Los últimos comentarios de los presentes me hicieron ver claramente que era el momento de aportar documentos a la velada. No quería hacerlo tan pronto, pero me veía obligada.
Me levanté de mi asiento y reclamé la atención de todos, pues lo que iba a decir era importante.
Clin clin clin clin - golpeé levemente la copa de vino blanco con que me estaba tomando el postre.
Señorita Shetes, estoy totalmente de acuerdo con usted en no mostrarse avergonzada de su cuerpo. Para mi, mayor vergüenza es ganar dinero creando miseria en los demás, o atendiendo solamente a pacientes de alto poder adquisitivo, pues contraviene el juramento hipocrático, por poner tan solo un ejemplo. - Alzé la copa para dar a entender de manera más clara mi total apoyo a la señorita Shetes -
De igual modo, no creo que la llave maestra la sustrajera usted, señorita Shetes, porque como bien apuntó, su puerta estaba atrancada desde media mañana. Al menos es lo que parece a priori.
Por lo que a mi respecta, hay 4 personas que claramente pudieron haber cogido la llave. Primero - dije sin acritud, mostrándome totalmente neutra - la señora Bigh, pues rondó de manera sospechosa por la habitación del señor más tiempo del políticamente correcto. El doctor Praktiss, por supuesto, además de acceso libre y justificado a las dependencias del señor, lo dejó dormido cuando vino a comunicarme su informe, tiempo sobrado para cogerla. En tercer lugar, la señora Wing - alzé las manos para detener una súbita protesta - no se ofenda, señora, por favor. Usted ha demostrado con sus propias palabras que sabe andar cual geisha, sin hacer el menor ruido, pues se "coló" en la habitación de la señora Bigh y también de sir Roger, donde además, nadie la vió entrar, ni salir, ni permanecer dentro, a pesar de haber un público excesivo. Y por último, señor Bates, usted, pues acaba de confirmar su presencia allí el señor Astird a las 4:30 pm. - Tomé un poco de vino para aclararme la garganta... y las ideas... dispuesta a seguir con mi intervención...
Por otro lado no tengo una amistad, digamos sospechosa, con el señor Astird. Ya he reconocido que compartimos intereses y por tanto una relación bastante cordial. Del mismo modo, es cierto y también lo reconocí, que aconsejé a sir Roger para que cambiase su testamento a favor del señor Astird. Igual lo hice con más insistencia de la que hubiera debido, pero hasta donde yo se, no es delito tal cuestión. Se que el señor Bates es el primogénito de sus ilegítimos, pero no por ello debe de tener más derechos que los otros hijos ilegítimos de sir Roger.
Volví a dar un sorbo de vino, manteniendo la expectación en mi persona, pues notaba como la tensión cogía cierta entidad física, respiraciones contenidas, muchas manos debajo de la mesa para evitar mostrar nerviosismo...
No obstante, igual que yo aconsejé a sir Roger que cambiara su testamento, alguien pudo también contaminar su decisión en favor del señor Bates... e includo elaborar un nuevo testamento manuscrito, con fecha de hoy, documento muy oportuno que, como es de suponer inspector Smythe, lo pondrá bajo custodia policial hasta que lo analice un grafólogo y le de veracidad a la firma que aparece - Dicho esto saqué un sobre con 3 documentos, un testamento formal con fecha 11 de noviembre de 1931 en favor del señor Bates, otro testamento formal del 6 de enero del 36 a favor del señor Astird, y otro "testamento" escrito a mano en favor nuevamente del señor Bates con fecha 12 de enero de 1936.
Entregué el sobre al inspector para que lo mostrara a los presentes o no según su criterio y me senté, pidiendo al señor Bates que me sirviera un poco de tarta con exquisita educación.
Me temo que le falta imaginación para hacer tantas suposiciones por sí misma, querida -le digo con desdén a la secretaria.
Es cierto que estaba "rondando" como usted ha dicho, por la habitación de Sir Roger, pero solo porque una mente tan analítica y activa como la mía está permanentemente buscando nueva información en todas partes. No hay nada sospechoso en ello, querida, pero sí, por ejemplo, en la discusión que mantuvieron Sir Roger y el señor Bates entorno a una posible malversación. Quizás por eso terminara falsificando ese documento que usted le ha entregado al Inspector, y que es claramente falso. Desde luego, hay que ser poco menos que idiota para pensar que algo así puede pasar por un testamento válido. También gracias a mis "sospechosas rondas" descubrí que usted ayudó a entrar al Doctor en el dormitorio de Sir Roger, del cual no salió hasta media hora más tarde diciéndole supuestamente a Sir Roger que se bebiese todo el agua.
