—También necesitaremos un antídoto contra esa pintura tóxica que utilizan todas las criaturas de los cuadros, por si al señor Lemaitre le apetece dar un paseo por uno de los cuadros de Duallia —intervino Tassabra—. Señor Feingnángr, Ekarion, ¿creéis que los magos de la Torre podrían ayudarnos al respecto?
Ekarion meneó la cabeza en negativa a la pregunta de Tassabra. - Las muestras de pintura obtenidas de los pulpos tras su destrucción no eran venenosas, lo que hace difícil obtener un antídoto en base a ellas. Quizás pueda hacerse directo de las pinturas sin activar, y definitivamente es algo que debemos conseguir. - miró a la cazadora y asintió, mirando luego a Feingnángr - ¿Teneis una idea de qué veneno puede haber utilizado?
Volvió a mirar a la Cazadora - ¿Hay algo que la justicia pueda hacer contra Lady Springwater si confirmamos que es la responsable de la muerte de Duallia?
—Dame pruebas —le dijo al Dragón en tono cortante—. Y te juro por mi honor que, por muy noble que sea, por mucho que sus víctimas sean no-humanos, le va a caer una condena acorde a sus crímenes.
El magistrado no tenía más información que aportar. Entregó a los compañeros las indicaciones de la villa de Lemaître, por si querían visitarla. No sabía nada acerca de la pintura o el veneno que podía estar utilizando su colega. Además, no disponía de su grimorio, de modo que tenía que encontrarlo cuanto antes y denunciar su desapareción en la Torre. Los acompañó hasta el laboratorio de alquimia donde trabajaban a destajo para analizar los cuadros y las muestras que Ekarion se había encargado de recoger y hacerles llegar.
Para acceder al laboratorio bajaron hasta una sala llena de puertas y atravesaron la que les indicó uno de los sirvientes de la Torre, un joven aprendiz de buena memoria. El portal los trasladó a unos sótanos amplios de techos altos y abovedados que daban la sensación de estar construídos a kilómetros bajo tierra. La seguridad de la zona era impresionante, la magia pulsaba y se respiraba en cada palmo de piedra que los rodeaba. Los recibió Silence, una diminuta alquimista enana con unas extrañas lentes sobre la frente.
-Vosotros habéis traído estos cuadros, ¿verdad?
Los acompañó hasta dos pedestales donde tenían las pinturas cubiertas con una tela. En cuanto se acercaron, la enana retiró las coberturas de un tirón y todos se echaron para atrás.
-Eh, calma, están desactivados -comentó al verles las caras pálidas-. Son obras fascinantes. Y artefactos poderosos.
Había algo parecido a cuerdas, un extremo de los cuales estaba hundido en la superficie de las pinturas y el otro anclado a varios artefactos que pulsaban y trasnmitían algún tipo de información que solo la enana y los demás magos que hacían sus mediciones por allí podían entender. Las ilustraciones se distorsionaban como si fuesen la superficie de un estanque y vibrase.
Uno de los cuadros mostraba una mujer con una larguísima cola de sierpe en lugar de piernas, encadenada a una piedra, cuya paleta de colores era muy parecida a la de los pulpos contra los que se habían enfrentado. El otro cuadro mostraba un imponente ser alado armado con una lanza. Este era un poco más amable en comparación con los anteriores e iba dedicado a lady Springwater.
-La figura del cuadro es una criatura forjada mediante pintura, no hemos podido analizar mucho más, pero yo diría que los componentes principales de estos objetos son tres: por un lado, las pinturas, permiten implmementar un conjuro sobre un objeto; por otro, el lienzo, el recipiente del conjuro; en tercer lugar, los pinceles utilizados para plasmarlos, pero si no disponemos de una muestras de ésto, no podemos saber mucho más. La trampa se activaba cuando se revelaba el dibujo, ese era el disparador de la convocación. Estamos intentando sacar a esas criaturas de ahí para devolverlas a su plano natural, pero es complicado... Bien, ¿hay algo más que necesitéis saber?
De modo que aquellos cuadros estaban hechos con pinceles, pintura y lienzo.
Nunca lo habría dicho.
