Partida Rol por web

Mientras hablaban, la Duncan empezó a tener un mejor aspecto... al menos tenía gemelo "funcional" aunque este fuera todavía una masa sanguinolenta. Aquello le iba a dejar con hambre, eso sin duda.

Le dejo más tranquilo que sus compañeros se tomaran mejor su situación, sobretodo listillo.

Con todo aquello, la explicación del cabecilla de los navegantes le preocupó. Viajar por el río no era lo que más le gustaba a Duncan. Tenía malos recuerdos de su incursión por el Dhong Nai, cuando había sido mortal... no obstante, aquella gente parecía muy segura de si misma, por lo que, elevó los hombros. Intentó no hacer demasiado caso a las "provocaciones" o al humor negro que se gastaba la gárgola.

-Muy bien -asintió- Pues iremos entonces a disfrutar del Crucero por el San Lorenzo. -fue entonces cuando se dirigió a sus compañeros- ¿Alguno necesita que lo lleve o ayude? -comentó centrándose sobretodo en el bombón criollo que parecía la más perjudicada.

Marie permaneció callada mientras Duncan y Soto conversaban, el sonido del agua contra la quilla del barco tenía en ella un efecto tranquilizador e hipnótico. Se alegró de poder pasar esa noche, precisamente esa noche, bajo la cubierta del Lisboa, escuchando las oscuras aguas del San Lorenzo, sin duda eso la ayudaría a conciliar su reposo.

-Si fueras tan amable de echarle un mano a una damisela en apuros, grandullón,  - Marie se ajustó más la manta entorno a los hombros para que Duncan pudiera tomarla en brazos, mientras le guiñaba un ojo a Erinyi, y de esa guisa fue transportada a las estancias inferiores.

Markus se centró en documentar las sensaciones que le proporcionaba la regeneración de los miembros, y cómo volvía la vista.

También estudió la forma en la que sus compañeros restauraban sus cuerpos.

- ¿Sabéis que esto de la regeneración es algo que se ha estudiado durante años? Parece ser que los Tzimisce se han dedicado bastante "a fondo" a arrancar trozos y probar si hay formas más eficaces de regenerar algunos músculos. Parece ser que sus dones les permiten modificar las conexiones de los nervios y músculos para obtener resultados sorprendentes.

Sin embargo, no parece que hayan obtenido grandes avances en cuanto a la velocidad de regeneración.

¿Podríais contarme, si fueseis tan amables, en qué os centráis al regenerar?

En mi caso, visualizo el músculo y sus conexiones, y me centro en repetir el esquema hasta que todo se conecta. Entiendo que no todos hemos estudiado los músculos y sus conexiones, por lo que he de suponer que en otros casos la regeneración es mucho más intuitiva.

¿En vuestro caso? -

Markus no iba a perder una oportunidad de estudiar un caso como este.

Iba hablando mientras entraba al interior de la nave.

Así que había capillas tremere en la zona...

Seguramente la gárgola no estaba a gusto con los creadores de su raza, por lo que le sería sencillo vigilar.

Por ahora, les daría el beneficio de la duda. Pero no iba a dormirse. No, no. Iba a estar vigilante hasta la llegada...

Mientas Célèste les guiaba por las entrañas del Lisboa pudieron constatar cómo el navío parecía haber vivido tiempos mejores. El óxido del metal era visible por todas partes bajo la pintura descascarillada, y la estructura crujía de forma preocupante con cada embate de las olas…

El camarote era pequeño y sencillo, espartano, con dos literas enclaustradas en las paredes laterales a modo de nichos, y un ojo de buey frente a la puerta desde el que se podía observar el mar, casi a ras de la ventana, lo que hacía que el agua lo cubriera por completo cuando el casco se sumergía en su vaivén. Habían dibujado con sangre en el cristal un símbolo arcano; un simple ritual taumatúrgico que evitaba que entrara la luz del día. La estancia estaba iluminada por un foco en el techo, casi opaco por el paso de los años, que proyectaba un exiguo resplandor amarillento. La pesada puerta se cerraba desde dentro con una manivela circular, como la de una caja fuerte.

