Partida Rol por web

La joven elfa parecia olvidar que Pyos era humano tambien pero al veterano luchador le daba igual. El aspiraba a convertirse en dragon, asi que no se sintio ofendido por sus palabras.

-suerte, amigos. Nos encontraremos aqui cuando hayamos acabado.

Lis escucha las palabras del tabernero elfo y se le pone un gesto de crispación. Ante la pregunta de Cesare y las palabras de Karen, aprieta el puño y, al tiempo que se levanta, golpea la mesa

¡A GENTUZA ASÍ NO HAY QUE DEJARLES LIBRES! ¡MALDITO FANTASMA ASQUEROSO! ¡AAAAH! y sale por la puerta, dejando claro su postura de ir a ver al supuesto traficante.

Vosotros os levantáis también y la seguís. Una vez fuera, os separáis.

Seguís con pasos veloces a Lis que, aunque no parece ir corriendo, avanza a gran velocidad mientras echa pestes por la boca.

CERDO FANTASMA, BASTARDO, NO TUVO UNA MUERTE LIMPIA, ¡LE VOY A CORTAR LA SUCIA CABEZA QUE TIENE!

Acercarse a ella en esos momentos podía ser peligroso.

Llegáis donde os habían indicado el elfo. Esa gran casa está localizada en una zona tranquila de la colina de la Aparición, aunque cualquier sección de este barrio podría considerarse tranquila. Hay muy poca gente en las cercanías, y alrededor de la casa todo es quietud.

Lis se para ante la puerta principal y levanta su pierna con intención de derribar la casa. Pero algo la interrumpe y la baja con cuidado. Veis como el gesto de su cara vuelve a cambiar, lleno de preocupación.

La puerta principal está ligeramente entreabierta, y algunas astillas indican que ha sido abierta por la fuerza. La casa parece estar bien amueblada; Ambrosh debe ser del tipo de fantasma que aún sienten necesidad por las comodidades físicas.

Os quedáis frente a la puerta de la Hoja Azul viendo como Lis se va gritando sobre los traficantes y cómo Cesare y Karen intentan darla alcance.

Karen hizo un gesto a sus dos acompañantes para que aguardaran. Todo el camino se mantuvo apartada de aquella mujer que parecía que había perdido varias tuercas de su linda cabeza.

Se acercó al marco de la puerta y lo examinó. Cuando se aseguró que no había trampas miró a los otros dos y asintiendo les indicó que la siguieran al interior.

Cesare intercambió una elocuente mirada con Karen. La señorita Lis presentaba evidentes síntomas de padecer algún tipo de trastorno mental. Desgraciadamente, si alguien se había dedicado a estudiar y catalogar las afecciones psicológicas, él no había leído ese trabajo, y no tenía la menor idea de cómo afrontar la situación. Aparte de dejar a la enfervorecida y blasfemante mujer abrir el camino, y tener la cadena a mano para arrebatarle la ira a golpes, si en algún momento llegaba a volverla en su dirección.

La vivienda de Ambrosh se encuentra en una zona agradable de la ciudad, uno de esos lugares a los que los problemas tienen tendencia a observar desde lejos, y prefieren dar un rodeo que atravesar. Al menos normalmente. La rubia está llena de problemas, y aunque va escupiendo unos cuantos por el camino, no parece que se le vayan a acabar próximamente.

No tardan más que unos minutos en llegar, siguiendo a la furia. Cesare le echa un vistazo a la casa. Demasiado grande para su gusto. Una habitación, una biblioteca y un laboratorio deberían ser suficientes para cualquiera. Aunque a Lucrecia seguro que le encantaba vivir en un lugar así. Pero aunque fuera su querida hermanita, no era más una niña, y a los niños no se les podía hacer caso. Le bastaba con fijarse en sí mismo, el muy imbécil quería ser sacerdote. Valiente gilipollas.

En el umbral se produjo una interesante paradoja. Lis levantó una pierna, dispuesta a usarla como ariete y tirar la puerta abajo. Hubiera sido razonable suponer que la puerta hubiera vencido al monumental cabreo de la rubia. Porque esas piernas no parecían capaces de derribar una puerta de madera, al menos no una bien construida. Y no solo porque Cesare considerara que eran un tipo de piernas más propicias para ser abiertas que para abrir algo, sino porque les faltaba una considerable cantidad de masa. La puerta, empero, ya estaba abierta, y aparentemente por un método tan sutil como el que intentaba Lis. Y de tal modo, no fue la resistencia la que detuvo el ímpetu de Lis, sino su ausencia.

—Te entiendo —dijo Cesare, poniéndose a la altura de Lis—. Acumulas las ganas de destrozar algo, y cuando por fin lo tienes frente a frente, descubres que alguien se te ha adelantado. De acuerdo a mi experiencia, embriagarse hasta la sinestesia y buscar a alguien aún más ebrio con quien intercambiar puñetazos es una forma adecuada de descargar la frustración.

Karen, que se había mantenido todo el trayecto, como Cesare, tras la vituperante exhuberancia, se adelantó esta vez para comprobar algo en el portal. Cuando hubo terminado de hacer lo que estuviese haciendo, les hizo señas para que la siguieran y penetró en la casa. Cesare aflojó los nudos de la cadena y la bolsita de componentes, y siguió a la mujer. Parecía que iban a tener suerte.

Creo que deberiamos empezar por "la dama del puerto". Es el tipico lugar donde no deberias beber nada sin haber comprado antes una pocion de resistencia a venenos pero tengo un contacto alli que puede haber escuchado algo. Despues esta "la flor de lis", un lupanar donde me conocen...-Pyos cae en la cuenta de la bresencia de Bryzz y se interrumpe. Me conocen porque trabaje alli protegiendo a las chicas! No vayais a pensar nada raro!

