Partida Rol por web

- ¡Cielo Santo! ¡Señorita! ¿Qué le ha ocurrido?
James dejó caer el cigarrillo que tenía en la mano por la impresión recibida.
Se sentía a un tiempo tremendamente aliviado al verla de nuevo, y profundamente preocupado al comprobar que volvía con alguna magulladura.
Sus compañeros dieron muestras de igual preocupación. Hess aguardó con impaciencia a que Robyn les relatase lo ocurrido.

Robyn se despidió del chofer y, cuando salió del coche se encontró con los tres hombres con los que había cenado. Casi sin dejarla respirar se abalanzaron sobre ella preguntándole por su estado, su experiencia y demás. La joven atleta, tan poco acostumbrada a la atención se sintió a morir. Solo faltaba que uno de ellos la zarandease preguntandole si estaba bien para que terminase de adquirir el color de un tomate maduro.
Yo eh... estoy...Me trajo...yo.. Antes de que pudiese terminar una pregunta, la habían lanzado otra y la chica se sentía como aquellas ayudantes de magos a las que las lanzaban cuchillos mientras giraban en una ruleta.Finalmente se quedó muda y roja hasta que los hombres terminaron de interrogarla. Estoy bien...no se preocupen, no me ha ocurrido nada grave. Lamento mucho habelros preocupado y...espero que no me esperasen levantados– aquella última observación fue dirigida al detective, que había asegurado que estaría despierto hasta que llegase. Tras alzar la cabeza y apretar un poco los dientes, para tratar de controlar la ansiedad que le producía aquella situación, la atleta continuo, algo más calmada. Eh...si no les importa, me gustaría cambiarme. Luego se lo contaré todo, aunque ya les digo que no se preocupen. No hay mucho que decir.

Viendo que la pobre Robyn estaba un poco agobiada, Mike dice, Si, como no señorita Adler, suba, cámbiese tranquila, nosotros la esperamos aquí abajo. Tómese el tiempo que necesite para asearse, no se preocupe.

Sacando la pitillera del bolsillo añade, y por lo de dormir, tranquila. Estoy acostumbrado a dormir poco. Intenta una sonrisa amable. Luego coge un cigarro y le ofrece otro a Hess.

Las continuas preguntas del preocupado trío no hicieron más que aturdir a la srta. Adler.
La joven necesitaba descansar y asearse un poco. Ya habría tiempo para explicaciones; lo importante era que ya había vuelto. Podrían esperar un poco más para conocer los detalles.
Así pues, Robyn subió a su cuarto dejando a los hombres en la calle, aguardando expectantes.

Hess se dispuso a recoger el cigarrillo que había dejado caer, pero comprobó que con la excitación del momento lo había pisoteado sin querer. El señor O'Donell pareció percatarse de este hecho, pues le ofreció con prontitud uno de los suyos.
- Vaya, muchas gracias. Últimamente tengo las manos de mantequilla, ja, ja.

Con la promesa de no tardar, la mujer fue a su habitación esquivando la mirada del recepcionista y subiendo las escaleras lo más rápido que le permitían sus piernas. Una vez llegó a su habitación cerró con un supiro y procedió a lavarse el cuerpo lo más rápido que pudo. El agua fría la despejo lo suficiente para moverse con rapidez pero lo peor estaba aún por llegar. Vestida solo con la combinación, para no manchar la ropa si la herida estaba abierta, procedió a quitarse poco a poco la venda, rogando para que la herida no fuese demasiado grave. El vestido que iba a ponerse, un cómodo modelo sin corset de channel incluía un gorro blanco y negro que, esperaba fuese lo suficientemente grande como para cubrir su herida. 

Cindy se quitó la venda de la cabeza y se observó a si misma, temerosa de las consecuencias de la temeraria excursión nocturna de la noche pasada en la que su fallido intento de enfrentarse a sus propios miedos a la oscuridad en aras de obtener información sobre la mansión Fitzgerald podría haber acabado en una tragedia mayor.

Cuando se descubrió la frente observó que tenía una cicatriz rojiza de unos 3 cm de longitud que aún estaba fresca pero no había requerido de puntos.

