Partida Rol por web

Tras la segunda caída de Robyn, de la que gracias a dios no sufrió daños importantes, el techo de la carbonera pareció derrumbarse por completo rociando a ambos de astillas y piedras, por lo que tras perder el contacto con sus dos compañeros optaron por la única salida que era visible para escapar de aquella carbonera, la puerta de servicio que parecía comunicar a una nueva estancia.

Mientras James sostenía nervioso su pistola y el candelabro apuntando hacia la oscuridad, Robyn trataba de golpear la puerta cuyo marco parecía haberse quedado encajado debido al deterioro de la estructura, no permitiendo que se abriera con facilidad. Tras varios golpes de la atleta la puerta cedió y precipitó a ambos al interior de un amplio sotano. Tras entrar volvieron a cerrar la puerta temerosos del enigmático sonido gorgoteante que parecía estar acechandoles desde la carbonera.

La nueva estancia subterranea estaba sumida en una oscuridad profunda, y el candelabro apenas iluminaba tenuemente algunas partes. Robyn y James, cubiertos de suciedad y jadeando, se tomaron un pequeño respiro para comprobar si estaban bien y hallar una manera de escapar de allí...

Al fin lograron cerrar la puerta tras de sí y pudieron tomarse unos momentos para recuperar el aliento.
- ¿Se encuentra usted bien, señorita? No está herida, ¿Verdad?
Estuvo tentado de guardar de nuevo el arma en el bolsillo, pero decidió mantenerla a mano por si volvían a toparse con "algo" como lo que habían dejado en la sala anterior.
James intentó vislumbrar algo con la ayuda de la tenue luz del candelabro que portaba Robyn, pero la claridad no era suficiente para romper la oscuridad imperante en aquella estancia.
- Deberíamos continuar. Busquemos una salida.

Ya se disponía a avanzar cuando se detuvo de nuevo y añadió visiblemente preocupado: -...Verá, señorita...yo...lamento lo que ha ocurrido antes. No debí haberla sujetado de ese modo. Me sobrepasé y le pido disculpas; pero entienda que sólo pretendía ayudarla, mi intención no fue violentarla en absoluto.
Hess agradeció la falta de luz, pues notaba como ardía su rostro. Estaba muy avergonzado por su falta de decoro.

Jadeando, Robyn se apoyó contra una pared. No tenía muy claro lo que había oído, pero sabía que era algo diferente a una rata o un gato. Temblando como una hoja, más por el ambiente donde se encontraban que por el ser que estaba cerca de ellos trató de fijar su luz en la pequeña llama del candelabro. Entonces Wess la sacó de sus pensamientos.
–He...perdido un zapato–comentó absurdamente– pero creo que estoy bien.

La mujer se levantó, cojeando ligeramente y se acercó al escritor, que aprovechó el momento para ponerla en vergüenza con su comentario.

–No se preocupe– respondió, más avergonzada por las palabras que por lo que había pasado –Yo...no creo que ese fuese un momento para guardar las normas de etiqueta. Espere un momento... Necesito luz... Ah...creo que me he clavado una piedra en la rod..

La joven se sentó en el suelo, y con la tenue luz del candelabro iluminando dejó al descubierto la rodilla. Tenía una herida, más fea que peligrosa y, efectivamente, un trozo de piedra clavado en la carne. Cuidadosamente la retiró con ayuda de un pañuelo, secando la herida por encima de la media. Con habilidad, la joven metió la tela por el agujero de la media para ayudar a taponar la herida. Probablemente no tardaría más que unos minutos en dejar de sangrar. Adeás, la pequeña operación le había servido para alejar la violenta situación vivida momentos antes. Ya...Con la piedra dentro no haría mas que cojear por toda la casa...¿Quiere que lleve yo el candelabro?

Al parecer, Robyn se había herido en la pierna y estaba sangrando. Con dedos ágiles, la muchacha utilizó su propia media a modo de vendaje. No parecía grave, pero desde luego, un ambiente tan sucio como aquel no era el propicio para cicatrizar con seguridad una herida.
- Sí, por favor. Manténgalo en alto. - dijo, respondiendo a la pregunta de la compañera.
Manteniéndose junto a ella, Hess avanzó a tientas en la semi-oscuridad buscando una salida de aquella estancia.
- No sé usted, pero yo me muero por un pitillo. Ja, ja. - Y por un buen trago...

James no quiso volver a preguntarle sobre su herida ni tampoco hacer ningún comentario sobre lo difícil que le resultaría avanzar con sólo un zapato. No hacía mucho que la conocía, pero había aprendido que la señorita Adler era una mujer de carácter fuerte; cualquier comentario al respecto la habría ofendido.
- Vamos, salgamos de este maldito lugar...