– Poneos cómodos – les dijo la Gangrel – la cena se sirve a las once – bromeó.

Aunque lo dijo medio en serio, pues un tiempo después llamaron a la puerta, y al abrir un par de ghouls horriblemente deformados lanzaron al interior a un mortal sin decir palabra. Estaba atado de pies y manos, y amordazado.

La cena desde luego que estaba servida.

Markus sacó de su bolsillo una servilleta, y se la ató al cuello, como un lord que se prepara para degustar un delicioso manjar. Al fin y al cabo, estaba hambriento.

Sin embargo, sabía que a sus compañeros les haría más falta la sangre que a el en este momento.

- ¿Y bien? ¿Queréis repartirlo? Creo que todos sabemos que la vitae fresca es la mejor, pero no tendría problema en sacarlo en copas para beber como una persona civilizada. Al fin y al cabo, no creo que nuestro compañero esté aquí por voluntad propia... ni que vaya a salir por su propio pie. -

Marie observó al desgraciado que acababan de ofrecerles como refacción. Después hizo un gesto de condescendencia a Markus.

- Sírvete primero, si lo deseas, yo tengo que aderezarlo primero para que esté a mi gusto - dijo mientras extraía de su mochila una papelina cuidadosamente doblada y una jeringuilla. En circunstancias normales nunca se alimentaria delante de sus congéneres pero esta noche debería realizar un gasto importante de sangre para curar las heridas del Carnicero y no quería despertar a un paso del Frenesí.

Observó a Duncan, probablemente el cruzado tuviera también algún tipo de remilgo con la cena, sabiendo como funcionaba el paladar de los Sangre Azul. Prestó atención, era el tipo de información que podría resultar útil más adelante en cualquier momento.

Duncan se sorprendió un poco al ver que lo de la cena era en serio… pero cuando vio el menú, no pudo evitar componer una cara de fastidio. Eres lo que comes. Un antiguo dicho que Duncan aplicaba hasta para aquella situación. 

-Bah! No tomaré nada de esta piltrafilla. Servíos vosotros. Además lo necesitais más que yo. - comentó de forma tranquila y sincera, sin ninguna actitud altiva.

Viendo lo que la criolla iba a hacer, enarcó una ceja. Aparte del éxtasis del Beso, aquel desgraciado iba a recibir más atenciones. Casi le parecía hasta humanitario… de no ser porque parecía que a la criolla le gustaban las cosas de una forma… peligrosa. Tomó nota mental. Seguramente aquello traería algun problema más adelante. 

Markus se encongió de hombros.

Aquel no era su estilo, pero antes de cenar, optó por sacar algo de sangre del tipo en cuestión.

Buscó en el camarote algo que pudiese usar como vaso, y trató de sacar algo de sangre. Lo había hecho muchas veces, y esta no iba a ser diferente... Pero antes de cenar, había que poner el cuerpo a funcionar.

Comenzó a curar sus heridas, y después bebió.

- Todo tuyo, mon cherí. -

Dunca se dio cuenta de un pequeño detalle:

-Uhm... si necesitais ayuda para "prepararlo", sólo tenéis que decirlo... sobre todo tu Annie. No puedo evitar pensar que ese puto feo nos la jugó bien. Pero bueno, supongo que tendremos que aparcarlo y centrarnos en lo que importa ¿no? -hizo ademán de ponerse al servicio de sus compañeros por si necesitaban mover de alguna forma al pobre desgraciado.

-Conste que estoy tomando nota de nuestros anfitriones pero... no creo que sea bueno comentar nada hasta que estemos a solas... de verdad. -guiñó un ojo al listillo en clara referencia a sus "consejos".