La escritora hace una pequeña pausa antes de continuar, pero se pone en pie para hacerlo.
Me pregunto si no estaría ya muerto Sir Roger y no serían la propia señorita Aminmund y el respetable doctor quiénes conspiraron contra su vida. De hecho, a eso de las cinco, el propio doctor me dijo que no entrara porque debía dejarle descansar. Yo creo que estaba ya muerto y que por eso no deseaban que nadie lo supiese aún.
En ese momento, su rostro cambia, se endurece, y mira y habla furiosamente directamente al doctor y después a la secretaria?
-¿No es así, doctor, señorita Aminmund?
Pues siento contradecirla, señora Bigh, en varias cosas.
Para mi sigue siendo sospechoso que rondara por esa zona de la casa, culpable de asesinato... probablemente no, pero no puede negar lo poco apropiado de su presencia continuada frente a las dependencias de sir Roger, a pesar incluso de haberle dicho el propio doctor que no se molestase al señor.
Probé un bocado de tarta que tan amablemente me había servido el señor Brooks y, cuando hube tragado el pequeño y delicioso manjar añadí:
Según su conjetura, señora Bigh, si cuando el doctor salió de la habitación sir Roger ya estaba muerto, ¿por qué no dió la voz de alarma la señora Wing? Le recuerdo que ésta estaba dentro de la habitación, escondida, pero dentro. No doy crédito ninguno a que la señora Wing callara sobre el asesinato de sir Roger tan solo para no aceptar que era culpable de, oh dios triste fatalidad, entrar a hurtadillas en el dormitorio.
Aprovechando que en estos momentos entró el mayordomo trayendo una nueva tetera con las exquisitas hierbas que se cultivaban en la finca, le pedí que me sirviera una taza y que hiciera llegar al servicio de cocina mi más sincera enhorabuena por la elaboración, tanto de la cena como de la exquisita tarta con que nos habían obsequiado en tan lúgubre situación.
En cuanto al tercer "testamento", señora Bigh, coincido con usted en que es falso. Pero de momento, son solo nuestras opiniones. Tendrá que ser un experto quien acredite la falsedad del documento o su autenticidad.
Di un pequeño sorbo al te... si, exquisito.
De nuevo creo que carece de la imaginación suficiente para apoyar sus teorías. La señorita Shetes podría perfectamente haber estado en el interior del dormitorio, ver a Sir Roger en la cama, tumbado, y dar por hecho que dormía. ¿Por qué iba a dar la voz de alarma? ¿Usted lo hace cada vez que se encuentra a Roger Astird dormido a su lado?
La escritora lanza una risita completamente intencionada.
Y también he de añadir algo con respecto al testamento. ¿De verdad cree usted que hace falta un experto? Lo que hace falta es ser un sinvergüenza y un ingenuo, para hacer algo así. Usted dirá por qué lo hizo, señor Bates, porque estando a su nombre, no se me ocurre quién más querría escribirlo.
Prosper da un tremendo golpe sobre la mesa, haciendo estallar un vaso de cristal grueso y provocando que varias piezas de cubertería caigan al suelo. El silencio sobrecoge a todos los presentes. Lentamente, con una gravedad estremecedora, levanta la mirada y la clava en la persona sentada al frente. Su mirada no expresa vergüenza ni nerviosismo, sino pena y rabia.
¡Sí! ¡Falsifiqué ese maldito testamento! ¿Acaso no habrían hecho todos lo mismo si se encontrasen en mi situación? He estado al lado de Sir Roger toda su vida hasta el día de su muerte, queriéndolo como un padre y tratando de enseñarle, poco a poco, a quererme como a un hijo. Sé que a ustedes mi situación emocional personal puede importarles un pimiento, pero aunque esté escrito con mi triste intento de caligrafía imitada, es la verdad. Yo era el único amigo de Sir Roger.