Ya sabe que o fumo...y casi, casi que me apetece uno–dijo la mujer tratando de bromear. Aquello era lo más parecido a un  chiste que la pequeña mujer había hecho en toda la noche. Pero era comprensible que no mostrase ningún humor con las cosas que estaban ocurriendo. Cojeando por la falta de calzado, la atleta siguió al escritor, afinando su oído por si aquella cosa se acercase por sus espaldas. Como si hubiese leído los pensamientos de Wess, finalmente se paró, claramente frustrada y se quitó el zapato. Caminar así era imposible, aun sin llevar tacones que disimulasen su baja estatura era horrible caminar con un zapato sí y otro no. Espero que no haya cristales o algo, no me gustaría tener el pie como un alfiletero. Por cierto, ¿está usted bien? También se dio un buen golpe

Aunque no fueran dos, la caída fue bastante alta

- Desde luego, el trompazo que nos hemos llevado ha sido de los buenos. Por suerte sólo me lastimé un poco el brazo. Pero no es nada, ya ni me acordaba. - Hess hizo girar el hombro para demostrar lo que decía.
- Esa media que lleva usted es muy fina. ¿Quiere mis zapatos? Yo llevo unos calcetines bastante gruesos. - Sin esperar respuesta, hincó una rodilla y se dispuso a aflojar el nudo de los cordones.
- Iremos los dos medio cojos, pero evitaremos que se clave algo. Igual no son de su número, y tampoco son el último grito, pero no están del todo mal.

James sabía que sería reacia a aceptar el ofrecimiento, pero debía comprender que así no lograrían avanzar en la oscuridad que les rodeaba. Para quitarle hierro dijo en tono conciliador: - Créame, mi sentido de la caballerosidad cayó también por el agujero. Se trata de ser prácticos. Si quiere, cuando nos reunamos con los demás, arriba que está todo un poco más limpio, me los devuelve.
Le dedicó media sonrisa al tiempo que añadía: - La otra opción sería volver a por el otro zapato, y le aseguro que no me entusiasmaría en absoluto.

–Er....gracias pero...calzo un 35*, creo que acabaríamos perdiendo dos pares– dijo la mujer con amabilidad y mirando los pies del hombre. –Y deje...tampoco creo que sea buena idea volver a entrar. Cuando volvamos arriba ya pensaré...pensaremos algo. De momento voy bien. De verdad– aseguró la mujer.– Y no se preocupe por la caballerosidad...tampoco es que yo haya actuado como una dama, como puede atestiguar el sheriff. añadió soltando una risa floja.

A aquella afirmación, continuaron unos segundos de silencio, con la mujer caminando e intentando entrever una salida. A pesar de ir descalza se movía con agilidad y ya no cojeaba. Pero el silencio se rompió con una frase que la joven pronunció en voz alta sin darse cuenta de que estaba manifestando sus pensamientos en voz alta.

¿Qué diablos era eso de ahí atrás?
 

- Bueno, como prefiera. Pero pise con cuidado - James se incorporó de nuevo y juntos reemprendieron la marcha.
- No tengo ni idea, pero el sonido que producía...una rata no era, desde luego.
- No pensemos más en ello, los dos estábamos bastante alterados y yo por lo menos, no podía pensar con claridad. Sea lo que fuere, no creo que logre seguirnos. - Con tono afectivo añadió: - Pronto estaremos fuera de este lugar y volveremos al hotel, donde podremos reposar como es debido. Un pitillo y un baño: ya van dos cosas que deseo más que nada en el mundo.

Rodeados por la oscuridad sólo rota en parte por la débil luz del candelabro, los dos compañeros seguían intentando hallar una salida de aquella estancia.

Robyn arrugó la nariz. Y pensar que hace unas horas lo que más queríamos era encontrar a Arthur... ¿Qué demonios habrá pasado? Los suelos de una casa como esta no se pudren en dos semanas.

Ambos trataron de examinar aquel sotano lobrego con el pulso accelerado y el miedo brillando en sus ojos. Lo poco que podían iluminar indicaba  que en la estancía habían paquetes de revistas viejas aplastados de modo extraño, herramientas completamente oxidadas y varíos muebles antiguos que en su día tenían cierto valor pero que estaban rotos y empapados. Por todas partes del sótano se observaban daños producidos por la humedad.

Lo más escalofriante de la situación fue hallar varios huesos esparcidos por el suelo y empapados de una extraña matería traslúcida. Mientras James y Robyn alumbraban tropezaron con algo que acabó por helar la sangre de ambos. Un cadáver medio descompuesto de un hombre vestido con americana y pantalones negros, cuyo cadáver aún conservaba unas gafas redondas y negras....

