Ekarion asintió cuando Tass dió las órdenes, lo que sugería le parecía lógico y sensible dadas las circunstancias. Tass podría comprobar el estado de Martha sin perder el hilo de la investigación, Ruru podría encargarse de Señor Pinckels en los cuarteles y él no tendría problemas para moverse por el Row. Ademas, si era cierto que la hermana de Frescobaldi no tenía problemas con los no humanos, su raza no sería una barrera para interrogarla.
- Me reuniré con vosotros tan pronto como hable con la Señorita Trebellia. ¿Hay algo en particular que quieras que le pregunte? - preguntó a Tass mientras terminaba de guardar sus cosas en el morral
La mujer lo miró y negó con la cabeza - Lo de siempre, si sabe de alguien que quisiera matar a su hermano, o quien puede haberle regalado el cuadro... y recuerda que le dirás que su hermano ha muerto, intenta ser empático, pero no dejes de prestar atención a su reacción cuando se lo digas.
El dragón asintió y le sonrió antes de pedirle - Si lo ves a Samuel dile por favor que necesito hablar con él, que no se vaya de Akraleuka... - a punto estuvo de pedirle también que preguntara si Alea estaba bien, pero recordó que la visita de Tass a la Torre de la Negación no era social. - ... y dale mis saludos a Martha.
Una vez estuvo seguro de que tenía todas sus cosas se acercó al Ama de Llaves - Una última pregunta señora, ¿Alguno de ustedes sabe donde en el Row podría encontrar a la Señorita Trebellia? - Si la respuesta era negativa tendría que preguntar en el row, y tan pronto como lo hiciera la chica se enteraría, perdiéndose así el factor sorpresa o, peor aún dándole tiempo a huir si era lo que quería hacer. Como fuera, tan pronto tuviera su respuesta saldría hacia la puerta sur
- Ir a los cuarteles a comprobar si ya han dado con el chico que trajo el cuadro asesino a la casa de Frescobaldi para interrogarlo. - Repitió el enano. Acto seguido se encogió de hombros. - Está bien... - Dijo entonces. - Yo me encargo...
Esperaría a la respuesta de la sacerdotisa. Si le confirmaba que Señor Pinckels estaba bien, iría a los cuarteles. Puede que allí encontrara algo que darle de comer a su osa. Al fin y al cabo se lo había ganado. Si no estaba del todo bien todavía, lo primero era ella. No iba a arriesgarse a que empeorara. En ese caso la investigación podría esperar.
La sacerdotisa respondió a las preguntas de Ruru.
-No hay veneno en su organismo, está en perfecto estado, solo parece un poco hambrienta y fatigada. Mi consejo médico es que descanse unas cuantas horas, coma bastante para recuperar fuerzas y beba mucha agua. En la Torre pueden darle estos cuidados, suelen tratar bestias y criaturas de otros magos, tendrán comida de sobra y un lugar en el que pueda estar tranquila y sin sobresaltos.
El tono de Minvant no era en absoluto condescendiente, solo informaba al druida de las opciones que tenía.
-Por supuesto, tú conoces mejor a tu compañera que yo, desde mi punto de vista, si la necestias a tu lado, es lo bastante fuerte para aguantar unas horas más de actividad -"pero si es demasiado caprichosa, estará dándote la lata lo que queda de día" No lo dijo, pero tampoco hizo demasiada falta.
Tassabra repartió las órdenes para todos, diviendo el grupo en tres líneas de investigación. Minvant se quedaría con ella y visitarían a Martha en la Torre de la Negación. Ekarion tendría que navegar por el Row, con la única pista de que la señorita Frescobaldi tenía su propio establecimiento de arte en aquel barrio lleno de no humanos. Ruru, por su parte, tendría que ir al cuartel para investigar a la persona que había entregado el cuadro al fallecido.
Ruru partió a los cuarteles, con Señor Pinckels tras él, más despacio de lo habitual. El druida fue acompañado por dos soldados jóvenes, que no sabían muy bien qué hacían escoltando a un enano y a un oso gigante, pero dado que el enano les superaba en rango (que no en estatura), era mejor eso que estar patrullando en un día de mercado resolviendo robos o reyertas entre comerciantes.
