Carlos trotaba por el centro de San Bernardo que parecía el de un pueblo fantasma pues la mayoría de los locales se encontraban cerrados y vacíos. La brisa que hasta el momento circulaba comenzó a convertirse en un viento que soplaba gélido desde el mar con una fuerza creciente que sacudía con violencia las copas de los árboles. Todavía le faltaban un par de cuadras para llegar a la calle principal pero por lo que le habían dicho allí sólo encontraría bares en su mayoría también cerrados por lo que, como había planeado, pegó la vuelta y comenzó a trotar en sentido opuesto, veinte minutos después se encontraba en la diagonal que ascendía hacia el centro de Mar de Ajó, el viento ahora empujaba con mucha más fuerza y el cielo se había cubierto con negros nubarrones.
No se sorprendió Carlos al encontrar desierto el centro de San Bernardo. Sus poderes podían haberse amplificado, pero su suerte seguía igual que antes. De todos modos no se lamentó demasiado, pues le había hecho bien a su cuerpo ponerse en funcionamiento nuevamente. Sentía la inactividad, pero también sentía que su cuerpo tenía memoria, y su capacidad de recuperación incluso a él mismo lo sorprendía. Satisfecho, dio la vuelta y comenzó el camino hacia Mar de Ajó.
La agradable brisa que lo había acompañado durante el camino de ida le dejó su lugar a un viento frío que soplaba cada vez más fuerte. Cerca ya del centro de Mar de Ajó, notó que al ya decididamente molesto viento se le habían agregado unas feas nuevas que presagiaban tormenta.
_Lo único que me falta es que no me hayan comprado nada, se largue a llover, y se me moje la única ropa que tengo. Además con este viento capaz me enfermo, mejor me vuelvo.
Dio la vuelta y tratando de aumentar un poco la velocidad comenzó el regreso. Lo que más le molestaba de todo eso, es que si llovía no iba a poder entrenar con Ángeles esa noche, y posiblemente tampoco al día siguiente.
La lluvia no se hizo esperar, las obscuras nubes se abrieron y derramaron un agua tan negra como ellas sobre la ciudad. El ambiente se llenó de un olor ácido y penetrante, las olas del mar se escuchaban feroces y el rugir del viento despertaba el temor en más de un corazón.
El frío creció y arrebató el calor de los cuerpos y junto a él una sensación de muerte comenzó a palparse en el aire, la lluvia negra la traía consigo y parecía diseminarla allí donde sus aguas caían.
Estupefacto ante el suceso Carlos no pudo hacer más que detenerse y mirar el nefasto espectáculo. De repente un aullido bestial le obligó a girarse, a su espalda cuatro siluetas avanzaban atravesando lentamente la cortina de agua negra que caía del cielo, con paso lento pero decidido se acercaban más y más al joven muchacho que sólo era capaz de distinguir su humana silueta.
Si alguien hubiera soñado lo que Carlos veía en ese momento, podría haber comenzado el relato con un "soñé con el fin del mundo". Carlos se detuvo para ver la escena, que era imponente de un modo macabro. Un agua tan negra como el cielo en una noche profunda caía en cantidades. Carlitos juntó sus manos formando un recipiente. No podía ver las palmas de sus manos a través del agua que allí se había juntado. Un olor extraño parecía llegar de todas partes a la vez y una sensación de muerte impregnaba un aire cada vez más frío. En ninguna de las noches que le había tocado pasar en el cementerio había sentido la presencia de la muerte de un modo tan palpable. El rugido del viento y de las olas culminaban el tétrico escenario.
De pronto un rugido distinto a cualquiera que Carlos hubiera escuchado nunca sonó en la noche, haciéndolo voltear. Vio cuatro figuras que se acercaban a él, caminando bajo la lluvia como si fuera ése el paisaje más habitual del mundo. Carlos llegó a sentir en ese momento que pocas cosas podrían sorprenderlo, podía esperar que esas fueran personas normales tanto como demonios de películas. Increíblemente, no sintió miedo en ningún momento, aunque sí preocupación. Por simple precaución aunque sin demasiadas esperanzas cruzó la calle, para ver si las figuras seguían hacia adelante o iban tras él. Sus músculos estaban preparados para salir corriendo si veía que las siluetas lo seguían, mirando siempre tras el hombro intentando ver si mantenían la distancia. No iba a correr mucho. Si ellas también corrían, voltearía para enfrentarlas. La idea de correr en busca de ayuda fue exiliada pronto de su mente, no quería meter en sus propios problemas a nadie más, no quería que nadie más sufriera por su culpa.
Un enemigo más caía y el resto se alejaba rápidamente como si estuviera siendo absorbido por algo. La luz comenzó a llegar de todos lados, invadiendo cada rincón de las calles, su intensidad era tal que encegueció a Carlos.
De lo primero que se percató fue que se hallaba en posición horizontal, luego supo que no estaba sólo y cuando por fin abrió los ojos lo vio a Andrés que, sentado a su lado, esperaba pacientemente que el joven recuperase la conciencia.
- ¿Estás bien flaco? - preguntó Andrés apenas Carlos enfocó la vista - Nos tenias preocupado.
Las siluetas eran veloces y Carlos no consiguió escapar. Pronto se vio rodeado no de cuatro sino de ocho de ellas, que al verlas de cerca descubrió que eran de humanos.
Qué bien me vendrían mis poderes ahora -pensó-. Si tan solo pudiera leer sus pensamientos para adelantarme a sus movimientos, o si pudiera hacerlos volar por los aires aunque más no fuera para huir, la cosa sería distinta.
