Partida Rol por web

El marinero moreno de las rastras volvió a emerger a cubierta con sus heridas visiblemente curadas. Se le quitó la sonrisa de confianza que traía al comprobar el desastre que se encontró en cubierta: el capitán y la maga de a bordo estaban por los suelos en un charco de sangre, y el primer oficial parecía presa de algún hechizo porque no se defendía.

—¡Blurturt!

La típica obscenidad que era pronunciada por marineros y piratas de toda la Costa de la Espada fue lo único que le dio tiempo a decir antes de que el sortilegio de Oona le nublara la mente y le impidiera hacer o decir nada más.

Tallis Walthorn asoma la cabecita por Q8 (justo debajo de Aranna) y se come el Atontar de Oona, perdiendo sus acciones (TS Vol 15, fracaso)

Zanahoria le pegó un buen bocado en el muslo al contrabandista que forcejeaba con él. El pobre diablo aulló de dolor y retrocedió.

—¡Me rindo, me rindo! —dijo soltando su alfanjón.

El otro marinero emergió entre toses de la nube de fétidos gases que había convocado mágicamente Aranna (o eso al menos aseguraba ella, el narrador sospechaba que provenía realmente de sus flatulencias). No dijo nada, porque bastante tenía el pobre con vomitar hasta la última papilla, pero no se le veía con muchas ganas de seguir peleando porque también dejó caer su espada curva al suelo.

Espada curva...

Resuelvo ahora el ataque de Zanahoria que tiró por error Masca el turno anterior. Es un impacto. El Contrabandista 7 no resulta derribado (enfrentada 19). Paso de 5' y tira su arma al suelo.

El Contrabandista 5 falla la TS Fort y sigue nauseado 1 asalto más. Sale de la nube como acción de movimiento.

Vosotros diréis si queréis parar el combate aquí o preferís pasar la escoba. Si queréis seguir, doy paso a Aranna, Hellas y Colibrí.

(19) Oona: 18/18

(18) Tallis Walthorn “Morenito de Arevar” (desaparecido): ¿herido grave? (dos espadas cortas)

(17) Zanahoria: 27/27

(17) Contrabandista 5: ileso (cimitarra) (nauseado 1 asalto)

(17) Contrabandista 7: al borde de la muerte (alfanjón)

(17) Aranna: 23/23 (muro de humo 1 asalto)

(17) Compadre: 22/22

(16) Hellas: 18/18

(10) Colibrí: 22/22 (Isla de Filos)

(8) Orson “Mar Picada” Grendel: herido leve (cegado y aturdido 2 asaltos, aturdido 1 asalto más)

(8) Elemental de Agua: ileso

(7) Eved: 23/23

Aranna detuvo a Zanahoria con un chasquido de la lengua.

Dale una patada hacia aquí, ordenó al contrabandista rendido, señalando el alfanjón, y empieza a quitarte la ropa y lanzarla detrás de la espada. Y dile a tu amigo que haga lo mismo cuando termine de ensuciar la cubierta.

El abordaje del Fantasma del Mar había sido todo lo contrario a la pelea con Sambalet y sus matones. Había sido tan fácil, que los marjalsalinos se encontraban ante la disyuntiva de segar vidas o perdonarlas, una posibilidad que no se habían planteado, esperando una resistencia férrea y una dura contienda. Ni siquiera les habían herido, se congratuló, palpando la varita mágica en su bolsillo.

¿Echamos a los oficiales a los tiburones o nos los llevamos vivos a Marjal Salino? preguntó la aventi. Fireborn dijo que averiguáramos dónde iban las armas robadas, pero no recuerdo que añadiera nada sobre qué hacer con esta banda.

Oona bajó los brazos y Gary saltó de su hombro para dar una voltereta en el aire, al grito de "Hemos ganado", aunque el pobre dragoncito no había participado en absoluto en la refriega. La genasí observó la cubierta y miró durante un momento a Eved de forma intensa, después volvió a su modo profesional y enderezó la espalda.