Prosper hace una pausa para limpiarse unas gotas de sangre de la punta de sus dedos. Pueden verse trozos de cristal clavados aún en la palma de su mano. Podéis sentir su respiración entrecortada, como si estuviese a punto de darle un infarto. Sin titubear, pero con las fosas nasales completamente dilatadas, dirige su mirada a Roger Astrid. De la noche a la mañana, aparece otra persona que reclama mi espacio, que me desplaza, que pretende ser el hijo pródigo que Sir Roger tanto anhela. Una persona que ha llegado en el momento justo de sus días más oscuros, como un lobo que huele la presa herida y espera pacientemente a efectuar el último ataque en el momento exacto. Prosper leventa su mano y señala con gesto acusador a Rog. Alguien a quien Sir Roger ha acogido aunque la última vez que lo vió no era más que un crío. ¿Por qué tardó tanto tiempo en volver, señor Astrid? ¿Es que nadie lo ve? Este señor, un completo desconocido, ha conseguido emponzoñar la mente de mi padre con la ayuda de la señorita Aminmund para que cambie el testamento a su nombre. Mi intención, señoras y señores, no era otra que la de intentar a la desesperada que Sir Roger recapacitase y viese el craso error que iba a cometer y, por si acaso, sabiendo que ocurren accidentes y que esta mansión en el día de hoy ha resultado ser la mayor concentración de posibles asesinos de Sir Roger Watersdown de la historia, preparé ese improvisado testamento, incluso antes de hablar con él. Sin embargo, al visitarlo y tratar de hablar con él, lo encontré en un estado completamente deplorable, sin duda fruto de la medicación. Después, mi padre...
Prosper deja caer una lágrima, que se le cuela en la todavía rabiosa expresión. Rápidamente mira hacia abajo en un torpe intento por ocultarla y se levanta, encendiendo un cigarrillo.
Espero que el resto de los presentes sean al menos la mitad de honestos si queremos resolver quién es el desgraciado que ha asesinado a mi padre. Dice, antes de que su rostro quede envuelto en volutas de humo.
Florence había estado muy tranquila ultimamente, nadie la había atacado frontalmente ni la habían puesto contra las cuerdas, supuso que al final todos habían aceptado que ella en verdad no era la culpable de la muerte del señor, sino que, por el contrario, una mera espectadora de los sucesos que tuvieron lugar antes de la muerte.
-Muy interesante, ¿Os acordáis cuando yo estaba dentro de la Sala de Sir Roger, a las 4:00?. Pues mientras estaba ahí escuche con completa claridad la voz de una mujer en la habitación de Sir Roger, la estancia contigua, aunque ahora no puedo discernir si se trata de la Prostituta de Película, la Amante de la Casa o bien de la estimada Sra. Allison Bigh.
-Poco después escuche como el ascensor comenzaba a subir y me escondí en uno de los armarios, aunque lo único que pude escuchar fueron pasos, pude discernir esta vez la voz de un hombre, aunque no en la Sala de Sir Roger, sino directamente en su habitación.
-Por desgracia no sé quienes eran los dueños de aquellas voces ni si ambos estaban a la vez en el dormitorio de Sir Roger, aunque eso no lo pondría mucho en duda.
La Señora Wing con una sonrisa de satisfacción miraría entonces a sus máximos sospechosos, la Secretaria y el Hijo Aparecido por Sorpresa. Una mirada que nadie pudo ignorar, pues sus ojos orientales se posaron sobre ellos cual depredador a su presa.
Me alegra que hable de mí en términos de "estimable", querida, pero me temo que el resto de su monólogo solo expresa su falta de elegancia. Términos como "la prostituta de la película" o "la amante de la casa" solo descubren su falta de elegancia y su escasez de ingenio. Supongo que eso la llenará de alegría, porque dudo mucho que usted tuviese la inteligencia suficiente para planear un crimen de estas características. Su marido en cambio... es otro tema. Él si parece lo suficientemente inteligente para hacerlo, aunque claro, si fuese tan listo, no le haría falta cometer un crimen así.
Bigh se comportaba como quien se cree lo suficientemente superior como para que todos sus razonamientos fuesen incuesionables y no le importaba en lo más mínimo a quién hiriesen sus palabras.
Por otro lado, señorita Brooks, ¿no sabe que eso de subir y bajar en ascensores privados en una casa ajena es de mala educación?
La escritora extendió su dedo índice y empezó a agitarlo de izquierda a derecha, mientras chasqueaba la lengua, recriminándoselo.
