Antoine se paró en seco. Puso los ojos en blanco y giró sobre sí mismo hasta volver a ponerse frente a su compañero.
-Pero es que no sabeis hacer otra cosa más que dar ordenes? Entre Merlin y tú creo que son demasiados gallos en el corral, mon amie- Luego hizo una pausa, como sopesando las palabras de Le Noir -Si en vez de hacer el idiota, me hubieras escuchado te habrías enterado de que la sirvienta sabe algo pero no me lo quiere decir. La habeis dejado marchar entre todos, y no sé si querrá hablar ahora, deberías intentar utilizar tu charme con ella. Yo miraré por ahí y preguntaré al resto-.
Vamos a interrogar un poco más a ésta panda de blandengues.
Sonrió. Antoine empezaba a ponerse de los nervios, histérico, y eso le gustaba. Siempre solía ser al revés, pero parecía que la presión estaba haciendo mella en él dejando vía libre a todo tipo de gracias y comentarios. Sin embargo, empezaba a irse de las manos, no era propio de él atacar de una manera tan insistente, y además, se recordó, tenían que llevarse bien, al menos hasta resolver el caso.
Aún así, no pudo evitar un pensamiento frívolo que, mientras se daba la vuelta sin responder a Black, dijo en voz baja, casi un susurro.
- Menudo interrogador, si la Inquisición fuera así yo no habría huído jamás...
Era mejor no decirlo muy alto, pues no quería entrar en una pelea que, a lo mejor, no podría ganar. Era mejor seguir el juego e ir a hablar con la Madame. Con suerte el señor Wells habría hecho bien su trabajo y no se acordaría de él. Podría jugar con eso.
Bueno, voy con la señorita ^^ xDD
voy a avanzar en la escena pnjteando la situación. No os asustéis, que no os voy a quitar roleo ;) solo agilizaré un poco que nos hemos estancado en esta escena
Poniendo algo de serenidad en sus modos la pareja de inspectores se adentró en la sala adjunta al despacho donde yacía el capitán. Allí encontraron a todos los miembros de la escena que habían interrogado o habían presenciado como Black y Le Noir usaban magia abiertamente, todos excepto los guardias que habían sido conducidos al calabozo.
Los allí presentes parecían haber olvidado lo ocurrido hacía solo unos minutos, incluso Madame Bovary parecía estar tranquila y casi despreocupada. Estaba claro que Wells sabía lo que hacía y tenía experiencia sobrada en estos asuntos.
Los inspectores volvieron a preguntar de forma menos inquisitorial a Madame y al sargento Fredenson pues éstos parecía que eran los que más números tenían de llegar a saber algo de interés.
En el último año el capitán tenía una de sus reuniones nocturnas cada jueves de mediados de mes, nunca vi quien era, por discreción, claro, los asuntos de faldas no son de mi... cuando insinuó que el Capitán se veía con una amante en seguida se puso las manos en la boca para autocallarse. Luego continuó disculpando sus palabras Perdón, no era mi intención soltar un rumor como este sin ninguna prueba de su certeza, nunca vio nadie con quien se encontraba y solo la posibilidad de que fuese una mujer... ya me entienden... se puso colorada se convirtió en un chismorreo entre sirvientes.
Nada más pudo sonsacarle Black.
Con obediencia marcial el sargento acompañó a Le Noir a la zona donde Von Fray archivaba sus documentos... Tras un exhaustivo registro con la plena colaboración de Fredenson pudieron hallar blancos en los registros de cada jueves de mediados de mes de los últimos 10 meses y fallos a favor de un tal Franchesco en las cuentas mercantiles un par de días después de cada una de esas ausencias de datos en los registros.
Bueno, no era demasiado, pero algo de luz arrojaba, el capitán tenia una vida nocturna agitada, o al menos se veía periódicamente con una o varias mujeres, sería con las que practicaba el francés.
También estaba ese nombre, Franchesco, que había encontrado Fredenson en los libros de cuentas, deberían empezar por él y preguntarle por su relación comercial con Von Fray...
-Disculpe Sargento... Ha dicho un nombre, Franchesco. ¿Le suena o conoce a alguien que responda a ese nombre?-.
no puedes asegurar que se viera con mujeres. el servicio pensaba que tenía una amante a la que veía una vez al mes... pero nadie sabía ni vio con quien quedaba realmente, pero los sirvientes son unos chismosos
ya adelanto que nadie aquí sabe nada del tal Franchesco
Tras dar las gracias a cada uno de ellos, y reunirse de nuevo con Black para intercambiar la información obtenida, empezó a pensar en su siguiente paso. Nadie parecía saber a ciencia cierta con quien se veía Von Frey, aunque todo apuntaba hacia alguna mujer, y ese tal Franchesco, un completo desconocido, parecía haber recibido una importante cantidad de dinero.
