La noche pasa tranquila, una vez en vuestros aposentos, casi al instante caeis dormidos, demasiada información y agitación. Pese a las protestas dormis por parejas tanto Castor y Rothen, como Morrigan y Ellyn. Davyd duerme sólo pero tiene a una persona de confianza de guarida en su puerta. Os insisten que es por vuestra seguridad y acabáis aceptándolo porque es bastante lógico.
Mientras que la habitación de los chicos compiten por ver quien ronca más alto, en el de damiselas todo está en calma hasta la mañana. Davyd duerme en una cuarto anexo al bloque principal, denominada por los sirvientes como, la "casa del perro", aunque no le falta comodidades.
A primera hoy, despues de desayunar, salis al jardín frontal, unos después que otros. Hace un buen clima, el aire que baja de las montañas siempre es frio aunque haga sol, pero os espabila. Toda clase de armas aparecen amontonadas en un carro. Muchas personas se reunen por fuera de la casa de campo, tanto sirvientes, como guerreros. Hay varios caballeros hablando, bajo la sombra de un arbol. Sus monturas están a unos pasos tranquilas. Apartados de ellos, con escudos y lanzas, hay 2 soldados de infantería saltando de un pie a otro visiblemente intranquilos y sentado encima de un valla, está el maestre de armas comiendose una manzana.
Vuestro padre no ha hecho acto de presencia y Valura y las chicas se acomodan en el porche con unas mantitas de carnero virgen para reguardarse del frescor. Miran hacia el maestre que se está terminando la manzana.
A pesar del cansancio que tenía, y de que ha dormido bastante, Rothen no aprece haber descansado. Sus sueños han debido ser intranquios, porque le cuesta mucho despertarse.
Aun así se asea y se preopara para la dura mañana que le espera.
Dura no tanto por el entrenamiento de las armas, sino por el tener que seguir haciendo el paripé de que se acuerda de todo. Espera que al menos se acuerde de cómo manejar una espada.
Al salir fuera, el aire frio acaba de espabilarle. Ve al maestro de armas y se acerca a saludarlo.
Buenos días.
Prefiere saludar simplemente, al menos hasta ver la reacción del hombre.