Partida Rol por web

La noche había sido tranquila.

Las incursiones de la gárgola habían sido discretas para los que estaban en el barco, y no les molestaron.

De todos modos, ver las cabezas de los tremere siempre era un motivo de alegría para cualquiera que odiase a aquella "camarilla" de seres, dispuestos a todo con tal de mantener su ilusión de control.

Ah, el control.

Si aquellos desgraciados supiesen que el control no existía... únicamente el Caos y la libertad eran fuerzas a tener en cuenta. Aquellos que creían en el control no sabían que estaban intentando poner puertas al mar... Pensó mientras miraba por la borda.

Markus se despidió de sus transportisas.

- Enchanté. Un placer viajar con hombres que conocen su trabajo, y no con gente que deja que su gula se apropie de su corazón... aunque, precisamente por eso, nuestra deuda con vosotros es mayor. En algún momento os la pagaremos, desde luego. -

Tras una reverencia, acompañó a sus compañeros. Marie aún cojeaba, por lo que decidió ayudarla ligeramente. Normalmente se apoyaba en Duncan, pero el hombretón necesitaba alimentarse. Y bien sabía que para el no sería tan sencillo...

- Mis queridos compañeros, si me disculpáis, creo que sería mejor trazar ahora un plan previo a la noche. Yo aún tengo que pasar por la biblioteca a rendir mis respetos antes del inicio de la ceremonia. Entiendo que el grandullón necesitará un tentempié. ¿Puedo saber tus preferencias para ayudarte a conseguir uno? -

El trato dispensado a aquellos Tremere -al parecer- por parte de la Gárgola no causó especial gozo ni sorpresa en el Cruzado.

Era un simple acto de venganza. Se imaginó haber sido convertido, por un momento, en uno de esos seres monstruosos -al igual que en un Nosferatu, supuso- y el impacto que debería tener en su psique. Despertarse cada noche viendo tu cuerpo transformado en aquella cosa y lo peor, al servicio autómata de aquellos brujos hijos de puta.

Seguramente aquella "siega" ocasional, era su forma de lidiar con todo asi que, en cierto modo era comprensible y una suerte para ellos.

Una vez en tierra, Duncan se unió a sus compañeros a la hora de agradecer los servicios prestados por los navegantes. Estrechó la mano de todos ellos -al menos, los que le devolvieron el saludo- de forma franca.

-Secundo las palabras de mis compañeros, Navegantes. -dijo con firmeza y clara honestidad.

Fuera del alcance de sus anfitriones y encontrado su coche en el contenedor de carga, Duncan pareció recuperar bastante el humor, sobretodo al comprobar que todo estaba en su sitio -y ahí debería seguir por el momento- y no le importó soltar un pequeño chascarrillo después de asentir profundamente con su sonrisa de tiburón a la criolla:

-La próxima vez igual me pienso viajar de alguna forma en el puto maletero de mi propio coche... -luego se refirió a su ofrecimiento- No te preocupes, si mi proveedor habitual me falla, está bien saber que tengo un plan B -añadió guiñando un ojo.

Las palabras del listillo también fueron acertadas. Les invitó a montar en el coche, puso a todo a punto y arrancó para entrar de forma tranquila en las calles de Montreal.

-No me parece mal eso de organizarse un poco. Siempre es bueno tener una ligera idea de cómo llevar la noche, aunque luego las cosas caigan en el caos. Al menos tener una serie de prioridades siempre es necesario. En cuanto a mis gustos... siempre sigo una máxima: somos lo que comemos. -terminó guiñando un ojo- Y si, supongo que con un buen trago terminaré de cerrar mis heridas. Aunque me deleite en la Caza, si hay prisa, tengo formas de hacerlas cosas de forma rápida.

– No hay de qué, para nosotros es un honor servir a la Espada. Agradecemos vuestra oferta, Jinetes, y lo mismo os decimos. El clima político en nuestra cuidad está algo“agitado”, y las conspiraciones de unos y otros amenazan con traer el caos. Disfrutad de la Conferencia, y no os dejéis envolver en las maquinaciones de los poderes en la sombra. Si necesitáis guía o apoyo de aquellos que sólo buscan la unidad de la secta acudid a nosotros. ­– contestó el Brujah. Estrechó con firmeza la mano que le tendía Duncan, hizo lo propio con Markus, y besó la de Marie con delicadeza.