—¿Tienes algo para protegernos del efecto tóxico de los monstruos de pintura?
Lo que había logrado descubrir la enana sobre aquello no echó mucha luz al asunto. Lo que no quedaba claro era la manera en que había logrado desactivar la magia de los cuadros sin desencadenar el conjuro.
- ¿Cómo has hecho para anular la magia de los cuadros? - Preguntó un boquiabierto Ruru, realmente interesado en saber cómo se podía anular la magia de aquellos demoníacos artefactos, sin y tener que jugarse la vida peleando contra los monstruos seres que contenían.
Ekarion observó las investigaciones que se realizaban a los cuadros, maravillado por los artefactos que utilizaban para anular sus poderes y extraer información.
La pregunta de Tassabra era pertinente, algo que necesitarían si se enfrentaban a los monstruos de pintura de Lemaïtre, la de Ruru, era la que él hubiera hecho en otro momento, y por un instante reconoción en el enano a su antiguo maestro de las artes.
- ¿Han analizado las muestras de los componentes que encontramos en el atelier de Frescobaldi? ¿Alguna de las plumas era de Athemir? - Si era así, y podían reconocerla como una de las plumas de Duallia, tendrían pruebas de que Angelo había estado involucrado en la muerte de la joven, y si el conservaba una pluma, entonces probablemente Springwater tendría las alas.
-Eh, sí, claro, tengo un antídoto-. La enana mostró una mesa de alquimia sobre la que estaba destilando dicho remedio-. ¿Para cuándo lo necesitáis? ¿Para ya?
Luego respondió a la pregunta Ruru, aquella maraña de cuerdas estaban sumergidas en la pintura y mantenían el bloqueo de la convocación con impulsos mágicos que radiaban de los artefactos mágicos a los que iban enganchados. No era algo demasiado complejo, se trataba de un proceso automatizado, más una obra de ingenieria que de magia.
-Sobre las cosas que había en casa de Frescobaldi, pues vamos a preguntar qué han encontrado.
Se acercaron a una mesa donde habían dispuesto todos los pinceles, pigmentos, materiales, lienzos y demás objetos y artefactos. Cada botecito tenía una etiqueta, aunque todavía faltaban por analizar varios. Los magos que estaban allí ni siquiera miraron al grupo, estaban más interesados en sus análisis.
-A ver, muchachos, ¿habéis encontrado plumas de althemir?
-Sí, señora -comentó una chica. Señaló un grupo de plumas, de varias tonalidades. Señaló una negra y dos blancas-. Esas son de althemir. El resto es de aves comunes.
Ekarion dudaba que en el día de hoy volvieran a combatir, él Ruru y Alexandar necesitaban recuperarse de los efectos del veneno e imaginaba que en la torre de la negación tardarían en restablecerlos a todos. Además, mientras más supieran acerca de los cuadros y su autor más chances tendrían de vencerlo. Miró a Silence cuando preguntó pasa cuando necesitarían en antídoto - Lo antes posible ¿Cuanto tardarías en tener listos ocho viales?
Admiró el trabajo realizado para estudiar las pinturas, y se sorprendió al notar cuantas de sus presunciones acerca del proceso habían sido acertadas, aunque debía admitir que eran más en las que había errado.
Ekarion se acercó y observó las plumas - Silence, ¿Hay forma de determinar si las plumas pertenecieron a un althemir en particular? - Había plumas de dos colores, y según recordaba las alas de los Althemir eran monocromáticas - ¿Se puede saber si estas plumas fueron arrancadas a un sujeto vivo? - Quizá para servir a sus propósitos los componentes debían provenir de tejido vivo, quizá esa era la razón por la que Angelo le había arrancado escamas al brazo de Alea en lugar de pedir alguna de las que se perdían en las mudas.
- No perdamos más tiempo. - Dijo Ruru.
Él, al contrario de Ekarion, si creía necesario seguir con la.ñ investigación cuanto antes. Estaban heridos y habían agotado algunos de sus conjuros, pero Lemaître podría seguir haciendo de la suyas en las próximas horas y ellos no podían permitirse ir a dormir mientras tanto.
