Despues de aclararme las dudas de los pergaminos, me retiro antes el maestro y me pongo a buscar por el templo cosas que me puedan interesar.
Tirada: 1d20
Motivo: buscar
Resultado: 18
No tienes que andar mucho cuando encuentras lo que Lou-Yang os ha ofrecido para que cogia todo lo que os haga falta en una habitación cercana a donde estais puedes ver:
• 8 cerbatanas: Arma sencilla a distancia, tamaño pequeño, daño 1, crítico x2, incremento distancia 10 pies, peso 2 lb, tipo perforante.
• 8 carcajs con agujas de cerbatana (20).
• 4 frascos Humo líquido: Al ser expuesto al aire, crea un humo espeso y opaco, que ocupa un cubo de 5 pies de lado (un cuadrito) y se disipa de forma natural al cabo de 2 asaltos. Una criatura situada dentro del humo, dispondrá de ocultación (los ataques tendrán 20% de posibilidad de fallo).
• 10 Llamas (animal).
• 2 linternas sordas (30 pies luz brillante, 60 sombras, duración 6
horas por 1 pinta aceite).
• 4 pintas aceite
• 8 antorchas
• 10 Shuriken
• 30 pieles de oso: considerada como ropa de abrigo (+5 TS Fort, 8
po, 7lb)
• 10 Estatuillas de monjes meditando.
¿Qué libertad tengo para redactar el funeral?
Loy-Yang asiente ante las afirmaciones de su maestro. Es cierto que los pergaminos, que el legado, es vital para los monjes. Pero antes de que partan en su largo viaje es necesario que den el reposo final a sus hermanos.
La nieve cae sobre ellos como finas perlas de seda blanca, acariciando a penas su piel antes de fundirse en pequeñas lágrimas que se deslizan por su piel y dejan ínfimas marcas en sus ropas. Los copos cubren con una fina capa rosada los cuerpos inertes de sus hermanos. Uno a uno les quita la nieve de encima, con cuidado, como un padre que roza a su hijo antes de despertarlo por la mañana. La diferencia es que ellos no volverán a despertar.
Los ojos del monje muestran la pugna interior entre la tristeza y la serenidad, entre las lágrimas y la templanza. En sus mejillas sonrosadas por el frío se puede ver los surcos que han trazado los lloros anteriores. Sus manos están entumecidas pero él sigue hundiéndolas en la impía nieve para abrazar a sus hermanos, arroparlos contra su cuerpo y levantarlos. Los coloca primero en fila, uno a uno, para luego poder colocarlos a cada uno en una improvisada pira. Con la ayuda de su maestro las disponen en círculo de forma que en el centro quede una de las estatuas más sencillas del templo: un monje sentado tallado en madera.
La estatua representa el centro, todo lo que hay en nuestro interior y en el universo. Cada una de las piras concéntricas representa un radio; todo el conjunto es un espejo de La Rueda y su ciclo, que gira una y otra vez; repitiendo sucesos e historias, reviviendo memorias y vivencias y trayendo de vuelta a los que han partido y no han concluido aún su viaje. La rueda gira al mismo ritmo que las eternas reencarnaciones que estarán aquí una vez, y otra, y otra...
Con mimo envuelve los maltrechos cuerpos de sus hermanos en sábanas rojas y naranjas. Ondean al viento como intentando apartar los copos de nieve que quieren posarse sobre ellos. Los contornos de los rostros durmientes se perfilan sobre las suaves telas. Los posa uno a uno sobre sus piras correspondientes, despidiéndose de ellos con un tierno beso en la frente, los ojos, los labios, el corazón y las manos. En todos quedan como recuerdo silencioso de su dolor pequeñas perlas de agua salada que han olvidado sus lágrimas.
Cuando llega el momento de la incineración él y su maestro toman la posición tradicional. Ambos con las piernas cruzadas, la cabeza erguida y los brazos extendidos hasta posar las muñecas sobre las rodillas. Mantienen las palmas de las manos mirando hacia arriba, sosteniendo en la derecha un desgastado rosario, en la izquierda un extraño artefacto con dos extremos iguales en los que están representados una mano abierta con un ojo abierto en el centro. Tras el silencio inicial y con voz firme, Loy entona una oración:
Permitidme ser en todo momento, ahora y por siempre
Un protector para los desprotegidos
Un guía para los que han perdido su camino
Un barco para los que han de cruzar océanos
Un puente para los que han de vadear ríos
Un santuario para los desamparados
Una luz para los sumidos en la oscuridad
Un refugio para los que no lo tienen
Y un siervo para todo el que lo necesite.
Yo, cuyo nombre es Loy-Yang, busco siempre refugio en el Gurú,
en el Divino,
en el Darma,
en el Shanga.
En el Maestro, El bendecido; ante vos me postro.
Quienes quiera que sean los Conquistadores,
Los seres supremos que moraron la tierra en el pasado,
Los que la moran ahora
Y los que aún están por llegar,
Con un océano de lágrimas y devoción por vuestras grandes cualidades
Y con mis manos extendidas,
Siempre iré a vosotros en busca de refugio.
