Partida Rol por web

Escena introductoria de Sócrates.

El bosque e tu hogar. Has crecido en él todo este tiempo desde la muerte de tus padres. Aún te sientes perseguido. Los agentes no han regresado, pero una sombra te vigila.

Sin embargo, a pesar de tratar de mantenerte oculto tus cotos de caza continúan llevándote cerca de Ciudad Gótica. No sabes porqué, pero algo dentro de tu naturaleza salvaje te atrae a esta ciudad oscura.

Uno de esos días tus pasos te conducen hasta la carretera. EL cartel anuncia el inicio de la ciudad, aunque los edificios están lejos. Y es entonces cuando presencias la terrible escena.

Un auto conduce a gran velocidad, y sus pasajeros disparan contra una rastra de cargamento. El conductor de la rastra realiza una maniobra de corte que sale mal y el enorme camión se tambalea de un lado y termina por caer obstaculizando el camino. Un líquido de fuerte olor se derrama... debe ser gasolina. Los criminales huyen. Pero un deportivo rojo no ha visto nada pues una curva se lo impide, se acerca a toda velocidad en dirección a la ciudad y para cuando vea el peligro será muy tarde.

Quizás sea la pregunta que te hace el destino. ¿actuarás en concordancia?

Con la ropa húmeda por el rocío, olor a sudor y mugre y un montón de barro y suciedad, Sócrates camina despacio, con las manos en los bolsillos, cabizbajo.

Ha estado solo demasiado tiempo. Ha llorado la muerte de sus padres hasta que ya no le quedan lágrimas. Ahora camina, perdido, hacia la ciudad. Quizá quiere compañía, quizá busca pasar página y olvidarse de todo lo que ha pasado, pensar que ha sido una pesadilla de la que va a despertar mañana.

Pronto amanecerá. Anoche durmió en una cuneta, húmeda y fría. Se despertó cuando un perro vagabundo se acercó para olisquearlo. Casi le da un ataque al corazón. El frío y la humedad se le han calado hasta los huesos. Su resistencia física está llegando a su fin.

Camina al borde de la carretera. Cada vez que ve en la lejanía las luces de los vehículos se aparta para no ser visto. La mañana está despertando al tráfico. Pronto la carretera estará llena del sonido de las ruedas en el asfalto. Entonces tendrá que buscar otro camino, no quiere ver más hombres vestidos de negro.

Otras luces a su espalda, otro sonido de neumáticos. Sócrates se aparta, escondido detrás de un árbol. No está preparado para la escena que está a punto de ver.

Un automóvil persiguiendo a un camión. Disparos. El camión maniobra y casi vuelca. El automóvil huye dejando un camión chorreando gasolina en medio de una carretera oscura y solitaria.

Los segundos pasan y Sócrates, con la boca abierta no sabe cómo reaccionar. Debería acercarme y ver qué tal está el conductor. ¿Por qué le dispararían? ¿Por qué no han parado? ¿Quiénes han sido los responsables? Poco a poco se va acercando a la cabina, intentando adivinar si el conductor todavía vive. A su espalda oye otro vehículo, a lo lejos se adivina el resplandor de unos faros que se acercan. Evalúa rápido la situación, en su cabeza ve la imagen de la explosión que puede producirse.

A toda velocidad se acerca al camión, decidido a sacarlo de la carretera. No puede ser mucho más difícil que conducir un turismo. Si no se mueve... musita mientras piensa en la alternativa: Si no se mueve tendré que sacar a los ocupantes y hacerlo arder, seguro que el fuego se ve desde lejos.

Sus pies pasan de la hierba al asfalto, acercando a Sócrates a toda velocidad al camión. Tiene que darme tiempo, tiene que darme tiempo...
 

Corres a todo lo que te permiten tus pies. Puedes ver mejor la escena. El camión se halla volcado, por lo que conducirlo será un tanto difícil. Te subes hasta la puerta del conductor y puedes ver que este está inconsciente en sostenido sólo por el cinturón de seguridad. El auto deportivo está a punto de doblar la curva. Ya no lo ves, pero lo escuchas acercarse. Puedes juzgar que le quedan unos* segundos para llegar hasta aquí.

Además la gasolina que se ha derramado sigue esparcierdose por la autopista. La más mínima chispa podría causar un desastre.

De un salto subo a la puerta del camión. Casi no me doy cuenta, pero mis piernas están más musculadas que de costumbre, la adrenalina recorriendo todo mi cuerpo. Con esfuerzo abro la puerta y rasgo el cinturón de seguridad con una garra que está en mi mano, que no había visto antes, pero que en la tensión del momento no reparo como algo fuera de lugar. Con todas mis fuerzas sujeto al conductor por debajo del hombro, parece malherido, pero no tengo tiempo para evaluar sus heridas. Me incorporo, puedo oír el coche, a mi espalda. El olor de la gasolina me da náuseas.

Cuando sujeto al hombre en vilo mis piernas son todavía mayores, la imagen me recuerda a las patas de un canguro pero no me da tiempo a pensar si son mis piernas lo que veo. Al agarrar al hombre por la cintura palpo algo en uno de sus bolsillos ¿un mechero?, parece un zippo.

