Partida Rol por web

Lo he oído pidiendo galletas, repuso Aranna, pero no he encontrado ninguna en la despensa, y no puedo pedirle al Gran Océano que me enseñe a hablar con animales hasta mañana.

Cuando Oona preguntó de quién era el cofre, la aventi señaló las botas que había dejado encima de la tapa. Ninguno de los hombres a los que habían matado o noqueado serían capaces de meter los pies dentro, lo que las señalaba como pertenencia de la maga.

La afirmación respecto a los efectos personales le hizo intercambiar miradas con Colibrí y Hellas. Los ojos de la druida decían, con sorprendente elocuencia y claridad: arramplamos con todo cuando Oonita no esté mirando, ¿no?

—No hay mucho que explicar sobre los esclavos—respondió Hellas a las palabras de Colibrí—. No es algo a lo que se dediquen, pero no desaprovechan la oportunidad. Habrían vendido a Oceanus a un comprador de esclavos exóticos que hay en la Bahía. Sería interesante averiguar quién. El resto los venden en Puerto Calim.

Hellas se sentó sobre un barril con las piernas colgando y miró a Oona.

—Si tienen patentes de corso son corsarios. Contrabandistas, esclavistas, corsarios... está claro que son piratas—para finalizar le preguntó a Punketah—¿Qué tienes en ese cofre? Sería una pena que se perdiera. Y me empiezas a caer un poco bien, aunque sólo sea por lo que te han hecho pasar esta panda de desalmados. ¿Para qué coño queréis ropa interior de mujer anormales mentales?—furiosa Hellas disparó uno de sus rayos y golpeo el castillo de popa— ¡Tendría que meteros fuego aquí mismo y luego tragarme vuestras almas!

La mujer miró sobre sus talones y entonces miró a Aranna y asintió todo lo sutilmente que la rabia le permitía.

Prefiero cien piratas a un esclavista, aseveró Aranna, aunque sea esclavista oportunista.

Por supuesto, si había sitio en la bodega para los supervivientes de un abordaje, bien atados, y había mercados de carne en puertos cercanos, raro era el pirata que le hacía ascos al dinero que aportaba su venta. Pero Aranna había servido en un par de navíos pirata, cuando era una muchachita, y ninguno de sus capitanes había participado en tan sucio negocio. Matar a toda la tripulación para robarles el cargamento, sí. Dejar a los supervivientes varados en medio de un mar en calma, en un barco inválido, claro. Pero vender a personas, jamás.

¿Quién es ese esclavista con el que tenéis tratos del que habla mi amiga? preguntó al Morenito y a la maga. En Puerto Calim no podían hacer nada, pero no podían consentir que alimañas semejantes trabajaran en su territorio.

Colibrí se rascó la cabeza y señaló la mordaza del moreno y luego a la aventi. - Errr... Aranna, éste no se ha mostrado muy colaborador. Veamos qué dice el Capitán. A lo mejor el tal Berothio Leofheard, el que trincó Oona, se ha escapado o tiene un relevo en su negocio. -

El Halfling se acercó al herido líder del barco y lanzó una descarga de energía curativa con la magia de su cinturón destinada a despertarle.

- Hola Capitán, bienvenido a la charla. Mi amiga quiere preguntarte unas cosas. -

A Oceanus le agradaba más la cocina de mar que la de montaña, pero no solo aceptó, sino que devoró la carne de salazón que le dio Aranna. Estaba famélico.

—(Élfico) Sí, creo que os podía llevar allí —asintió Oceanus a la petición que le había hecho Aranna—.(Élfico) Pero, ¿por qué queréis ir allí? ¿Estáis investigando lo que hacen estos por vuestro pueblo como yo hago con el mío?

El elfo acuático alzo sus manos palmeadas a modo de saludo cuando Oona hizo las presentaciones oportunas.

—Hola, ¿qué tal? —saludó a Colibrí y a Hellas.

Fueron apenas dos palabras ensayadas, pero pronunciadas en un acento tan marcado que sugería que Oceanus no hablaba muy bien el común¹. Su cara de besugo, aparte de venirle por naturaleza, indicaba que apenas se estaba enterando del contexto general de lo que hablabais.