Las sombras de los presentes bailan reflejadas contra la nieve, que ahora se ha tornado naranja por el influjo de las enormes llamas que devoran las piras de los monjes caídos. Ya no hay pena, ya no hay dolor, ya no hay apego; pues Loy sabe que muchos de sus hermanos ya han vuelto a nacer y que los que han alcanzado la Iluminación están esperando, sonrientes, a recibirles.
Levantándose al unísono, los monjes se acercan a las piras y tomando unos trapos sobre los que inscribieron unos extraños caracteres, los tiran al fuego. Permanecen en silencio unos instantes y entonces Loy se da la vuelta mirando a sus compañeros con el semblante serio, firme y sereno.
-Los funerales han concluido; cuando descansemos, podremos marchar.
Loy y su maestro estaban muy afectados, pero a la vez muy concentrados en el ritual que sólo ellos conocían. Zaius, el viejo elfo, sabio y con la curiosidad de un joven, sabía que no podía participar mas que mostrando respeto y silencio. Acompañó, como los demás, en cada momento cargado de simbolismo, misticismo y una sensación de que no era un final. La espiritualidad de Loy y su maestro era muy diferente a la suya propia. Apenas la comprendía, pero sí podía captar sensaciones que le llegaban al alma. El dolor era enorme, pero se iba purificando, se iba transformando en una energía pura y llena de esperanza. Las almas de los monjes podían dejar de transitar este mundo. Notaba como una paz inmensa recorría cada rincón de ese escenario donde antes sólo era muerte y desolación. Algo había ocurrido y era sobrenatural. Luego un vacío, casi una soledad. Ese vacío contrastaba tanto con la sensación anterior, que el frío se notaba más intenso. Así se dio cuenta de que habían acabado y ya no echarían la mirada atrás.
Empezaba a admirar la entereza de esta gente. Quería ayudarles, pues hacían falta personas como ellas para dar luz al mundo.
Loy dijo que podíamos descansar, pero había entendido que su maestro quería que saliéramos de inmediato. Aunque lo más sensato era lo que decía. Había sido una jornada muy intensa para todos. Vendría bien reponer fuerzas. Miró al cielo y pensó en la gracia de Elhonna en su ser y sintió que si don era fuerte en él.
Aún me queda camino que recorrer, mi amada Elhonna. Gracias por abrirme los ojos y darme esperanzas.
Me siento una porquería de persona al verme buscando que llevar para ir a ese lugar en vez de estar ayudando a Loy en este sagrado ritual. No se si estorbo o no con mi intención de ayudar, es como cuando uno ve a una señora cargar algo muy pesado y amaga muchas veces con ayudarla, pero no termina haciéndolo. No es que no quiera ayudarlo, es que no se como hacerlo.
Al final todos terminamos cerca pero lejos de todo esto, la imagen que veo es muy dura, pero cuando Loy y su maestro comienzan a resitar, noto en sus palabras que su espíritu sigue ahí, firme a pesar de todo y con ello la esperanza de que todo esto se solucionará.
Termina el ritual y con ello veo un Loy cambiado, uno que pareciera un poco más distante o solo un poco más frío. Lo único que espero es que cuando vea a los culpables, su instinto no traicione a su corazón y con ello su espíritu lamente lo que suceda.
lejos de todo lo que acontecia,se encontraba Dornadar,en el exterior del templo,sentado sobre una roca desde la cual se tenia unas vistas perfectas de toda la cadena montañosa.
estaba en silencio y pensativo mirando a ninguna parte especifica, mientras fumaba de una pipa.hacia viento y bastante frio,podia ver como el humo de las piras funerarias,se iva esparciendo por el cielo cubierto de nubes mientras escuchaba una extraña musica,tocando por los caidos en la batalla.
pensaba que ya no le parecia una buena idea el viaje y que al final todos acabariamos muertos en un lugar desolado y sin pena ni gloria.nadie sabria nunca de las proezas y victorias conseguidas por nuestro grupo,ningun bardo cantaria canciones sobre nosotros.
eso le entristecia y le preocupaba,ya que para un enano,la gloria y muerte en el combate,no tiene sentido si no se sabe de ella.
se metio bajo sus pieles,solo se le podia ver la cabeza y la mano que sujetaba la pipa.permaneceria alli mas tiempo.nunca le gustaron las incineraciones ni entierros.mas tarde volveria dentro para descansar un poco al resguardo de las paredes del templo.
Al entrar en aquella habitacion una censacion grata recorre mi cuerpo,por fin algo de suerte.
Escucho a Loy dar sus oraciones a sus hermanos caidos y me pongo a recoger todo repartiendolo entre 3 llamas.
Con lagrimas en los ojos sin animo de que se enterase nadie digo.
Que vuestras pertenencias nos haga mas fuertes para poder hacer justicia,porque este hecho no puede quedar impune.
