Partida Rol por web

—Sí, sí, marineros de agua dulce—le dijo al clérigo mientras balanceaba las piernas subida al barril—. Pero has sido... ¡obliterado!

Entonces algo captó el olor de la mujer incluso por debajo de la máscara. La verdad es que la bruja tenía un olfato agudo. Tata decía que un vestigio de cuando estaba embarazada, pero ella no recordaba haberlo estado no podía confirmarlo. Pero sería verdad porque de niña no recordaba tener ese olfato. En fin a lo que íbamos, que Hellas reconoció un olor, uno de esos olores que una tiene grabado en la cabeza desde niña y no puede olvidar. 

—¿Me dejas un momento el puro Oona?—dijo alargando la mano para cogerlo.

Aranna miró fijamente al sacerdote de Umberlee durante largos momentos. Frunció el ceño, lo desfrunció, ladeó la cabeza y miró al cielo, confiando en que tales gestos la ayudarían a rememorar.

Fundido en negro, la cámara desciende sobre la cubierta de un barco de tres mástiles, mayor tamaño que el Fantasma, pero no un gran galeón. La cámara se desplaza por la cubierta, mostrando a los piratas haciendo sus cosas de piratas y marineros, llega al bote y asciende, asciende hasta mostrar un plano cenital de una muchacha tumbada, derrumbada más bien, entre los bancos empapados, blancos por la sal incrustada en las porosidades de la madera. Reconocemos que es una muchacha, y no un muchacho, por su figura aún en desarrollo, jalonada por tatuajes sinuosos, y sus pechos desnudos. Entendemos que la escena se rodó hace años, cuando las leyes que protegían a los menores de la explotación eran más laxa, o quizás sea un cortometraje francés.

¿Dónde se ha metido esa druida haragana? ruge una voz varonil. 

Aranna se retira el pañuelo que le tapa el rostro. Lleva el rojo cabello muy corto, casi al ras del cráneo. Abre los ojos y sus facciones se contorsionan por el dolor de enfrentarse a luminosidad del mediodía, aunque sea un mediodía gris y nuboso.

Está durmiendo la mona en el bote. La segunda voz es de otro hombre. A los oídos de Aranna, suena como una rana tratando de hablar con la voz de un hombre. 

Cruelmente sacaron a la joven druida de su descanso, y para qué. 

¡Espabila de una jodida vez! dijo la voz varonil, que ahora tenía el rostro del capitán sin nombre, que en realidad sí lo tenía, nombre quiero decir, pero Aranna no lo hubiera recordado si su vida hubiese dependido de ello. En cualquier caso, estaba en el cofre de Davy Jones desde hacía años, así que ya no importaba. Al lado de Aranna había otro hombre. Era el sacerdote del barco, un tipo joven, aunque le sacaba al menos diez a la aventi. Tenía amplias entradas y un parche pelado en su larga melena a la altura de la coronilla. Aunque su rostro apuntaba al capitán, Aranna sentía sus pupilas azules clavadas firmemente en un área muy específica de su torso. 

Nos acercamos a la tormenta. Aranna giró la cabeza y la vio, aproximándose desde el horizonte, negra y ominosa como un predicador de Kelemvor. Os quiero rogando a todos los dioses hasta que se os pelen las rodillas. Ya perdimos a diez idiotas la pasada decana, y el Despiadado no va a soportar otra paliza como esa.

Los druidas de mi tradición rezamos al Gran Océano sacrificando ron en nuestras vejigas y soñando con mucha fuerza, con tal convicción que nadie hubiera imaginado que era otra cosa salvo la Verdad. 

Fundido en negro, regreso al Fantasma del Mar. 

Me sorprende, porque que yo recuerde, no levantabas los ojos de aquí, dijo Aranna, colocando la mano entre las clavículas. Pero hace mucho de eso. Por lo menos diez años, o quince. Creía que os habíais ido todos al fondo del mar. Decían que el tonto la concha de Edward iba contando que lo hundió y solo salió él. Pero supongo que sí lo dejamos antes de que pasara eso. Ni siquiera me acuerdo de que Edward fuera capitán... 

Aquellos años eran difusos en la memoria de Aranna. Demasiado ron le hacía eso a una.

