A pesar de haberse preparado para una "caida hacia lo alto", Ekarion cayó, aplastó, rodó y terminó poniéndose en pie mirando hacia el lado opuesto al que se desarrollaba la acción. Las voces de los presentes le dieron una ligera idea de lo que sucedía y lo que más le preocupó fue el tono de Tassabra al referirse al noble. Por un momento pensó que tendrían que dar explicaciones por la decapitación de un amigo personal del emperador, pero cuando se giró vio que la cosa no estaba tan mal como pintaba.
Se acercó a Minvant y la ayudó a ponerse en pie, y siguiendo su mirada vió como los últimos restos de pintura se licuaban del lienzo. - Fascinante - dijo acercándose a la pintura - Una vez roto el campo mágico la pintura se diluye, o quizá estuvo siempre en estado fluido y el campo mágico del conjuro la mantenía en su lugar, de acuerdo a las pinceladas del pintor.
La única de las respuestas del interrogatorio de Ruru que realmente le importaba era la última, después de todo ya sabían que Finch había llevado el cuadro y que seguramente él no lo había recibido sino alguno de sus sirvientes. - ¿Quien sospecha que le ha enviado el cuadro y la nota Lord Walfried? El tono de la misma y su contenido indican una relación bastante cercana, seguramente tendrá al menos un sospechoso en mente. - dijo en un tono neutro, sin retirar la mirada del cuadro, confiando en que Tassabra sabría leer mejor que él la reacción del noble ante su atrevimiento.
Motivo: Acrovbacias
Tirada: 1d20
Resultado: 9(+14)=23 [9]
El elfo se puso en pie, riendo en un tono que a Tassabra le recordó mucho al de su marido. Sonrió a pesar de la amenaza y luego se dirigó a su mayordomo.
-Tranquilo, estoy bien. Entero, creo -dijo, tocándose la ropa, el torso, comprobando que realmente tenía todos los miembros pegados al cuerpo. Después echó un vistazo alrededor para hacerse una idea de dónde se encontraba. Tardó un poco en responder, fascinado con el cuadro y el grupo. Luego soltó una carcajada-. ¡Menos mal que llegásteis a tiempo!
Se acercó al dragón para cogerlo de los hombros y sacudirlo a modo de agradecimiento. Hizo lo mismo con Ruru, con Minvant. A Tassabra la miró de forma intensa, a fin de cuentas ella lo había sacado de allí en un saco de su cinturón. Walfried sonrió, se sacudió la melena y se arregló la ropa de vivos colores, un poco deslucida por la tierra y arrugada.
-Sí, sé perfectamente quién lo hizo. Reconocería esas pinceladas en cualquier parte -dijo, señalando el cuadro, aunque estaba completamente en blanco y la pintura era un reguero sobre la hierba, espirales mezcladas de varios colores-. Ignatius Lemaître. No vi al repartidor, hablen con el servicio, me entregaron la pintura, abrí el paquete y enseguida supe de quién era el cuadro.
- Tenemos un nombre. - Dijo Ruru satisfecho.
Ignatius Lemaître era su hombre. Ruru conoció una vez a un Ignatius. Era un hombre grande peludo y no muy elegante. También era calvo y muy mal hablado, pero era unhombre feliz. Ruru pensó que su apellido era parecido, Farray. Aunque cuando lo pensó mejor, llegó a la conclusión de que ambos apellidos no se parecían en nada.
- ¿Dónde podemos encontrar a ese tipo, el artista digo? - Preguntó el enano. - El repartidor es sólo un peón, aunque le preguntaremos al servicio supongo... - Mostró una mueca extraña. Realmente le importaba poco el repartidor. Si podían ir directamente hacia el artista asesino, mucho mejor. - Pero díganos, ¿dónde vive el señor Igantius?
-Pues no tengo ni la menor idea -respondió Walfried levantando las manos-. Hace unos años vivía en la ciudad, pero se retiró de la vida pública cuando pasó todo lo que pasó. No entiendo qué tipo de rencor me puede guardar, pero parece que bastante -dijo sonriendo y mirando hacia el cuadro en blanco. Luego se pasó la mano por el pelo, ligeramente avergonzado de sus siguientes palabras-. Supongo que fue por decir que no tenía estilo propio. Es un Magistrado de la Torre de la Espiral Negra. O lo era cuando comenzó a hacerse famoso. Pintaba con magia y no me parecía justo. Su hija falleció, su arte comenzó a denostarse y luego el Trío de Cuervos se cebó con él. Quizá deban hablar con ellos, por si acaso. Angelo Frescobaldi, Belfor Getwright y lady Springwater. Puedo darles sus direcciones...
