La cortina de Banalidad se había hecho mucho más densa al estar la casa llena de gente. Decididamente, aquel no era un buen lugar para Terry Wood.
La puerta tardó en abrirse unos instantes, pero finalmente una mujer rubia, de unos treinta y pico, apareció en el umbral.
-Buenas tardes, ¿qué desea?
Ashler sonrió con la misma sonrisa que encandiló a Donna. Afortunadamente, hoy eran mujeres.
- Hola, buenas tardes. Me llamo Tyler Milano, y soy asistente social del ayuntamiento. Vengo a hablar sobre su hijo Terry. ¿Cree que podría pasar?
-¿Un asistente social? Pensé que todo estaba atado. Pero pase, pase -dijo ella con cordialidad, haciéndose a un lado para permitir al sidhe la entrada a la casa.
El salón ya lo había visto por la ventana, pero desde dentro seguía siendo una bonita imagen. Había una tele último modelo, sofás tapizados en rojo y estanterías de libros repletas. Las escaleras conducían al piso de arriba, pero Wendy se limitó a enseñarle el salón.
-Deme un minuto, voy a llamar a mi marido.
Wendy subió las escaleras, dejando a Sir Ashler sólo en el salón. La Banalidad era muy abundante en aquel lugar. Casi asfixiante. Su esencia de sidhe, tan frágil, no podría sobrevivir allí demasiado sin quedar manchada.
Ashler se sintió totalmente incómodo en esa situación, pero había hecho un Juramento, y debía recavar toda la información que pudiera en el menor tiempo posible, sin errores.
Sacó papel y boli de su carpeta y esperó al señor Wood. Sólo esperaba que fuera igual de fácil engañarle, que a su mujer.
Un hombre mayor que ella, de pelo cano ya poco espeso y barba, bajó por la escalera. Si ella ya era banal, él podría contarse como alguien del Otoño, con la esencia del Invierno firmemente anclado en él. El hombre sonreía al tenderle la mano.
-¿Cómo está, señor...?
- Milano. Me llamo Tyler Milano. - dijo estrechando la mano del hombre, que le sentó como un yunque presionando su voluntad. - Siento molestarles, señores Wood, pero es que hay ciertas cuestiones sobre las que debo preguntarles.
Ashler esperó a que la pareja hubo tomado asiento para continuar hablando.
- Verán... A la concejalía han llegado partes de falta con muchas faltas de asistencia injustificadas de Terry. Dada el número reiterado de faltas y su periocidad, decidí esta mañana personarme en el colegio. Allí su tutora, Donna Marcus, me ha comunicado que ustedes se habían puesto en contacto con ella, y que el niño había sido integrado en una institución educativa. Como ya sabrán, el Estado no puede permitir que ningún niño esté desescolarizado, así que el motivo de mi visita era el pedirle documentos que acrediten que esa institución fomenta la educación pedagógica del menor, así como los datos de la misma, para saber que es un internado fiable, y poder hacer yo mismo una visita examinativa.
El Leanhaun sonrió convincentemente. Si su movimiento salía bien, los tenía ganados.
-Claro que sí, señor Milano. El instituto Denholm cuenta con un programa educativo interno. El doctor Chapman nos lo explicó cuando vino a llevarse a mi hijo. Verá, mi hijo es un niño normal, muy sano. Es sólo que tiene ciertos... ciertos problemas para dominar su fantasía. Pero es un buen chico.
-Queremos lo mejor para Terry -dijo Wendy, algo apenada-. Si tiene que estar allí para volver bien... Tal vez ande un poco retrasado en el colegio, pero esto es mucho más importante. Queremos a nuestro hijo y deseamos que esté sano.
La sonrisa de Ashler se volvió más férrea.
- ¿Y no han pensado que puede ser un problema de déficit de atención, señores? El ayuntamiento de Berkeley cuenta con una plantilla excelente de psicólogos y orientadores que podrán solucionar el problema. Desde mi opinión profesional, no creo que lo mejor para Terry en este momento sea separarse de ustedes. De cualquier forma, es su hijo, y estoy seguro que sabrán lo que es mejor para él. ¿Podrían facilitarme la dirección del instituto Denholm, y el contacto con el doctor Chapman? En cinco años de carrera, es la primera vez que lo escucho...
-No es déficit de atención, es un síndrome que el doctor Chapman lleva estudiando años. -El señor Wood se volvió a la estantería y rescató un tomo que puso en manos de Sir Ashler. El título rezaba "Quimera: Viviendo en tus sueños" y el autor era un tal Anton Stark. Sir Ashler sintió que aquel libro pesaba mucho más de lo que aparentaba, pues llevaba consigo una enorme cantidad de Banalidad-. Ahí se detalla. Se llama Síndrome Quijote. Pero si lo prefiere puede ir a ver al doctor Chapman y conocer los informes sobre Terry usted mismo.
Tom sacó del bolsillo de su camisa una libreta y anotó una dirección.
-Aquí está el Instituto.
Ashler se apresuró a dejar el tomo sobre la mesa lo más pronto que pudo. A ese ritmo, iba a Destejerse en un abrir y cerrar de ojos. Tomó la hoja que Tom Wood le ofrecía y se levantó del sofá.
- Muchas gracias por su colaboración, de veras. - y les tendió la mano. En cuando las hubo estrechado, continuó - Les daré noticias en breve. Hasta entonces, señores.
Ashler volvió sobre sus pasos, y tras lanzar una leve sonrisa a ambos, salió de la casa.
Cuando pisó la acera, lo primero que hizo fue respirar profundamente. Tanta Banalidad quemaba en su cuerpo. Tanto como el Ansia. Pero no era el momento. Tenía un Juramento, tenía una misión.
Y lo que era más importante... Tenía una pista.
Un tipo pelirrojo se le acercó. Venía de un coche rojo aparcado en la acera, donde otros dos, una chica de pelo oscuro y un tipo alto y moreno hablaban entre sí. El pelirrojo sonrió y le hizo una señal.
-Perdone, ¿me puede decir cómo se va a Chinatown?
- Claro.
Ashler se esforzó por detallar el recorrido lo máximo que pudo, antes de sonreír, y seguir caminando.
Al andar, Sir Ashler escuchó un zumbido cerca de su oído, algo parecido a una abeja agresiva. Después oyó otro y sintió un pinchazo en el cuello. Y perdió el conocimiento.