-Por otro lado, te sorprendería saber que la vida me forzó a tener ligeras nociones de anatomía y primeros auxilios... asi que algo se respecto a heridas. Seguramente no piense con tu precisión quirúrgica pero el proceso que hago para curarme supongo que es similar... aunque no tan concienzudo. Creo que en mi caso es más la voluntad de dejar las cosas como tienen que estar... o como deberían estar ¿te sirve para tu libro? -terminó de decir con su acidez habitual pero colaborando.

Marie se había encontrado en el baño, algodón y una cuchara y se había puesto a cocinar mientras Markus se alimentaba. Observó el fuego del mechero, pese a su pequeño tamaño y que ella misma la controlaba se requería fuerza de voluntad para no dejarse llevar por instinto que le ordenaba alejarse de la llama. El fuego se reflejaba en su pupila dorada dando una engañosa sensación de calidez. Dejó que se empapara el algodón y llenó la jeringa, apretando el embolo con delicadeza hasta que una gota cayó de la aguja como una lágrima.

- Duncan, cheri, si me haces el favor de buscarle una vena no tendré que arrastrarme hasta ahí como una babosa, dijo ofreciendo la jeringa al Cruzado.

- Todo ocurre por un motivo, grandullón, sin saberlo esa bola de pus hizo nuestro ritual más grato para el Barón, mediante un sacrificio apropiado. Ahora estamos consagrados a él. Chevaliers de la Croux et de la Crane...

Con dificultad se levantó de la cama para acercarse a la bolsa de jugo que ya se encontraba volando en el séptimo cielo del Nirvana, se dejó cae pesadamente mientras se dirigía a Markus.

- Si te soy sincera nunca he tenido que curar una herida de este calado, pero es como algo dentro de mi que se niega a morir..., sin más hundió unos colmillos anormalmente largos y anormalmente afilados en el cuello del mortal para alimentarse,

- Mañana te cuento si ha funcionado, si tanto te interesa..., dijo levantándose con dificultad y apoyándose en la pared para volver al jergón.

Sonrió mientras sentía la sangre contaminada circular por su cuerpo. No tenía duda de que su voluntad se impondría nuevamente a la carne y al hueso, su deseo de sobrevivir era demasiado grande, una palpitante araña negra que se aferraba con sus ocho patas peludas a la no-vida. 

La sensación de la curación era dolorosa, pero poco a poco parecía que volvía a recuperar su ojo.

Aprovechó para anotar en su libreta las notas de sus compañeros sobre el proceso de curación.

Entrada 284.23-05

Tema: Curación de heridas con amputación.

Debido a diversos lances del día previo, se han encontrado a tres vástagos con diferentes heridas amputadas. Cada vástago pertenece a una tradición, y todos ellos han sido amputados en diferentes partes del cuerpo.

Se pregunta a los vástagos por su procedimiento de curación, tratando de analizar posibles patrones de conducta en la reacción de la bestia y la vitae ante la ausencia de tejido.

Si bien cada vástago reafirma un distinto conocimiento en la curación, todos parecen convencidos de ser capaces de regenerar con la misma habilidad. De hecho, es posible que no haya diferencias siquiera estéticas entre el resultado que todos obtendrían en la reparación.

Parece ser que lo único que todos los procesos tienen en común es el tiempo esperado para la recuperación, la necesidad de vitae, y un poderoso deseo de recuperar aquello que se ha perdido.

¿Puede ser este deseo la voluntad de Caín, que anhela recuperar nuestros cuerpos a su estado de gracia? ¿O puede ser, sin embargo, la bestia interior la que nos empuja a mostrarnos en nuestro apogeo para seguir gozando de destruir nuestro interior? ¿O tal vez no sería más que la maldición de Ariel? Pues bien nos cuenta el libro que dijo:

"Seréis como siempre fuisteis en el momento de morir, nunca muriendo, continuando viviendo"

Al fin y al cabo, ni Miguel ni Rafael hicieron angustiarse al padre, pero si lo hizo Ariel con lo que parecía más una bendición a los ojos de los mortales. 

Noto en mi propio cuerpo como los nervios oculares comienzan a reformarse bajo la dermis profunda que cubre mi cuenca. La energía de la vitae viaja, alegre como la propia maldición que nos consume, generando nuevas células que no se diferenciarán de las originales excepto en su datación física.