- ¿Y qué es lo que pasó, señor Walfried? - Le preguntó el enano. - ¿Por qué se retiró de la vida pública? - Acotó la pregunta. - Frescobaldi no tuvo la misma suerte que usted. Hemos evitado un desenlace fatal con el señor Getwrigth y lady Springwater...
La efusividad del noble al agradecerles le habló a Ekarion de un hombre exhuberante y acostumbrado a vivir la vida de forma intensa, su autocontrol al enfrentarse a Tassabra le dijo que era sabio a la hora de elegir sus batallas.
Ekarion anotó el nombre en su cuaderno e hizo varias anotaciones a su lado a medida que Walfried iba desgranando detales acerca de los posibles motivos de venganza de Ignatius Lemaître y se quedó a la espera de que diera detalles sobre "el incidente"
«Sí, Señor Walfried, habéis tenido suerte de que existan bravos Cazadores Imperiales que hayan saltado al interior del cuadro mágico y os hayan librado de un destino peor que la muerte.» pensó Tassabra, pero no materializó sus pensamientos en palabras. En vez de ello se apoyó en su arma de asta y estiró la espalda dolorida por el peso de la armadura.
Había sido un día largo. Sólo quería meterse darse un baño caliente y dormir hasta bien avanzada la mañana.
Walfried los miró como si se preguntase dónde habían estado metidos todo ese tiempo. Cuando Ruru mencionó a Frescobaldi, algo empezó a encajar en su cabeza.
-Así que Angelo está muerto, ¿eh?
No pareció muy triste por la noticia. Miró a su mayordomo y le hizo un gesto.
-Dile al servicio que nos prepare algo de comer, que pongan una mesa para mí y para los valerosos Cazadores. Que le den de comer a la osa también. Venid, os lo contaré todo, pero mejor con algo de alcohol.
Volvieron a la Torre, siguiendo a Walfried al interior. Señor Pinckels se quedó fuera, en la parte posterior de la torre, dónde un joven salió a darle de comer. El grupo entró en la planta baja y enseguida se dieron cuenta de que la Torre era más grande por dentro que por fuera, ya que había más habitaciones de lo que en apariencia se apreciaba desde fuera. El elfo los invitó a sentarse en una gran mesa de banquetes, mientras su servicio disponía comida, principalmente frutos secos, y vino y cerveza. Tenía toda la intención de que se quedasen a cenar.
El mayordomo trajo palanganas y toallas para todos. Walfried se lavó la cara y las manos, pero no se cambió de ropa. Sirvió vasos para cada uno y echó un trago largo de su bebida antes de comenzar a hablar.
-Lemaître es un Magistrado y fue referente en la capital durante algún tiempo en lo que se refiere al círculo artístico. Ya veo que no lo conocéis, de modo que poco o nada sabéis de su obra. Incluso de la mía -dijo riéndos-. No lo conozco demasiado bien, hemos hablado y discutido sobre arte en varias ocasiones, es un hombre inteligente y sabe lo que quiere. El caso es que un día apareció en Akraleuka después de haberse pasado media vida en el Este, viviendo aventuras y relacionándose con las demás razas. Era un tipo de mente abierta, supongo que como vosotros. Salvo tú, el resto no somos humanos -dijo mirando en dirección a Tassabra-. La gente de capital es muy de capital, apenas ven lo que hay más allá de las murallas, tienen la cabeza llena de disputas nobiliarias, ofensas ridículas y están constatemente escuchando que los no-humanos son el mal por parte de los clérigos de la Tríada. Pero la gente de la capital también es hipócrita y nada les gusta más que algo no-humano, algo fuera de lo común. Lemaître les ofrecía todo eso en sus cuadros y pinturas. No era bueno ni especialmente brillante, la técnica era simplista, pero muy popular, porque sus imagenes eran extravagantes. Criaturas de todo tipo, nada de paisajes o retratos, solo había monstruos en acción. A la gente le encantaba, sus cuadros estaban colgados en todas partes. El Emperador, en cambio, nunca se interesó por este tipo de arte. Los de la Torre tampoco. Pero bueno, a la gente de la calle le gustaba. El Trío de Cuervos son los críticos de arte de Akraleuka, ellos deciden quién entra y quién no entra en su círculo. Lemaître jamás fue aceptado. Y yo, en fin, me estaba comiendo la tostada, algo tenía que hacer para que dejara de hacerme la competencia, ¿no? -no había ni pizca de culpabilidad en sus palabras-. Dejé caer que a lo mejor Lemaître hacia trampas, que nunca había visto nada de aquellas cosas. El Trío de Cuervos aprovechó para decir que era un artista mediocre que hipnotizaba a sus clientes con la magia de sus pinturas. Tiraron su reputación por los suelos. Lemaître realmente no buscaba la fama, le gustaba pintar, nada más, pero ya sabéis que cuando a la gente de a pie le gusta una cosa, desean más y más. Después de que el Trío dejara su reputación por los suelos, su hija se suicidó. Acabó tirándose desde una muralla del Row. Lemaître desapareció después de aquello y ya no hemos vuelto a saber de él.
