Sir Ashler despertó cuando empezó a caerle agua en el rostro. Cuando abrió los ojos se dio cuenta de que provenía de una gotera en el techo. ¿Goteras? Sí, goteras.
Porque se encontraba en una mazmorra. Las paredes eran de piedra oscura y húmeda. Había un camastro sucio colgando de una pared, casi poco más que una tabla. En una esquina había un cubo que hedía a heces muy antiguas. En la pared, un pequeño ventanuco con barrotes dejaba entrar la luz de la luna. La puerta era de hierro macizo, con una pequeña rendija abajo. Y ratas. Una rata correteó no muy lejos del sidhe.
Una mueca de asco fue lo primero que el Sidhe acertó a mostrar nada más despertar. ¿Cuántos días había estado ahí? No recordaba nada desde el incidente...
Echó el pie hacia un lado cuando la rata pasó, más por pudor que por miedo. Abrió la boca. Quiso gritar, pero la garganta estaba tan seca que sentía que se la partiría si lo intentase...
La rendija se abrió y algo de luz se coló en la estancia. Una bandeja con un cuenco de leche y galletas envueltas en paquetes de tres se deslizó hasta el suelo. Sir Ashler tenía hambre. Pero antes de que pudiese acercarse, escuchó una voz profunda a su espalda que dijo:
-¿Estás seguro?
Ashler se giró repentinamente hacia la voz, pero no dijo nada. Sólo esperó.
Un cuerpo se materializó delante de Sir Ashler. Era un sidhe de pelo oscuro y barba, con ojos rojos. Estaba encogido y su rostro lo surcaban innumerables arrugas. Era él, él mismo, pero... diferente.
-Los otros murieron cuando comieron de esa comida. Está envenenada.
Ashler entrecerró los ojos. Al momento supo que sería algún tipo de magia.
- Quién eres tú.
-Yo... soy sólo un habitante de este lugar. Yo soy tú. Sé las mismas cosas que tú. Por ejemplo, sé cuál es la debilidad de nuestra Casa y sé que no la satisfaces. Sé que envejecerás hasta parecerte a mí. Sé que salvo una triste quimera nadie derrama ni derramará lágrimas por ti. Sé que dejaste morir a Godric y que estás aquí para tratar de volver a ser el favorito de la Duquesa.
Ashler se quedó en shock. No supo qué decir.
- Emh... Y entonces... ¿Qué?
Miró de nuevo a la comida y la bebida. Su garganta dolía. La necesitaba. Y ya.
-No comas. No bebas. Al menos eso te permitirá vivir un poco más, tal vez lo justo para que puedas... ¿escapar? -El sidhe que era Sir Ashler sonrió de modo grotesco-. Es una lástima. Ninguno de los otros pudo escapar. Antes o después terminan negándose a sí mismos para poder comer. Para poder dormir.
Entonces una idea macabra, provocada por sus ganas de comer, rondó su cabeza. Ashler sonrió sin fuerzas.
- Tú no existes. Eres alguna píldora que me han dado. Eres irreal. No me afectas.
Y fue decidido a coger el plato.
El sidhe de rostro arrugado se echó a reír, pero no impidió que Sir Ashler comiese.
-¿Vas a dejar a Terry Wood como dejaste a Godric? ¿Es tal tu deseo interno de morir?
+2 de Banalidad
No lo contuvo. Ashler tiró la bandeja a un lado y se acercó amenazante al viejo.
- Porque seas yo no voy a tener piedad, viejo impertinente. No. Vuelvas. A decir eso.
-Entonces no trates de envenenarte. Espera, ¿qué piensas hacer? ¿Vas a atacarme? ¿Cómo? ¿A mí mismo? El daño que me hagas a mí lo sufrirás tú -El viejo sonrió y Sir Ashler vio que no tenía dientes-. Vamos, adelante. Ten el valor de suicidarte. ¿Acaso no llevas pensando en ello durante años?
Ashler no lo pudo soportar más y cogió al viejo por el cuello y le propinó un puñetazo con todas sus fuerzas. Todo en su interior era ira. ¿Cómo coño sabía esa cosa los secretos más profundos de su mente?
Le propinó otro. Y luego otro. Y luego lo lanzó contra la pared. Y sólo entonces tuvo suficiente, y le miró con todas las venas de su cuerpo hinchadas de rabia.
El viejo se dejó golpear entre carcajadas, aunque conforme recibía más puñetazos su risa se iba tornando en un llanto grotesco. Cuando cayó contra la pared, estaba casi muerto. Y mirando a Ashler se echó a reír otra vez, murmurando algo ininteligible. Y envejeciendo a pasos agigantados.
-Vas a morir, Ashler, vas a morir y lo harás por negarte a ti mismo y por odiarte tanto.
Y la calavera del viejo se colapsó convirtiéndose en polvo, al igual que todo su cuerpo.
Ashler se lanzó de rodillas contra el suelo y profirió un amplio grito que resonó en todas las paredes de aquella mazmorra. Un grito de desesperación, de derrota, de cansancio. Un grito que provenía de lo más profundo de una conciencia que amenazaba con partirse en dos.