-El que subió por el ascensor fue un hombre y pasó desde la Sala de Sir Roger a la Habitación de Sir Roger.
Recriminó a la escritora que poco a poco iba perdiendo a una admiradora.
A lo mejor era nuestro ilustre doctor, que deseaba asegurarse de que Sir Roger se tomaba su dosis... mortal.
La escritora lanzaba "cuchillazos" en todas direcciones, porque rodeada como estaba de asesinos potenciales, las posbilidades eran inmensas. A lo mejor era algo así como un nuevo "Orient Express" y todos ellos eran los asesinos. Bigh se relamía solo con pesar en esa posibilidad.
Lo cierto es que empiezo a estar un poco cansado de que se hagan acusaciones contra mi persona. Lo único que hice fue recetarle unos somníferos para qué descansara, eso es todo. Cualquier otra cosa, sale de la imaginación desbordante e infantil de una aspirante fallida a actriz, una escritora mediocre y una esposa frustrada. No me echen a mi la culpa por todos sus problemas.
Había sacado mi espejo para retocarme el color de mis labios, me entretuve tanto en ello que al momento de Prosper da el golpe en la mesa, mi espejo se cae de mis manos al suelo, resquebrajándose a la mitad, -Ups, mala suerte al parecer- La joven asiática continuaba tratándome mal; quizá pensaba que con eso me sentiría mal pero la verdad no lograba su cometido, mi conciencia está más que tranquila ahora. –Lo dice la que parece una Geisha- digo entre dientes.
Fue de pronto cuando la escritora, de una forma u otra puso en su lugar a la joven oriental, no pude evitar esbozar una sonrisa en mi rostro, de alguna manera me causaba un ligero placer ver a alguien con un amplio repertorio para dejar en su lugar a alguien.
-Ah pero bien que disfrutas de mis filmes, querido- recrimino casi entre dientes al doctor, vuelvo a esbozar esta vez una sonrisa pícara en mi rostro, -Señorita Bigh, descuide, al parecer cuando las personas son culpables de un hecho y no tienen argumentos sólidos y válidos, por lo general tienden a defenderse detrás de insultos- me aclaro la garganta con un poco de agua y continuo. –No tienen el nivel intelectual mínimo para sobresalir sin tener que llegar a las ofensas, pero la verdad, no los culpo-.
Por favor - dije, alzando la voz - no creo que sea necesario faltar al respeto de los aquí presentes. Les recuerdo que solamente uno es el asesino, supongamos que puedan ser 2 compinchados. El resto de los presentes deberemos seguir con nuestra vida normal, no creo que sea lo más indicado salir de esta situación con varias demandas por difamación.
Tras este pequeño soliloquio me levanté de mi asiento y añadí, dirigiéndome directamente al señor Bates.
Señor Bates, realmente siento haber sido en parte la desencadenante de la pérdida de parte de su herencia, no me paré a valorar las posibles consecuencias que mi consejo al señor Watersdown pudieran afectarle tanto, le tengo por una persona de alta posición y además con muy pocas probabilidades de pasar ningún tipo de falta en su vida. No obstante, espero que el inspector Smythe haya tomado buena nota de su confesión, pues con ella usted acaba de reconocer el delito de fraude contra el señor Astird.
Tomé un sorbo de agua para aclararme la garganta y sin dar tiempo a nadie a contestar dije en tono ciertamente cortante:
Inspector Smythe, creo que podemos dar por terminada la cena y, por tanto, solicito que si no tiene inconveniente pasemos al salón contiguo donde podamos terminar con este asunto de manera más relajada.
Todos los presentes empezaron a ponerse en pie y a dirigirse al salón. La cena había sido agradable para el paladar, perfecta en su concepción, pero tensa en lo relativo a todo lo que se había comentado durante la misma. Smythe era consciente de la gran cantidad de rencor que flotaba en el aire, y sabía que debía sacarle partido. Por otro lado, partir de aquel momento, tendría que empezar a pensar de verdad en desenmascarar al asesino... o asesinos.
El resto de los presentes, mostraban diferentes grados de enfado y aprensión, y en algún que otro caso, temor, por lo que podría venir a continuación.
Si todo el mundo está de acuerdo, podemos pasar al Acto Tres. Si alguien no lo está porque desea seguir comentando cosas, que me lo indique.