1: se acaba de sacar el A1.

—¿Piratas? —repitió Punketah al mundo, en tono de auténtica consternación—. ¿Te refieres a gente que aborda barcos…?

La maga señaló con la cabeza el bote de Sambalet.

—¿… pasa a cuchillo a toda la tripulación? —siguió señalando esta vez los numerosos cuerpos inconscientes tirados por la cubierta del barco—. ¿… y roba todo lo que encuentran a bordo?

Esta vez señaló al cofre en el que guardaba sus propias pertenencias y que Aranna había arrastrado hasta allí.

—¡Ni hablar! ¡No tenemos nada que ver con piratas! Somos contrabandistas. Prefiero cien contrabandistas a un pirata. Como dicen por aquí, es un crimen sin víctimas —dijo, y tras tirarle la pullita a Aranna enarcó una ceja en dirección a Hellas.—. No sé de qué Patentes de Corso hablas. Te juro que no tenemos nada de eso. ¿Hacemos trapicheos moviendo mercancía de aquí para allá? Sí, es verdad. Pero no hemos abordado a nadie, ni matado a nadie, ni robado, ni esclavizado. Nosotros solo somos redistribuidores de riqueza. ¡Los verdaderos culpables están ahí fuera!

Resopló, muy enfadada, cuando Hellas amonestó a la tripulación.

—Yo sí sé para qué lo querían. Me devolvieron una media manchada los muy hijos de puta. Supongo que no te tengo que explicar de qué. Con lo bonita que era, negra, sedosa, con un lazo rojo en el muslo. ¡Ay!

Hawthorne parpadeó varias veces y abrió los ojos con dificultad. Aún le dolía todo el cuerpo. Se incorporó con dificultad y se sentó. Echó un gargajo sanguinolento y torció el gesto.

—Si tu amiga la chupa bien seguro que podemos llegar a un acuerdo —dijo, con la cabeza aún dándole vueltas.

Colibrí caso compadecía al bocazas del capitán. No era prudente lanzar esas bravatas con un grupo de mujeres exaltadas, y en ningún caso cuando al menos una de ellas podía lanzar fuego por sus manos a voluntad.

Pero fue lo que dijo la maga lo que le caló.

- Mira Punketah, así sin darle muchas vueltas se me ocurre a una pareja de hermanos devotos de Sune, Prunell y Helvenya Goldblade. El primero fue asesinado en la Casa Encantada donde estaba Sambalet, y la segunda fue subida a este barco, de donde se fugó antes de convertirse en esclava. Destino que también teníais pensado para ese elfo. ¡Hola Oceanus! - Saludó al elfo.

Creo que dais el perfil de esclavistas y asesinos perfectamente, y eso me pone furioso. Y ya no te digo a la chica que lanza fuego... -

Añadir que Helvenya estaba muerta no le pareció buena idea a Colibrí. Si los piratas pensaban que había un testimonio que podía condenarlos, quizás se ablandaran un tanto.

—Ya lo decía el dramaturgo. Es mejor estar callado y parecer estúpido que abrir la boca y disipar las dudas. Bien hecho chica, ahora sabemos que eres igual de taruga que estos pero en cobarde—Hellas puso los ojos en blanco, pero por supuesto nadie pudo darse cuenta de ello—. Pero como nos vas a decir dónde está Sambalet, nos aseguraremos que sean más indulgentes contigo. Y por cierto ya que hablamos de dichos, quién roba a un ladrón tiene cien años de perdón.

Entonces miró a Hawthorne.

—Joder si estáis tan desesperados por frotaros la cebolleta, ¿por qué no os lo montáis entre vosotros en vez de soltar tonterías que sólo os van a acercar un poquito a la picota capullo? Mira capitancillo. Sabemos que estáis traficando con armas del ejército de Tethyr. Que sois piratas, perdón corsarios—corrigió con ironía— Qué estáis traficando con armas del ejército de Tethyr y vendiéndoselas a vete tú a saber quién. Qué sois esclavistas y asesinos. Y ladrones claro, por lo menos de lencería, pero ladrones. Tenéis toda la carita de frecuentar las Nelanther, así que te aseguro que a todos en la Península les encantará a veros colgados de una soga. No estás en disposición de buscar acuerdos sino de colaborar.