¿No te cabrea que vendan gente? preguntó a Oona. ​​​​​​

—¡Juro solemnemente que ahí dentro están mis bragas! —dijo Punketah, levantando una mano y poniendo la otra en el corazón.

O al menos eso hubiera hecho si no estuviera atada. De algún modo, Punketah consiguió que os lo imaginarais a la perfección.

El sacerdote de Umberlee torció el labio en una sonrisa de medio lado.

—Y yo no te he conocido sobria, todos cambiamos —le respondió a la aventi—, y no siempre a mejor.

—No conozco su nombre real. Se hace llamar Albatros —dijo y negó la cabeza—, un pájaro de mal agüero.

La tripulación miró al trozo de puro que Oona había encontrado aplastado bajo un barril de sedas en la bodega del barco. Lo siguieron mirando cuando cambió de manos y lo cogió Hellas. El capitán negó con la cabeza.

—No lo sé. Nadie fuma a bordo —dijo, y el capitán miró a cámara. El plano se acercó hasta abarcar completamente su rostro serio:—. Fumar perjudica seriamente tu salud y la de los que te rodean.

Se escuchó el ruido como el de un disco rayado y la cámara volvió súbitamente a su sitio.

—Íbamos a llevar las armas a la guarida a los escamosos, por eso estaban a bordo —dijo el capitán, y a continuación señaló el cofre de oro, plata y piedras preciosas que Aranna había birlado de su camarote—, ese era el pago, por cierto. Y sí, ellos son nuestros únicos compradores.

Colibrí miró a Aranna brevemente, para luego seguir pensando. Pensar no era precisamente lo suyo, pero sabía que preguntar a la aventi sobre la historia del sacerdote de Umberlee en estos momentos, no redundaría en beneficio de la situación y el interrogatorio. Sería mejor hacerlo con en un lugar privado con un Perico Gamuza a mano, sí eso sería lo mejor.

- Bueno, pues muchas gracias cabeza de sandía, ¿veis como no era tan difícil colaborar?

Hemos sacado el contacto esclavista, el tal Albatros, encontrado las armas y la aparente única identidad de sus compradores, los hombres lagarto, y además sabemos que en ese cofre están las bragas de Punketah. No dijo que SÓLO estuvieran sus bragas, claro, así que vamos a tener que abrirlo. Si lo vas a hacer, que sea con ella al lado por si hay alguna trampa, Oona. Por lo demás, te devolveremos tus bragas intactas, pero sólo si nos indicas cómo abrir el cofre sin ambages.

¿Qué pasa con ese puro, Oona? ¡Nos tienes en ascuas! -

El Mediano se sonrió con aspecto de bobo. Después de todo había hecho un chiste malo con su propio nombre. Lo que estaba claro de todo este asunto era lo que había señalado con gran acierto publicitario: Fumar perjudica gravemente la salud.

Colibrí tiene razón. Fay, cielo, echa un vistazo a ese baúl con tus ojos de bruja. Me apuesto una botella de Perico Gamuza a que brilla como una calva aceitada bajo el sol de mediodía. 

Aranna se desperezó como una gata y caminó hasta el timón de la coca contrabandista. 

Podemos recoger el bote y poner esta cosa rumbo a casa, dijo, agarrando el timón con ambas manos. Siempre quise capitanear un barco. 

Lástima que el viaje fuera breve, ay. 

Hellas cogió el puro. Parecía que iba a decir algo sobre lo que le había llamado la atención de él. Oona la miraba expectante. ¿Por qué no decía de una puta vez que pasaba con el puro? Sin embargo, en lugar de eso, la bruja dio unos pasos, se puso junto al capitán pirata y dijo mientras miraba al mismo punto que él:

—Tienes toda la razón Hawthorne, fumar puede producir impotencia.

Entonces volvió a su posición inicial como si nada hubiera ocurrido y continuó con el examen del habano.

—Claro que no es de nadie de tu tripulación. ¿Sabes lo que vale uno de estos? La gente que fuma estos puros lo hacen mientras beben un whisky todavía más caro. Un buen puñado de monedas de oro por media hora de goce no es algo que una tripulación pirata pueda permitirse.

Sobretodo si eran camaradas de ese Edward. ¡Cállate Hellas! Tú no sabes de eso.