- Todo empieza a encajar. - Dijo Ruru. - Ahora sólo tenemos que localizar a ese tal Lemaître. - El enano se llevó la mano a la barba y comenzó a rascar. - Si no sabemos donde está, tendremos que tirar del mensajero. - Aunque eso ya o habían hecho. Wiliam Finch les había dicho que recibió instrucciones por medio de una carta. - Tenemos difícil para seguir tirando del hilo. - Advirtió el enano. - Puede que lo más fácil sea recurrir a algún conjuro de adivinación o simplemente consultarlo con la almohada. Realmente estoy molido después de todo el día de aquí para allá y si tenemos que enfrentarnos a alguien con tanto poder, debemos estar al cien por cien y con nuestros conjuros recuperados. - Dejó de rascarse la barba. - Si todo falla, podemos preguntar aquí y allá por Lemaître o bien ir casa por casa buscándole... - Se encogió de hombros. No tenía ni idea de como seguir avanzando en aquella investigación.
Ekarion escuchó al elfo y asintió cuando escuchó el nombre que se le daba al grupo de críticos, sólo podía imaginar el calibre de las críticas si habían provocando el suicidio de la hija de Lemaître. Se abstuvo de decir lo que opinaba en ese momento de Walfried, Getgwright, Springwater y Frescobaldi, pero a partir de ese momento no volvió a tocar la comida.
- Averiguaré en la Torre lo que se sabe de Lemaître, seguramente algunos de los magistrados lo conozcan y puedan decirnos a que nos enfrentamos. - se paró sin terminar la cena y miró a su anfitrión - Me alegro de haber colaborado con salvar vuestras vidas, las que pudimos salvar, y lamento tener que declinar vuestra hospitalidad, pero tendré que apurarme si quiero encontrar despierto a mi maestro, debo prepararme adecuadamente para enfrentarlo mañana. - sin esperar respuesta ni su venia para retirarse se giró y fué hacia la salida, recogiendo su cayado y su morral en el camino - Tassabra, Ruru, nos encontramos mañana en el cuartel - les dijo a sus compañeros antes de salir por la puerta.
Sabía que de nada serviría recriminarle al noble sus acciones, si no había sentido arrepentimiento hasta ese momento por su responsabilidad en la muerte de una joven y no era capaz de entender el dolor de un padre... peór aún, si justificaba sus acciones por una pérdida de fama, nada de lo que dijera haría mella. En cierto modo se arrepentía de haberlo sacado del cuadro, quizá se merecía semejante destino.
-Una venganza por parte de Lemaître era algo que iba a pasar, tarde o temprano -dijo lord Walfried, inmune a la incomodiad provocada tras las revelaciones, mientras bebía de su vaso-. Asumo mi parte de culpa en esta historia, pero no por la muerte de Gamaliel.
La cena se sirvió, pero a todos se les atragantó la comida. Si había arrepentimiento en sus palabras, no hizo notar, pero entendió perfectamente la actitud de Ekarion y se despidió de él de forma cortés. La sacerdotisa hizo lo propio y fue tras el dragón. A Ruru le costó un poco más y Tassabra abandonó la torre en último lugar, manteniendo una actitud completamente neutral ante todas aquellas revelaciones y las sonrisas condescendientes de lord Walfried.
-Gracias -le dijo a Tassabra antes de que abandonara la estancia.
Cada uno de los compañeros que aquel día habían luchado juntos emprendió un camino de vuelta diferente.