La propuesta de Tolomeo cogió de sorpresa a Payo, que le miró con los ojos abiertos como platos. La verdad es que la sabiduría que mostraba su compañero era digna de consideración. Por no estropear lo dicho, se limitó a asentir para reforzar sus palabras y se quedó esperando, por ver la reacción del rector ante tamaña proposición.
Con las manos agarrando sus tripas, Rui, eufórico y pálido a partes iguales, tuvo los arrestos de enfundar el cuchillo con mucho teatro, reír un par de chanzas sobre la cobardía de los rufianes, decir, en voz baja, que ni el diablo les pasaba el rabo por la cara a estos bravos, y asentir con vehemencia a las palabras del hermano Tolomeo:
-De la punta de la lengua me lo ha quitado, el buen hermano. Con las mismitas palabras iba yo a pedir tal cosa. Ahora -tosió-, tras un buen trueque de mojadas, ¿podía pedir unas manos hábiles de curandero?
Un poco más pálido aún, sudando por el esfuerzo, Rui se recostó contra una pilastra y se escurrió hasta caer de culo, con un gemido apagado. Todo esto, muy decoroso él, y con las manos bien apretadas en el vientre.
Limpié el cuchillo con las ropas de Gregorio (el tal "Goyo" llamado así por fulanas y otras gentes), puesto que no iba limpiar con trapo alguno las sangre de aquel malhechor. Y mientras el señor rector hablaba y también lo hacían mis compañeros, quedaba yo estupefacto, oyendo lo que Tolomeo proponía: parecía cambiar los hábitos de las universidades. Amén que uno se conformaba con más poco, y que así hízoselo saber al señor rector (pidiéndole algo más sencillo).
Un servidor, que le ha dado muerte directa junto con mi compadre Rui, gustaría de algo... más fácil de hallarse -le dije con mi acento portugués-: Unas monedas como recompensa no andaríanse mal, ya fuera de la Universidad o de la suya mano. Señor Rector, no se crea que es para vinos y otros vicios -no, qué va-, sino para comer, que no todos podemos alimentarnos en caliente día tras día.
Diciendo ésto, giré la cabeza hacia Rui para luego guiñarle un ojo rápidamente.
El rector se quedó de piedra ante las palabras de Tolomeo, sabía que si accedía perdería su cargo ya que no volvería a ser votado por los estudiantes. Aún así, se sabía en deuda y estaba dispuesto a saldarla aunque fuese a costa de su puesto-Está bien, haré lo que esté en mi mano. Mas nada prometo, pues es tarea complicada lo que me pedís.-Luego se vuelve a Jonah y sonrie, lo que le pide si puede hacerlo.Saca de su bolsa cuatro monedas de oro y dos se las da a Rui y otras dos a Jonah.-Gastad estas monedas bien-Viendo a Rui en tan mal estado, le dice a Ramiro que vaya a buscar un médico. Este accede de buen grado y en breve viene con uno de los doctores de la universidad. Terminados los agradecimientos, se marcha contento de seguir con vida y sabiendose con suerte.
Ramiro se queda y se dirige a Tolomeo.-Se que no es el momento,pero...¿podríais devolverme el libro?-Lo dice casi sintiéndose culpable, pero sabiendo que su carrera está en juego y que sin el libro no pasará de bachiller.
EPILOGO
Jamás supísteis lo que se le metió en el cuerpo a Gregorio, si fué el ánima de Abel o que se le fué la sesera y se convirtió en un asesino despiadado. Tiempo después pasásteis por casualidad por la casa de la viuda, pero ella ya no vivía allí. De modo que lo lográsteis sacarle nada. Los matones capturados no aportaron nada nuevo, que Gregorio los había contratado para dar una paliza al rector, pero que no sabían nada de asesinatos.
En la Universidad, Bernardo se esforzó en evitar las novatadas. Pero no lo consiguió, y como temía fué destituido del cargo y puesto otro golfo en su lugar, reanudándose las novatadas con más fuerza si cabe. Para gran pesar de Tolomeo y Payo, que mientras estába Bernardo en el cargo estában protegidos, pero cuando perdió el cargo se cebaron con ellos considerándolos los responsables de que se prohibiesen las novatadas durante ese periodo de tiempo. Pero estos ya estában resaviaos y la historia de la muerte de Gregorio les granjeó cierta fama en la universidad. Finalmente lograron licenciarse.
Jonah y Rui tuvieron buenos dineros que gastar, y durante una temporada vivieron a cuerpo de rey, pero nada es eterno y tal como había llegado ese dinero se esfumó y se encontraron como al principio, esperando a que les saliese algún "trabajito"
A Juan Francisco lo encontrásteis de taberna en taberna y muy feliz mientras le duró el dinero, cuando se le acabó lo encontrásteis mendigando tragos mientras contaba su historia de que el había sido un grande doctor, como era habitual.
Ramiro se las apañó para salir adelante. Culpó de la desaparición del libro a Abel, y logró licenciarse. Pero perdió su cargo en la biblioteca y jamás volvió a hacer una novatada.
Pues señores, señora, esto se ha acabado. Un placer compartir partida con vosotr@s y espero que os haya gustado :)
A mi, mucho. Enhorabuena tanto al director de juego como a los compañeros.
Será una partida de la que guarde un buen recuerdo.
Post-epílogo.
Si, eso de prohibir las novatadas era muy radical. Liat sólo quería bajarles la rudeza, para que no hubiera contracorriente. Pero bueno, le hizo caso al rector, y más o menos mandaron la señal de que no estaban bien. Aunque al final lo cambiaran al pobre de Hita, y regresaran la costumbre y medio la agarraran contra ellos por saberlos artífices desto. Habían tenido éxito parcial y eso era suficiente para mantener al Satán raya. Y claro, aun regresando la costumbre, fundaron Tolomeo y Payo la sociedad secreta del "Libro Perdido", para proteger en los años por venir a aquellos a los que la novata les llenaba el vaso o los ponía a la orilla del precipicio. La sociedad continuó su labor aun después de que ellos se licenciaron y salieron, y ya con el tiempo nadie se acordaba de sus nombres, pero sí de su filosofía y siguió la sociedad por generaciones, lo que estaba bueno y bien.
Y por su parte, se licenciaron los amigos, Tolomeo fue feliz aprendiendo de historia natural, filosofía, política, astronomía, todo todo lo que quería y siempre quiso aprender, aunque siempre hubiera más. Siguieron frecuentándose con Don Rui, O Gato y Don Juan Francisco, en las cantinas a cantar o lugares varios, mientras vivieron en la misma ciudad. Luego menos, y quizá la amistad parecería que seguiría el curso del buen recuerdo, con destinos llevándolos por caminos distintos cual maderos en la mar hasta que les llegó una extraña invitación.
Un mozo de librea llegó con un sobre lacrado invitando a Payo, Don Rui, Jonah y Juan Francisco a una boda que tendría lugar en una sinagoga en unos pocos días. Llevaba también una nota de crédito para que pasaran por un traje elegante para la ocasión, como regalo.
Al llegar aquel día al sitio, extrañados aún, los saludó la novia al entrar, una judía elegantemente ajuarada, sonriendo ampliamente y feliz de verlos. Aunque sorprendidos, se los presentó a su madre. Mira mamá, mis amigos de la Universidad, de los que te platiqué.
Vengan a su mesa. Los llevó del brazo. Era algo que no les pude contar en su tiempo, pero... sonreía como el sol lo hace cuando se asoma entre nubes.
En eso comenzó la música. ¿Payo, me ayudas a cantar? Y comenzaron con la Morenica.