—¡Bragas mágicas!—exclamó al ver el cofre de Punketah con sus ojos de bruja— ¿Qué propiedades tienen? ¿Se limpian mágicamente cuando las manchan?

Sin embargo no quería esperar a su respuesta, sólo dejarle claro que era una mentirosa. Así que la bruja giró enérgicamente sobre sus talones y dio unos pasos hacia Furioso.

—Supongo que esto es de ese Albatros, ¿no?—dijo en referencia al puro— ¿Cómo es el tipo? ¿Podrías darme una descripción de él?

—¡Muy útiles cuando esos días te pillan por sorpresa! —respondió Punketah a Hellas, sin darse por enterada.

Todo el mundo a bordo calló un momento. Las cabezas se giraron como una sola en dirección a Aranna, esperando que la aventi les explicara con todo tipo de escatológicos detalles por qué eso no era necesario debajo del mar.

Sea como fuere, la explicación de Punketah pareció satisfacer a Oona, que no hizo intención de abrir el cofre de la maga de a bordo.

—Hmmm, no. No creo. No he visto a Albratros fumar en ninguna de nuestras reuniones. Y el olor de los puros es muy característico —respondió Furioso, y se dispuso a describirlo—. Albratos es un tipo alto y delgado. Peligroso, pero con los modales de señor. Tiene el pelo gris, barba y bigote. Le falta un ojo…

Dijo, y miró a Hellas.

—… pero él tampoco es un pirata —dijo rápidamente antes de que a la bruja le diera tiempo a señalar y chillarlo a voz en grito—. Dijo que perdió el ojo en un accidente, hace años, cuando una ventana se hizo añicos delante de sus propias narices. Tampoco lleva parche, ni tiene una pata de palo, ni un loro en el hombro.

¡Hablando de loros!

Morenito llamó vuestra atención para que le quitarais la mordaza.

—¡Cuppa! ¿Está bien mi Cuppa? —preguntó con voz ansiosa—. Como le hayáis hecho algo a mi loro no vais a tener mar para nadar.

Mientras tanto, Aranna se disponía a tomar el mando de El Fantasma del Mar y llevarlo rumbo a Marjal Salino. Pero la aventi era una de esas personas que se ponían a conducir con el freno de mano echado y se preguntaban qué le ocurría a su automóvil. La druida vio las velas hinchadas por la ligera brisa nocturna y, sin embargo, el barco no se movía. Frunció el ceño y pensó muy profundamente en cuál podía ser la solución a aquel enigma.

Parecía que ni Hellas quería o podía añadir algo más al asunto del puro, ni Oona estaba dispuesta a forzar el cofre de la Punketah. La ladina maga de abordo se había evadido de los intentos de facilitar la apertura del recipiente, lo cual para Colibrí sólo señalaba que lo que allí había era importante para ella más allá de sus malditas bragas.

El Shoal no se iba a poner a discutir con dos mujeres a la vez, así que suspiró exhalando una nubecilla de humo para luego dirigirse al moreno.

- Tu loro está de una pieza y lo seguirá estando sin nadie hace tonterías. Y menos lobos marinos con amenazar a nadie, escremento de percebe.

Venga Aranna, vamos a poner esta bañera en movimiento. Estoy harto de los balbuceos de estos piratillas de arrecife. -

Usando los conocimientos que años en el mar le habían dado, el pequeño marinero se puso manos a la obra para conducir el barco a buen puerto. Seguro que una de las primeras cosas que haría después de preparar el velamen, sería elevar el ancla.

Nadie supo darle la respuesta que busca sobre el puro. Oona no sabía qué decir, estuvo callada durante un buen rato, cavilando. En realidad, estaba poniendo en orden las notas de las aventuras vividas para que los detalles no se perdieran como lágrimas en el océano.

-No sé de quién puede ser el puro -le dijo finalmente a Hellas-. Pero si ninguno de ellos lo fuma y está recién cortado, es que era de alguien a bordo. A lo mejor era de Achuak -murmuró-. En cualquier caso, el olor me resulta familiar, pero no consigo discernir a qué o a quién me recuerda.

Rumió algo mientras daba vueltas por la cubierta, sin saber con qué hilo de pensamiento quedarse.

