Partida Rol por web

Klaus llegó al Sonderkraftfahrzeug justo al tiempo de ver a Penwater acribillar a balazos a un deleznable natsi rezagado tras gritarle no-sé-qué sobre "¡Feliz Navidad gusano miserable! ¡Y próspero Año Nuevo!".

-Cáspita, cabo... ¡Qué despliegue de ardorrr guerrero!-, dijo el austríaco mirando muy sorprendido por encima del hombro de Penwater el colador humano en el que se había convertido el soldado alemán. Dio una efusiva palmadita en el hombro al amerrikaner, sin duda muy satisfecho por su magnífica idea al bautizarle como Tommy "MÁS TOMMY QUE NUNCA" Gunnerrrrr. Si es que Klaus tenía buen ojo para los apodos... Era bien sabido.

-¡ESTÁ USTED EN SU MEJORRR MOMENTO, ¿JA?! ¡Jiiiiiiiiiiijijijijijijijiiiiiiiiiiiiii! ¡Al Sonderkraftfahrzeug! ¡Me pido el puesto vacante en la sección de artillerrrría! ¡JA! ¡PRIMERRRRRRR!

Von Heizinger dio un brinco y ya estaba ocupando la cabina del artillero, riendo como un niño con zapatos nuevos.

-¡Vamos, Penwaterrr! ¡Aselere cual psicópata del motorrrr! ¡Jijijijijiji!

Dejándose llevar por la fantasía que suponía controlar esa pieza de armamento con cuatro cañones automáticos, Klaus dejó escapar una risilla psicótica.

-¡Jijijijijijijijijijiiiiiiii! ¡Ingenierrría de prrresisión alemana!

Con la ayuda de la doctora y un puntapié que aterriza en la boca del crío que le agarra la chaqueta, Emil consigue librarse de los niñatos que con tanta ansia le habían atrapado.

- Gracias, doctora - el joven se puso en pie y tendió una mano a Marlowe para ayudarla a reincorporarse. En ese preciso instante, una ráfaga de balas les pasó por encima. A la lejanía, se oía al cabo y al austriaco gritar como locos. ¿Acaso no eran precisamente eso? -. Vamos, antes de que esos dos majaderos atraigan a todo el ejército del führer a las puertas de esta maldita cueva.

Sin esperar respuesta, y tras revisar que su arma estaba cargada, Emil salió a la carrera en dirección al alboroto.

Eleanor tiró con fuerza de Emil mientras agachaba la cabeza con temor a que alguna bala perdida consiguiera alcanzarles. Dejando atrás los gritos de los niños y ya algo más serena salió corriendo tras su compañero hacia el vehículo al que ya parecían haber llegado Klaus y Thomas.

Debían darse prisa en alejarse de aquel lugar que iba a convertirse muy pronto en un hervidero de tropas alemanas aún mayor. La doctora ni siquiera podía llegar a imaginar cuál sería el destino de aquellos niños, no sabía si el ataque colectivo que habían presenciado los conduciría inexorablemente a la muerte o si quedarían con vida para caer bajo las garras de los nazis. En cualquier caso, su destino era aciago. Jamás olvidaría la imagen que había contemplado en el exterior de la cueva ni el resonar de aquellos gritos en la noche. 

Marlowe y Heinrich, corriendo como panteras en la noche, consiguen alcanzar al resto del grupo justo para contemplar cómo un cuerpo sin vida alemán se desploma ante Penwater, disparado en la nuca a sangre fría.

El fuego parece estar extendiéndose rápidamente por las copas de los árboles y oís claramente los gritos de uno alemán que ha accionado una trampa y ahora está colgado por el pie de la copa de un árbol. El fuego comienza a consumir la cuerda, que se rompe, y éste cae, rompiéndose el cuello. La escena no puede ser más pulp en estos momentos.