Los músculos de Marie habían empezado a regenerarse, pero aún se veían como una masa sanguinolenta que hacía juego con el rojo de su vertido. Para desayunar había dejado seco al pobre desgraciado que les habían llevado los Navegantes. Quería dar una buena impresión en su primera aparición en sociedad y tras entrar en el coche recurrió a la fuerza de su Voluntad para que la Vitae terminara de sanar sus heridas.

Markus, agazapado en la parte trasera, se escurrió por el interior de los asientos y, tras pedir permiso con educación, enfocó el espejo en le cuerpo de la chica para observar el proceso de curación. No perdió detalle mientras los músculos terminaban de reformarse y la sangre acababa por espesarse y secarse para formar la piel. Le llamó especial atención la regeneración de su seno. Como la Vitae desafiaba la gravedad para conseguir la forma perfecta, y se iba solidificado hasta recuperar el color y la textura correcta. Le hubiera encantado tocarlo, pero le pareció pedir demasiado.

Tras cerciorase de que su cuerpo había quedado en perfecto estado la bruja vio un nuevo mensaje de su Barón. La calavera estaba pintada fuera, en el capó del coche, aullando con el potente rugido del motor de 300 caballos y 8 cilindros. La cruz estaba dentro, colgando del espejo retrovisor en el que se miraba mientras se retocaba el maquillaje. Los jinetes de la cruz y la calavera.

El esfuerzo la había dejado muy hambrienta, y la Bestia gritaba con ansia desde el interior de sus entrañas. Aun sabiendo que podría beber hasta hartarse en el Banquete de Sangre que habría en la conferencia no podía arriesgarse a perder el decoro y montar una escena. Necesitaba ir de caza.

Pensó en ir a un parque o similar frecuentado por prostitutas, cuanto más tiradas y más yonkis mejor, montar una en el coche, saciarse y dejarla en el siguiente lugar poco concurrido que les pillara de camino.

Pero se le ocurrió una idea mejor al salir de la zona de contenedores y ver el parking de camiones – y a las chicas que desaparecían en los oscuros pasillos entre los vehículos estacionados para venderse a sus ocupantes – La prostituta sería ella, y en el interior de uno de aquellos camiones podría alimentarse a placer, con más espacio e intimidad que en el pequeño asiento trasero del Mustang.

Esperaron un poco hasta que entró un nuevo camión, mientras Marie aprovechaba para preparar un chute, y lo siguieron con las luces apagadas. Cuando terminó de aparcar Marie y Duncan se bajaron del coche. El cruzado se aseguraría de que ninguna otra chica se encarara con la mulata por meterse en su territorio, y haría guardia fuera para asegurarse de que nadie la molestaba. Markus se quedó dentro, tomando las últimas notas de la regeneración del cuerpo vampírico en su cuaderno.

Tras esperar unos minutos Marie tocó con sus nudillos en la chapa. El camionero, un hombre obeso y sudoroso de pelo grasiento, le abrió la puerta, y al verla desde arriba en su mirada se dibujó el deseo. Acababa de descargar, tras un largo viaje, y tenía tiempo de sobra para relajarse y descansar un poco antes de cargar de nuevo y volver a emprender el camino. No podía anticipar el placer que sentiría cuando estuviera a solas con la puta en la pequeña habitación tras los asientos, y tampoco que, probablemente, esos serían sus últimos momentos.

Aquella noche las cosas se pusieron aún más extrañas. De nuevo antiguos "paisajes" a la mente de Duncan, pero esta vez tenía algo realmente siniestro esperándole: entró en una de aquellas putas chozas vietnamitas sólo para descubrir un puto altar al oscuro, tal y cómo la que encontraron en el puto San Antonio.