Evidentemente no irían a las bravas. Debían prepararse para el más que posible combate contra el demente mago. Podía ser que Minvant pudiera acompañarles o al menos curar sus heridas. Podía ser incluso que Ekarion pudiera hacerse con pergaminos para suplir sus conjuros agotados.
Ruru no había lanzado demasiados de sus conjuros y todavía podía transformarse en algún animal unas cuantas veces durante ese día. Si recogían a Señor Pinckels, ya tenían un grupo de ataque suficiente como para afrontar la investigación que tenían por delante.
- Repongamos fuerzas y a por el último asalto. - Comentó el enano. Lo cierto era que quería acabar con todo aquel asunto cuanto antes. Su casa, su bosque, le esperaban. - O eso espero. Que sea el último digo...
-Por partes -dijo la investigadora a Ekarion y luego miró al grupo-. ¿Ocho? Aquí solo veo cuatro personas, ¿para quién serán los otros cuatro? Además, ¿quieres un antídoto para que no te afecte o para que una víctima no sufra los efectos continuados de la toxicidad? Porque son dos cosas completamente diferentes.
-En segundo lugar, para determinar si pertenecen a un althemir en concreto, tendrás que traer a ese althemir aquí para que lo examinemos y hagamos la comprobación, ¿no te parece? En cuanto si la pluma fue arrancada de un sujeto vivo o estaba muerto, pues no soy ninguna experta en anatomía no-humana y mucho menos en anatomía voladora, de modo que tendrás que preguntar a los expertos de la Torre de la Negación.
El grupo abandonó el laboratorio con respuestas y con la convición de que debían detener cuanto antes la locura de Lemaître. Ruru quería continuar la investigación, Ekarion hacer una visita a lady Springwater y Tassabra solo quería dejar a su hijo en una enfermería y que no saliera de allí jamás. Había estado a punto de perder a su hijastra y ahora casi pierde a su pierde a su propio hijo en aquel combate estúpido que no debería haberse producido. Y estándo como estaban sus compañeros, sin fuerza para aguantar otro asalto por muchos conjuros que tuvieran todavía memorizados, la Cazadora Imperial fue muy clara en sus demandas.
De modo que todos hicieron una visita a la Torre de la Negación, para sanar las heridas y recuperar las fuerzas perdidas. Ekarion, Ruru y Alexandar fueron atendidos en la enfermería. Por su parte, Tassabra fue en busca de Minvant, la sacerdotisa. Necesitaban toda la ayuda posible para el enemigo al que se iban a enfrentar.
Cada uno que rolee lo que vaya a hacer en un hilo solo para director.
Tassabra irá a reclutar a Minvant y a cuantos guardias pueda disponer. Irá a visitar a su hijo y a su hijastra a sus respectivos lugares de descanso y recuperación. Y después irá a su casa, a ver si descansa y folla, no necesariamente en este orden.
Ruru había sido ignorando en sus peticiones de forma reiterada. Lo cierto era que tenía prisa por largarse de aquella ciudad. Con un poco de magia divina podrían recuperarse de sus heridas e ir a buscar al casi seguro asesino de los cuadros, el señor Lemaître.
Pero no... Tassabra tenía que cuidar de su hijo. Alesankar había demostrado que sabía cuidarse solo, ya no era un cachorro de teta. Y Ekarion quería solucionar un asunto que llevaba mucho tiempo cerrado, para dejar de lado el asunto realmente urgente, detener a un asesino en potencia y en acto.
Ruru no podía afrontar en solitario aquel reto. Necesitaba a Tassabra y a Ekarion e incluso a Minvant, para salir victorioso de aquella misión. Nada tenía que hacer en la ciudad en solitario. Quizás acompañaría finalmente al dragón para entrevistarse con Springwater, al fin y al cabo no tenía nada que hacer.
Pero antes iría a ver a su osa y eso hizo. Echaba de menos a Señor Pinckels y necesitaba un abrazo suyo y sentir si fétido aliento. La pobre debía estar pasándolo mal enjaulada en los establos del cuartel. Sólo esperaba que no se hubiera zampado a ningún caballo o a ningún modo de cuadra.