Contáis por lo menos otros tres soldados en la espesura. Puede que más. Dos de los soldados restantes se giran al oir el disparo del americano tras ellos, respondiendo instintivamente con otro disparo a ese hombre que ha asesinado a su compañero de brigada. Uno de ellos ha sido cogido demasiado por sorpresa como para acertar, pero el otro impacta de lleno en Tommy Gun.

Penwater recibió un disparo en el hombro izquierdo. Para que negarlo, dolía horrores. Sin embargo, no era momento de lamentarse, llorar o detenerse. Debían seguir avanzando, debían seguir huyendo, pero no sin antes recoger a los otros dos componentes del grupo. Les estaba costando un poco más salir del bosque de lo que les había costado a Klaus y a el mismo.

- Voy a acercar el transporte al bosque. - Le dijo Thomas a Velvet Thunder. - Tenemos que recoger a Marolwe y Emil. - Miró sonriente, aunque sin perder la expresión de dolor. - Voy a necesitar a la doctora para que me mire las heridas. ¡Estoy hecho una verdadera mierda! - Exclamó. - ¿Sabe usar una torreta, no? - Sonrió de nuevo. - ¡Vamos, a que espera, lo está desenado! - Y soltó una carcajada. Sólo le detuvo de reír el intenso dolor en la herida que le provocó la risa. De lo contrario, posiblemente todavía estaría riendo tiempo después de haber recogido ya a sus compañeros.

Penwater acercó el transporte al lindero del bosque, cerca de la zona lógica por donde debían aparecer los dos rezagados del grupo. Si podía internarse un poco en la espesura del bosque lo haría, pero no iba a comprometer el transporte si veía que le iba a ser imposible sacarlo después de allí. Por ello, deseaba que Eleanor y Heinrich aparecieran pronto, mejor antes que los nazis claro estaba, y así pudieran largarse cuanto antes de aquel lugar maldito.

La situación era más tensa que la visión de un gato caminando en un alambre sobre un acantilado.

Un avieso alemán aprovechó para salir de un seto como por arte de magia -táctica estándar del ejército del Führer- y tiroteó al heroico Penwater en el hombro con la macabra idea de poner fin al sueño amerrikaner. ¡Pero qué blasfemia! ¡Qué herejía! ¿¡Acaso creían estos nazis que esto era los 12 del Patíbulo en el que palma hasta el apuntador!?

NEIN!

-Natsis saliendo del bosque y disparando vilmente al Capitán Amérrika... Mein Gott! ¡Pretenden aniquilarrr al héroe que Checoslovaquia necesita! ...No bajo mi guardia-, siseó Von Heizinger tomando los mandos de la torreta ametralladora y devolviendo al cabo una sonrisa torcida en la mejor tradición psicopática austríaca.

-¡JAAAAAAAAJAJAJAJAJAJAJAAAAAAAAAAAAAA!-, rió Von Heizinger mientras la ametralladora vomitaba una andanada de muerte y destrucción sobre los ahora acobardados alemanes. -¡MIRRRE, PENWATERRR! ¡MIRRRE COMO HUYEN! ¡JIAAAAAAJIAJIAJIAAAAA!

Y huían, sí. Los que eludían la muerte huían. Pues él era Klaus von Heizinger, alias Velvet Thunder. La Cólera de Dios en forma de trueno de terciopelo.

Emil llega a la carrera, seguido de cerca por Marlowe (espera), para encontrarse con una escena dantesca.

Penwater conducía a toda mecha hacia ellos, con una cara de maníaco que no podía con ella. Sobre la torreta, el austriaco se reía como un maldito chalado mientras tiroteaba a nazis a diestro y siniestro. Emil empezaba de verdad a preocuparse por su propio bienestar si esos dos seguían perdiendo el juicio al ritmo que lo estaban haciendo.

- ¡Vamos! - en cuanto la camioneta paró, el joven contrabandista se subió de un salto - ¡Hora de largarnos de aquí, doctora! - una vez ubicado, Emil alargó una mano a Marlowe para que ésta subiese al vehículo y pudiesen por fin largarse de ese maldito bosque.