Entonces varios de aquellos cultistas hijoputas le inmovilizaban. Él se debatía como un perro rabioso, pero daba igual. Le ataban a aquel puto altar y todos empezaban a sacar un puto cuchillo de la hostia con un tenedor a juego... y lo empezaban a devorar... vivo... trozo por trozo...

Ah, la curación, que evento más interesante...

Entrada 284.23-06

Tema: Curación de heridas con amputación. Regeneración por Vitae

Tras una noche de curación, se recuperan las funciones útiles, mas no las estéticas en algunos de los casos, especialmente cuando las heridas son de elevada consideración.

Sorprendentemente, el cuerpo es capaz de aguantar hasta la última gota de vitae centrado en la curación y sin perder la compostura.

¿Sería tal vez posible, entonces, secar completamente a un vástago forzándolo a curarse hasta la extenuación? ¿Abriría Torpor sus puertas ante el don de la vida, y no solamente el de la muerte?

Es especialmente interesante el descubrir que la vitae, fiel ejemplo de la gracia de Caín, no respeta siquiera las más elementales reglas que los mortales consideran básicas, como la gravedad. Tal vez por eso se antoja a la vez clara y elementalmente intrínseca su relación con la divinidad.

¿Qué podría acontecer que eliminase tamaña elegancia del cuerpo bendecido por la estirpe? ¿Cómo pudiésemos mejorar el don recibido?

Es particularmente interesante el constatar que los conocimientos sobre anatomía y medicina no aportan mejoras en la subsanación o formación, pues parece que la propia memoria genética de los cuerpos es capaz de recuperar cualquiera que sea el estado.

¿Sería posible, sin embargo, modificar distribuciones si se contase con el requerido conocimiento?

Este autor opina que si, y tal vez sea necesario probarlo en momentos de asueto.

Terminó de apuntar sus notas, antes de que sus compañeros volviesen al coche. 

- Buenas cariño, veinte dólares la mamada, cincuenta el servicio completo, ¿se te antoja?

El camionero asintió mientras intentaba cerrar la boca. Había abierto la puerta esperando a alguna de las putas habituales, y si era su noche de suerte, no demasiado deteriorada por la heroína y los golpes de la vida, pero aquella morena estaba por encima de lo que se hubiera atrevido a soñar. Probablemente una putita que recién empezaba y él había tenido la suerte de que llamara a su puerta. Podría follársela antes de que se convirtiera en un saco de leche.

La cabina olía a sudor y a humo de tabaco, tan impregnado en el tapizado del vehículo que ya se había convertido en una característica más de mismo, como los dados colgados del espejo retrovisor y un afiche promocional de la campaña de reelección de Reagan descolorido por el sol.

- Puedes subir, nena, dijo mientras en un gesto de inusitada caballerosidad pasaba la mano por el asiento de copiloto para tirar los restos de comida al piso del camión, por cierto me llamo Jordan, como el jugador de basket.

Al parecer se trataba de un chiste porque se rio con un sonido corto y nasal, mientras posicionaba una mano en la pierna de la mujer para ir comprobando la mercancía. A esa distancia los olores corporales se hicieron más evidentes para Marie, la camiseta con lamparones de grasa e impregnada en sudor, los pañuelos usados con semen reseco en la bolsa que hacía de papelera. Se felicitó de no tener aparato digestivo.

- Mi nombre es Babette, ¿te importa si me preparo una?, dijo Marie metiéndose en su papel de prostituta novicia, mientras sacaba del bolso la dosis que tenía preparada, me pone tan cachonda…

El hombre sopesó brevemente la situación. Aquellas palabras eran música para sus oídos, si aquella loquita se metía en un viaje probablemente no se enteraría de nada y podría follársela sin condón o incluso correrse dentro. Ese pensamiento hizo que se le empezase a poner dura.

- Claro nena, no hay problema, pasa atrás y ponte cómoda, ahí tendremos más sitio, dijo mientras aprovechaba para tocarle los pechos, a esas alturas, sus manos tenían ya vida propia.

Vio pasar frente a sus ojos el trasero firme y proporcionado de la vampiresa mientras esta se movía a la parte de atrás del tráiler y se aprestó para seguirla.