-Mejor vivos. Tengo unos vendajes en la mochila, podemos estabilizar a los heridos, y amordazarlos. Creo que si los encerramos en la bodega, podemos entregar este cargamento al completo a Fireborn y que él se encarge de los interrogatorios. Van a ser una generosa fuente de información. Podemos llegar a Marjal en este mismo barco.

Pensó en usarlo para más cosas, pero de momento, sería mejor llegar hasta el puerto de Marjal. Sacó cuerda de su mochila, aunque había suficiente soga en cubierta, y se la tendió a Eved y al mediano para que comenzasen a atar a los piratas. Cualquiera de los dos podía hacerlo. Cuando todo estuvo controlado, sacó los vendajes de la mochila y comenzó a atender a los heridos.

Tengo 5 vendajes para gastar. Los usaré sobre todo el que lo necesite.

Qué desperdicio de unos vendajes que podrían estar arrancando de las garras de Kelemvor a cualquiera de ellos, pensó Aranna. Incluso a Eved, que había demostrado ser el espadachín más pésimo de Tethyr, y los nefastos estándares del ejército real, pero al menos tenía contactos que le habían contado que el barco pasaba por allí esa noche.

Con un gesto, la druida hizo desaparecer la humareda de estribor, y se acercó a la muchacha de piel oscura para arrebatarle la bolsa de cosas asquerosas y el bastón, y para amordazarla y atarle las manos antes de evitar su muerte con el más débil de los conjuros sanadores.

Aranna deshace el muro de humo, y gasta su "curar heridas menores" con Punketah. Pero después de quitarle sus cosas de maga, amordazarla y maniatarla.

Colibrí se sumó a la oleada general de piedad. La verdad es que prefería ver a un pirata colgando de una soga a ajusticiarle a sangre fría, así que usó algunos trozos de tela rasgada de la propia indumentaria de los infames marinos para improvisar unas vendas aquí y allá para evitar que alguno se desangrara en cubierta hasta morir.

Tomó el símbolo sagrado del sacerdote y lo guardó a buen recaudo, para después despojar de sus armas y pertrechos a los oficiales de la nave. Una vez estuvieron registrados y en paños menores, colaboró para encerrarlos en un lugar seguro, el cual revisó antes personalmente para evitar que tuviera nada que pudiera auxiliarles en una posible huída.

- Habrá que interrogar a estos haraganes, ¿no? Anímate Eved; quizás puedas aportar algo a este asunto después de todo, chico. -

Uno tras otro, los piratas fueron cayendo presas de sus ataques hasta que los pocos que quedaban se rindieron. Debajo de la máscara de Hellas se dibujó una sonrisa de satisfacción. No le hubiera importado terminar de masacrar a los piratas, al menos a los más peligrosos: los que hacían magia. Pero decidió no contravenir a sus compañeros.

La joven aprendiz de heroína bajó del castillo de proa no sin antes darle una cariñosa rascada a Compadre por protegerla y junto a los demás comenzó a maniatar y amordazar a los piratas.

—También deberíamos poner al barco rumbo a Marjal. Podemos interrogarlos mientras vamos hacia allá.

—De no ser por mí ni siquiera os habríais enterado de que el Fantasma del Mar venía esta noche… —le respondió Eved a Colibrí, con acidez, mientras el mediano estabilizaba moribundos¹.

… y estarías emborrachándote con ron barato en Las Redes Vacías…

—… viejo.

1: vamos a suponer que, por continuidad con lo narrado, Oona usa de sus vendajes sagrados en estabilizar a Hawthorne y que Colibrí y Aranna estabilizan a los demás. Haz los cambios oportunos en tu ficha, Avhin.

En estas estaban nuestros bravos aventureros, atendiendo a los heridos, atando a los contrabandistas y filibusteros y, con lo que más disfrutaban, intercambiando pullas con Eved, cuando algo inesperado ocurrió. Se escuchó el estridente chirrido de unas bisagras oxidadas al girar cuando uno de los camarotes del castillo de proa se abrió.