Me alejo del camión a saltos, dejando caer al inconsciente conductor detrás de un árbol del margen de la carretera. Abro el zippo y lo enciendo. Rezo una plegaria en cosa de un segundo y lanzo el zippo encendido hacia el camión.

Espero que la explosión alerte a cualquier conductor que se acerque por la carretera. Cruzo los dedos. El zippo vuela hacia el camión, trazando una parábola que se me antoja lenta y forzada. Todo va muy despacio. Por el rabillo del ojo veo el resplandor de unos faros. No va a dar tiempo -digo en voz alta, acercándome hacia donde viene el coche. Rezo para no tener que sacar a otro conductor accidentado hoy.

Has rescatado al conductor con una agilidad animal. Casi no comprendes cómo has logrado realizar tamaño acto de heroísmo. Saltas con él hasta el margen de la carretera., donde lo dejas inconsciente. Enciendes el prendedor que encontraste en su bolsillo y lo lanzas hacia el combustible. El fuego prende con rapidez. Ves como la llama camina por el asfalto acercándose poco a poco al camión. De repente salta hasta el tanque y... ¡Kaa-Boom! el camión explota.

Una ola de vidrios y trozos de hierro salen disparados en todas las direcciones. Aún te retumban los oídos del ruido. Miras lo que queda: el tanque de gasolina quedaba bajo la cabina bajo la cabina por lo que de esta no queda casi nada, sin embargo el contenedor sólo ha recibido algunos daños y el fuego tratando de saltar dentro de este e incendiar su contenido.

Pero lo que más te preocupa es el otro. O mejor dicho la otra conductora. La puedes ver bastante bien con sus audífonos, es probable que no haya escuchado nada. Dobla la curva, y comienza a frenar bruscamente al encontrarse con el desastre, pero es casi inevitable que choque.

Los ojos se me salen de las órbitas. Por un instante me siento paralizado, no veo manera humana de evitar el choque. Se va a matar, y yo aquí sin hacer nada. Con un pitido en los oídos fruto de la anterior explosión, comienzo a correr a toda velocidad, mis músculos hinchados con la sangre que recorre mis venas a borbotones.

En mi cabeza aparece la idea irracional de que voy a poder agarrar el coche y frenarlo con la fuerza de mis músculos; así, sin más. Es una idea que si me parase a pensar la consideraría ridícula, pero no tengo tiempo para pensar.

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A grandes zancadas una mole avanza desde el margen de la carretera. Una criatura grande como un oso, pero bastante más rápida, recorre los metros que la separan del vehículo en un intento de interceptarlo. Embiste el vehículo, intentando echarlo a un lado, y mientras pasa a su lado clava sus garras en la chapa, haciendo un gran esfuerzo por ayudar a frenarlo.

Sus patas traseras se hincan en el asfalto, resbalando mientras es arrastrado tras el vehículo, pero no ceja en su empeño. Sus manos aferran la chapa como si su vida dependiese de ello.

No más muertes, no más muertes, no hoy, no delante de mí -piensa mientras sus dientes rechinan apretados por el esfuerzo. Parece que el vehículo frena más deprisa, pero ¿será suficiente para que no se estrelle contra los restos en llamas?

Tu cuerpo se transforma como siguiendo un mensaje subconsciente. Te exige fuerza, tamaño. No te percatas como tu piel se vuelve peluda, tu boca se transfoma en fauces con colmillos alargados y tus manos en garras. Tus sentidos sólo pueden estar pendientes del automivil con la mujer. Saltas al medio de la carretera y embistes de frente. Tus brazos abrazan el metal y tus garras lo penetran. El chillar de gomas dura varios segundos que parecen una eternidad. EL impacto te arrastra varios metros. Adentro ves como la bolsa de aire se ha inflado para suerte de la señora, quién no ha sufrido cambios.

El hombre oso en que te has convertido logra detener el automóvil ileso. Quizás alguna magulladura y arañazos, pero no es nada permanente. La mujer está incosciente. Bien para tí: No hay testigos. Cargas a la mujer en tus brazos y la alejas del lugar del accidente. Luegos regresas por el camionero y le tiendes al borde de la carretera, junto a la mujer.

Justo a tiempo: Las sirenas comienzan a ulular acercándose. Te transformas otra vez, aunque no muy consciente de ello y regresar a ocultarte entre los árboles. Sigues caminando, sin meditar demasiado que tus pasos errantes te atraen a la ciudad.

El hombre oso en que te has convertido logra detener el automóvil ileso. Quizás alguna magulladura y arañazos, pero no es nada permanente. La mujer está incosciente. Bien para tí: No hay testigos. Cargas a la mujer en tus brazos y la alejas del lugar del accidente. Luegos regresas por el camionero y le tiendes al borde de la carretera, junto a la mujer.

Justo a tiempo: Las sirenas comienzan a ulular acercándose. Te transformas otra vez, aunque no muy consciente de ello y regresar a ocultarte entre los árboles. Sigues caminando, sin meditar demasiado que tus pasos errantes te atraen a la ciudad.