Y cuando llegó a los establos la vio. Dormía plácidamente recostada sobre una bala de paja.
Señor Pinckels abrió un ojo. Lo volvió a cerrar. Acto seguido abrió los dos de golpe. Si, allí estaba Ruru.
La osa se puso en pie perezosamente mientras miraba sin inmutarse a su amigo enano. Bostezó un rugido y se meneó sacudiéndose las hebras de paja de su enorme cuerpo.
Se acercó al enano lentamente y le dio un golpe con el socio al enano. Casi lo tiró al suelo.
- ¡Señor Pinckels! - Exclamó el enano. - ¡No sabes cuánto te he echado de menos! - Saltó contra el pelaje del piso agarrándose auna de sus patas. - ¿Te han tratado bien estos humanos? - Le preguntó a su osa. Ésta respondió con un rugido. - Eso está bien, si...
Durante unos cinco minutos Ruru permaneció abrazando a su osa y acariciando su pelaje y su hocico. Se trataba de una tierna escena que pocos habían podido ver en sus vidas. Era increíble ver como una enorme osa, no se comía al enano y es más, le dejaba acercarse e interactuar con ella como si ambos fueran de la misma especie.
- Pronto regresaremos a casa. ¿Vale? - Pero aún me quedan algunas cosas por hacer en esta apestosa ciudad. - Vendré pronto a por ti. Pero tengo que volver con Ekarion. ¿Si? Nos gusta Ekarion. Es buen chico. Un poco serio, pero buen chico... - Y así dejó de nuevo a Señor Pinckels con los mozos del establo.
- Cuidadla con amor. - Les dijo antes de marcharse. - ¡Y dadle de comer si no queréis ser si aperitivo!
Cada uno realizó las tareas pertinentes durante el resto del día. Necesitaban estar frescos para afrontar la que sería la detención de un criminal peligroso y podría costarles más de lo normal. Quizá Lemaitre ya estaba sobre aviso y se había preparado, o había huido. De modo que desde bien temprano, el grupo se reunió en el patio del puesto de guardia donde habían estado trabajando aquellos ajetreados días.
Tassabra comprobó que Martha estaba recuperándose, pero su estado de salud seguía siendo delicado. Alexandar estaba agotado, pero se presentó a primera hora junto a su madre, dispuesto a seguir ayudando. Dos soldados más se unieron a la comitiva, un tipo grande que había servido como guardaespaldas de varios nobles y ahora trabajaba para la ciudad, llamado Tomund, y un médico de campo, que había participado en algunas campañas y ahora estaba a punto de jubilarse, llamado Ghiaro.
Además, Minvant apareció unos minutos después de la llagada de Ekarion. En esta ocasión, vestía una armadura completa de color plateado y un tabardo marrón con los colores de Pigmalyón, el reino imperial al que seguía sirviendo. En la espalda llevaba colgado un escudo y de la cintura, una maza. Se había recogido el cabello en un moño alto y tenía la mirada del que va a enfrentarse a un inminente peligro.
-Bien, ¿por dónde empezamos a buscar? ¿Tenéis idea de dónde puede estar el culpable de todo este lío?
- Tenemos que encontrar a Lemaître. - Desveló el enano. - Desconocemos su paradero, pero quizás por ello, lo más lógico es buscar dónde vive, o donde vivía. - Hizo una breve pausa. - Está vez me llevaré a mi osa. Puede ser peligroso y no quiero echar de menos sus zarpas si Lemaître se muestra hostil o poco colaborador.
—Entonces en marcha —ordenó tajante la antigua capitana de la guarda—. ¡A la villa de Lemaitre! ¡A arrestar al criminal! ¡Larga vida al imperio y al emperador!
Ekarion se encogió de hombros - Creo más posible que lo encontremos en su guarida del bosque, pero visitar la villa de Lemaítre quizá nos brinde algunas pistas. Vamos allí si es lo que creeis necesario, yo dejaré mensaje a Samuel para que nos guiíe hasta la cabaña una vez terminemos de revisar la mansión. - tenía sus propios medios para contactar al explorador, y si bien ambos intentaban no abusar de ellos ésta era una emergencia.