De él emergieron tres hombres-lagarto de relucientes escamas verdes y crestas de un llamativo color amarillo y naranja. Dos de ellos tenían el aspecto típico y primitivo de los miembros de su especie: escudos de madera, clavas, jabalinas, pulseras de cuero labrado y algas secas, plumas de vivos colores, y huesecillos de bestias tallados con runas dracónicas. El tercero, en cambio, era harina de otro costal. Llevaba una armadura completa, que resultaba de obvia manufactura humana incluso antes de que uno observara el sello real de Tethyr en el pectoral. Aquel hombre-lagarto llevaba un espadón de acero a la espada, envainado. Un pseudrodragón se asoleaba perezosamente en sus hombros.

—¡Buenassss! —dijo en tono ligero, y echó un vistazo al desastre que había en derredor. Ensayó una sonrisa llena de dientes afilados como cuchillas—. Ya veo que el barco ha cambiado de dueñosssssss…

El siseo se mezcló con un sonido húmedo cuando el hombre-lagarto proyectó su larga lengua bífida a través del orificio de sus fauces, y de vuelta al interior.

—Mi nombre esss Achuak. Essspero que vosssotrosss como nuevosss dueñossss mantengáisss el trato que teníamosss con essstosss humanosss.

Achuak significa “verde” en dracónico.

Y estaríamos emborrachándonos con Perico Gamuza en la cabra de Mimbre, replicó Aranna al ex de Oona, en lugar de atando contrabandistas. ¿Qué te parece a ti que prefiere cualquiera con dos dedos de frente?

Aranna levantó la mirada del trabajo de maniatado y amordazado de contrabandistas cuando la cu bierta resonó bajo tres pares de pies. O de garras, se corrigió la aventi, cuando vio a quién pertenecían. Tres hombres lagarto, dos de ellos con toda la pinta de ser irrelevantes, y el tercero, el que hablaba, con porte de guerrero. O de caballero, de caballero tethyriano, a juzgar por el sello de su armadura.

¿Y ese trato es...?

- Ah, una información que sin nosotros te hubiera válido para sentarte en una letrina con un dedo metido en la nariz y otro en el cu... -

La irrupción de los tres reptiles humanoides impidió que Colibrí acabara su frase, y puede que también evitara que Eved volara hasta encontrarse con el Elemental unos metros bajo la cubierta.

La aventi ya había preguntado qué querían aquellos tipos. Colibrí suspiró mientras evaluaba al lagarto acorazado. No le gustaba que fuera tan bien pertrechado, y menos que le acompañara un dragoncito en miniatura. Eso hablaba de alguien que tenía cierta experiencia.

- Me preguntaba qué tipo de trato puede tener alguien que ostenta el sello de Tethyr con unos inmundos piratas. Soy Colibrí, sácame de esa duda, "Verde" -

Hellas le dio unas condescendientes palmaditas a Eved en la espalda sin añadir nada más. Su lloriqueo era música para los oídos y no necesitaba nada más para hurgar en la herida. Pero no hubo tiempo para disfrutarlo, los hombres-lagarto hicieron acto de presencia en la cubierta. Un mal presentimiento recorrió en forma de escalofrío la espalda de la novata aventurera desde el talón hasta la cabeza.

¿Qué estaba pasando ahí?

Oona estaba en lo suyo, vendando y remendando heridas de un puñado de piratas, mientras los demás amordazaban y maniataban al resto. Había sido una refriega sencilla, tan sencilla que se sorprendía de que hubiese sido tan fácil. Por eso, la aparición de los lagartos solo confirmó que algo turbio estaba pasando.

Miró a Eved en busca de una explicación -todos los demás estaban demasiado pendientes buscándole las cosquillas-, por si el tethyriano tenía alguna remota idea de quién era esa gente lagarto. Eran simples reptilianos, aunque a diferencia de Aranna o ella misma, no eran anfibios y no podían respirar bajo el agua. Sí que podían aguantar más que cualquier humano normal. Con frialdad, Oona terminó su trabajo y permitió que los bocazas del grupo fuesen quiénes llevaran la iniciativa.

Elijo 10 en saber local. Total, 15

humanoide reptiliano, hombre lagarto, no respira bajo el agua, aguantan más que un humano.

Achuak se quedó un momento en silencio, como si no hubiera terminado de entender del todo a qué se refería Colibrí. Así que decidió contestar a Arianna, abriendo los brazos.

