Partida Rol por web

Lily no se lo pensó dos veces antes de descender por las rocas escarpadas hasta llegar al suelo, donde una superficie mullida se abría ante ellos, cubierta por un espesor verde como jamás pudiera haber imaginado que existía. Era un mundo hermoso, que daba alegría hasta de observar, el olor era extraño, como si estuviera todo muy limpio.

- ¡Esto es genial! - la pelirroja parecía una niña más, adelantándose de sus compañeros casi persiguiendo a los críos, disfrutando de aquel pisar tan blandito, con el fin de acercarse a la charca donde se acumulaba el agua, no siendo nada prudente al acercarse, metiéndose de lleno hasta la cintura en aquel líquido elemento, mojando sus ropas y haciendo que éstas se ciñeran a su figura. Era un medio estupendo para eliminar el resto de arena y polvo que se le adhirió en la tormenta, sumergiendo la cabeza varias veces en la profundidad para quedar completamente limpia, no pudiendo evitar beber algunos sorbos con ansiedad, sin preocuparle su seguridad, al fin y al cabo ella solo era una camarera, nadie le había explicado que podían haber fuentes radiactivas en la zona exterior. De hecho se suponía que Liliana Benz no estaba capacitada para abandonar el refugio en ninguna circunstancia, algo que podía demostrar al que más supiera de supervivencia del equipo.

- ¡Chicos venida a bañaros!.... - parecía una colegiala de excursión.

Bill había quedado absolutamente sin palabras cuando aquella visión se abrió ante ellos.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al contemplar aquella alfombra verde hasta donde le alcanzaba la vista,  más allá de todo lo que significaba para la supervivencia del grupo.

Varias veces tuvo que frotarse los ojos con la manga de su mono azul para evitar que las lágrimas que allí se acumulaban empezasen a correr por sus mejillas.

-Esto es... increible-balbuceó sin más.

A medida que iba caminando entre la vegetación simplemente extendió ambos brazos, dejando que las hojas y talos le pasasen por las palmas de las manos. De tanto en cuanto arrancaba una y la examinaba sin dejar de caminar.

-Ptedirofitas, dicotiledónias... tendría que pararme a estudiarlas con detenimiento, ¡pero seguro que encontraremos pantas comestibles!

El entusiasmo había hecho presa del botánico, que en seguida se dejó llevar. Ya habían sufrido demasiado, ahora era el momento de disfrutar de aquel golpe de suerte, porque, ¿Que más les podía pasar...?

Al ver a la pelirroja lanzarse al agua no lo dudó ni un momento y, desembarazándose de su mono y dejándose únicamente en ropa interior, se lanzó al agua

-¡Kaahhh!¡¡¡Kahhhhh!!!- ¡Ay no, ay no! ¡Lily se ha metido al agua! Freak corría hacia la orilla de la pequeña charca con una notable desesperación.

El sordomudo trabajó toda su vida en la sala purificadora y conocía muy bien los peligros del agua exterior, de hecho le tenía un inmenso respeto, ¿cómo no hacerlo? Hacía veinte años unas mutarachas atascaron el acueducto por dónde se filtraba el agua. Los operadores de entonces, Christian y Laura, recibieron muchas mordeduras de gravedad pero lograron acabar con los bichos, pero mientras la habitación se llenó de agua del exterior. Soportaron bien las heridas, pero Christian murió a causa de la radiación esa misma noche, mientras que Laura, con un embarazo aún en su panza, aguantó unos meses hasta que murió en el parto. Eran los padres de Freak.

En el descenso, Freak vió que Bill se metía también a nadar.

-¡Kahhh!- Lily no, tu no. Le tendía una mano para levantarla, desesperado.

Aún en el descenso seguía atónito, muy asombrado de que algo así existiera, pero aún seguía recordando las pisadas... Si alguien, sin importar quien encontrara esto, estoy seguro que no dejaría el lugarpor muy contadas ocasiones, y puede que sea muy celoso en cuanto a compartir un lugar tan magnífico como este.

A medida que íbamos caminando en un punto se escuchaba como si hubiera agua, y luego de seguir caminando finalmente lo vimos, como un camino de agua caía y hacía una charca. Los demás a excepción de Lucke y yo ya saltaban para bañarse, cosa que me preocupó. Claro, a mi también me gustaría echarme un chapuzón, pero este seguía siendo un lugar desconocido, y hacer eso era algo arriesgado. -¡Hey!- Dije una vez Bill y Lily salían de la superficie, siguiendo desde atrás a Lucke, al cual le daba unas palmadas en la espalda, y una vez me vio trataba de tranquilizarlo. -Hey hey, tranquilo Lucke.- Dije mientras trataba de gesticular con mis manos, como indicándole que tratara de respirar un poco y que no se preocupara, pero luego volteé para ver a Bill y Lily. -¿Que creen que hacen? Salgan de allí, le van a dar un susto a Lucke, por Dios, ni siquiera vieron si el agua es limpia.- Les dije en un tono serio, con una clara reprimenda en como hablaba, pero luego me puse de rodillas en la orilla y traté de tomar algo de agua entre mis manos para inspeccionarla.

Las aguas eran claras y cristalinas, y Bill y Lily se lanzaron sin dudarlo a ella, sintiéndose por vez primera en mucho tiempo como si el mundo les estuviese ofreciendo un regalo inesperado. La sensación no se parecía en nada a la que habíais experimentado en el refugio. El agua se sentía "limpia" y además, no había límites. Podíais sumergiros, nadar, beber y escupir agua sin nada que os lo impidiera.

No era una limitación y para sorpresa de todos, estaba extraordinariamente buena porque no sabía a "nada".

Además, el sonido de aquella cascada cayendo continuamente sobre la superficie, hacía que el lugar adquiriese un valor diferente. Todo era justamente eso, diferente, a cuanto habíais conocido hasta ese momento.

Andrés, por su parte, se mostraba prudente y no terminaba de confiar en lo que ofrecía aquel lugar. Para él, todo era sospechoso hasta que se demostrase lo contrario. Lucke, en cambio, vivía de experiencias y temores, siendo el más básico de ellos, la seguridad de Lily. Por eso llegó a aproximarse a la orilla de aquella laguna, sufriendo por que no saliese.

Todos estabais tan pendientes del agua, que no os disteis cuenta cómo unas extrañas figuras se aproximaban a vosotros desde el lugar opuesto de la laguna, y cuando alzasteis la mirada, lo que visteis era lo último que hubieseis esperado.

Era como ver a media docena de "Luckes", unos al lado de los otros, hombres, mujeres y niños, dispuestos a todo lo ancho de la laguna y observandoos sin pestañear. Entonces, uno vio a Lucke y emitió un sonido más que familiar.

-¡Kaaah!

Los demás vieron también a Lucke y uno tras otro, exclamaron un sonido similar, que no sonaba a temor o advertencia, sino a simple y llana sorpresa.

Por lo visto, Lucke no era el "único en su especie".