El día había sido duro, pero hubiera sido peor si hubieran tenido que asomar la cara por la granja por la que habían pasado el día anterior. La muchacha no se atrevía a imaginar qué hubiera dicho a los familiares que los habían visto partir, volviendo con oro, pero sin respuestas o una venganza firme.
Afortunadamente todo el mundo parecía satisfecho en Valdecillo con la vuelta de los aguerridos guaridas que habían devuelto el oro al Conde, o así lo habían empezado a llamar, aunque el oro seguía preso en la Posta, y ellos no habían recobrado mas que una parte.
Sin embargo, el ambiente festivo mejoro su animo, y templo sus preocupaciones. Sin embargo, la joven, desde que pudo se deshizo de su armadura, renuncio a beber nada, y tras darse un largo y refrescante baño, fue directa al cuarto a dormir a pierna suelta. Pues tenia pensado partir de nuevo a primera hora de la mañana, en la búsqueda del resto de gentes que estaban en manos de los Goblins.
El viaje de vuelta lo había dejado exhausto, pero al menos no habían tenido nuevos inconvenientes, más allá de la rueda de la carreta. Finn se daba por satisfecho de un trabajo bien hecho. Si, a medias, pero bien hecho. Estaban todos con vida y habían recuperado la mitad del oro. Y no sólo eso, sino que tenían información bastante fidedigna de dónde podía estar la otra mitad, y que además era una amenaza para el condado. Creía que el oro y la información eran un resultado que se podría considerar exitoso. No sabía si Berracus los felicitaría, pero estaba bastante seguro de que sus cabezas seguirían encima de sus hombros. Y eso, teniendo en cuenta las circunstancias, era para festejar con más de una cerveza.
Penosamente y con mucho esfuerzo llegamos a la posta. Estaba harto del barro del camino y de los malditos carromatos. Una vez allí, nos agasajaron como a héroes y nos dimos un buen festín. La misión no había acabado, ya que faltaba que recuperáramos la otra mitad del oro, pero habíamos ganado algo de tiempo. Al día siguiente acompañaría a la impulsiva niña de vuelta al campamento de los bandidos y de allí a las montañas. ¡Pero ahora había que festejarlo! Sin asearme ni nada, me dispuse a emborracharme en el salón del peor tugurio que hubiera en Valdecillo. Al día siguiente esperaba que la joven Eneris viniera a buscarme para salir de caza.
FIN DEL RELATO DE KAREL DRÛM
Estuvo todo el viaje debatiéndose entre robar parte del oro y huir bien lejos para gastar los años que le quedaban en su merecida jubilación. Se entretuvo todo el viaje pensando el plan, trazando los detalles, tratando de analizar los riesgos.
Lo tenía todo encajado en su mente.
Llegó el momento de la recepción y el banquete. Todos parecían contentos, le recordó a las incontables tardes y noches que se habían encontrado en la posada. En la vida simple y despreocupada.
No quería vivir con el ojo puesto en la espalda el resto de su vida.
Brindó con sus compañeros y los felicito por el gran trabajo.
Tras asearme y bajar a celebrarlo me olvidé el laud arriba, junto a mi equipaje. Al subir parecía que Eneris no iba a formar parte de la celebración. Mi compañera de armas, en realidad, hacía lo propio y justo: que era el descansar tras unas jornadas de peligros y viajes, tras los que todavía no contábamos con toda la recompensa necesaria para salvar nuestros gaznates.
Con mi nueva arma en la mano, el laúd ligero que me acompañaba, entré en la taberna donde el resto de guardias masculinos ya levantaban sus cervezas. Rasgué las cuerdas del laúd mientras ofertaba algunas tonadas.
Ya viene,
ya va,
el oro del conde
y de mano en mano
viene, va, ¡se esconde!
Pero ¿donde está
la mitad que falta?
¿con ese rey Goblin?
¿o bajo una manta?
¡A descansar!
¡A descansar!
Mas primero levanten,
sin mucho pesar,
todas esas jarras, amigos.
¡a brindar!
La gente jaleó un poco por la cancioncilla, pero a buen seguro que era por el efecto del alcohol en sus paladares. Estaba contenta, pero a la vez preocupada, puesto que sabía que sólo habíamos realizado la mitad del trabajo.
¡No había derecho! menudo dolor de espalda de estar cargando con ese dichoso mamotreto. Todos mis ancianos huesos crujían (Aunque había que forzarlos porque realmente era jov... digo, mi cuerpo aparentaba ser joven) y estaba agotado. Pero toda aquella absurda misión había terminado y ahora podrían descansar. Contento, saqué mi mejor hierba.
- Bueno chicos, creo que esto bien merece una calada de mi mejor hierba y... –
Entonces, por el rabillo del ojo vi una sombra, un fulgor, una fugaz aparición. Y supe que era el Gamusino. De un salto, me abalancé hacia donde se había escabullido y ¡Todos pudieron ver como el intrépido Druida se lanzaba en pos de su destino! (Más tarde descubriría que era una rata, pero la intención es lo que cuenta).
Con la participación de todos los aventureros en la gran fiesta que se dio en la posta, finaliza la primera parte de la aventura.
Ya había correos en marcha para avisar en Fuenterrubiales de las nuevas, y pronto refuerzos llegarían hasta el lugar.
Pero no todo estaba tan tranquilo, allí en las lejanas, o no tan lejanas montañas, goblins y ladrones, seguían constituyendo una importante amenaza a la que tendrían que enfrentarse en el futuro.
FIN