Pienso también que sería tal vez interesante estudiar la posibilidad de llegar a amputar las suficientes partes de un vástago como para crear un duplicado completo suyo si se dejan las suficientes noches para recuperarse. Seguramente los hijos de la muerte puedan decir más sobre esto, e incluso los Tzimisce. Sería un tema interesante a tratar si se los encuentra.

Por ahora, este estudioso no tiene más datos que aportar, pero buscará la respuesta a las preguntas, como siempre.

Por supuesto, el Cruzado ayudó al bombón criollo con la comida. Observó con curiosidad los actos de su compañera y se dijo a si mismo que no los juzgara, aunque quizá le dieran problemas en el futuro.

Una vez se retiró a descansar -dado su estado, no era de extrañar- Duncan hizo lo propio moviéndose a uno de los catres vacíos.

No pudo evitar ver cómo listillo se ponía a garabatear en su cuaderno de notas.

¿Asi que eres de esos que escriben ensayos sobre los nuestros? -preguntó con curiosidad.

Sorprendido ante la pregunta del grandullón, Markus asintió.

- Algunas veces, el conocimiento necesario para el avance se halla en los detalles más nimios de las más nimias vidas. Y es la labor de los estudiosos recordarlas, pues, ¿cómo si no avanzará la sociedad? -

Su tono no era condescendiente, simplemente constataba una seguridad en si mismo. Un hecho de su mismo ser. Su propia razón de existencia.

-No voy a ir en contra de lo que comentas y no se exactamente sobre lo que estas escribiendo pero... espero que sepas que hay cuestiones que, dejándolas escritas, podrían caer en manos no deseadas.

Esperaba que la rata de biblioteca entendiera cuál era su preocupación. Igual que alguien descubriera un libro sobre cómo reaccionaba el cuerpo de un vampiro al frío de un congelador le importaba tres mierdas, pero que compusiera algún tipo de pensamiento o diario sobre su misión si... el chico parecía listo, pero Duncan había aprendido por las malas que era mejor no dar las cosas por sentadas.

- Mis notas, señor, no tratan sobre temas tan banales como el tiempo usado para las vicisitudes de la no-vida, sino sobre el estudio de los misterios de la vitae y los hijos del padre. No se preocupe, pues nada será utilizable por nadie contra nosotros, como manada, al menos. -

La gente tendía a rechazar el estudio y a considerarlo indigno y peligroso.

Si sólo supiesen cuánto había avanzado la sociedad gracias a gente como ellos...

-Tranquilo hombre, sólo quería asegurarme que teníamos algunos puntos claros, nada más. Recuerda que mi función aqui es cuidar tu trasero ¿si? -comentó de forma tranquila sin que la contestación del Kyasid pareciera haber hecha mella en él.

Dicho aquello y dado que el tipo no parecía querer compartir con él mucho más y que el bombón criollo estaba "de viaje", se limitó a tumbarse y pensar, repasando su primer contacto con los Navegantes.

La expresión de la bolsa de sangre era de terror puro, su pelo empapado en sudor, con gotas saladas resbalando por la frente. Intentó resistirse inútilmente, pues tenía atadas las manos a la espalda y a los pies de forma que no podía estirar las piernas. Cuando terminaron con él quedo tirado en el suelo, como los desechos de un menú del McDonalls en un parking.

El viaje terminó sin incidentes. Al pasar por Quebec bajó Célèste a avisarlos para que estuvieran alera. Pudieron ver desde el redondo ventanuco la silueta de Erinyi dirigiéndose a la ciudad enemiga, recortada bajo el ojo de la luna que asomaba entre las nubes. Un señuelo para atraer a los cobardes Camarilla y asegurar el paso. Con suerte se llevaría a uno o más por delante.

El resto del trayecto pudieron descansar y recuperarse. El sol empezó a asomar sobre el horizonte - oculto a sus ojos por el ritual que les protegería de la luz del día – y llegó el letargo, durmieron mientras la sangre hacía su trabajo con los cuerpos.