- El dinero por adelantado, cariño, cincuenta dólares como acordamos, le recordó Marie.

El camionero se paró un momento fastidiado de que le recordaran que se trataba de una transacción dineraria, pero después pensó que tal vez pudiera recuperar ese dinero más tarde cuando la puta estuviera suficientemente drogada. Bajó el tapasol para buscar en su bolsillo el dinero y se entretuvo un instante buscando un billete de cincuenta.

En ese momento sintió un fuerte pinchazo en el cuello y soltó un grito ahogado. Marie le acababa de inyectar heroína directamente en la aorta. Instintivamente intentó golpearla con el puño, pero el golpe llegó débil mientras sentía la ola que lo transportaba a otro mundo. Marie lo agarró de los cabellos obligándolo a echar la cabeza hacia atrás y descubrir su cuello, después hundió sus colmillos, con toda el Hambre, con todo el rencor y la rabia acumulada en vida. Sintió la sangre que fluía por su garganta y un velo rojo que nublaba su visión, sin poder controlarse sus colmillos y mandíbulas crecieron y toda su boca se dilató en una mueca reptiliana.

La vida se escapaba del recipiente, pero no se contendría. No esta noche.

Duncan bajó del coche y escoltó a cierta distancia a su compañera mientras el listillo se quedaba en el coche completamente absorto por sus propios escritos.

Se apoyó en el propio camión, en un punto donde aquel pobre miserable no pudiera verle ni por el retrovisor. Escuchó de lejos el intercambio de palabras... Era de esperar. Seguramente la cosa terminaría rápida, asi que se permitió relajarse.

Craso error. Como una lluvia de mierda, su mente se vio salpicada por las visiones que había tenido durante el letargo y que había logrado mantener apartada.

Cuando Marie salió del camión habiendo satisfecho sus necesidades encontró a Duncan como "ido"... haciendo extraños espasmos y con una cara grotesca. Al acercarse y tocarle un brazo Duncan reaccionó de forma brusca y agresiva como si su mente siguiera fuera del presente.

Entonces abrió mucho los ojos confuso como si aquel "viaje" o lo que sea hubiera terminado de golpe. Carraspeó, se recompuso y añadió:

-¿Has terminado? Pues vámonos -comentó seco y alterado, con una evidente y profunda rabia interna.

Marie reaccionó con sorpresa a la brusquedad de Duncan, pero enseguida su afilada lengua encontró una chicana para responderle.

- Uy, parece que alguien se ha puesto a celoso, no te preocupes grandullón, sabes que tú eres el único para mí..., comenzó a burlarse con su habitual tono, pero se detuvo al percibir algo más profundo en el comportamiento de Duncan.

- Non, non, stop... Tu vas bien, cherí?, dijo mientras intentaba tocar su rostro con sus manos y mirar en sus ojos, Oh sí, conozco esa sensación, a veces hablar ayuda, sabes?

Sí, a veces desahogarse quitaba algo de presión de aquellas mierdas, otras veces lo único que querías es que te dejasen en paz y hundirte un poco más en tu propia miseria. Por eso ahora era preferible darle espacio, pero en todo caso, quería hacerle saber a Duncan que ella estaba allí si la necesitaba.

- Ahora somos familia, sí?, que sepas que estoy aquí si me necesitas, le tocó ligeramente el brazo antes comenzar a caminar de vuelta hacia el vehículo. 

Las amables palabras de Marie hicieron que Duncan se detuviera por un instante a mirarla. La Cobra era ese tipo de personas que ejercía influencia en los demás, eso había que reconocerlo. 

Asintió gravemente aceptando su oferta y simplemente añadió: Quizá en otro momento te tome la palabra “cherí” -se esforzó por ser amable, pero siguió sonando seco y cortante- Venga, no es bueno llegar tarde el primer día, no vaya a ser que a listillo le de un síncope por no ver a su mami.

No dijo nada más. Llegó al coche, esperó a que Marie ocupara el asiento y arrancó rumbo al siguiente punto en su ruta.