Salgo de aquella habitacion y me reuno con mis compañeros y poniendole mi mano en el hombro de Loy les digo
Aqui ya no podemos hacer mas nada,es hora de buscar a los culpable.En la habitacion he encontrado objetos que nos hara falta,he calgado esos objetos en tres llamas y aun quedan llamas para cada uno de nosotros,cojamos todo y repartamonos con las pertenencias que encontramos en la cueva del yeti.A mi me interesa las botas,al serviros de escudo ya he caido mas de una vez y es lo que mas falta me hace vosotros coged lo que os interesen.
Mientras escucho el rezo de Loy me mantengo con la cabeza agachada, yo pasé por algo similar cuando criaturas arrasaron el asentamiento de mi tribu en el bosque. Definitivamente aquello me hizo alistarme para intentar que nunca volviera a pasar algo similar.
Mientras observo el funeral se arraiga en mi un profundo sentimiento de fracaso. Aunque necio de mi, en otro tiempo pensé que podía cambiar esto, hace mucho que me di cuenta de que por grande que sea un ejército, hay hechos inevitables.
- Aun así, no puedo evitar sentirlo, no puedo evitar revivir mi pesadilla. Todos aquellos elfos no merecían su final. Estar de caza me salvó del mismo final que sufrieron mis hermanos. Comprendo a Loy, yo también llegué tarde, yo también tuve que enterrar a mis amigos, mis hermanos, mi prometida...
Aun recuerdo como el humo proveniente del asentamiento me atrajo cuando estaba a punto de abatir a un ciervo. Corrí raudo entre los árboles para encontrar mi casa arrasada, la cabeza de mi mejor amigo estaba empalada. El era el mejor guerrero que teníamos, supongo que sería una advertencia. Yo no tuve la suerte de encontrar supervivientes como Loy, yo no supe quienes lo hicieron ni por qué. Incluso envidio a Loy por tenerlo más fácil que yo y por contar con un grupo de soldados que le ayudaremos.
Maldita sea, probablemente matar a aquellos que hicieron esto sea mi manera de enterrar mis propios demonios. Desde ahora, esto se ha convertido en algo personal. -
Cual si fuera una estatua, impertérrito, observo los funerales.
El brillo calculador de mis ojos deja paso a otra cosa... Algo completamente distinto.
Siento paz ante la forma en que despiden a sus camaradas... Curiosamente, mis antiguas ambiciones, antiguas y oscuras, viles, pierden fuerza segundo a segundo. Pienso en como habría de terminar, muerto en un callejon oscuro por sesgar vidas a cambio de unas monedas...
Pienso en la deidad del asesinato a la que le recé cada día de mi vida sin esperar que obsequios negativos de su parte ¿Acaso eso podía ser algo divino?
Loy y su maestro Lou, me dan un regalo ahora mismo, una reliquia, que apenas alcanzo a coprender cabalmente... Siento, en este preciso momento, que esos monjes son uno con sus compañeros muertos, pero también siento que yo lo soy... Y curiosamente, lejos de toda razón o explicación del pasado, y de mezquinas pullas, siento que mis compañeros, la nieve, las rocas, el aire mismo que hace crepitar las piras... Que todo es uno.
Una sola energía.
Mis objetivos cambian radicalmente en un abrir y cerra de ojos. Quiero estar cerca de ese legado, pero ahora, ya no por recompensas materiales... Sino por la claridad que ellos pudieran arrojar sobre mis nuevas pero luminosas dudas.
Veo a mis taciturnos compañeros debatirse por una venganza sangrienta... Por un instante siento que el peso de mis acciones, y sobre todo de mis pensamientos se vuelve tanto más ligero.
Gracias, hombres del cielo y la montaña... No pueden saber ahora mismo qué tanto bien me hace ver lo que veo, sentir lo que siento...
Mis armas penden de mi cinturón, y las palpo curioso
Quizá el camino recorrido haya sido el necesario para prepararme... Prepararme para otra realidad...
Nada digo, nada gesticulo, soy como una roca... Pero mis ojos, la expresión de mis ojos... Ha cambiado.
Es raro... Entre tanta muerte, tanta desolación, y la amenaza por venir... Creo... Creo que soy... Feliz.
Disculpen las demoras, me mola esta parti, simplemente he tenido la semana mas cargada de los ultimos años. Im back! Feliz cumple master.
Queridos compañeros, descansemos y partamos mañana temprano.
Dijo el clérigo con cara de agotado y necesidad de reposar todas las experiencias del día que habían sido muchas y duras. Luego se acercó al monje maestro y le preguntó.
Señor, deberíamos descansar. Entre mis compañeros y yo haremos las guardias pertinentes. Usted tiene que reponerse. Mañana, al despuntar el alba, nos prepararemos y marcharemos de inmediato. Dónde podríamos acomodarnos?
- Como ves mi querido amigo, todo esta en ruinas pero quizas en la parte de la biblioteca podramos resguadarnos de frio de la noche. Yo pasare esta noche con vosotros y cuando los primeros rayos del sol caigan sobre la tierra partire hasta la casa del druida. - dice el maestro respondiendo a las palabras de Zaius.
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