-La única persona que busca esclavos de especies marinas es Berothio Leofheard. Hace años estuve presa en su acuario, pero escapé gracias a su sobrino. Arden, Arden Wiezman, se llamaba. Hice volar por los aires la mansión de Leofheard en la costa, donde encerraba a todas sus especies y las liberé de vuelta al océano. Tethyr lo capturó, le perdí la pista, tanto a uno como a otro -omitió decir que ella había colaborado con la corona para lograr su detención, por si acaso alguien se iba de la lengua-. Oceanus le habría gustado seguro, así que ese Albatros tiene que trabajar para él.

Miró al capitán.

-Tu loro está bien. Quiere sus galletas, ¿dónde están? Se las daré para que deje de protestar. Entonces, recapitulando. No sois piratas, sois contrabandistas. Sambalet es solo una de las personas que os entregan mercancías o personas, con las que vosotros negociais. Tenéis más personas que os proporcionan objetos y mercaderia que mover, y de vez en cuando, se os presentan casualmente personitas a las que podéis vender. Como Helvenya y como Oceanus. Y luego tenemos a Achuak. ¿Sabes dónde está su guarida? ¿Os dio instrucciones?

La capitana Aranna sacudió la cabeza con tristeza. Cómo, en tan poco tiempo, la Oona que había estado a punto de degollar a un rufián de tres al cuarto, se había convertido en la Oona a la que le parecía sensacional el trabajo de esos tipejos. Y que se creía las mentiras de la maga. Aunque no fuera mentira, por otro lado, eso de las bragas mágicas no le parecía nada mal a Aranna, y eso que ella no las necesitaba, ni siquiera en esos días, gracias a sus técnicas druídicas para control de la menorragia, que eran muy secretas, incluso más que la lengua druídica secreta. Eran tan secretas que ni siquiera salían en los manuales.

¡Ese ancla no va a izarse sola! bramó, sacudiendo el timón. Algunos navíos tenían anclas mágicas, y algunos, incluso anclas animadas que subían y bajaban a la orden, y colaboraban cuando había gresca, pero el Fantasma no era de esos.

Más abajo, unas y otros estaban no sé qué y no sé cuántos con un puro. La aventi no tenía claro qué pasaba con el dichoso puro para que estuvieran todos prestándole tanta atención. Como si fumar fuera algo tan extraño. A Colibrí dejabas de mirarlo un momento, y te lo encontrabas chupando la pipa de agua en miniatura que llevaba siempre.

¿Pero qué os pasa con ese puro? No vayas cogiendo la basura por ahí, cariño, que van a creer que eres rarita. Anda, pónselo en el hocico a Zanahoria. Si él no encuentra al fumador ese, nadie lo va a encontrar, sentenció la capitana Aranna.

Por la descripción del esclavista podía descartar que se tratara de su tío, el consejero Gellan Primewater. Era un alivio porque aunque no sentía mucho afecto por él (como por casi toda su familia) lo habría hecho todo más difícil. De hecho ahora podría usarlo para encontrar al propietario del mismo.

—Ese Berothio podría ser Albatros. Un cristal que explota delante de él y le deja tuerto… Salvando las distancias las historias podrían coincidir con tu historia Oona.

La bruja fue hasta Zanahoria y le puso el puro en el hocico como había dicho Aranna.

—Venga chico, ¡huele! ¡huele!—le susurró cariñosamente mientras le acariciaba la cabeza, dudaba que fuera a encontrar algo pero no perdía nada por intentarlo—El puro es importante porque son muy caros. Un producto para alguien que se podría tomar el lujo de beberse unas cuantas botellas de Perico Gamuza al día. Lo cuál implica que tienen tratos con alguien muy poderoso. ¿De verdad que nadie sabe de dónde ha salido el purito?

—¡Que no somos piratas!

—¡Que no somos piratas!

—¡Que no somos piratas!

—¡Que no somos piratas!

Hasta el ancla, que en esos momentos levaba (que no elevaba) Colibrí dio un vuelco. Si fuera un ancla de esas que tenían vida propia hubiera surgido de las aguas para aporrear al mediano en la cabeza.

—Ni de arrecife, ni de ostias. ¡Coño ya!