-Sin duda, eso nos ahorraría tiempo.- dice serio - Le acepto la oferta. Y...haga de todos modos que le vean el hombro en Tenerife y le saquen esa bala. Una herida mal curada le puede dejar lisiado para toda la vida.
Asiente con mas tranquilidad mientras os invita al interior.
- Tengo un muchacho portugues que sabe bien coser, no se preocupe.
Una vez dentro se sienta como si cayese a plomo en la silla de madera haciendo que esta cruja con fuerza.
- Bien, ahora descansen y duerman un poco, espero que no haya mas sorpresas inesperadas, yo ya he tenido suficiente para diez años.
El barco se mueve lentamente sobre la mar trasportandoos hacia la isla y logrando que, al fin, podais sentiros seguros y a salvo, al menos durante unas horas...
Muy bien compañeros esto se acaba. Dejo que posteeis hasta el jueves "in de morning" y cierro escena para abrir el Epilogo de la partida y repartir palmaditas en la espalda.
Como ya he dicho sois unos craks que ha sabido mantener viva la partida, ha sido un placer estar dirigiendola todo este tiempo... asi que ale, y ya el jueve abrimos escena de despedidas y desenlace un poco de la historia. ^^
Un saludo!!
La propuesta del capitán dibuja una sonrisa en la boca de Marie. Por fín algo parecía ir bien, y tal vez se acabase esa pesadilla de una vez por todas.
-Gracias, gracias de verdad -dice sincera-. No sé cómo podemos agradecerle todo, estamos en deuda con usted, y con su barco, por supuesto.
Marie asiente con la cabeza y se levanta poco a poco. En verdad a ninguno les vendría mal descansar algo. Quizá ese fuera el único día que pudieran dormir tranquilos; después de todo, uno nunca sabía qué le depararía el mañana.
-Usted también debería descansar. Sus muchachos parecen bien entrenados y sabrán llevar el barco a buen puerto.
-¿Vamos? -pregunta a Julián.
-Vamos. - responde ofreciéndole el brazo a la dama.
Aun en harapos, los andares de Julián son flemáticos y elegantes. Sonríe pero, pese a que todo parece haber terminado, en sus ojos todavía arde el fuego que prendió cuando el juego del gato y el ratón dio comienzo en aquella tumba flotante, hace ya lo que se le antoja una eternidad. Esos mismos ojos recorren el estrecho camarote y las literas desde la puerta.
-En estos momentos, no veo literas. Son dos enormes camas con dosel de seda y colchón de plumas. ¿Arriba o abajo? - da a elegir con cortesía a Marie.
Sacudiéndose la ropa para no manchar en exceso las mantas, se acuesta con ella sobre su camastro y clava la mirada en el techo. Su cuerpo implora a gritos un descanso, pero su mente es un hervidero.
Por su mente pasa el rostro sorprendido, con un rictus de dolor, del odioso y altanero tuerto. Los ecos del disparo y el instante de deleite en el que aquel hombre se giró para darse cuenta de que el mismo al que había amenazado, le robaba ahora la vida. El recuerdo se había grabado de forma vívida en su memoria.
También ve a esa zorra. Casi puede tocarla. Había intentado poner en práctica con él el mismo juego en el que tantas noches ociosas le había convertido en un maestro. Prefiere atesorar el momento en el que, desaliñada, con el cabello enmarañado y los ojos enloquecidos, era tragada por las aguas entre alaridos. Gritaría por toda la eternidad en el infierno.
Y Santos, el lobo con piel de cordero. Podría fantasear durante horas intentando adivinar el papel que habría llegado a tener de haber seguido vivo. Casi todos los caminos le conducían a la misma celda en la que por poco no perecen ellos. Bendita Marie y su mano, que no dudaron en darle fin. El, desde luego, no lo habría hecho.
Ninguno de ellos seguía vivo ya. Y, sin embargo, sus muertes eran incapaces de acallar la ira de su herido orgullo. De no haber sido por esa inoportuna criada, y si ningún revolver oculto bajo la almohada lo hubiera impedido, ahora podría sumar el degüello del alcalde y de su córvido y poco santo socio al repertorio.
Julián conoce bien el desprecio y la indiferencia propios y ajenos, pero el odio y las ansias de venganza se habían adueñado de él como nunca lo habían hecho. Hasta habían sepultado por completo el interés por un oro que le hubiera permitido mantener el nivel de vida al que estaba acostumbrado. De no ser por Marie, la bella y melancólica Marie, ya habría cometido una locura. Empuñando las armas de los pistoleros caidos hubiera cabalgado hacia la mansión cual jinete del apocalipsis, en busca de su propia muerte.
Ella les estaba aportando, entre otras cosas, un sentimiento de responsabilidad. Por una vez en su vida, su preocupación se volcaba en alguien más que en si mismo. Era un salvavidas al que se debía aferrar si no quería hundirse en aquel mar de rabia.
Quizá, y solo quizá, el tiempo templase su rencorosa soberbia y recordase este pasaje de su vida como aquellos días en los que estuvo en constante peligro, pero supo imponerse a las circustancias para salvarse. Sí, sería hermoso poder rememorarlo como un triunfo y no como la humillante y amarga derrota que le parecía ahora.
Agarrada del brazo de Julián, llegan al camarote.
-Dosel de seda no sé, pero colchón de plumas seguro que sí... -dice como aliviada al ver las camas y comprobar que esta vez sí, iba a dormir tranquila. Marie se sienta en la cama de abajo y respira hondo -Puedes quedarte la de arriba. Después de todo no me gustaría romperme algo por bajar de una litera.
La mujer también se tumba en su cama. -Julián, ¿y si...? -dice como pensativa, sin levantar mucho la voz, pero deja la frase en suspense-. ...Nada, déjalo. No quiero pensar nada negativo hoy, creo que ya hemos tenido suficiente.