- Primavera de 2947
Había pasado medio año desde que los héroes de la compañía XXX habían resuelto el entuerto que Ptek, un mercader, les había encargado. Un cargamento importante venía desde Rohan, había atravesado el Bosque Negro y al poco se le había perdido el rastro. Los héroes tuvieron que viajar desde Esgaroth hasta el camino del bosque viejo. Para ello tuvieron que atravesar las ciénagas largas y dado que no se conocían entre si, hubo algunos malos entendidos que les llevaron a dar cierto rodeo, llamar la atención de algún que otro grupo de orcos, en definitiva, fue un viaje con sus percances.
Una vez llegaron al lindero del Bosque Negro encontraron el último lugar en el que fue visto el cargamento y siguiendo su rastro llegaron hasta las montañas del Bosque Negro, lugar en el que los bandidos tenían su guarida. Tras varios ardides y alguna que otra pelea, consiguieron recuperar el cargamento y lo llevaron de vuelta a Esgaroth donde Ptek les recibió con un gran banquete y una buena fiesta para celebrar que habían recuperado su mercancía.
Los héroes de esta compañía, una vez limadas sus asperezas iniciales, se dieron cuenta de que tenían mucho futuro por delante y decidieron pasar el invierno en la Ciudad del Lago para en cuanto llegara la primavera partir en busca de nuevas aventuras.
Dos hobbits de la Comarca, un hombre de Bardo, un enano de las Colinas del Hierro y un elfo del Bosque Negro ¿Qué les depararía el destino? Sólo los Valar lo saben...
Cuando recordaba los motivos para salir del bosque, casi siempre se arrepentía. Los paseos junto a las ramas de los sauces del río, con los abetos de las altas colinas y los robles de las profundidades del bosque eran cosas que echaba tanto en falta Anaryenel que en ocasiones, sus ojos se humedecían, y lamentaba el correr con libertad por entre las cañas del río y las hierbas que hacían de alfombra de sus pies.
Sin embargo, el ver a aquellos dos medianos, tan extraños seres que se cantaban en algunas viejas canciones de los elfos del bosque, le alegraba. Veía que había esperanza para las plantas, para todo el reino que la Vala Yavanna había creado en Arda. Aquellos dos alegres hobbits le hacían recordar al joven elfo su motivo para salir del bosque. Eliminar a los servidores de quién destruía los bosques. Por supuesto, Lurick le recordaba que algunos humanos peleaban con la Sombra tanto cómo los elfos de su señor Thranduil. Y luego estaba Béli. Un enano. Los enanos para él eran... bueno, en general no muy amigos de la naturaleza, pero aquel enano le daba confianza. Ese hacha estaba destinada a la cabeza de los orcos y seres malvados, y cuantos menos hubiera, más plantas florecerían en la primavera siguiente.
Había encontrado a tan variopinto grupo en la entrada del bosque Negro, un día que había ido a llorar la destrucción del dragón, y estaban persiguiendo un importante cargamento robado, y que estaba escondido en el bosque. Eso no le gustaba, que los malvados tuvieran parte en su hermoso bosque. Así que les acompañó. Claro está, que aunque congenió rápidamente con los Hobbits, no fue tanto con el enano, mientras que al principio el humano le era indiferente. Luego, el enano le salvó de un par de peligros inminentes, y comenzó a respetar, al menos delante de él, al reino de Yavanna. Al fin y a la postre, los enanos adoraban a Aüle, el esposo de Yavanna, y estaban condenados a entenderse, y vaya si lo hicieron. De hecho, por estar con ellos cuatro, abandonó su bosque Negro y se instaló en Esgaroth con ellos, cumpliendo breves encargos para Ptek, y pasando el tiempo libre creando una tosca pero hermosa arpa para cantarles en ocasiones historias del Bosque que antes de ser Negro era el Gran Bosque Verde.
Tras mi último encargo, dar caza a un grupo de dunledinos que se habían adentrado demasiado al norte y estaban matando y saqueando, volví a Valle para encontrarme con mi tío y cenar con él. Estuvimos hablando durante la noche y al alba me comentó lo de un encargo en Cuidad del Lago para un hombre llamado Ptek. Partí hacia allí antes del mediodía para llegar al anochecer y encontrarme con el dueño del encargo. Al llegar descubrí que no era el único al acudir a la llamada, dos hobbits, un enano de Erebor y un elfo del Bosque negro. Saludé a los dos hobbits cordialmente, después dirigí mi mirada la elfo del Bosque negro:-Alassi'aure Melda.-le dije en su propia lengua, traducción aproximada sería "Buenos días amigo", con una inclinación de cabeza y por último estaba el enano de Erebor:-Gamatu yenet menu Uzbad Khazad.-le dije en Khuzdul, traducción aproximada sería "es un placer conocerte señor enano". Después dirigí mi atención hacia Ptek y escuché con atención los detalles del encargo.
Volver al Bosque Negro fue un aliciente del encargo, parte de sus objetivos como Guardián de Caminos salían de allí y puede que estos malhechores tuvieran relación con los anteriores ataques procedentes de ese lugar. Así que fuimos, tuvimos nuestras desaviniencias como grupo recién formado pero conseguimos nuestro objetivo. Combatimos a los ladrones y recuperamos el cargamento. Al volver con Ptek y contarle lo ocurrido, decidió que nos seguiría dando trabajos como aquél siempre que pudiera.
Éramos un grupo, como poco variopinto y eso era lo divertido, cada uno con sus puntos fuertes que empezaban a compaginarse entre todos y salir de los encargos con poco más que rasguños y con el encargo completado. Dado que Ptek decidió aquello tuve que redactar un informe para la guardia de Valle e indicarles que trasladaría mi centro de operaciones a la ciudad del Lago, dado que ahora los caminos a Valle eran más seguros.
Tras completar la misión y con la confianza ganada con el mercader, me propongo buscar un método para ganarme la vida, mientras esperaba a que nos mandasen a otra y podamos tener la oportunidad de matar a los malditos orcos y poder dar venganza a todos los caidos, consigo que me metan en una herrería para ir ganando algo de dinero antes de poder abrir la mía propia, mientras, había conseguido estar dentro de una compañía, junto a dos hobbit, un elfo y por casualidad de la vida, un humano que me sonaba, ¿acaso no había estado en la batalla que se libro en las lindes de la montaña solitaria contra los orcos y huargos?, el cual parecía conocer algunas palabras en Khuzdul, lo cual me levantaba ciertas sospechas, "Vem Uzbad burm*" le digo en Khuzdul al cazador, "Mi nombre es Béli, hijo de Farín" me presento así a todo el variopinto grupo, y luego otra vez hacía el humano, pero esta vez en su lengua, "¿estuviste en la batalla de los cinco ejercitos?"
*saludo señor humano
En la batalla de los cinco ejércitos y tras ver el mal de primera mano, Patukkas se debatía entre volver a la Comarca y no salir de allí jamás o... O bueno... Eso que hacía con la Compañía Afortunada, deshacer entuertos y aliviar el mal del mundo. Que si bien no siempre era fruto de la sombra, de una manera o de otra, el rastro siempre apuntaba en esa dirección. Criaturas de la sombra de las cuales poco sabía. .. Males ancestrales de los cuales nada sabía, leyendas e historias para no dormir, y humanos... siempre le sorprendía cuando un humano o grupo de ellos, parecían ser presa de la corrupción de la sombra.
Por suerte, su variopinto grupo de amigos, y otros muchos grupos más, recorrían la Tierra en un peregrinar sin fin llevando la luz a cada confín de la misma.