Eleanor corría con todas sus fuerzas hacia el sonido del vehículo siguiendo la estela de Emil que avanzaba con agilidad entre los árboles. Uno podía llegar a pecar de soberbia si pensaba que ya nada podía sorprenderle. A veces la realidad podía noquearte de un solo golpe. Y es que nada podía haber preparado a la doctora para lo que vio al llegar hasta el vehículo. El colofón a aquella experiencia absolutamente perturbadora. En la oscuridad los fogonazos de los disparos de la ametralladora iluminaban a Klaus y su imagen no podía ser más perturbadora con aquel arma de destrucción entre las manos y aquella risa de maniaco. Penwater estaba aferrado al volante con una sonrisa en la boca. Pero, ¿qué demonios...?

Eleanor aceptó la mano de Emil con decisión y le dirigió una leve sonrisa mientras se encaramaba junto a él. - Klaus, ¿¿está usted seguro de saber manejar esa ametralladora?? - Mientras observaba con preocupación a sus compañeros se dio cuenta de la sangre que manaba del hombro de Penwater. - ¡Thomas! ¡Está usted herido! - Se inclinó sobre el soldado y con dificultad consiguió limpiar la herida y vendar el hombro en la oscuridad mientras el vehículo avanzaba entre los árboles. El disparo había sido limpio, había estado cerca de matarle... pero sorprendentemente Thomas no se quejaba ni parecía afectado por el disparo. Más bien parecía un tanto trastornado. Se comportaba de manera extraña. Achacándolo al cansancio, la adrenalina y los trágicos sucesos de aquella noche intentó quitarle importancia. Todos estaban agotados y traumatizados. Había sido una noche muy larga... y parecía que aún estaba lejos de acabar. 

Por fin subís todos al Sonderkraft mientras Heizenger asume los mandos de la torreta como si hubiera nacido para ello. Emil toma el asiento del copiloto, probablemente no fiándose demasiado del nuevo estado mental del americano. Marlowe se sienta detrás, cerca de Klaus, examinándole de cerca.

Sin pensárselo dos veces, Penwater, que ha acercado el vehículo, da un volantazo a la vez que pisa a fondo el acelerador. El motor se pone a más de tres mil revoluciones y la fuerza centrífuga os da tal latigazo hacia la derecha, que tenéis que cogeros al metal más cercano. Esto coge por sorpresa, por supuesto, al austríaco, quien empieza a accionar la torreta. ¡Ta, ta, ta, ta, ta! Los disparos se confunden con sus carcajadas, pero solo un par de balas alcanzan a los alemanes restantes, quienes se echan cuerpo a tierra de forma preventiva mientras el Sonderkraft se pierde en la espesura.

Avanzáis con algo de cuidado, ya que el trasto no dispone de un techo que os cubra y algunos árboles tienen ramas bajas que atraviesan perpendicularmente la carretera. Aunque llamarla carretera tal vez sea algo generoso, ya que se trata simplemente de un trozo de tierra algo despejado por el que cabe un camión, a todas luces un camino de cabras.

De repente, una radio en el salpicadero frente a Emil empieza a emitir algo de ruido blanco, que se ve cortado de repente por una voz alemana.

—Pelotón Jäger 3, aquí el Leutnant Luka Schulze. Se han oído disparos en su zona de operación —interferencias—. Informen inmediatamente de su situación, cambio —silencio—. Repito, aquí el Leutnant Luka Schulze, se han oído disparos en su zona de operación. Informen inmediatamente de su situación, cambio.

En capítulos anteriores...

@Marlowe: - Klaus, ¿¿está usted seguro de saber manejar esa ametralladora?? 

Klaus cesó por un instante en sus estridentes y maníacas carcajadas y se giró con patente indignación dibujada en su rostro teutónico hacia la doctora Marlowe. Entornó su mirada glauca en lo que podría considerarse una sutil reprimenda a la ya curtida cirujana de campaña del comando.