Mientras Punketah hablaba, Aranna había cogido una soga y hacía un nudo de horca. Cuando terminó, apretó el nudo y se calzó el lazo en su propio cuello.

Me has convencido, replicó. Somos malvados piratas. Vamos a colgarnos de la verga para no molestar a las autoridades.

La aventi suspiró y se quitó el peligroso collar. Le gustaban las gargantillas porque realzaban su estilizado cuello, pero esa era demasiado ajustada para su gusto. No soltó el collar de cuerda, sino que se lo colgó de la flexura del codo, donde penduleaba ominosamente.

A ver si nos entendemos todos, dijo. No nos vais a convencer de que sois tan santos como los flagelantes de Ilmáter. Y si os ponéis pesados con los comentarios lascivos, Colibrí va a sacar a pasear ese cuchillo tan afilado y vamos a usar vuestras cositas patéticas como cebo para pescar. Así que más colaborar y menos chorradas, concluyó, con tanta dignidad que cualquiera hubiera considerado que la druida no era la mujer que los compañeros conocían.

Oona se pellizcó el puente de la nariz, porque allí todo el mundo hablaba y daba muestras de poder frente a unos estúpidos prisioneros a los que habían humillado sobradamente. Lanzó un suspiro, ni siquiera sabía por dónde empezar a plantear las cosas sin que alguno de sus compañeros rebatiera sus argumentos.

-¿Qué pensábais hacer entonces con ese elfo? Lo encontrastéis en vuestra bodega y lo amarrastéis, ¿por qué?

Lo mejor era ir a Marjal y dejar que Fireborn y los suyos los interrogaran.

-¿Qué guardas en el cofre?

—¿Y quién coño son esos? —explotó como un polvorín Punketah, en un tono exasperado. La maga no entendía de dónde os habíais sacado la mitad de cosas que asegurabais con tanta vehemencia—. Por aquí no ha pasado ningún devoto de Sune, que yo sepa. Y como te puedes figurar no voy a responsabilizar yo de lo que haga Sambalet en la Casa Encantada. Es más, si buscáis a un ladrón y un asesino, id a ver al viejo. Él sí que es un cabrón con pintas.

»¡Y te acabo de decir que no somos corsarios, mentecata! ¡Para ser un corsario necesitas una Patente de Corso y nosotros no tenemos de eso!

Por último contestó a la pregunta de Oona.

—¡Bragas! —estalló—. ¿Vosotros también me vais a robar las bragas?

El tipo calvo fue el que pidió hablar a continuación. Al retirar la mordaza escupió una pelusa que se le había quedado adherida a la lengua.

—¿Sabes quién ha navegado bajo pabellón pirata y frecuenta Las Islas Nelanther? Esa de ahí —dijo, mientras señalaba con la cabeza a Aranna—. Ya sabía yo que me sonaba tu cara. Coincidimos una temporada en El Despreciable, y salimos del barco a la vez. Espero que consigas un buen trato para mí… por los viejos tiempos.

Le guiñó un ojo antes de dirigirse al capitán.

—Furioso, haz como la niña y diles lo que quieren saber. Los demás son marineros de agua dulce, pero ella está zumbada, y no bromea. Cumplirá su amenaza y te colgará sin pensar mucho en las consecuencias.

Hawthorne miró a Aranna con renovado respeto.

—¿Conociste a Edward? He oído que heredó el puesto de capitán y envió El Despreciable al fondo del mar poco después.

Se encogió de hombros.

—Íbamos a vender a ese —dijo, señalando con la cabeza a Oceanus—, a un contacto mío en la Bahía. Está muy interesado en adquirir esclavos de razas acuáticas. No sé si porque tiene un comprador o por si es el fetiche de un pervertido. A mí me da igual, mientras me pague. Ese cabrón se lo tenía merecido, de todas formas, por colarse de polizón en mi barco y meter las narices en mis asuntos.

