Hago el camino de vuelta satisfecho de saber que el conocimiento no se convertirá en cenizas. Durante el viaje no hago ni digo mucho, sencillamente me encierro en un camarote, con el cadáver fuera, guardando la entrada, pues nunca puede saberse cuando un espía enemigo podría atacar.
Una vez dentro, me quito mi túnica gris, y la tiendo sobre el suelo. No me gusta desprenderme de mis cosas, pero siento que de la túnica del mago emana cierto poder interesante...así que sencillamente combinaré ambas. Así no tendré que renunciar a nada. ¡E iré más abrigado!
Así pues, comienzo a rasgar con mi daga algunas de las partes que no me harán falta de la túnica robada: La capucha, la zona de abajo, las mangas... Entonces sitúo esta túnica encima de la mía antigua. Después, cojo algunos de los huesecillos que llevo en el cinturón, me concentro en ellos, y los afilo, los combino, y finalmente, hago que perforen ambas túnicas, y que luego, flexibilizándolos, se anuden entre ellos.
Levanto el resultado de mi trabajo y lo examino...Aún puede verse mi túnica bajo los grandes trozos de la otra. En esencia sólo he cambiado un poco la capa y parte del faldón. La capucha, por ejemplo, sigue siendo la mía. Me gusta. Me visto con ella, sientiendo como pesa un poco más, pero contento por como ha quedado.
Paso el resto del viaje escribiendo unos versos sobre lo que ha acontecido en la cueva. Dedico muchos de ellos a Tenebrae y a su caída.
Cuando bajamos del barco, no puedo evitar ver como Ducky rechaza la recompensa.-¡Oh, esa humildad os honra, buen Ducky! ¡Pero no dejéis que os haga pasar hambre! Al fin y al cabo, todos hemos tenido nuestra recompensa hoy, ¿no?-digo mirando a Eliddor, pensando en el objeto del que se apropió realizando un ritual, y que nadie ha mencionado en ningún momento.