El rayo de Sapo hizo explotar el cuerpo de gusano del gric antes de que saliese de la despensa, lo cual hizo que la lluvia de trocitos fuera contenido por las paredes. Entonces llegó por el pasillo de la derecha una Quiora arrepentida con Gorro Rojo en brazos. Rápidamente lo pusieron sobre la mesa y acercaron algunas antorchas para iluminar el cadáver.
Pupaaaaaah...-dijo, debilmente.
Estaba muy grave, pero vivo. Aún se aferraba a su querida guadaña. Visto de cerca, el arma era desproporcionada a su tamaño. Era una guadaña demasiado grande para que Sapo la sujetase, más propia de un ser humano*. En cuanto a Quiora, se había ganado otro diente-trofeo, pero no estaba el ambiente para reclamar su premio: si perdían al Gorro Rojo, se les complicaría enormemente la tarea de explorar las Brumas.
Motivo: Estabilizar
Tirada: 1d10
Dificultad: 10+
Resultado: 1 (Fracaso)
Gorro Rojo -29 pgs. CA 17, toque 16 (mientras siga agarrando a la niña). ESTREMECIDO (-2 a ataques, habilidades y TS). RD 5/hierro frío. MORIBUNDO, DESANGRÁNDOSE.
*Esto es porque el Gorro Rojo tiene un rasgo por el cual se le considera de tamaño mediano cuando le es propicio, por ejemplo para blandir armas de tamaño mediano, o para hacer derribos y presas.
Tiradas de sanar CD 15 para estabilizar al Gorro Rojo.
-Dejadme sitio -dijo el druida con un tono de voz que nunca le habían oído y que destilaba autoridad.
La fata sería lo que fuera. Bueno, sabían lo que era. Un cabrón y un hideputa en palabras del propio Genann, algo que Gorro Rojo se había empecinado en demostrar con sus actos. Pero también era un ser vivo y Genann estaba harto de tanta muerte y destrucción. Ya no estaban Alanis ni Corvino. Menon yacía malherido unos metros más allá. Ya habían perdido mucho y podían perder mucho más. Y aunque necesitaban a la fata, no era lo que impulsaba al abrazárboles al que parecían odiar todos los perros. El druida amaba la vida y quería el equilibrio. Por desgracia o fortuna había acabado en compañía de unos aventureros que parecían despreciar la vida, que primero golpeaban y después preguntaban al herido si les podía ayudar. Y Gorro Rojo era otra víctima. Esta vez de Quiora que tras prácticamente matarlo había corrido hacia ellos exigiendo una resurrección.
-Escúchame -dijo a la fata en silvano, mientras se concentraba en las múltiples heridas tratando de cerrarlas-. Voy a ayudarte y a salvarte la vida. Pero estarás en deuda con nosotros, conmigo. ¿Entendido? Puede que esto te duela, pero dejarás de sangrar y cuidaré de ti hasta que estés bien por completo. Y no me la jugarás, ni me traicionarás. Y quiero tu palabra de fata, la palabra de Gorro Rojo jurándolo por lo más sagrado. Y cuando concluyas con tu misión ayudándonos en las Brumas, serás libre. He conseguido ya que Gabrielle Aderre conmute su decisión de ajusticiarte por lo que hiciste a su hija, así que con esta serán dos veces las que te salve. Y si no lo juras, deberás asumir las consecuencias.
La frente de Genann se perló de sudor mientras trabajaba con el maltrecho cuerpo, pero cuando acabó, se permitió una sonrisa.
-Hecho -dijo al grupo-. Ahora está estable. Pero necesitará tiempo para curarse. Está muy mal -diagnosticó-. Y creo haber llegado a un acuerdo con él. ¿Es así, Gorro Rojo?
Motivo: Sanar
Tirada: 1d20
Dificultad: 15+
Resultado: 14(+10)=24 (Exito)
Sus camaradas ya estaban libres y el ser que perseguían estaba en el suelo. Fedora se acercó a tiempo para ver a Quiora y ver cómo había quedado su adversario, aunque no entendía del todo la situación, así que agarró su espada y señaló a la criatura.
- ¿Entonces ahorrrra poderrrr matarrrr? - Preguntó.
-¡NO!- Gritó a Fedora para detenerla. - Nada de matar. Es nuestro guía.- Matar era divertido, matar daba gustirrinín, sobre todo cuando eran alimañas asquerosas como ese Gric al que Sapo había hecho saltar por los aires. Entendía, por tanto, que ambas hembras, con un cerebro pequeño pero cuerpos grandes y musculosos, desearan saciar sus instintos más primarios matando a la fata. Sin embargo, no podía ser. Era su guía, como ya había advertido. Al menos Gennan discurría bien y supeditaba sus sanaciones a que la fata saldara la deuda que contraía con él por sus delicados cuidados. Por su parte, Sapo se dirigió a ver a Menon.
-Salgamos de aquí. Hay que atender a Menon también.