-Oh no te preocupes, soy una bardo. No tan grande como mi tío Bariel, pero conozco alguna canción de las que los humanos llamáis "de mujeres" o "de faldas".-Con esto, intercambió el sitio del laúd colgado a su espalda por el del arco en su mano.-Os acompañaré a la taberna, a la gente le gusta alegrarse y suele estar mas dispuesta a hablar.-Mientras caminaban guiados por el chamán, sus finos dedos tantearon las cuerdas con un plan, plen, pliiin.-Sabéis, me gustaría ser narradora de grandes crónicas, visitar a los reyes, cantarles odas, gestas de héroes legendarios y ser invitada en las cortes y fiestas de los duques y barones del reino.-Sus ojitos se volvían brillantes cuando se emocionaba.

Mi cara intenta camiar de expresión después de escuchar las palabras de mis compañeros pero ante la imposibilidad de tal acto simplemente suelto un sonido chirriante que pretende ser una risotada.
-De todo hay en esta vida, no vamos a poder estar siempre en los salones de la alta nobleza supongo yo. Pues venga, llevanos a estso lugares.Y  ya veremos si estos venenos que dices son capaces de limpiarme por dentro, que estoy harto de chirriar.

Entráis con cuidado en la casa de Ambrosh. Algunas mesas volcadas y jarrones rotos sugieren que ha habido una pelea en este lugar. De hecho, no lejos de la puerta yace un montón de huesos. La calavera parece llevar puesta una máscara de teatro de bronce, y también hay una espada cerca. No sin cierta extrañeza os percatáis de que los huesos parecen bastante antiguos.

La casa tiene ocho habitaciones, pero parece que hay poca cosa de interés salvo los huesos de la puerta.

-Ante las palabras del constructo, Bryzz tarareó una sonatilla que se reprochaba a sí misma.-No, no. Tiene que ser mas aguda...PLÍN. Si, eso es y...  

"En su voz chirrido odioso,
En su corazón pálpito bondadoso" 

La elfa seguía por inercia al grupo, ensayando con la melodía.

Llegáis a La Dama del Puerto.

El interior del local es inhóspito, por decirlo suavemente. El suelo está hecho de baldosas de piedra irregulares cubiertas de un fango húmedo mezcla de barro y ceniza, y la chimenea (que no parece que tenga mucho uso) apesta a alguna sustancia desconocida. El mobiliario es viejo, aunque utilizable. Hay seis mesas en el local. Las dos que más destacan son una que está en la esquina y la que está a su izquierda. En la de la esquina podéis ver a dos hombres susurrando, y uno de ellos a veces aporrea la mesa, claramente mosqueado. A su izquierda, dos hombres beben cerveza y os miran con detenimiento a cada uno de vosotros cuando pasáis por la puerta.

Al abrir la puerta el rancio olor que impregna el lugar hace arrugar la nariz de la elfa. -eegghhh...que asco. ¿Qué puede oler tan mal? y el suelo, está cubierto de...algo.- Bryzz contiene el tono de voz susurrando a sus amigos pero su expresión y el paso que da hacia atrás, al umbral de la puerta, no deja lugar a dudas lo que está pensando.

No parecía que hubiera nada de utilidad allí.

Aún así aquella era una casa de alguien con oro y parecía que se había tenido que ir corriendo, o lo habían raptado. Los huesos que estaban en el suelo parecían antiguos y pudieran ser la única pista que había allí de lo que había sucedido.

Lis, guapa, ¿qué te parece si coges esa máscara y la examinas? Mientras nosotros buscaremos alguna pista por la zona.

Karen sospechaba de aquellos huesos. No encajaban en nada de lo que allí parecía que había pasado y tenía demasiado pinta de ser una trampa dejada allí por los que habían roto la puerta como para que Karen se arriesgara a examinarlo.

Dirigió una mirada al pelado y asintió, esperando que hubiera llegado a la misma conclusión que ella.

Cesare entró a la casa y observó, y lo que vio no le gustó. El análisis requería un método, y ese método requería a su vez la capacidad de aislar las variables. Esta era precisamente el tipo de situación en la que se encontraba perdido.

Decoraciones rotas y muebles volcados. Típico de una pelea, decían, aunque en las peleas en las que él había participado, lo que se había roto y volcado no eran trastos, sino personas, ocasionalmente él mismo. Y en medio de todo, un montoncito de huesos viejos, incluida la calavera, a la que alguien había colocado una máscara, como las que se usaban en las representaciones teatrales.

—El Teatro de los Huesos, ¿no? —dijo en voz alta, recordando las supuestas palabras del supuesto hechizo de la supuesta Chenni—. Un mensaje, quizás, aunque un tanto literal en mi opinión. Dejadme comprobar algo.

Cesare observó con intensidad los huesos y la máscara, concentrándose hasta ser capaz de ver cualquier tipo de aura mágica que pudieran tener.

Detectas rastros de presencia residual mágica de poca intensidad en la máscara. Deduces que era un objeto mágico de un solo uso.

De los huesos sabes que pertenecieron a un esqueleto reanimado.

Lis fue a acercarse a por la máscara, pero Cesare se adelantó.

Yo investigaré las habitaciones dijo con total naturalidad y dando pequeños saltitos hasta las habitaciones. Iba tarareando una canción que desconocíais y dentro de las habitaciones también saltaba. Salía y entraba en cada una de ellas sin descubrir nada. Pero, al entrar en la última...

¡Cerdo fantasma cabrón! ¡Aquí lo tenía escondido! ¡Aaaaaaaag! de la habitación salió volando un jarrón, que chocó contra una de las paredes de la sala principal. Al romperse, veis diez bolsas de polvo negro.