Al caer el sol de nuevo, ya estaban en la ciudad de los Oscuros Milagros. Los dejaron en el puerto, con indicaciones precisas para llegar a la Catedral de los Suspiros Eternos, refugio común del Sabbat. La Conferencia de Caín empezaba allí esa noche, y debían estar presentes, pero antes tenían que recoger algunas cosas.

Duncan tenía la identificación de un contenedor, una llave, y un croquis con el lugar donde lo habían descargado. Lo encontraron rápido, y allí estaba su coche, con las armas en un doble fondo en el maletero. Y el relicario de la inquisición colgando del retrovisor. Había sido bendecido por el mismo Regente y entregado al cruzado por su Sire. El colgante de hierro con el símbolo de la secta reconocía sus vínculos con la Sagrada Inquisición, podía ser usado para reclamar su posición en caso de necesidad y no estaba exento de poder. Era un talismán que los ayudaría en su misión contra el mal al que tendrían que enfrentarse.

A casi 600 km de distancia en ese momento el Carnicero se disponía a cenar.

Como entrante había preparado un Carpaccio de Cruzado, fileteando el bíceps en lonchas muy finas. Lo sirvió con sal y un chorrito de aceite de oliva.

De plato principal comería un steak de de Cobra Blue* aderezado según una receta Cajún que preparó la noche anterior; había mezclado bien las especias; pimentón dulce y picante, ajo y cebolla en polvo, pimienta blanca, comino, y chile molido. Tostó un poco la mezcla a fuego lento, para después impregnar generosamente la carne con ella, frotándola con suavidad. Tras dejarlo una hora en el refrigerador, para que secara bien, lo había puesto a marinar en una mezcla de dos tazas de aceite de oliva, una cebolla pequeña picada muy fina, una copa de vinagre de manzana, una pizca de sal, una cucharada de azúcar moreno, y otra de la mezcla de especias que había reservado. Lo cocinó poco hecho, a la brasa, exactamente a 57,67 ºC.

Para el postre había mezclado 750 ml. de agua y 1 kg. de azúcar, y lo puso a fuego lento hasta conseguir un almíbar espeso. Le agregó el ojo, la oreja y el dedo de Kyasid y también el pezón de cobra. Lo puso a cocer unos 8 minutos, lo retiró del fuego, lo dejo enfriar y lo pasó a un tarro de cristal que había dejado abierto hasta ese día, y que había puesto a enfriar un poco antes de la cena.

Lo maridó todo con una botella de Vitae de reserva que guardaba en su bodega. Antes de comer se sirvió una copa y brindó por ellos.

- Bon appetit! - se dijo a sí mismo.

Una vez a bordo del Lisboa, el viaje había resultado de lo más tranquilo que se puede imaginar, los "Navegantes" sabían muy bien lo que hacían. Años de contrabando y piratería habían sublimado sus habilidades hasta el punto de convertir el pase por uno de los principales fortines de la Camarilla en Canadá en un agradable crucero de recreo.

Anne-Maire había desarrollado un especial interés por Erinyi, no sabía decir si se trataba de los rasgos pétreos de estatua antigua, las bestiales patas que recordaban formas animales o las majestuosas alas que se abrían con estallido seco justo antes de que la gárgola se lanzase al vuelo. O tal vez fuese simplemente el efecto del opio en su cuerpo, pero lo cierto es que no pudo evitar contemplarla extasiada mientras su figura alada se alejaba volando contra la luna de octubre.

A la noche siguiente Marie se despertó con la garganta seca y una punzada de hambre aguijoneándole las entrañas. Todavía sentía un intenso dolor por todo el cuerpo, pero al tocarse la pierna y echarse la mano a la espalda pudo sentir como el tejido muscular había comenzado a regenerarse. Intentó apoyarse en la pierna para andar, lo que hizo con una más que notable cojera. Al menos podría vestir alguna ropa para ocultar los estragos todavía visibles en su cuerpo, para lo cual escogió un vestido rojo y holgado, de generoso escote pero suelto en la cintura y cadera.