Robyn hubiera querido chillar ante la visión del cadáver descompuesto. Hubiera querido gritar y gritar hasta quedarse afónica pero había algo en aquella macabra visión que le había formado un nudo en la garganta difícil de superar. La joven atleta miraba con los ojos muy abiertos el cráneo de aquel hombre y agarrando con fuerza el brazo del escritor hizo un esfuerzo para hablar. -Esas gafas... la palidez de la mujer ahora era peligrosamente notoria. Parecía un fantasma con un candelabro tambaleante en una mano.Las llamas vibraron por un momento, lo que pareció atemorizar más a la mujer- no es un viejo cadáver... Es Arthur Los ojos de Robyn pasaban del cadáver a los huesos llenos de algo parecido a las babas, y de ahí a la habitación donde habían aterrizado. Donde habían oído el sonido de la salvación. Finalmente miró al escritor y, luchando contra el absurdo instinto de correr sin saber a donde susurró Tenemos que salir de aquí.

El tétrico hallazgo le dejó prácticamente sin aliento.
- No...no puede ser...seguro que no es él.
James nunca le había visto en persona, la única imagen que tenía de su rostro provenía del retrato que todos vieron en el despacho del abogado. Era cierto que el cuerpo guardaba un terrible parecido con el desaparecido; no obstante, era difícil de creer.
Se acercó un poco más al cuerpo allí tendido intentando disimular la repulsión que semejante descubrimiento le producía. No encontró nada que pudiese desmentir lo obvio: ese pobre desgraciado era Arthur...

Hess levantó los ojos y los enfrentó directamente con los de Robyn. La muchacha mostraba una palidez cadavérica, estaba realmente asustada. James la tomó del brazo dándole un ligero apretón para reconfortarla: - Sí, será mejor que nos vayamos. Busquemos al resto.

Ambos visitantes quedaron horrorizados ante el hallazgo, pero a juzgar por lo mencionado por la señorita Adler, aquel debía ser el cadáver del desaparecido Arthur Cornthwaite, el famoso explorador y erudito propietario de aquella decrépita mansión. ¿Pero quién o qué lo había matado? Resuelta la pregunta de cuál era el paradero de Cornthwaite, nuevas preguntas sin respuestas aparecen. ¿Qué era aquello que parecía haberles acechado? ¿ Qué secretos escondía aquella mansión maldita?

Con la poca luz de la que disponían, pudieron percibir una puerta en la zona oeste del sotano, y lo que parecían ser unas escaleras ascendentes en la zona este.

Robyn señaló las escaleras. No le apetecía nada explorar la mansión con tan solo la luz de un candelabro. Aquello en condiciones normales. Con un ser gorgoteante, huesos llenos de babas y un cadaver reciente, le apetecía aún menos. Descalza como estaba se habría atrevido incluso a caminar hasta el pueblo...de no ser por la terrible oscuridad que había en las calles.

–De momento será mejor que vayamos arriba.– susurró la atleta sin saber muy bien porque hablaba en aquel tono–. Pasaré yo primero... Soy más ligera y no sabemos como están las escaleras... y en el peor de los casos no me debería resultar muy difícil saltar. Es menos distancia que lo que suelo entrenar. Robyn intentaba que sus palabras sonasen cargadas de confianza en sí misma, a pesar de que no tenía muy claro como podía acabar aquello. No era lo mismo saltar en un campeonato, pese a toda la presión que había, a saltar mientras las escaleras se hundían y la luz del candelabro se desvanecía, dejándola ciega. Espere... Robyn arrancó una vela del candelabro y se quedó con ella en la mano ofreciendo el resto al escritor. Si eso cede será mejor tener un punto de luz...para guiarme

Ambos pudieron vislumbrar las escaleras que parecían subir. Al parecer, los dos tenían claro cuál sería su siguiente paso.
- Sí, vayamos arriba. Veamos si podemos encontrar al resto.
Adler le había dado el candelabro, del que había extraído una de las velas.
- De acuerdo, señorita. Vaya usted delante, pero tenga cuidado por favor.
La idea de que a su compañera pudiese pasarle algo le aterrorizaba. Pero ella tenía razón; de ocurrir alguna eventualidad, la joven estaría más capacitada para responder adecuadamente.

Por algún extraño motivo, los dos estaban hablando entre susurros, como si ninguno de ellos quisiera romper el silencio imperante en aquella negrura.

Robyn le miró palida y señaló a la oscuridad. Sus ojos mostraban un profundo temor...y es que no era ella la que más peligro corría con aquella maniobra Usted también... Y si algo aparece...Al bledo con las escaleras. Suba corriendo Dicho esto, la mujer comenzó a moverse despacio, tanteando cada escalón y comprobando su firmeza y rogando a Dios que los protegiese.