-Fraülein, en lo sucesivo, le agradeceré enooorrrrmemente se abstenga de ofender a Brynhildr, bitte. ¿Escuchan eso, Kameradin? ¿El canto de las valquirias? ¡Es una auténtica sinfonía de destrucsión wagneriana! ¡Jijijijijijijiiiiiii!-, exclamó feliz el austríaco. Desde luego, el pitido que martilleaba la trompa de Eustaquio de Von Heizinger tras la andanada de plomo de la ametralladora era un pequeño peaje que con satisfacción estaba dispuesto a pagar tras abrir fuego contra las filas nazis.

-¡Eh, eh, eh! ¡Mucho cuidadín, pistolerrro! ¡Se mirrra, perrro no se toca! ¿Estamos? Esta máquina de guerra es solamente apta para vikingoooos...-, dijo dirigiendo una sorpresiva palmada en la mano al desconcertado Emil. 

Cualquiera le disputaba la artillería al chalado de Von Heizinger...

@Marlowe: ¡Thomas! ¡Está usted herido! 

-¡BAH! ¡Es solo un rasguño, no se ponga melodramática! ¡Esa sangre es de sus enemigos! ¡Mirrre qué buen color tiene! ¡Jijijiiiii! ¡Nada puede herir el alma inmortal de nuestro intrépido cabo! ¡Ha desvelado su auténtica naturaleza en el campo de batalla! ¡Su nombre no es Thomas, doctorrra! NEIN! ¡Él... ES SIGFRIDO! ¡SIGFRIDO PENWATERRRR! ¡JAAAAJAAJAJAJAAAAAA!

* * * * *

Crujió la radio del Sonder y empezó a parlotear un mezquino nazi que respondía al nombre de Luka Schulze pidiendo un informe de situación.

Se hizo un silencio incómodo en el que Klaus apretó los dientes.

En apariencia estaba loco, pero el austríaco tenía la sangre muy fría. Quizás fue el primero en considerar la hecatombe que podría causar Penwater si contestaba por radio en estos instantes. Y es que Klaus valoraba seriamente que el cabo se identificase ante Schulze como su alter ego y abogase por llevar la guerra psicológica a las fuerzas del Führer.

Ya podía imaginar el inicio de la conversación...

-Al habla el Capitán Amérrika. ¿Es usted el enemigo?

Se mascaba la tragedia. El dislate. La comedia. ¡LA TRAGEDIA! ¡Klaus debía reaccionar! ¡Y YA! ¡Pero la ametralladora tenía un precio! ¡Desde su posición no podía llegar hasta la radio fácilmente!

El austríaco hizo lo único que podía hacer.

Slow.

Motion.

Yell.

-¡EEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEMMMMMIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIILLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLL, COOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOONNNNNNTTTTEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEESSSSSSSTTTTEEEEEEEEEEEEEEEEE UUUUUUUUUUUUSSSSSSSSSSSSSSSTTTTTEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEDDDD AAAAA EEEEEEEESSSSSAAAAA RRRRRAAAAAAAAADIIIIOOOOOO!

Emil tomó el asiento del copiloto sin dudarlo ni un instante: ahora mismo no sé fiaba ni del cabo ni del austriaco. Heizinger había demostrado ser un cabronazo chalado desde el minuto uno, pero Penwater... Hasta ahora no había mostrado sus verdaderos colores. Su faceta de soldado enajenado que tal vez había visto demasiado, y estaba ya de vuelta de todo. Esperaba no tener que pegarle un tiro. O sí. El tiempo diría.

Sobre esto cavilaba el contrabandista cuando la voz de un alemán enfadado vino se la radio. A Emil se le heló la sangre. No podían pillarlos ahora, no después de Tant O esfuerzo por salir de esa maldita cueva. 

Con un gesto veloz, sobretodo por temor a que fuese "otro" quien contestase, Emil agarró la radio y, tras tragar saliva, contestó con la voz más seria y neutral que era capaz de emular.

