndose al terminarla, sus colmillos reflejaron la luz del candelabro clavado a la mesa de madera que tenía delante.
Era mucho el trabajo que tenía por delante ahora que había acabado con su tarea principal. Y probablemente no resultara nada fácil. El demacrado y pálido individuo se dejó llevar por sus pensamientos por un instante, un mero segundo en el que su apariencia varió a la de un semielfo de largos cabellos y porte altivo.
Pestañeando, Garrow se maldijo por su indolencia. Debía estar más cansado de lo que creía. Sí. Esa era la razón por la que aquellos advenedizos habían estado a punto de echarlo todo a perder. Pero Vol estaría satisfecha con su trabajo. Tal vez iba siendo hora de volver a ver a su misteriosa patrona...