No sé si habrá más cuchillos pero que conste en acta que yo cogí uno y le lancé el otro a Nabil eh! XDDDD
Culpa mía lo de los cuchillos, lo siento...
El ruido fue estrepitoso, primero fue Bernardo quien tiró parte de la cubertería y utensilios de cocina apilados en una mesa al suelo; luego mientras trataba de recoger el desorden, Agostino tiró parte de una vajilla. La cara del viejo desencajada por lo ocurrido, empezó a recuperar su forma normal sin dejar de verse en ella la preocupación y el temor. Vamos, vamos, tendremos suerte si no nos han oído. repitió el viejo mientras movía de nuevo el brazo. Se acercó a la puerta, la abrió con mucho cuidado y asomó la cabeza. Se quedó pálido. es nuestra oportunidad... la mejor que tenemos se dirigió al resto he visto un carruaje, lo están preparando para partir, tendremos que correr aprovechando las puertas abiertas.
El viejo cedió el puesto al resto para que pudieran examinarlo con sus propios ojos. Todos pudieron ver como la guardia se preparaba para abrir puertas, dos arriba en la muralla, dos abajo, ayudando a atar a los caballos. Entre esa puerta y la salida, habrían unos mil pies, una distancia no dificil de recorrer, pero todo un reto en su condición. Los guardias iban bien equipados, con cuero, yelmo, brazales y cimiarra a la vista; para aquellos que custodiaban la entrada desde las alturas, disponían además de arco y carcaj. Serían un blanco más que fácil. Era un momento como para saber que estaría haciendo el resto de presos, pero por allí no parecía haber pasado nadie.
Tirada: 1d100(+10)
Motivo: CONSECUENCIAS RUIDO
Resultado: 25(+10)=35
CONSECUENCIA:(MOD +30(ruido- 3 fracasos) -20(es hora de rezo)=+10
01-50 no pasa nada
51-65 un criado alertado
66-80 dos guardias alertados
81-84 grupo de guardias alertados
85-89 grupo de criados alertados
90-98 un cortesano alertado
99-100 guardia personal de Yusuf alertada
Tranquilos, hay cuchillos para todos. Arnaldo ya va armado, lleva el cuchillo con el que el guardia se "suicidó"
Den Yaal se le apareció a Bernardo justo detrás de la puerta entreabierta, colocaba su cara en la apertura tal como el mismo Bernardo lo hacía para ver un poco más allá. Así que queréis atravesar el patio... eh? mmmm... que coraje, que valentía! que acto tan.. tan... ¿como lo llamáis en tu tierra? ¿canción de gesta? Ah si, ya veo, a los bardos cantando alegremente esta última de tus gestas... ¿que quieres que escriba en tu árbol amigo? a este paso tu tumba quedará muy lejos de él... a no ser, que esos guardias no puedan veros... ¿verdad?
- Aún no comprendo el motivo por el que me has ayudado algunas veces, pero lo que sí tengo claro es que lo has hecho. Esta sería una ocasión más que propicia si verdaderamente quieres prestarme algún tipo de ayuda a largo plazo: ¿puedes distraer a esos guardias un momento mientras cruzamos el patio hasta el carruaje?
Es la apresurada respuesta de Bernardo al comentario del ser.
Tus deseos son ordenes amigo... sonrió mientras se desvanecía.
- Esperemos tener suerte y que los presos o cualquier otra cosa pueda distraer a los guardias mientras intentamos coger ese carruaje: no hay que ser un experto en tácticas para darse cuenta de que en ese momento seremos extremadamente vulnerables... Pero puede que algo inesperado ocurra...
Comenta todo esto en un tono extraño, esperanzado más allá de toda lógica que los demás puedan ver.
- Algún día tengo que enterarme del motivo por el que me ayuda, o por el que se dirifió a mí en primer lugar, en vez de a cualquiera de los otros....
Susurra, casi para sí, después de que el ser se desvanezca con esa última frase
Con el desastre en la cocina había quedado demostrado que el grupo no se hallaba en plenas facultades. Si ni siquiera habían sido capaces de atravesar la cocina sin tirar nada a su paso ¿cómo se supone que iban a recorrer el camino bien vigilado hasta la salida? Arnaldo chasquea la lengua molesto, lamentándose por haber contado con la capacidad de los presos que habían dejado atrás en sus planes. Ni para que salven el cuello se podía confiar en ellos. No. La situación no pinta nada bien ahora, pero aún podía pintar mucho peor. Al menos si intentan escapar ahora los guardias no tendrán otra que intentar matarles. – Dios te oiga, Bernardo, Dios te oiga. Lo que es seguro es que esa es nuestra mejor opción ahora. Escapar o morir. Cualquier cosa menos quedarnos aquí y volver a esa puta mazmorra. – Apoya la mano en el hombro de su correligionario que ha compartido las mismas penurias que él, sabedor de que piensa con toda seguridad de su misma manera. Luego se dirige al resto del grupo. – Habéis cumplido con vuestra palabra hasta ahora, y eso os honra. Pero ahora toca pelear. También podéis quedaros aquí pero si venís deberéis luchar con Bernardo y conmigo a brazo partido; todos salvo vos, viejo. Vos procurad meteros directamente en el carro pues vuestros brazos no han de servir ya para pelear. El plan es directo: acabar con los soldados de abajo y tomar el carruaje. Tengo experiencia con los caballos así que si llego vivo no habrá problemas en que os conduzca fuera… – Luego, quitando apresuradamente las cosas encima de una mesa de madera dice. – Para evitar que los soldados de la muralla nos acribillen mientras llegamos al carro, correremos portando esto sobre nuestras cabezas. Si vemos que nos relentiza demasiado, soltarla a mi orden, echaros a un lado y seguid corriendo hacia el carro. – sujetando el cuchillo entre los dientes, empieza a levantar la mesa para llevar a cabo su plan de inmediato. – Venga Bernardo, ayúdame. Sellemos nuestro destino de una vez y ganémonos la paz en el reino de nuestro señor.