Algo en él le quería llevar a los bajos fondos, donde proxenetas de toda índole social eran bien conocidos, pues todos ocultaban trapos sucios entre las ratas. A todas luces las visitas y aquellas cuentas estaban relacionadas, ¿cómo? Era lo que debían averiguar, y su mente maquinaba con todo tipo de cosas. ¿Un pago por los servicios de la dama en cuestión? Podría ser. Aunque también podría ser algún tipo de pago por el silencio. Guardar un secreto, bien lo sabía, solía ser rentable. Tal vez alguien descubrió algo y después se vengó. Las posibilidades, sin duda, eran increíblemente amplias, y no podía caer en la tentación de hacer suposiciones sin prueba alguna.
Con un suspiro de enfado, hastiado, miró hacia su compañero.
- Bueno, tendremos que decidir nuestro siguiente paso - Alzó la mano derecha, con tres dedos levantados -. Podemos ir al puerto, tal vez allí podamos comparar las cuentas con los registros mercantiles. Prácticamente todo se mueve allí, algo habrá... - Bajó uno de los dedos, dejando sólo dos -. También podemos ir a hablar con el banquero del Capitán Von Frey. Los prestamistas y usureros no suelen perder de vista el dinero, puede que sepa algo de hacia dónde iban a parar los pagarés - Bajó otro más, dejando el último dedo únicamente -. Y por último podemos ir a los bajos fondos. Mendigos, rateros y demás baja calaña de la ciudad. Tienen ojos por todas partes, e información para quien sabe buscar. Tal vez alguien haya escuchado un rumor... - Bajó el último dedo, cerrando el puño y luego cruzándose de brazos -. Tú decides, yo te sigo.
Y como siempre, sonrió.
-Deberíamos empezar por el puerto, como bien apuntas, es donde se mueve todo y hay muchos ojos con ganas de coger alguna moneda- dijo Antoine.
-Allí habrán visto a alguien lo suficientemente llamativo. Y no olvidemos los registros, pues necesitamos un nombre. Empecemos por ahi-.
Siento un post tan escueto. Estoy desde el móvil. >.<
Con la firme convicción de resolver el entramado crimen la pareja de inspectores salieron del cuartel de la guardia portuaria en busca de nuevos datos que arrojaran algo de luz a su investigación. Su objetivo, los registros del puerto, allí seguramente tendrían que lidiar con funcionarios a las ordenes del Almirante Blake o con el propio almirante.
Muchas cuestiones aun quedaban en el aire ¿Quien era el Francés? ¿Quien era Franchesco? ¿Qué papel desempeñaban en este asunto? ¿Quien mató al capitán? y sobretodo ¿por qué?
antes de cerrar escena os dejo filosofar un poco y mañana abro nueva escena
Emprendió el camino hacia el Registro Portuario junto a Le Noir y un millar de nuevas cuestiones que rondaban su atareado cerebro. Seguía dándole vueltas al asunto del medallón, por un lado quería encontrar al asesino y hacer caer sobre el todo el peso de la ley, pero por otro lado, y era lo que más le molestaba, sentía una cierta forma de admiración hacia él y, sobre todo, hacia su poder... ¿Había sido capaz de matar a un hombre utilizando solamente el poder de su mente? Y, si realmente era así, ¿podría él luchar contra semejante fuerza?
Decidió no darle más vueltas por el momento. Miró de reojo a su compañero, parecía que estaban condenados a trabajar juntos, eso también le resultaba un fastidio.
Lo único que había sacado en claro esa mañana era que tenía un enemigo al que dudaba que pudiese vencer, un grano en el culo con bigote con el que trabajar y ese terrible dolor de cabeza.
-Merde...- surró.
Mientras caminaban al puerto no podía dejar de preguntarse a qué se enfrentarían. No le importaba quien fuera, ni los motivos que tuviera. La gente moría todo el tiempo, por una causa u otra, y eso era irrelevante. Pero él, que había visto más sufrimiento del que habría querido, que había vivido en lo peor de París, dónde la crueldad y el sadismo eran el pan de cada día, él, sentía miedo del poder que había visto en sus visiones.
Miró de reojo a su compañero, otro mentalista, y se dio cuenta, por primera vez, del poder que estos albergaban. Dudaba de que a quien se enfrentaban fuera algo normal, nada más lejos de la realidad, pero saber que alguien pudiera alcanzar esa fuerza, era algo a lo que temer.
Agachó la cabeza, metiendo la mano en la que no sujetaba el maletín en sus bolsillo, y suspiró. No era fácil verle así, decaído, pero ocurría en algunas ocasiones. Aún así no le duró mucho, y pronto volvió a erguirse y sonreír. Había aceptado las cosas, y sólo quedaba, como siempre había hecho, buscar el punto débil y atacar ahí. No había nadie superior, eso lo sabía bien.