Edward es un PJ de Kernel en otra partida. Este es su trasfondo:

Edward entró en la tripulación del Despreciable, pero tuvo la mala suerte de que su primer viaje también fue el último. Un ataque de sajuaguines aniquiló la mitad de la tripulación. Eso hizo que acabara como  improvisado capitán. No fue un buen capitán. El ataque de un monstruo de las profundidades acabó con lo que quedaba de marinería y el barco. Él fue el único superviviente y pagando su precio. Un ojo y una mano.

Desde entonces lleva años deambulando borracho. Se gana la vida contando historias falsas y lanzando algún que otro conjuro. Eso sí, tiene una malsana obsesión por encontrar un tesoro. En su falsa creencia de ser un gran capitán pirata se encuentra el trauma de no haber tenido un tesoro.

Estas son sus pintas, si quieres hablar de él:

Aunque tú lo conociste (muy brevemente) con los dos ojos y las dos manos sanas (y él no era aún capitán). El hundimiento de El Despreciable fue después de que Aranna lo abandonara. Has oído (de boca de tu marido o en las tabernas de marineros) lo que sucedió con los sahuagines, y sabes que el monstruo que hundió a El Despreciable fue un Dragón Tortuga. También sabes que sigue vivo, pero no te has reencontrado con él en estos años. Dejo en tus capaces manos los detalles de todo este asunto y la relación que tuviste con Orson y Edward, hila sobre lo contado como gustes.

—¡Aquí! ¡Tienen más armas en un compartimento secreto de la bodega! —os avisó Eved desde la bodega—. Espadas, escudos, mazas de armas y jabalinas. Hay escudos con el emblema de la Corona por todas partes.

Oona suspiró, ¿por qué todo el mundo hablaba a gritos?

-No son corsarios -aclaró-. He encontrado un libro sobre Patentes, pero ningún documento que acredite que lo son. Ya han dicho que son contrabandistas, no roban, mueven la mercancía. Lo que nos interesa son sus compradores y sus vendedores.

La declaración de que su madre había sido pirata pilló por sorpresa a la genasí, y por la forma despreocupada con la que solía actuar Aranna, seguramente a ella no le parecía tan grave como para mencionar algo así. Se mordisqueó los labios, ya trataría ese tema más adelante.

-Si me juras que lo que hay ahí son bragas, no abriré tu cofre. Si alguno lo quiere abrir, adelante.

Se puso en pie y paseó por cubierta, intentando pensar en toda la información que aquellos tipos estaban dando y la información a medias que tenía.

-¿Quién es tu comprador? -le preguntó al capitán, poniéndose frente a él. Al contrario que sus compañeros, Oona no amenazaba ni hacía aspavientos, ni montaba ningún numerito; era demasiado fría para eso, aunque ella pensaba que solo era su actitud calculadora-. Interés personal. 

Sacó el puro que había encontrado en la bodega y lo mostró.

-¿De quién es esto?

Cuando Eved mencionó que había dado con las armas, miró de forma seria al capitán otra vez.

-¿A dónde ibáis a llevar las armas? Achuak es uno de vuestros compradores. ¿Tenéis alguno más?

Colibrí iba a interpelar a Punketah, para lo cual tomó aire y... y luego lo exhaló con una nube de humo.

- Bueno de Sune era la brújula, ahora que lo dices. ¡Eran devotos de Ilmater! A la chica le pusisteis un saco por vestido y se arrojó por la borda, cosa que yo también haría si estuviera en este barco lleno de monos salidos. Pobre Punketah, ahora lo veo claro... -

Desde el embarazo se te había agudizado el olfato. Cuando Oona mostró el culo del puro (lo que se quita para poder fumárselo) no lo reconociste. Pero el olor sí. Era de la marca que fumaba tu tío Gellan Primewater. Era de esos olores que se le quedaban a uno en la niñez como representativos de una persona.