Cuando llegó al primer puesto de la guardia, el druida, junto a los dos muchachos -Essen y Jorick, se llamaban-, preguntaron por la pista del repartidor. Como no habían llegado las órdenes todavía, el druida comunicó lo que estaba buscando y se unieron dos soldados, que salieron a preguntar. Ruru continuó preguntando en los demás puestos de guardia y en los cuarteles de camino al del distrito dónde había hablado con Tassabra. Finalmente le informaron que el tipo que buscaba se llamaba William Finch, un ratero que vestía siempre de forma cara a pesar de que no tenía dónde caerse muerto. Su lugar de influencia era el distrito de los nobles, a los que habituaba a estafar, y aunque lo había detenido varias veces, nunca había pisado la prisión o la había pisado muy poco. Una joven soldado le dijo a Ruru que aquella mañana se le había visto repartiendo varios paquetes en el barrio de los artistas. Comentó que se le había visto acompañado por otra persona que llevaba un carro repleto de paquetes.
¿Qué vas a hacer?
Con la dirección del taller de la señorita Frescobaldi, Ekarion se dirigió al Row, el barrio en el que habitaban los no humanos. Ya había estado antes allí, aunque había que cruzar un puesto de guardia custodiado por soldados y se requería de un permiso, no tuvo problemas en atravesar la frontera por el puente levantado sobre el río Éride.
El límite entre el barrior anterior y el Row parecía cortado al milímetro, pues la mitad del puente que pertenecía al Row estaba desgastado y no tenía nada que ver con la otra mitad. Enseguida le llegaron olores no muy agradables, sobre el que destacaba el de pescado y agua estancada. Sabía que el Row era un lugar limpio, sus gentes lo cuidaban, pero era desordenado, destartalado, las calles no seguían un orden y las casas eran de tamaños y dimensiones dispares. Enseguida se vio rodeado de todo tipo de personas, pues allí también celebraban su día de mercado y elfos, enanos, althemires y demás razas caminaban con toda la libertad con la que puede caminar un no humano recluído en un gueto.
Preguntó a un soldado por la dirección del taller de la artista y se dirigió hacia el establecimiento esperando encontrarla allí. Se trataba de una construcción de madera y piedra bastante amplia, dos pisos, aislada de las demás viviendas, en la parte norte más próxima a la muralla. Había un par de macetas para decorar la parte inferior de dos enormes ventanales en los que se exponían pinturas de todo tipo y condición, bastante feas si tenía en cuenta el criterio humano. Cuando llamó a la puerta, no respondió nadie, así que rodeó la casa para buscar la forma de entrar y descubrió que había un pequeño patio vallado a media altura.
Allí estaba la señorita Frescobaldi, la mujer que había visto en la pintura de Frescobaldi. Estaba pintando algo en un lienzo de dos metros de altura por otros dos de ancho y ella era pequeña en comparación. Pero esa no era la cuestión, la pintora estaba completamente desnuda y embadurnada en varios colores de pintura, y pintaba con las manos. Metió los brazos en una garrafa de pintura violácea, se frotó los pechos y las caderas y con lo que sobraba, lo ponía en el lienzo.
Tassabra se dirigió con Minvant hacia la Torre de la Negación. Desde dónde estaba podía verse la Torre de la Espiral Negra porque sobresalía por encima de las casas del Barrio Medio, pero no estaba precisamente cerca. La sacerdotisa trató de hablar con la capitana para hacer más llevadero el camino, explicándole que acababa de llegar a la capital después de varios años de ausencia. Pero, ¿qué le iba a contar una sacerdotisa sobre los acontecimientos de Arkaleuka? Minvant le dijo entonces que pertenecía a la corte de Pygmalión y durante muchos años fue dama de compañía de la reina. Sin saber cómo, Tassabra le contó que procedía de Jorunnarstadir, y entre ambas hablaron de los lugares del Imperio en el que habían estado.
La Cazadora ya había estado varias veces allí, igual que Minvant, por lo que no tuvieron problemas para acceder. Una hechicera de nombre Mahault había quedado a cargo de los cuidados de Martha y de inmediato hicieron pasar a las dos mujeres a una pequeña habitación donde descansaba la joven. Samuel estaba allí, sentado en una silla sin perder de vista a Martha. La chica parecía dormida y tranquila, unos vendajes le cubrían los brazos, el cuello y un paño de lino le cubría medio rostro.
-Ha tenido suerte -comentó la hechicera-. Ya no hay veneno en su organismo, pero las heridas que sufrió han sido muy traumáticas para ella. Recomendamos que no se agite demasiado, las heridas mágicas en quién no ha sufrido nunca nada parecido puede tener graves consecuencias.
Aunque había hablado en voz baja, Martha se revolvió en el lecho y abrió el único ojo visible, enfocando la habitación. Su mirada se posó sobre la de Minvant, que se había aproximado a la cama para ver su estado. Luego miró a Mahault y por último, a Tassabra. En cuanto la mirada de la joven se encontró con la de su madre, se le formó una lágrima que rodó por su mejilla, ahora limpia de sangre.