Partida Rol por web

La cosas pintaba mal y el cansino del capitán imperial nos lo recordaba a cada instante... ¡¡¿rendirnos?!! ¡¡Nunca!!, acababa de salir de la cárcel y no pensaba volver a ella. Además no me aseguraban que serviría como conejillo de indias para algún doctorucho, como los pobres felucios.

¡¡Calla escoria y come plomo!!

Tras decir esto disparé al soldado de asalto que estaba más cerca de mí, sabía que quitarse enemigos y como Taru ya estaba con uno de los felucios teníamos que quitarnos los enemigos de encima.

 Maldiciéndo tras recibir el disparo, pese a estar protegido por esta mierda de armadura imperial, me cubro en mi escondite, a resguardo de los disparos, mientras trato de examinar como puedo la herida...

 Tras comprobar que estaba más o menos bien, disparé al objetivo más cercano.

Anzak recibió otros dos disparos de los soldados imperiales que hicieron que el contrabandista pusiera rodilla en tierra por el dolor. Aun así tras tragar un poco de saliva y apretar los dientes apuntó al soldado que tenía enfrente y le disparó un tiro.

Su entrega fue total con lo que el éxito estaba asegurado. La rabia y sed de venganza por el daño que les habían causado había hecho el resto.

Red y Anzak, como guiados por la mano del destino, dispararon contra sendos soldados de asalto, acabando con ellos de un solo tiro. Gaheris, mientras tanto, echando mano de su entrenamiento militar, disparó sin piedad contra el último de los soldados de asalto que quedaba en pie, abatiéndolo sin problemas.

El capitán imperial, por su parte, aplicó un medkit sobre el felucio, para, a continuación, azuzarlo contra vosotros. 

Mientras tanto, un Taru muy herido ha pasado a luchar a la defensiva para sobrevivir al combate

Anzak dio unos pasos adelante y apuntó su rifle contra el oficial. Sin pensárselo le descerrajó un tiro. Luego le miró y apuntándole de nuevo le gritó.

-¡¡Dile a tus bichos que dejen de pelear o te vuelvo a disparar!! -gritó mientras apuntaba.

 Dispuesto a terminar esto, disparo al enemigo más cercano, mientras resisto sus carga como puedo...

Cuando mis compañeros disraron yo también lo hice, pero solo parecía quedar el felucio que estaba con Taru, así que le disparé a éste esperando no dar a mi compañero.

¡Taru, cuidado que disparo!

Avisé a mi compañero para que no se pusiera en la trayectoria de mi disparo.

Mientras Gaheris distraía al felucio mutado, Anzak aprovechó para dispararle un potente tiro en el pecho, sin embargo la criatura parecía creada para aguantar los más duros castigos. Sin embargo Red, viendo su oportunidad en el retroceso que produjo el impacto de su compañero en el pecho del monstruo, disparó un tiro sobrecargado a la cabeza del mismo, que explotó salpicando al oficial que tenía detrás y dejándole momentáneamente ciego.

La voz de Sirona sonó por vuestros transmisores. 

¡Más vale que estéis ya en la terraza, por que la Banshee no va a soportar este castigo más que unos pocos segundos! Exclamó. Por la ventana se veía su nave acercándose velozmente en rumbo de aterrizaje iluminada por cientos de disparos que trataban de impactarle.

El oficial que teníais delante maldecía mientras trataba de limpiarse la sangre de la cara para poder disparar. Sin embargo el mutante que se estaban enfrentando a Taru aprovechó la distracción para arrancarle la cabeza al antiguo jedi.

La Banshee llegó al tejado justo a tiempo, pues por el ascensor por el que llegasteis subía una escuadra de soldados de asalto, y el felucio centraba su atención en vosotros.

Al escuchar la voz de Sirona que les anunciaba que la Banshee estaba a punto de llegar, Anzak alertó a sus compañeros para que corrieran a la terraza.

-¡¡Chicos vayamos a la terraza, Sirona está a punto de llegar!! -dijo aunque sabía que ellos también habían escuchado a la capitana de la Banshee por sus comunicadores.

Fue entonces, cuando se giró para decirles esto, cuando vio caer a Taru a manos del felucio mutado. Pese a la sorpresa y desagrado de la visión, Anzak salió corriendo, sabía que no podía quedarse ahí quieto o morirían todos. Además parecía que los refuerzos imperiales estaban a punto de llegar. No había alternativa, debía marcharse de allí.

El contrabandista disparó hacia el felucio mientras corría a la terraza, intentando parar a la bestia antes de que se acercara demasiado a ellos.

 Viendo que nuestro transporte a llegado, disparo al objetivo más cercano, mientras me dispongo a batirme en retirada a continuación, en dirección a nuestra ruta de huida, tratando de ignorar a nuestra baja, ya que distraerse solo puede condenar al resto del grupo...

Escuché también la advertencia de Sirona para que fuéramos a la terraza, pues llegaría en breve hasta donde estábamos nosotros. Había que salir de allí o perderíamos el trasporte.

Siguiendo a Anzak corrí hacia la salida pegando tiros para protegernos.

¡¡Salgamos de aquí o nos quedaremos en esta cárcel para siempre!!

Tres disparos impresionantes acabaron con todos vuestros enemigos en un instante. Tan abrupto fue el final que momentáneamente quedáis aturdidos por el fin de todo. Sin embargo el temporizador en la muñeca de RED indica que quedan unos 15 segundos hasta que estallen los detonadores termales que plantasteis en el piso de abajo.