Por un momento pensó en concentrarse para utilizarlos, pero el recuerdo de sus fallidos intentos lo detuvo. No era el momento para probar sus nuevos poderes, no quería ni que lo mataran ni que lo secuestraran de nuevo. Se puso entonces en guardia y la pelea comenzó.
Afortunadamente para él, sus oponentes no eran buenos peleando, aunque la diferencia numérica se sentía. Ellos iban cayendo y cada vez quedaban menos, aunque Carlos estaba bastante aturdido, producto de algunos golpes recibidos. Cuando solo quedaban dos de ellos, una luz comenzó a llegar de todos lados, y eso fue lo último que Carlos vio.
Se despertó acostado, uno de los hombres que estaban en la casa de Amalia lo observaba.
_¿Estás bien flaco? -preguntó Andrés apenas Carlos enfocó la vista- Nos tenias preocupado.
_Un poco hinchado las pelotas de estar desmayado, pero creo que bien, gracias -respondió Carlos, quien se apoyó sobre sus codos para incorporarse levemente, y miró hacia los costados, alarmado, buscando a sus oponentes-. Yo estaba peleando con unos tipos, ¿los viste? Bah, ¿fuiste vos el de la luz? Estaba todo oscuro mientras yo peleaba con ellos, y lo último que recuerdo es una luz que empezó a llegar de todos lados.
Andrés sonrió, tendiéndole la mano para ayudarlo - Creo que vas a tener que hablar con Alfredo y Amalia, hay lugares donde es peligroso intentar entrar. - dijo el joven dándose dos toques en la cabeza. - Va a ser mejor que vayamos para la casa si queremos llegar a cenar.
_Gracias -responde Carlos a la ayuda de Andrés para levantarse. Por su respuesta parece que al menos de momento están fuera de peligro-. Está bien, vamos, pero en el camino tratá de explicarte mejor, porque ni se de qué hablas. ¿Quién entró en la cabeza de quién?
- Para hacértela corta, vos entraste en la cabeza de Amalia, te echaron entre Alfredo y Amalia y me mandaron a buscar tus restos. Los detalles te los pueden dar ellos, pero te adelanto que no parecían muy enojados.
_También... como para enojarse. Ni siquiera me enteré que había entrado en la cabeza de Amalia, de hecho ni siquira se me cruzó por la cabeza hacerlo. ¿Cuando llegaste solo estaba yo tirado en el piso o viste algo más? ¿No llovía agua negra?
Andrés meneó la cabeza y puso la palma de la mano hacia arriba para dejar que la llovizna, persistente pero no demasiado molesta, repicara en la misma. - Está lloviendo así desde hace casi una hora, y que yo sepa no llovió más fuerte. - Le palmeó la espalda a Carlos - La mente no es lo mio, pero sé que puede jugarnos pasadas muy malas si nos descuidamos. No le des más vueltas al asunto, seguro que Amalia y Alfredo te lo pueden explicar.
_Ok, gracias -respondió Carlos, para no volver a hablar del tema hasta llegar a la casa-.
El camino se hizo más largo de lo que Carlos esperaba, así que aprovechó para averiguar un poco sobre las habilidades del otro hombre.
_A todo esto... ¿Cómo te llamás vos? No se cómo se llama casi ninguno los que estaban hoy en la casa. Me dijiste que la mente no es lo tuyo, ¿puedo saber qué es lo tuyo?
- Mi nombre es Andrés, y lo mio... - se encogió de hombros pareció buscar las palabras en su memoria - no sabría como definirlo, pero podría resumirse en "todo lo demás"... al menos potencialmente. - se miró las manos y movió los dedos lentamente, las gotas de agua desaceleraron hasta detenerse a unos centímetros de sus dedos, formando una especie de película. Parecía que tuviera unos guantes de agua que se expandía segundo a segundo hasta que, primero su cuerpo, y despues el de ambos, quedó envuelto en una esfera en la cual el agua de la llúvia no entraba. - Mi especialidad es la velocidad de los objetos, animados e inanimados. - La burbuja se deshizo y el agua los mojó nuevamente - Me tomó varios años aprender lo que sé, y todavía no alcanzo mi potencial real, que si le tengo que creer a mi maestra, es infinito, como el de cualquiera. - Se encogió de hombros y sonrió con un guiño de travesura - Todo esta en como nos limitamos, yo particularmente prefiero no meterme con la mente.
los dioses nos han olvidado :P
Andrés después de años parecía manejar lo suyo bastante bien. Ángeles en un mes parecía tener cierto dominio de sus poderes. Quizás no como Andrés, pero por lo que le dijo, era algo. En el mismo tiempo, él no podía mover una piedrita con la mente y si se metía en la cabeza de otro era por error. Qué fiasco.
Así parece. Esperemos que coman muchos huevitos de Pascua estos días, se pongan de buen humor y nos recuerden.
Luego de unos instantes en silencio, Carlos volvió a hablar a Andrés.
_¿Crees que podrías enseñarme algo de eso que haces?
Andrés se encogió de hombros y asintió - Si tenes el potencial, seguro, el francés ya se anotó a las clases. En el peor de los casos no vas a terminar sabiendo menos de lo que sabes ahora.
_Gracias, entonces tienes un nuevo alumno. ¿Cuándo empezamos?
Difícil saber menos de lo que se ahora -pensó Carlos para sus adentros.
- Mañana si todo está bien. - Dijo Andrés mientras tocaba timbre en la casa de Amalia.
Eso si el master nos permite llegar a la casa...