Ruru alzó el vuelo y se dirigió al lugar en el que minutos antes había encontrado a Samuel. Allí ya no quedaba nada, la nieve se había disipado y los pimpollos ya no se encontraban por los alrededores. Se posó en unas cuantas ramas, en varios árboles, observando todo con mucha atención. Pero no vio a ningún pimpollo, aunque sí el mismo tipo de resina que tenía el perro de Samuel pegada al cuerpo. ¿Habían explotado todos?
De regreso a la hondonada, Samuel se había sentado en un tocón. La osa retozaba y se rascaba contra los árboles, el perro daba vueltas alrededor del animal, volvía a su amo y regresaba para intercambiar algún tipo de conocimiento animal con el señor Pinckels. Cuando lo vio aparecer, el explorador se puso en pie. Había envuelto el cuadro en una tela para protegerlo y se lo había colgado junto a la mochila.
-¿Has encontrado algo? Yo iré a la Torre, entonces. Seguro que Ekarión descubre algo.
Ya no quedan pimpollos, solo sus restos xD
Aquel nombre, Ekarion, no era un nombre demasiado común. Dudaba que hubiera muchos jóvenes, o no tan jóvenes que se llamaran así en todo el Imperio. Menos todavía que fuera un mago y que estuviera en esa maldita torre de la Espiral Negra. Su joven amigo partió mucho tiempo atrás del lugar donde se crió hacia la capital, por tal de convertirse en un buen mago y parecía que lo había conseguido. Ruru no había vuelto a saber nada de él y de hecho, pensaba que podía estar muerto. Saber que no era así le reconfortaba y la idea de volver a verle, le emocionaba.
- Conocí a un tal Ekarion en el pasado. Quería ser mago. Posiblemente sea el miso Ekarion. Tengo ganas de verle. - Dijo un sonriente Ruru. - En cuanto a si he encontrado algo, la respuesta es si, algo bastante inquietante cuanto menos... - Dijo el enano que guardó silencio durante unos momentos mientras miraba hacia el suelo pensativo. - Los pimpollos... - Tomó aire. - Han estallado todos. Todos ellos... - Resopló. - Quiero decir que, bueno había resina por todas partes, como la que te estalló a ti encima. Voy a dar un rodeo por la zona y si no encuentro nada... vendré contigo.
Samuel decidió acompañar a Ruru. Lo mismo hicieron la osa y el lobo y los cuatro juntos pasaron el resto del día investigando por los alrededores. Todo parecía normal. No encontraron rastro alguno de los pimpollos, como tampoco ninguna otra anomalía. A todo ser viviente que Ruru preguntó, tampoco pudo aportar más dato alguno que les fuera a resultar de utilidad e incluso, un explorador experto como era Samuel, no halló rastro significativo que les pudiera poner en la dirección correcta.
Llegada la caída de la noche, los cuatro decidieron montar campamento y Ruru bendijo los alimentos que la madre naturaleza les había brindado. La carne y las verduras se transformarían en energía una vez ingeridas. El sacrificio que el hermano conejo y las hermanas acelgas habían hecho por ellos, no podían quedar en saco roto. Por otro lado, la madera recolectada ardiera para calentar sus cuerpos durante la fría noche del bosque y ese sacrificio, también merecía el respeto de Ruru. Tras la cena, durmieron y al amanecer decidieron ponerse en marcha hasta la capital.
La extraña cabaña conjurada seguía en el mismo sitio y sin aparentes cambios. Nadie la había utilizado por la noche. Su aparición en aquel lugar era una completa incógnita. Si iba a permanecer allí para siempre o si en cualquier momento desaparecería de igual manera que había aparecido, era una completa incógnita. Esa incógnita tenían que ponerla en conocimiento de los arcanos de la Espiral Negra. Era la única solución que tenían a su alcance.
- Será mejor que partamos cuanto antes. - Dijo el enano una vez estuvo recogido el campamento y los enseres de cada uno en las mochilas. - No es camino rápido hasta la capital y me gustaría que los arcanos tuvieran algo que examinar una vez de regreso al bosque. - Ruru alzo un dedo. - Por si acaso... - Se adentró en la cabaña y extrajo una cuchara. - Me llevare ésto. - Afirmó orgulloso de su idea. - Ha sido conjurado con el conjunto de la casa, por lo que si los arcanos lo examinan, deberían poder sacar alguna información interesante. Creo yo, claro... - Y dicho aquello, comenzó el camino hacia la ciudad.