El pirata sintió vergüenza de él mismo por todo el revuelo que se había organizado en la cocina. Sin duda, el tiempo pasado en tan penosa condición había mermado sus sentidos y sus músculos y huesos, corvirtiendo al pirata, sorprendentemente a la vista de cualquiera que hubiera tenido contacto con él antes de su encierro, en un hombrecillo delgado, desaliñado y lo peor de todo, torpe. Incluso sus mejillas se tornaron rojizas cuando Arnaldo y aquel anciano lo miraron con desaprobación, obligándole a apartar su mirada hacía un lado, simulando comprobar que ningún hombre de Yusuf hubiera escuchado el estruendo.
- Nao volvera a passar- se explica, recobrando la compostura- So ando algo mareado, mas eso es todo, agora me echaré un poco de agua pela cara- continua abriendo un grifo de la cocina y metiendo la cabeza bajo el chorro que caía- y listo, asunto arreglado. - Pasa los harapos con los que se cubría por su rostro para secarse, escuchando al tiempo la propuesta de Arnaldo y asiente finalmente- Es el vehículo que ha dispuesto Deus para nossa huída, no hay duda, así que tú, hereje!- dice llamando la atención de Nabil- aún no entiendo que labor te foi encomendada mas si foste incluido entre nosotros por algo será, así que ayudame con esta mesa y cubramonos los dos con ella- señala un tablón cercano- eso sí, teu irás delante y yo detrás...si algo aprendí a bordo con los piratas es que no se debe nunca dar la espalda a otro hombre pues el peligro es doble. Nosotros atacaremos al guardía mas alto, haced lo propio con el compañero.
eso sí, teu irás delante y yo detrás...si algo aprendí a bordo con los piratas es que no se debe nunca dar la espalda a otro hombre pues el peligro es doble...
No puedo evitar repetir las palabras del portugués en mi mente. Me costaba entender el castellano a veces, como para que encima, lo hablasen con acento portugués. No obstante, y si le había entendido bien, me estaba pidiendo algo que él dice que nunca haría. ¿Qué clase de idiota era?. Aunque, por otra parte, si quería salir de ahí, no era momento para discutir...
Así pues, agarre la mesa, y me coloqué como el pirata me dijo. Una vez hecho, le dije- Espero tus órdenes, tú dirás que hacer...
Bernardo aceptó las órdenes, si es que así pueden llamarse, de Arnaldo, aunque creía que era mejor, sencillamente, darse prisa, en lugar de acarrear la mesa. Aunque lo cierto es que eso tampoco haría que fueran más despacio, con lo cual no perdían demasiado. Pero, en lugar de mostrar dudas que, sabía, sólo podían acarrear problemas a él mismo y al grupo, dijo decididamente:
- Perfecto. Vos y yo llevaremos la mesa sobre nuestras cabezas. Eso podría evitar que los arqueros nos pongan más púas que a un maldito erizo.
Los cuatro hombres salieron disparados hacia el patio justo en el momento en que las puertas llegaban arriba del todo. Cubriéndose con una mesa larga transportada por los mismos a forma de escudo. La mesa pesaba, quizá en otros tiempos pudieran haber notado menos la carga de ese objeto macizo de madera, pero la debilidad de sus cuerpos aparecía incluso en esos momentos dónde la adrenalina se disparaba. El viejo les acompañaba a su paso sin la carga, pues el pobre, no podía ya con su alma. Escasos pasos faltaban para llegar al carromato cuando un grito de alerta les advirtió que les habían descubierto, y es que no era una situación en la que hubiesen recorrido al sigilo; para nada. Fue así como Arnaldo, quien encabezaba el grupo dio la señal de dejar caer la mesa y coger las armas. Dejaron caer la mesa para disponerse a abalanzarse sobre los soldados de abajo, Arnaldo cargó contra el primero, Bernardo contra el segundo; ambos hendieron rápidamente sus cuchillos en el costado de cada uno de los guardias a la vez que estos se giraban, alertados por alguno de los más de dos guardias que dominaban las alturas desde la torre y la pasarela de la muralla.
Los suspiros y un leve grito de aquellos dos infieles recorrieron el aire. No les dio tiempo a ver nada, todo fue tan rápido como el relámpago que precede al trueno; los dos guardias del patio caían heridos mortalmente al suelo mientras que Nabil y Agostino se lanzaban hacia el carro ayudando a subir al viejo, temerosos por las flechas que ya debían llevar sus nombres después de haber abandonado su cobertura.
ZZZZZZFFFFFFFFFFFSH la primera flecha silbó cortando el viento y se clavó en la misma mesa. ZZZZZZFFFFFFFFFFFSH silbó una segunda, y una tecera, una cuarta, una quinta, tomando todas una dirección ilógica y acertando a los mismos guardias de las torres, haciendo caer varios cuerpos hasta el patio. KRACK, THOUMB... los cuerpos caían al vacío y se estampaban contra el suelo, haciendo imposible que pudieran levantarse de nuevo. Aquella torre se había convertido en un fuego cruzado entre guardias que despejó por completo la salida de aquellos reos ahora libres.
Arnaldo saltó hacia el carromato tras Bernardo, cogiendo las riendas de los dos caballos que tirarían de ellos hasta la libertad. YIIIIIIIGGHBBRRRR relincharon cuando éste tiró de ellas tensándolas para ordenar a los caballos a moverse rápidamente. El carro cruzó la entrada del castillo saliendo a la ciudad.
Podéis jugar vuestro último post de la escena y pasar al capítulo 2.