Domingo 8 de Agosto de 2010
Mar de ajó, Partido de la costa, Argentina
00:30 Hs
Salí junto a Mariana a ver qué era ese gruñido aunque evidentemente era el perro de Mariuz. Yo era una veterinaria, debería poder ayudarle pero luego de lo que había visto no estaba segura. De todas maneras, toda criatura era digna de auxilio y no iba a dejar que el animal sufriese.
-Tengan cuidado, no sé si tiene algo tipo rabia o si es peligroso.
Miré a Andrés esperando que nos acompañara. Él tenía algo que ver en lo que sucedió aunque no fuese directamente su intención transformar al animal. Tomé uno de los cuchillos de la cocina rezando no tener que usarlo, ni siquiera tener que intentar....
Domingo 8 de Agosto de 2010
Mar de ajó, Partido de la costa, Argentina
00:30 Hs
Andrés se levantó e intentó calmar las aguas con un gesto. - No es Razhor, es algo que él percibe. Esten preparados, voy a ver de que se trata. - No sabía que podía haber del otro lado de la puerta y no pensaba averiguarlo abriendo la puerta. mientras caminaba hacia el patio extendió sus sentidos etéricos hacia el lugar en el que Razhor percibía el peligro. Dependiendo de lo que detectara subiría al techo y sigilosamente observaría al visitante.
Sonda pasiva, si lo que percibe Andrés es poco definido sube sigilosamente al techo y trata de asomarse sin que lo vean al otro lado. Si es demasiado poderoso... veremos.
Domingo 8 de Agosto de 2010
Mar de ajó, Partido de la costa, Argentina
00:30 Hs
Andrés extendió sus sentidos y sufrió de un repentino mareo se tomó las sienes hasta que todo dejó de girar, aún así se sentía un poco aturdido pero su intento había funcionado. Justo delante del garage detectó dos presencias, la primera de un poder similar al de él, la otra enormemente más poderosa. La energía más baja le provocaba rechazo, lo disgustaba, la otra en cambio le resultaba reconfortante.
Lunes 9 de Agosto de 2010
Mar de ajó, Partido de la costa, Argentina
10:00 Hs
Todos se quedaron quietos a la espera, pero nada sucedió. Así como Razhor había comenzado a ladrar dejó de hacerlo. Andrés estaba agotado por lo que decidió volver al interior de la casa y dormir. El resto lo imitó.
Despuntaba un nuevo día, cómo siempre amaneció nublado pero esta vez no se despejó. En la cocina Amalia y un Alfredo casi por completo repuesto tomaban mate y comían tostadas. La televisión estaba encendida y el noticiero local emitía un boletín informativo. A partir de aquel día se decretaba el toque de queda. No se permitía estar fuera luego de las veintiuna horas, ni reunirse en la vía pública o los hogares, no se podría dejar la ciudad ni acceder a ella. La compra de productos básicos estaría restringida a dos unidades por persona. Quienes transgrediesen el toque de queda serían encarcelados.
Ese fue el panorama con el que se encontraron al poblar la cocina.