Aparta de mi camino! no quiero problemas si no atiende a razones tendré que partirle el alma
El gigante nubio esboza una amplia sonrisa al oírte. No le falta ningún diente en su amarilla dentadura, parece que nadie jamás ha osado partirle la cara. Pero poco importa; el africano tensa sus músculos y con tus manos, se dispone a agarrarte. Cualquiera diría que en efecto, no se trata de un esclavo normal. El poderoso africano levanta tu cuerpo sin que puedas decir nada, mientras tú, aún agarras al mercader. Es algo bastante confuso, y que en otra situación, parecería muy gracioso. El mercader está rozando el suelo bocabajo por las espaldas del africano, mientras tú estás sujeto por las manos de este y por encima de su cabeza. Pero poco importa, el africano parece tener otras intenciones. Aunque no puedes ver si sigue sonriendo, algo te sigue que sí. Y en efecto; el africano, tras mantenerte suspenso en el aire, te lanza con una facilidad tremenda hacia Brutus. Parece que para el africano, fueras un dardo o algo parecido, pues volando varios metros, te estampas contra los músculos de tu compañero, que al recibirte de esta forma tan inesperada, cae algo confuso al suelo. Tú también, pues el golpe ha sido bastante bestia. Afortunadamente, no has sido el único lanzado; se ve que conseguiste sacar fuerzas para agarrarte al mercader, pues también ha impactado contra ti y Brutus, Mientras los tres estáis en el suelo, confusos y con un inmenso dolor de cabeza. Las preguntas más típicas serían ¿y tú, quién te ha lanzado como una muñeca de trapo hacia aquí? ¿Y tú, qué?
Pero entre las sombras, mientras la vista se le aclara a Himilko, ve al gran nubio, avanzar hacia vosotros. Parece que no se ha quedado agusto del todo, o que se ha olvidado del mercader, que parece en el mismo estado que vosotros.
A todo esto, el bárbaro que mantenía a Himilce, no para de reír al ver que el lanzamiento del africano le ha ahorrado el trabajo sucio de pegarle a Brutus. Es por ello, que ahora, de manera definitiva, decide salir corriendo con Himilce entre brazos. Sin embargo, el bárbaro tiene un calambre en la pierna, y se queda un poco parado, mientras se toca con otra mano en la pierna. Parece que quizás tengáis una oportunidad contra él antes de que salga corriendo. E Himilce, como siempre, puede resistirse.
Tirada: 1d100
Motivo: Fuerza Yakubu
Dificultad: 98-
Resultado: 5 (Éxito)
Tirada: 1d100
Motivo: Himilko torpedo
Dificultad: 60-
Resultado: 12 (Éxito)
Tirada: 1d100
Motivo: Himilko torpedo
Dificultad: 60-
Resultado: 65 (Fracaso)
Tirada: 1d100
Motivo: Agilidad bárbaro
Dificultad: 50-
Resultado: 93 (Fracaso)
2ª tirada de Torpedo de 65, ha sido un fallo, pues la primera es la que vale.
A todo esto, ante tal golpe, quitáos -5 pv por tal impacto... ¡si es que este Yakubu, primero atiza y después pregunta!
¿Pero que coño? -digo mientras me levanto y veo el panorama...
Eh tú. No he acabado contigo -digo al tipo que lleva a Himilce- Ahora verás...
Pues eso, intento golpear al tipo, a ver si le tiro los dientes de una vez...
Bastardo hijo de una ramera!! , vas a ver lo que es bueno cuando el zulú se cree que voy a pelear con él agarro al mercader y salgo corriendo en la otra dirección empujando al mercader para que corra.
Tirada: 1d100
Motivo: correr
Resultado: 48
Ni cuenta se dio cuándo de pronto se vio arrojada al suelo cual saco de papas con el respectivo aturdimiento, del cual, por suerte, se recuperó relativamente rápido. Sin embargo, con la misma facilidad que el bárbaro la había arrojado al suelo, se la volvió a cargar al hombro.
Himilce no hacía más que invocar en su mente a todos los dioses, pidiendo, rogando que la libraran de semejante vejámen. Hasta entonces creyó que nada lo había peor que el ser tratada como una esclava y ahora se daba cuenta de lo contrario. Por más que aborreciera a los cartagineses, éstos le habían tratado bien, salvo servirles comida y que de vez en cuando alguno la basurease, la habían tratado bien. Ni siquiera su anterior "dueño", Urcebas, la trató como lo estaba haciendo la bestia que ahora la cargaba.
-"Debí quedarme con el tal Sikarbaal, el que pagó a Urcebas por mí" -se decía pesaroza...
Visto tu éxito con las hostias, quizás deberías de intentarlo con la espada ;)
Buena idea...
Quizás sea un tanto sucio, pero las situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas...
Saco mi espada, y me acerco por detras a por el rufián que ha cogido a Himilce. Cuando estoy lo suficientemente cerca, lo atravieso de lado a lado...
Himilce abre mucho los ojos al ver lo que Brutus hace. Ya se está imaginando azotada contra el suelo otra vez y aunque la idea del dolor no la seduce, si que lo hace la imagen del bárbaro cayendo al suelo como un costal de papas y retorciéndose del dolor.
Brutus consigue salvar a Himilce, atravesando al bárbaro con su espada. A su vez, Himilko sale corriendo con el mercader, ante las narices del inmenso africano.
La pelea se sigue extendiendo. Entre el caos, es fácil la huida de los dos guerreros y la mujer, junto al mercader. No tardan en llegar a un sitio de la retaguardia más tranquilo, donde reina el silencio. El mercader, asustado, se arrodilla pidiendo clemencia, a la par que exige el por qué le habéis detenido. Vuestra misión era interrogarlo, y luego, matarlo. Al estar detrás de una tienda de campaña, nadie os ve, pero tampoco os hicieron mucho caso al veros pasar.
Actualización!
Tú -digo al mercader- ¿Sabes dónde está ese al que llaman Mahmud?
- ¡YO SOY MAHMUD! - gritó asustado- ¿QUÉ QUERÉIS DE MÍ? ¡DEJADME EN PAZ, SOY INOCENTE!
Excelente...
Echo mano al cuello del comerciante, y lo levanto del suelo.- Vamos a jugar a un juego Mahmud. Si me dices la verdad, tus posibilidades de vivir aumentarán. Si me mientes, empezaré a apretar, hasta que se te salten los ojos por la presión... ¿Te ha quedado claro?
Está bien, comencemos... ¿Qué sabes de los romanos?
- ¿Lo-lo... los romanos? Uno de ellos... me pagó para que le avisara del avance del ejército de Aníbal... pero na-da-da... sin importancia... no... no...- el mercader, tartamudeando y asustado, parece que no puede seguir hablando muy bien.
Empiezo a apretar. Quizás así cante más- ¡¿Y quién te contrató?! ¡¿Cómo pudiste pensar que no sería nada?!