- Aquí Jäger 3, nos hemos encontrado con un grupo de rebeldes. Los hemos abatido, pero no sin sufrir algunas bajas - Emil hizo una pausa para tragar saliva. De verdad esperaba que esto colase -. Tenemos a un prisionero. Nos dirigimos a la base, necesitaremos atención médica urgente en cuanto lleguemos. Cambio y corto. 

Emil se echó hacia atrás en el asiento, con los ojos cerrados y en silencio, a la espera de la respuesta de la radio.

- ¡Deme eso Emil! - Le dijo Thomas agarrando el intercomunicador. - Ha sonado usted muy poco convincente. ¿Se ha oído? - Negó con la cabeza. - ​​​​​Ya que nos han pillado, vamos a divertirnos un poco.  

Miró fijamente a Emil y soltó una carcajada. Seguía de eufórico y su mirada de maníaco no había desaparecido todavía. Acto seguido se llevó el micrófono a la boca. 

- Tommy Gun aquí, al habla... - ​​​​​¿Qué coño estaba diciendo? - ...todo bien. Todo correcto aquí, ahora... - Comentó. - ¿Por ahí todo bien? - Miró a un extrañado Emil. - ¡Que conversación más estúpida! - Gruñó contrariado y entonces arrancó el micrófono y lanzó lejos. 

- ¡Jajajaja! - Río de nuevo. - ¡Cogednos si podéis, perros nazis! ¡Jajajajaja!

Eleanor se quedó un tanto turbada con la respuesta de Klaus y no por la respuesta en sí. Su cara debió mostrar la sorpresa y el desconcierto que empezaba a sentir en su fuero interno. El austríaco siempre había sido bastante histriónico, pero aquello pasaba de castaño oscuro. Puede que no fuera especialista en psiquiatría, pero su padre siempre había dicho que tenía ojo clínico para los pacientes. Sería porque estaba agarrado a aquella ametralladora como si le fuera la vida en ello, sería por aquella risa de lunático o tal vez por lo mucho que parecía estar disfrutando de aquella locura. La cuestión es que Eleanor se daba perfecta cuenta de que Klaus no estaba bien. 

La observación de aquel espécimen enajenado en que parecía estar convirtiéndose su compañero teutón y las ráfagas de disparo que lanzaba con éxito cuestionable a la espesura tuvo mucho que ver en que Eleanor no se percatara de que por muy perturbado que pudiera estar Klaus el verdadero problema se encontraba al volante del coche. Aquel mensaje en alemán había puesto en guardia a la joven, que por primera vez fue capaz de apartar los ojos de la locura de Klaus. Notando cómo la tensión se acumulaba en su espalda Eleanor esperó. No había entendido nada de lo que decían, pero si no contestaban correctamente estarían metidos en un gran problema. La voz de Emil, sin embargo, la tranquilizó. El joven sonaba serio y profesional. Tal vez tuvieran una oportunidad... Klaus había acertado al pedirle que fuera él quien contestara, tal vez con demasiada vehemencia. Eleanor comprendió tardíamente que aquel grito desaforado del austríaco tenía más por objetivo que Penwater no consiguiera el aparato. Y es que si Klaus estaba trastornado Penwater había perdido por completo la cabeza. En un gesto reflejo se lanzó hacia los asientos delanteros en un vano intento por arreglar aquel desastre. 

Tras observarle identificarse como Tommy Gun, mandar al cuerno a los alemanes y lanzar el micrófono al infinito Eleanor se quedó congelada en un gesto de la más absoluta alucinación estirada hacia el aparato de radio destrozado. Sus ojos estaban desorbitados. Su boca abierta de par en par. Su alucinación poco a poco se fue convirtiendo en una indignación más allá de toda razón. Porque llevaba demasiadas horas sin dormir, porque le habían disparado, estrangulado y golpeado, porque había quitado varias vidas en contra de todas sus creencias, porque tenía frío, porque tenía miedo, porque no quería morir. Sus ojos empezaron a echar chispas. Sus manos formaron dos puños apretados. Las lágrimas asomaron a sus ojos por pura rabia contenida mientras observaba a aquel hombre morirse de risa ante aquella ocurrencia que bien podría costarles la vida. Aquello acababa allí. La doctora Marlowe con toda la autoridad que le había conferido Dios y la facultad de medicina de Londres abofeteó a Thomas Penwater. Bien sabe Dios que se lo merecía... 