Os abalanzáis hacia la terraza donde está parada la Banshee, con Sirona asomada a la puerta haciéndoos señas para que os apresuréis mientras fuego pesado de artillería golpea contra los escudos de la nave. Al ver que corréis hacia ella no os espera, y vuelve a la nave para preparar los motores. 

Antes de que terminéis de subir, la nave ya comienza el ascenso, dejando al exalmirante Varth* medio colgada, agarrada del brazo de Anzak y Gaheris, que consiguen subirla a bordo justo antes de que se cierre la compuerta.

Una gran explosión sacude la nave dándole impulso para alejarse de los disparos, y os da la impresión de que no os habéis alejado ni un momento pronto a juzgar por las luces por toda la cabina. Cuando por fin saltáis al hiperespacio, Sirona se gira hacia vosotros, viéndoos por primera vez y se sobresalta.

¿Quién demonios es toda esta gente? Exclama señalando al resto de prisioneros que rescatásteis

Tras 4 días en el hiperespacio, la Banshee vuelve al espacio normal cerca de una fragata de clase Nebulon-B, hacia la que se dirige con clara intención de atracar en uno de sus muelles. Bienvenidos a la Resurgencia. Os la presenta mientras se acerca a ella

Una vez en la fragata, varios soldados escoltan a los prisioneros que rescatasteis, con intención de buscarles un nuevo oficio, mientras un oficial acompañado de una guardia de honor os saluda.

Bienvenidos. Yo soy el Capitán Verana. El Capitán Verana es un hombre alto y delgado, con el pelo negro y una barba recortada que rodea su mandíbula cuadrada. Está vestido con el sobrio uniforme de oficial alderaaniano, y sus ojos oscuros parecen calibraros a cada uno de vosotros atentamente mientras habla. Se os han asignado habitaciones para que descanséis, y podéis pasear libremente por la fragata. Los créditos prometidos han sido transferidos a vuestras cuentas*. Luego, se gira hacia sus hombres. Por favor, acompañad a nuestro invitado a la enfermería. Dice señalando a Gilder Varth. Será mejor que nos aseguremos de que está en buen estado. Os dais cuenta, mientras el ex almirante se aleja, de que el capitán le mira con suspicacia.

Una vez que Vath se ha alejado, el capitán vuelve su atención a vosotros. El senador Bail Organa os está tremendamente agradecido. Tras estas palabras caéis en la cuenta de que nadie le había mencionado en presencia de Varth. Si estáis dispuestos a seguir ayudándonos os ofreceremos refugio permanente... dependiendo de lo que el ex almirante tenga que decir seguramente necesitaremos a gente capaz como vosotros, que pueda infiltrarse y trabajar para nosotros.

Por fin salieron del hiperespacio, cerca de una fragata que parecía que os estaba esperando y así era. Poco después la Banshee se acoplaba a la fragata y todos accedíais al interior de ésta.

Una vez dentro os condujeron hasta el capitán. Tras presentarse y dejar que se llevaran tanto a los prisioneros rescatados como al ex-almirante, el capitán les habló directamente a ellos. No se le escapó al contrabandista que el capitán miraba de soslayo al ex-almirante

¿Quizás no se fía de que realmente haya abandonado el imperio?...Bah, no me importa ni me pagan por ello, pero es información y puede que sea valiosa en el futuro -pensó Anzak en un instante.

-Bien, hablo por mí, pero si me seguís pagando así, por mí sigo ayudándoos, es una buena cooperación -dijo sonriente-. Total, no tengo una nave con la que salir a buscar trabajo mejor pagado. ¿no tendréis una nave que os sobre? no hace falta que sea una maravilla...ya la modificaré yo a mi gusto...con tiempo y dinero.

 Después de llegar a nuestro destino, escuchar y ver lo que se cocía en esta nave y en su tripulación, respondí, con tono neutro:

 - Pensaré lo de seguir trabajando para vosotros o no. Pero antes necesito ir a un sitio. Por cierto, ¿os interesa una armadura de soldado de asalto?. Yo no la necesito.

 Llevaba tiempo sin saber nada de mi gente y quería saber si estaban bien.

Llegamos a la fragata y se llevaron a los prisioneros y al ex-almirante. Pero sin saber por qué a mí me dejaron con mis nuevos compañeros. No solo eso, si no que me dieron parte del trato al que habían llegado.

3000 créditros soy rica, aunque me los he ganado a pulso, pensé al recibirlos.

Luego  nos propusieron que continuáramos con ellos haciendo otra misión.

Yo no tengo inconveniente. Me habéis tratado bien y me habéis dado parte de vuestra recompensa...aunque he de decir que me lo he currado como el que más. Así que yo acepto.

De todas formas yo comparto la idea de Anzak. Si tuviéramos una nave propia todo sería más fácil. Yo compartiría los gastos contigo e incluso te ayudaría a idearla y construirla...pero la nave sería a medias tuya y mía.

Contenta y feliz de que la misión fuera un éxito y por la felicitación de del Senador Organa, con lo que ya se daría por completamente pagada. Aun así aceptó los créditos y se los ofreció a Anzak para las mejoras de la nave, en caso de que consiguieran una. Estaba esperanzada que tendrían alguna nave que poder ofrecerle al contrabandista, sobretodo si seguían participando en futuras misiones.