Al bajarse del barco tuvo que hacerlo apoyándose en el brazo de Duncan como en un bastón, pero no sin antes despedirse de los Navegantes. Era consciente de que el día anterior, debido a la rabia y a la frustración que le había causado la mutilación del Carnicero se había comportado de forma arisca y egocéntrica, impropia de una sacerdotisa de manada. Así que hizo cuestión de revertir esa impresión que pudiera haber causado en los tripulantes del Lisboa.

- Merci beaucoup, en mi nombre y en de los Jinetes de la Cruz y Calavera, os agradezco la "inserción". Estamos en deuda con vosotros, así que lo que sea que podáis llegar a necesitar mientras estemos en Montreal, je suis à votre service, dijo desplegando todo su encanto.

Marie era consciente de que los Navegantes habían recibido órdenes de sus superiores para realizar aquel servicio, pero no estaba de más un poco de camaradería Sabbat y, de dónde venía todo favor generaba una deuda que tarde o temprano podía ser reclamada. Además, en honor a la verdad, no le importaría tener oportunidad de tratar nuevamente con Erinyi.

Una vez en tierra, Marie les dejó a Duncan y Markus la parte de la búsqueda del vehículo, aunque por fortuna no demoraron mucho. Sus pensamientos estaban lejos, adelantándose ya a los acontecimientos. Pensaba en Ezekiel y en lo que este le podría contar, apenas acababan de poner el pie en Montreal y, de alguna manera, el recuerdo de Sangris se había hecho más vívido en su mente. Aspiró el aire de la noche, intentando encontrar algún aroma conocido, pero estaba impregnado de los fuertes olores del puerto y no pudo sentir nada, más allá del asfixiante hedor a gasolina y salitre.

Apenas salió de sus ensoñaciones cuando Duncan abrió el maletero para comprobar las armas.

- Estamos contentos?, preguntó.

Era evidente que la artillería pesada era el rubro de Duncan, ella se conformaba con una pistola corta de calibre medio que pudiera llevar escondida en la cartera, después de todo sus armas eran otras y si tenía que usar la pistola significaba que algo no había salido como debería.

- Acá en Montreal está la segunda comunidad haitiana más importante en el exterior, así que si necesitas algo en particular solo dímelo e intentaré conseguirlo, dijo antes de subirse al asiento de acompañante.

Bajó la ventanilla para sentir el aire helado de la noche en el rostro, mientras salían de la zona oscura y poco transitada del puerto y avanzaban hacia iluminadas avenidas repletas de espejados rascacielos. Algo le decía que pronto, muy pronto, hallaría respuesta a todas sus preguntas.

Erinyi había vuelto antes del amanecer, con cuatro cabezas de Tremere colgando de su cintura. Salió de la cuidad bajo el agua, sus alas plegadas, avanzando propulsada como un tiburón por su poderosa cola. Cuando emergió su piel tiznada por los incendios que había provocado en la ciudad volvía a lucir un gris pétreo lustroso. Continúo volando bajo, a ras del agua, hasta llegar al barco. Y nada más subir ató las cabezas a babor como si fueran boyas, para dejar un tributo de sangre en la muelle cuando llegaran a puerto. Le producían especial placer aquellas incursiones, soltar todo el odio que tenía dentro y sembrar el Caos, en el territorio de los que antaño las crearon para que sirvieran como esclavas, devolverles con terror el sufrimiento de las de su sangre.

La Gárgola también sintió curiosidad por la belleza exótica que representaba la Cobra. Siendo de la sangre de su amado Ezekiel era más que suficiente para que se interesase por ella, pero había algo más en aquella mujer que la miraba, estudiándola, esa maldad tras unos ojos que se acabaron encontrando con los suyos, escondida bajo su deslumbrante sonrisa y esa encantadora lengua de terciopelo y acento afrancesado.