—¡Llevar lasss armasss de acero a nuessstro hogar, por sssupuesssto! —dijo en un tono que parecía sugerir lo evidente.

Eved gruñó.

—Esas armas no os pertenecen a vosotros, sino al ejército real de Tethyr.

Los hombres-lagarto intercambiaron una mirada indescifrable, pero la confusión pareció más patente en vuestro interlocutor, que se rascó las escamas de la cabeza.

—Otra vez esssa palabra, Tethyr. No sssé qué sssignifica. Y no sssé a qué te refieresss. Ssson nuessstrasss. Hemosss pagado por esssta arma y esssta armadura —dijo señalando al pecho, justo en el blasón de la Reina Zaranda—. ¡Oh! Debesss referirte a lasss de la bodega, ¿verdad?

Alzó ambas garras en un gesto tranquilizador.

—Desssde luego, esssasss armasss no ssson aún nuessstrasss. Y no pretendíamosss disssputárossslasss, sssi esss lo que parecía. Ya habéisss demossstrado de sssobra lo durosss que sssoisss. Me refería a que lasss compraremosss y entoncesss ssserán nuessstrasss. Osss ofreceremosss el misssmo trato, ¡como sssi vosssotrosss también fueraisss inmundosss piratasss!

El hombre-lagarto sonrió con un humor, repitiendo lo que había dicho Colibrí sin parecer ser consciente de que lo que acababa de decir era un insulto.

—Osss pagaremosss buen oro, plata y piedrasss preciosssasss por el acero. ¡Esss un buen trato!

Eved resopló.

—Iré a echar un vistazo al cargamento de la bodega. Tú quédate aquí y échales una mano con los lagartos.

Eved era consciente de que Oona no era la mejor de las negociadoras, pero justificó lo que acababa de decir señalando con la cabeza a Colibrí.

Este necesita ayuda hasta para atarse los cordones de las botas parecía decir su ademán, epítome de la condescendencia más absoluta. Incluso del racismo, si uno pensaba en que Colibrí era de los pocos medianos que usaban botas.

Aguantándose el sopapo que en su opinión Hellas necesitaba urgentemente, pero que nadie le había dado cuando era una cría, Eved se internó en la bodega.

Achuak esperaba con entusiasmo que aceptarais su oferta.

Hellas decidió adelantarse antes de que Aranna o Colibrí tuvieran uno de sus desvaríos. Sus dos compañeros eran realmente valiosos, se habían jugado la vida juntos y se merecían todo su cariño y respeto. Pero un plan como el de hacerse pasar por Sambalet sólo funciona una vez al mes.

—Sí que parece un buen trato, sí—dijo Hellas con voz neutra bajo la máscara ignorando cualquier pulla sobre ser inmundos piratas—. Pero primero tenemos que hacer una parada. Nuestro jefe nos está esperando. No creo que le guste que desaparezcamos con el cargamento sin recibir noticias nuestras.

El plan de la bruja era simple. Ir a Marjal Salino, hacer allí una parada y utilizar la ayuda de la guardia para apresar a los hombres-lagarto. Un plan parecido a cuando acabaron con Dumbalah y sus no-muertos.

¿Vamos a dejar que nos dé órdenes? preguntó, mirando cómo el humano desaparecía por las escaleras que descendía hacia la bodega del barco. Y que baje solo a hacer lo que le dé la gana...

Sin embargo, no fue Aranna quien bajó tras Eved. Ese hombre lagarto disfrazado de caballero tethyriano era demasiado entretenido. E inocente, a juzgar por sus palabras. La malvada bruja estaba intentando engañar al pobrecito hombre lagarto. La aventi se enterneció, pero tuvo el sentido común suficiente para contener la lengua. Lanzó una mirada hacia Hellas con el ceño tan fruncido que las cejas se le hicieron un nudo.

¿Para qué queréis esas armas? preguntó, devolviendo la atención al lagarto. Una idea, todavía nebulosa, iba tomando forma en su mente demasiado sobria. Supongo que están bien para tierra, aunque yo prefiero ir algo más ligera, pero son un poco incómodas para meterse al agua, ¿sabes?