Robyn suspiró. Solo era una herida fea y superficial. Nada que no pudiese ocultar (o intentarlo) con el sombrero, y sobre todo nada que pudiese dejarle secuelas. Además, había sangrado y siempre había oído decir a su padre que las heridas de la cabeza debían sangrar, de modo que, lo más rápidamente que pudo terminó de vestirse y bajó.

Aproximadamente media hora después de subir, Robyn volvió a aparecer, llevando un vestido de rayas blancas y negras, siguiendo su propia costumbre sin corset de ningún tipo, y un sombrero a juego que ocultaba, en parte, el incidente que había sufrido la noche anterior. Un par de centímetros de una linea fina y roja bajaban por la frente de la chica, que parecía haber decidido usar el sombrero para que no llamase tanto la atención. No había sin embargo rastros del vendaje ni de suciedad en su cuerpo. 
Espero no haber tardado mucho.–comentó mirando alrededor y esperando que no pretendiese que les hablase del pequeño incidente en medio de la calle.

- Ni mucho menos, señorita.- dijo Sebastian relajadamente. - Es normal que tuviera ganas de refrescarse y de cambiarse de ropa.- Continuó el actor mientras mostraba su sonrisa estudiada de siempre. 

Ahora, si el señor O'Donnell lo cree conveniente, podríamos acercarnos hasta la mansión- expuso Sebastian mirando al detective. Ahora que la señorita Robyn se hallaba con ellos, quizás pudieran por fin acercarse hasta aquella finca y echarle un vistazo.

- ¡Eso sí! ¡Yo no pienso ir corriendo! Jajajaja...- rió ante la graciosa ocurrencia que acababa de decir. Por suerte, cesó rápidamente en el chiste, pues entendía que no todo el mundo podía tener su sentido del humor. - Si me acompañan, podemos ir en mi coche.- dijo finalmente, señalando un ford bastante convencional.

- ¿Se encuentra ya mejor, señorita?- preguntó James cuando Robyn se reunió de nuevo con ellos.

- Sí, quizá sería una buena idea que fuésemos a la dichosa mansión. Por el camino, si lo desea, puede relatarnos lo ocurrido, señorita Adler.- dijo, uniéndose a la propuesta que Sebastian hizo al detective.
Aún no sabían qué le había pasado a la joven, pero teniendo en cuenta que la noche anterior pretendía acercarse a los alrededores del hogar de Cornthwaite, podían suponer que su accidente había tenido lugar cerca de allí.

Robyn levantó las cejas con expresión estoica ante el comentario del galán. Era posible que fuese un buen actor, pero sin duda el registro cómico no era lo suyo. Por un momento pensó en morderse la lengua, según su costumbre, pero el dolor de la frente ante el involuntario movimiento de las cejas, relajó las defensas naturales de la chica.
-Su registro es el drama, ¿verdad? comentó la chica enmudeciendo rápidamente al darse cuenta del desliz. Robyn se llevó la mano a la sien y cerró levemente los ojos, asintiendo ante la sugerencia de contar la historia durante el camino. 

-Me encuentro mejor, gracias señor Hess. Mi madre siempre decía que tengo la cabeza muy dura...nunca pensé que fuese útil.- añadió en un tono más amable, tratando de disculparse de ese modo por el comentario anterior. Como hija de su época, Robyn mantenía las formas y trataba (excepto deportivamente) de mantenerse siempre en un segundo plano, por debajo de los hombres. Ocasionalmente, la estupidez de estos le irritaba y acababa contestando pero normalmente conseguía reprimirse. La joven atleta esperaba que las expediciones que tenía planeado hacer bajo la tutela de Cornthwaite cuando su vida deportiva se acabase le ayudasen a canalizar su energía. 

Parecía que todos sus compañeros tenían ganas de dirigirse ya hacia la mansión. Su idea era antes de ir pasar a ver al abogado otra vez, después de lo poco que habían descubierto sobre la mansión, a ver si le podía sacar algo más. Pero pensándolo mejor, supuso que un abogado es experto en guardar información, y no le podría sacar mucho más de lo que ya les dijo en la reunión inicial, así que finalmente acepto.

Esta bien, pues dirijámonos ya a la mansión entonces. Gracias, señor Steward...Stewart. Sonríe. Luego se gira hacia la señorita Adler. Si a mi también me gustaría saber que le ha ocurrido, estábamos ...preocupados.