- ¡¡¡¡YA BASTA!!!! ¡¡LOS DOS!! ¡Cabo, haga el favor de controlarse! ¡Es usted un soldado de los Estados Unidos de América! ¡Por el amor de Dios, van a conseguir que nos maten a todos! - 

Emil no tuvo tiempo a reaccionar antes de que Penwater le arrebatase la radio. Observó, horrorizado, como el cabo arrancaba la radio del salpicadero y la lanzaba al bosque, junto a cualquier opción de evitar a sus perseguidores.

El joven se quedó mirando al americano con los ojos como platos. Solo el arrebato de Marlowe lo sacó de su ensimismamiento.

Con un suspiro, y sin decir ni una palabra, Emil apoyó su brazo en la ventanilla y se dispuso a admirar el paisaje durante el resto del viaje, con indiferencia. Con fingida indiferencia. En realidad, la única razón de que Emil diese la espalda al grupo era para esconder que, en esos instantes, su cara estaba tornándose colorada por momentos. Ardía de rabia.

Así que, en lugar de admirar el paisaje, el contrabandista dedicó el resto del viaje a fantasear todas las maneras que se le ocurrían para arrancarle esa maldita sonrisa que ahora el cabo llevaba por bandera. Se lo iba a cargar.

Con este incontrolable brote psicótico, seguís el camino de tierra con la única iluminación de los faros delanteros, el rugir del motor como banda sonora y el viento en la cara. Penwater, desequilibrado y al volante. Heinrich, silencioso y enfadado. Marlowe, alterada y preocupada. Von Heizinger... Von Heizinger en su salsa.

El hombre, que parece llamarse Josef por las constantes maldiciones por lo bajini de su mujer en un checo que, aunque la mayoría no entendáis, podéis jurar es más que coloquial, os deja entrar sin oponer resistencia. Tal vez "dejaros entrar" sea demasiado generoso, ya que allanáis la morada como una apisonadora sin esperar respuesta. Al fin y al cabo, el escuadrón de Müller es famoso por ello, ¿verdad?

Sin preguntar, los dos hombres, altos como torres al lado de la familia de la casa, se dejan caer en sendas sillas, pidiendo leche y café como si estuvieran en un bar y aprovechándose del miedo y la buena voluntad de los anfitriones.

Gracias a Dios, Marlowe consigue mediar con ellos y sus gestos parecen relajarse un poco. No por ello perdonan los demás su vasito de leche con galletas antes de dormir. De haberle pedido a Josef un beso de buenas noches, probablemente también os lo hubiera dado con tal de proteger a su familia.

* * * * * * *

6 de agosto de 1939, 1130 horas — Orilla del río Berounka

¡Las once y media! No dormíais así desde hace años. Josef y su familia os han cedido sus habitaciones y las camas no están nada mal. El sol ya está casi en lo alto y casi no hay ninguna nube. La mujer de Josef está faenando en la cocina y él, pastando a las ovejas a la orilla del río.

Cuando os asomáis fuera, veis el Sonder aparcado dentro del redil. Con esta nueva luz, no parece tan flagrante como anoche. Está lleno de desconchones y con varios impactos de bala por la parte trasera, probablemente de anoche al emprender la huida del bosque. La radio, con el interfono roto, emite ruido blanco y de vez en cuando se oye de nuevo la voz del Leutnant Luka Schulze, pidiendo que Jäger 3 vuelva a Vordertrebain para cambiar de turno.