Partida Rol por web

21 de mayo de 1995 - 8:30

Sir Ashler fue conducido ante la Duquesa que la esperaba de nuevo en su trono rodeada de oscuridad. Nadie más que ella aguardaba a que él le presentase a su pupilo.

-¿Y bien, Sir Ashler? ¿Habeis completado vuestra Búsqueda?

El Caballero asintió.

- He encontrado a Terry Wood, pero no sé si su estado es lo que os esperáis.

Hizo un gesto a uno de los mayordomos de la sala para que hiciera entrar al niño.

Los mayordomos obedecieron y el niño catatónico hizo aparición en la sala. La Duquesa entrecerró los ojos, como tratando de distinguir en Terry un semblante quimérico que no existía. Al no encontrarlo, se llevó una mano a la boca y se levantó, muy preocupada.

-¡NO!

La Duquesa caminó hasta Terry y lo miró intensamente.

-¿Deshecho? ¿Mi pupilo Deshecho?

El rostro de la sidhe se congestionó de tristeza y rabia.

- Quizás sólo haya muerto quiméricamente. No contaba con suficiente Glamour para tratar de imbuirlo.

La Duquesa se quitó uno de sus anillos y lo puso en el dedo del niño.

-Esto es tuyo.

Con expresión grave miró a Terry a los ojos intentando buscar el renacimiento de su semblante, pero al no ocurrir, soltó un suspiro de exasperación.

-¡NADA! -apretó los puños y dejó caer la cabeza-. Todo ha sido en vano. Terry Wood ha... ha perdido su alma feérica.

Sir Ashler aguardó en silencio el arrebato de locura de la Duquesa. Había hecho todo lo que podía, y no pensaba pedir disculpas.

-Habeis cumplido con el Juramento. Estais libre de él -murmuró la Duquesa Aoibhell mientras miraba a otro lado-. Podeis marcharos ya y descansar. Terry será devuelto a su familia... Para nada me sirve ya.

Ashler asintió. Iba a irse, cuando reparó en algo.

- Esperad un momento, mi señora...

Sir Ashler alcanzó a distinguir una débil, muy débil chispa de Glamour en Terry. Tal vez no todo estaba perdido.

- Hay... Hay Glamour en él. Es una chispa débil, muy débil, pero quizás haya esperanza. ¡Traedle Barcia, haced algo! Necesitamos que obtenga Glamour de cualquier forma. Su alma feérica pende de un hilo.

-Ya he intentado Encantarlo y no ha servido de nada -dijo la Duquesa-. Podría intentar dejarlo en el feudo unos días, pero algo me dice que tampoco servirá. Ese Glamour que percibís tal vez sea por pertenecer a los Kinain. Terry Wood ya no es un changeling, Sir Ashler. Al menos, su alma feérica no sufre ninguna dolencia que haya visto antes. Simplemente no está ahí.

Había una posibilidad, por loca que pareciera, pero era la única explicación lógica en la cabeza de Ashler. Andaba cabizbajo, de un lado a otro de la sala, meditando.

- Quizás... Quizás, Milady, su alma no esté aquí. Existe, pero no dentro de él. Le encontré en un lugar, un instituto para enfermos mentales, según ellos, el instituto Denholm. Me encerraron a mí allí, y durante mi estancia, tuve un par de visiones... No sé. El peso de la Banalidad de aquel sitio era horrible. Quizás su alma se quedó atrapada allí. Quizás... Quizás estemos a tiempo.

Levantó la cabeza y miró a la Duquesa.

- Si está dispuesta, iré. Dadme Glamour e iré. Averiguaré si el alma de Terry Wood se ha quedado encerrada en aquel lugar.

-Sé muy bien que un alma feérica no puede sobrevivir en el mundo durante mucho tiempo. En los tiempos del Resurgimiento no fueron pocos los que se deshicieron por no querer entrar en cuerpos mortales, pues el único lugar donde las Hadas Verdaderas pueden resistir es en el Ensueño. En un lugar tan agresivo contra nosotros como un instituto para enfermos mentales, nuestras almas durarían menos que horas. Si está allí, su alma ya ha muerto.

La Duquesa se acercó a su trono con lento caminar.

-Idos, Sir Ashler. Necesito estar sola.

Ashler asintió a la Duquesa y se fue de la sala.

Ahora, el Caballero regresaba al Feudo de las Cenizas, al lado de Sasha, pero de nuevo, diferente. Con otro peso más a sus espaldas. Otra vida sesgada por su culpa, por no llegar a tiempo. La historia se repetía, y no podía hacer nada por evitarlo. Dan se burlaba continuamente de su desgracia, y estaba acostumbrado. Envejecido unos años, y cansado por el paso del tiempo, el Sidhe volvió a su torre, para hacerse polvo y gris.

Era la maldición de Leanhaun. Todo marchitaba y moría a su alrededor. Y no podía hacer nada.